El pastor comento:
– Ya canto la coguta en el campo.
– Si que lo encuentro esta noche inspiradillo – decia riendo don Marcial -; por lo bajinis, pero con entrana.
– Las cositas de alli – contesto el alcarreno, con un encogimiento de modestia.
Ahora entraba un individuo que traia las ropas muy manchadas de yeso; dio las buenas noches.
– Hola, Macario – respondia el ventero. Coca-Cona gritaba:
– ?Sanroque, Sanroque! ?De donde vendras a estas horas? ?No sabes que esta prohibido trabajar los domingos?
– No hay otro remedio. Aprovechar. Estar al quite a las chapucillas que le salen a uno. Sacar de donde sea; la necesidad es la que manda.
No decia las erres; le salian guturales, en el velo del paladar, muy parecidas a las ges. Coca-Cona se lo imitaba:
– Pues muy mal hecho de todas formas; hay que descansag, hombge, hay que descansag, los domingos siquiega. Que no se puede obligag al cuerpo hasta esos extremos, so pena que un dia se soliviante y se niegue a trabajag. ?Tu revientas!
– El dia que se fastidie se fastidio – contestaba Macario -. Entonces salvese quien pueda; quiere decir que les habra llegado a ellos y a su madre el turno las apreturas, y a bandearselas como sea y tirar para alante. Hasta entonces no hay mas narices que dar uno de si lo que estiren las gomas de los musculos.
– ?Cuantos son? – pregunto don Marcial.
– Cinco para la media docenita. Se oyo un alarmado silbido.
– ?Pero otro ya de camino? – dijo el chofer.
– Pues si; si no se malogra, si, senor.
– No se malogra, no tengas cuidado – dijo Lucio con una sonrisa.
– Bien que yo me lo se. No hay peligro. Este tambien sale adelante, si Dios quiere, igual que todos sus hermanos. No se malogra, no, si Dios quiere.
Lo decia con una voz risuena y moviendo los ojos como si giraran.
Se echaron a reir. Tan solo el hombre de los z. b. le preguntaba seriamente:
– Asi que hasta la fecha le salieron todos; ?no hubo percances?
– Hombre, depende lo que llame usted percance. Como venir, vinieron todos, no fallo ninguno. Se volvian a reir de la cara de Macario.
– ?Buena semilla, si, senor!
– No soy yo solamente, ?que va! Ella tambien pone de su parte lo que puede; es como la Gallina de Coimbra, que saca todos los que empolla, ni uno menos.
Don Marcial comentaba:
– Y mas tres o cuatro de mas; ?no le parece?
– Hombre, segun se mire… ?A saber!
– Pues diga usted que si – le decia con ahinco el pastor -. Hay que hacer el arraigo. Aguarde nada mas unos anitos, y ya vera usted luego que cosa mas bonita de verse, y las pesetas que entraran por las puertas adentro, cuantis que todos empiecen a buscarselas por ahi y a producir para la casa. La solucion del pobre. Usted lo entiende, si senor.
– Eso si no me pasa lo que aqui el Coca me acaba de profetizar: que primero me agote yo mismo, de tanto cundir y cundir. Como resulte cierto, que cabe muy posible, me parece que no llego yo a verla, con estos mis ojitos, la cosa esa tan bonita que me pinta usted.
Coca-Cona le replico desde su silla:
– Nada, se te retira el vaticinio, no te apures. Que alcances los cien anos y con pelo.
– Tampoco pido tantos. Con ochenta me vale. Querer mas ya es pedir goloserias.
Don Marcial se volvio a Coca-Cona y le mostro su reloj.
– Tu, nino, mira la hora que tenemos. Yo por lo menos me tengo que marchar; conque si quieres que te lleve…
– Espera, hombre; en el mejor momento se te ocurre. No seas tan latoso.
– No puedo demorarme ni un minuto mas, me espera don Carlos. Si quieres quedarte te quedas, pero luego vas solo.
– Nada, me voy contigo si me lo pones tan dificil. Me dejaras que apure esta copa, por lo menos, ?no? Con tal de no tener que darle a la manivela, lo que sea. No veo la hora ya de motorizarme de una vez y no tener que moverme a puro brazo o depender de los demas.
– ?Que es eso de motorizarse? – le preguntaba el hombre de los z. b.
– Si, hombre, ahora con todo esto que ha salido de las Vespas y otros artilugios semejantes, se me ha metido a mi en la cabeza de motorizarme yo tambien. En el sentido de que le aplico un motorcillo al trasto este y me transformo en un bolido de la era atomica. Ya estoy yo apartando un piquito de la paga todos los meses, no crea. Falta estudiar la parte tecnica, a ver que motores me convienen, y demas. Si lo han de ver ustedes; pronto voy a correr yo mas que nadie.
– Esta bien pensado. Pudiendo, es tonteria.
– Vaya, que no sera poco espectaculo – decia el alcarreno – verte a ti para aca y para alla, por todas las calles de San Fernando y alrededor, con tu mecedora, turru turru turru turru…
– A ver si te crees que no los he visto yo por ahi ya motorizados. Tu esperate al invierno y ya me vendras a pedir que te deje dar una vuelta. Ya me llamareis a voces, vosotros a mi, para que os espere, cuando salgamos de paseo a la General.
– Vamonos, Coca, por favor; no me enredes.
– ?Que pesado! Pues venga, sacame ya de aqui.
El alcarreno agarro por el respaldo la silla del tullido y la apartaba de la mesa. Coca-Cona levantaba los brazos; don Marcial se inclinaba hacia el y lo cogia por las axilas:
– Ven, hijo mio…-le decia al levantarlo, fingiendo una voz femenina, de madre mimosa.
Lo elevo sin esfuerzo hasta tenerlo en sus brazos.
– ?Toma, mama!
Encajo don Marcial una sonora bofetada de manos del tullido.
– ?Vaya! – exclamo el alcarreno.
Rieron los presentes. Don Marcial les decia, con la mejilla colorada:
– Y tienes que aguantarlo. ?Quien tendria valor de meterse con esto…?
Ensenaba en sus brazos el cuerpecillo contrahecho; la cabezota sin cuello, empotrada en el torax; los brazos casi normales de tamano, desmedidos con el resto del cuerpo y con las atrofiadas piernecillas, que colgaban sin vida y se mecian como pendulos, al peso de unas botas deformes y negras.
– Buenas noches, senores – les decia desde el pecho de don Marcial.
Despues alargo un brazo hacia Macario y lo agarro por la solapa:
– ?Ven aca tu, prolifico! – le gritaba riendo y tirando de el.
– ?Que quieres? ?Sueltame ya!
Macario no tenia camisa ni nada por debajo de la chaqueta; solo el pecho desnudo y lampino. Coca-Cona le estrujaba con fuerza la solapa salpicada de yeso:
– ?Anda, Sanroque! – le decia -, repite conmigo: «El perro de San Roque no tiene rabo.» ?A ver como lo dices!
– Deja las bromas ahora – protesto don Marcial -. Sueltalo, anda.