tercero, letra E, con instruccion y sin antecedentes penales; el que instruido, advertido y juramentado con arreglo a derecho, declara:

»A las generales de la Ley: que no le comprenden.

»A lo principal: que hallandose de excursion con varios amigos, en el dia de autos, en las inmediaciones del lugar denominado 'La Presa', a eso de las diez menos cuarto de la noche, percibio unos gritos de socorro provenientes de la parte del rio, acudiendo prontamente en compania de tres de sus companeros y distinguiendo acto seguido desde la orilla el bulto de una persona que al parecer se ahogaba, a unos treinta y cinco metros del punto donde se hallaba el declarante y sus amigos, y a no menos de veinte de quienes desde el agua proferian las susodichas llamadas de socorro. Que ante lo azaroso de la situacion, arrojaronse al agua sin mas demora el dicho Jose Manuel, en compania de los tres referidos acompanantes, al objeto de acudir en socorro de la persona que en tal riesgo se hallaba, como asi lo hicieron, nadando todos hacia el punto donde anteriormente la habian divisado. Que en el interin de llegar a la persona accidentada, habiendose esta desplazado por el arrastre del rio, perdieron la referencia de ella, quedando asi extraviados en su intento de rescatarla de las aguas con toda prontitud; dando asimismo testimonio del celo desplegado tanto por parte del repetido Jose Manuel como por la de sus coadyuvantes para localizarla de nuevo, resultando infructuoso dicho empeno; a cuyos companeros afirma igualmente haberse agregado, ya en el agua, otro joven, que conocio ser uno de los que momentos antes habianles pedido socorro, y al que previno que desde luego se retirase de la empresa, habiendo podido comprobar que nadaba defectuosamente; resistiendose a hacerlo el mencionado joven hasta que le faltaron las fuerzas. Que pocos minutos despues fue finalmente hallada la victima, siendo el primero en tocarla el anterior declarante Rafael, a cuyo aviso al punto acudia el que aqui comparece, juntamente con los otros que a la sazon se hallaban en el agua, pudiendose comprobar acto seguido que la victima se encontraba exanime, y conduciendola seguidamente hacia la orilla, en la que fue depositada. En cuya orilla, y estimandose facultado para ello por ser estudiante de Medicina, el referido Jose Manuel practicaba el idoneo reconocimiento, comprobando al instante que era cadaver. Preguntado por Su Senoria si a la vista de los hechos presenciados le cupiese afirmar con razonable certeza tratarse de un accidente involuntario, sin responsabilidad para terceros, el declarante contesto estimarlo asi.

»En ello, de leido que le fue, se afirma y ratifica y ofrece firmar.»

– Pues muchas gracias – dijo el Juez -. Ya no es preciso que declare ninguno mas de sus companeros. Asi que quedan ustedes en libertad, para marcharse cuando quieran.

– Pues si no desea nada mas…

– Nada. Con Dios.

– Buenas noches, senor Juez. Buenas noches. El Secretario contesto con la cabeza. Ya subia el estudiante.

– Ah, perdone; me manda usted a la joven, si tiene la bondad. La del rio, ya sabe.

– Entendido. Ahora mismo, senor Juez. Se oculto por detras de la arpillera.

– A ver ahora la chica, si no nos hace perder mucho tiempo. No parece que tenga muchos animos para prestar declaracion.

Encendia otro pitillo.

– Las mujeres – comento el Secretario, ladeando la cabeza. El Juez echaba el humo y miraba hacia arriba, inspeccionando la boveda; luego dijo:

– Buena bodega se prepararon aqui. Ya les habra costado excavarla en la roca.

– Tiene que ser muy antigua – repuso el Secretario -. Vaya usted a saber los anos que tendra.

– Pues siglos, a lo mejor.

– Pudiera, pudiera.

Callaron un momento; luego el Juez anadia:

– Un sitio fresco, ?eh?

– Ya lo creo. Como para venirse aqui a vivir en el verano. Si tuviera yo esto en mi casa…

– Que duda cabe. Y yo. Pocos lugares habra tan frescos, en estos meses que atravesamos.

– Ninguno…-miro hacia arriba. Se abria la cortinilla.

– Ahi esta la joven – anuncio el Secretario.

El Juez piso el cigarrillo contra el suelo. Paulina descendia la escalera. Traia en la mano un panuelo empapado; sorbia con la nariz. La mirada del Juez reparo en sus pantalones de hombre, replegados en los tobillos, que le venian deformes y anchos.

– Usted dira – dijo Paulina debilmente, llegando a la mesa.

Se restregaba el rebujo del panuelo por las aletas de la nariz.

– Sientese senorita – dijo el Juez -. ?Que le ha pasado? – anadia con blandura, indicando a los pantalones -; ?ha perdido la falda en el rio?

Paulina se miraba con desamparo.

– No, senor – contesto levantando la cara -; ya vine asi.

No tenia color en los labios; sus ojos se habian enrojecido. Dijo el Juez:

– Dispense; crei que…

Apartaba la vista hacia el fondo de la cueva y apretaba los punos. Hubo un silencio. El Secretario miro a sus papeles. Paulina se sento:

– Usted dira, senor – repetia con timbre nasal. El Juez la miro de nuevo.

– Bien, senorita – le decia suavizando la voz -. Veremos de molestarla lo menos posible. Usted este tranquila y procure contestar directamente a mis preguntas, ?eh? No este inquieta, se trata de poco; ya me hago cargo de como esta. Asi que digame, senorita, ?cual es su nombre, por favor?

– Paulina Lemos Gutierrez.

– ?Que edad?

– Veintiun anos.

– ?Trabaja usted?

– La ayudo en casa a mi madre.

– ?Su domicilio?

– Bernardino Obregon, numero cinco, junto a la Ronda Valencia – miro hacia la salida.

– Soltera, ?no es eso? Asentia.

– ?Sabe leer y escribir?

– Si senor.

– Procesada, ninguna vez, ?verdad?

– ?Que…? No, yo no senor.

El Juez penso un instante y luego dijo:

– ?Conocia usted a la victima?

–  Si que la conocia, si senor – bajaba los ojos hacia el suelo.

– Diga, ?tenia algun parentesco con usted?

– Amistad, amistad nada mas.

– ?Sabe decirme el nombre y los apellidos?

– ?De ella? Si senor: Lucita Garrido, se llama.

– ?El segundo apellido, no recuerda?

– Pues… no, no creo haberlo oido. Me acordaria. El Juez se volvio al Secretario:

– Despues no se me olvide de completar estos apellidos. A ver si lo sabe alguno

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