Aniano se puso rojo; oscurecia el entrecejo. Lucio seguia:

– ?De modo que no hay que darse por vencidos? Pues ya sabras alguna vez, si alcanzas a saberlo, que no es uno mismo el que se da por vencido ni deja de darse… Ya te enteraras. Con que ahora mejor que no hubieras abierto la boca, ya lo sabes.

– ?Y usted me parece a mi que quiere saber mucho! ?Ademas, nadie le ha dado confianza para que me tutee! ?Pues vaya ahora con el viejales sabihondo!

El Chamaris lo agarraba por un brazo para que se aplacase. Lucio le dijo friamente:

– Yo no soy viejo, ?entiendes? Es que tu eres un nino. Un chaval ignorante y atrevido. Eso pasa. Ni mas ni menos.

Aniano estaba muy excitado. Mauricio le decia:

– Venga ya, Aniano, no se exalte usted.

– Yo no me exalto. Este senor de aqui, que se cree que sabe mas que nadie, y que se pone a faltar. Y yo no soy ninguna criatura ni ningun ignorante. Yo por lo menos he estudiado, cosa que no ha hecho el. Porque uno tiene su bachillerato completo, para que nadie me tutee ni se dirija a mi de esa manera.

El Chamaris se impacientaba. El carnicero guinaba un ojo y decia por lo bajo, divirtiendose:

– Ya, ya…Ya saco la cultura a relucir. Aniano seguia, todo encendido de irritacion:

– ?Ya cuentas, y gramatica, y geografia, y a todo, me pongo yo con este senor en cuanto quiera! ?A ver si es verdad que sabe tanto como quiere saber! ?Uno no ha estado siete anos rompiendose los codos, para que luego te venga un panadero retirado a llamarte ignorante ni a darte lecciones de nada!

– De la vida, hijo mio, de la vida – dijo alguien. Mauricio le hacia a Aniano ademanes de calma con las dos manos en el aire y le siseaba para que se aplacase:

– Chsss…, calmese – le decia -; tranquilicese, hombre; que aqui nadie pretende quitarle meritos. Nadie le niega el merito a sus estudios y a su instruccion. No se le menosprecia en ese sentido. Todo el mundo sabemos lo que esas cosas valen y lo que cuesta el ganarlas. Aqui nadie le ha puesto en duda ni ha querido faltarle a la cultura de usted.

– ?Pues quien se ha creido el que es, para darme de tu asi de buenas a primeras? ?Vamos! Yo me he ganado un puesto y tengo mi trabajo gracias a mis estudios, y tengo derecho a que se me trate debidamente y con arreglo a lo que soy… ?lo sabe?

Casi las lagrimas se le saltaban, en medio de la ira, pero todos se le reian entre dientes.

– Que si, hombre, que si – le decia Mauricio -; si todo eso es digno de respeto; si nadie lo niega.

– ?Quiere decirme lo que le debo? Ya tenia el dinero en la mano.

– Once pesetas.

Puso el dinero sobre la mesa, y se dejaba una cana solo empezada.

– ?No apura eso?

– No. Para aquel senor. Adios muy buenas.

Salia tan violento que por poco atropella al hombre de los z. b., el cual se hizo a un lado con los brazos abiertos, como cuando pasa un toro, y dijo: «Ahi va eso», mientras el otro ya se habia esfumado en la puerta.

– ?Valiente monigote! – dijo Mauricio -. Estos chavales en cuanto tienen dos letras, ya se creen con el derecho de subirsele a la parra a todo el mundo.

– Pues es buen chico – replico el Chamaris -. Me da pena que pasen estas cosas. Yo se que el luego sufre un rato, con esto que le acaba de ocurrir. A el le gusta tratar con todo el mundo y sentir que lo aprecian. Si se da cuenta de que cae mal en alguna parte, eso le duele mas que la vida.

– Pues que le duela – replicaba Mauricio -. ?A que se mete en donde no lo llaman? En Madrid quisiera yo verlo, al tio, con esos humos.

– Que no es malo, le digo. Que es un muchacho que conociendolo y sabiendolo tomar en su sentido, se hace hasta querer. Yo lo aprecio, se lo digo de verdad. Vas con el y es un chico noble, incapaz de malicia.

– Pues lo que es aqui esta manana, ha metido la pata, pero bien – afirmo el carnicero.

– Lo que ustedes quieran decir; pero tambien tuvo su culpa el senor Lucio, que lo quiso mortificar ya demasiado.

– Yo quise ver adonde ibamos a parar con las enmiendas y los consejitos. Yo era por verlo a ver como le caia el que le hablasen a el de la forma en que el acostumbra dirigirse a las personas. Ahi, que si no dices caballos de vapor, en seguida esta el nino a ensenarte como lo tienes que decir. ?Hay que oir cada cosa!

– Pero usted no debio tampoco de tutearlo, senor Lucio. Eso fue lo que le hirio en su amor propio.

– ?Que no? ?Pues si podia ser su padre! Antes a los muchachos de la edad de este nos tuteaba todo el mundo. Ahora ya no se como han puesto la vida que aqui en seguida se hace uno un personaje. Di que porque trabaja en el Ayuntamiento y con eso ya parece que tiene como algo mas de representacion, que si no, a buenas horas le iba a dar yo de usted normalmente a un muchacho de esa edad. Se me puso pesado y le di el tratamiento que le pertenece, nada mas.

– Eso es; en seguida se les sube la maquina de escribir a la cabeza, a estos mirlos de las ventanillas. Eso es lo que les pasa. Dime tu si no te tratan como si fueran los amos del mundo, cuando tienes la desgracia de tener que ir a solicitar cualquier papel o cualquier requisito. ?Ya ver que hacen de provecho, mas que enredar la vida cada vez mas? ? Producen acaso algo bueno? ?Ya esta bien tanto orgullo ni tanta tonteria nada mas que porque te andan con cuatro papelorios! Y gracias a que hay quien se encarga de complicar la vida y de inventar cada dia mas papeles, para que la gente asi pueda comer. Que si no, ya veriamos. La partida de inutiles sueltos y de muertos de hambre que andarian por el mundo.

– Vaya, senor Mauricio, que ya se quiere usted ensanar con el muchacho. Que le digo yo que no tiene el pobrecillo malicia ninguna.

– Ya se sabe que no tiene malicia – repuso el carnicero -. No es mas que el orgullito que se gasta, que no esta bien en un mozo de su edad. ?Que tendra Aniano? No tendra mas de veintitres o veinticuatro…

El hombre de los z. b. escuchaba en silencio y Carmelo limpiaba con la manga el polvo de su gorra y le sacaba brillo al anagrama del Ayuntamiento. Y Lucio dijo:.

– El orgullo es una cosa que hay que saberla tener. Si tienes poco, malo; te avasallan y te toman por cabeza de turco. Si en cambio tienes mucho, peor; entonces eres tu mismo el que te pegas el tortazo. Lo que hay que tener es aplomo, en esta vida, para no ser la irrision de nadie ni tampoco romperte la cabeza en tu propia arrogancia.

– Igual que el otro fantasma de la tienda – dijo Mauricio-.Ya ve a aquel lo que le paso. Todo por el orgullo que tenia. ?Y de que estaba orgulloso ese fulano? ?De que tenia un letrero muy grande, con su nombre, en lo alto la puerta? Pues mira como le fue. Tanto orgullo, para arruinarse, y encima quedar como un payaso a los ojos de todos.

Ahora intervino el hombre de los z. b.:

– Y no era malo aquel hombre. Trataba bien a la gente que tenia. Ahora, eso si, con distancia, como era el; pero tambien generosamente. Yo lo tengo afeitado la mar de veces, y sabia ser un tio cordial cuando queria. Tenia su gracia hablando. Me acuerdo que cada vez que decia una broma o un chascarrillo cualquiera, en seguida me levantaba la cabeza de la almohadilla y se volvia a todas partes, con la cara enjabonada, para ver como habia caido el chiste y si se lo reian los presentes. Siempre lo hacia, me acuerdo.

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