la bombilla, en mitad del jardin. Daniel estaba de espaldas. En seguida veian violentarse la cara de Miguel, mientras sus manos agarraban al otro por los hombros; le hablaba a sacudidas. «Alicia, venir, venir, todos», les grito, «ha pasado una cosa terrible». Acudian sobresaltados y ya les formaban corro en derredor; Miguel miraba hacia el suelo; se hizo un silencio esperando sus palabras:
– Diselo tu…
Mely se puso a gritar y sacudia por los brazos a uno y a otro, que hablase, que lo dijese de una vez lo que fuera. Daniel bajaba la cara: «Se ha ahogado Lucita en el rio.» Se estremecieron. Se encaraban con Daniel: «Pero como; pero como, por Dios; como ha sido posible…»; le clavaban las unas en la camiseta: «?Daniel…!». Mely se habia cogido la cabeza entre las manos: «?Lo sabia, lo sabia que habia sido Lucita! ?Lo sabia que habia sido Lucita…!».
– Hace un rato. En la presa. Se estaban banando.
– Tenemos que bajar – dijo Miguel.
– ?Alguna chica que venia con vosotros? – andaba preguntando, detras, el de Atocha.
– ?Dejame ya…! – dijo Fernando -. Vamos, Daniel vamonos ahora mismo adonde sea…
Se dirigian hacia la puerta; Mely quiso seguirlos.
– Tu no vayas – la detuvo Zacarias-. Mejor que no vayas. Te vas a impresionar.
– ?Pero que…! – dijo ella, mirandolo a la cara -. ?Como no voy a bajar! ?Que estas diciendo! ?Como quieres que no la vea, Zacarias…! ?Pero si no hace mas que…!-rompia a llorar -. ?Un rato, Dios mio, si no hace mas que un rato que estaba con nosotros…! ?Pues como no voy a ir, Zacarias… como no voy a ir… como no voy a ir…!
Los de Legazpi se habian apartado y recogian sus cosas.
– Nosotros no bajamos – dijo Lucas -; ?para que…?
– Mejor sera que nos marchemos, si. Al tren todavia llegamos a tiempo. Ve recogiendo la gramola, anda. Mariyayo se habia acercado a Zacarias:
– Vete con ella, Zacarias – le dijo -. Por mi no te preocupes; tu acompanala a ella, marcharos. Yo me voy con Samuel y con estos. De veras…
El la miro:
– Te lo agradezco, Mariyayo.
– Es lo mas natural…-dijo ella, y se volvia hacia los otros.
Zacarias y Mely se marcharon en pos de Miguel, Fernando y Alicia, que ya habian salido con Daniel, camino del rio. Los demas se quedaban, junto con los de la pandilla de Legazpi, para irse hacia el tren; terminaban de recoger todas sus cosas y ya iban pasando despacio hacia el pasillo. Los primeros habian cruzado el local sin detenerse, y ahora Mauricio se informaba con los de la estacion:
– ?Que ha pasado, muchachos?
– Pues una chica, que se ha ahogado en el rio – contestaba el de Atocha.
– ?Joroba, eso ya es peor! – exclamo el alcarreno, torciendo la cabeza.
– ?Y que chiquita ha sido?
– Yo no le puedo decir, no la conocia. Venia con esos otros. Aqui estos a lo mejor la conocen – indicaba a Samuel y Marialuisa.
– ?No sera la que vino con la moto?
– ?Eh?, ?con la moto? – dijo Samuel -. No, esa se llama Paulina; esa era otra mas menuda, de pelo castano…
– ?De azul?
– Ay, yo no se como vendria vestida; yo no la he visto hoy. La llamaban Luci…
– La de azul era Carmen – intervenia Marialuisa -. Tampoco es ella.
– Esta es una, ya le digo, finita, con una cara, pues asi un poco… vaya, no se que senas le daria…
– Oiga, ?que le debemos? – preguntaba Federico. Se volvia Mauricio hacia el:
– ?Vaya por Dios! – decia -. ?Que no se puede dar nunca un fiesta completa! Siempre tiene que producirse algun suceso que la oscurezca y la fastidie. Mira por donde tenia que…
Zacarias y Mely habian alcanzado a Daniel y a los otros; ya pasaban las vinas. Caminaban aprisa y en silencio; corrian casi. Miguel hizo intencion de dirigirse hacia la escalerilla de tierra, por la que habian subido a media tarde, pero Daniel lo contuvo:
– Por ahi no, Miguel. Por este otro lado.
Bajaron hacia los merenderos y el puentecillo de madera; sus pasos se hicieron ruidosos en las tablas; llegaban al puntal. Se recortaban las sombras de los otros; los primeros, los guardias civiles; Mely reconocio sus rostros a la luna, en una rapida mirada. Les salia Paulina al encuentro.
– ?Alicia, Alicia…! – venia gritando, y lloraba otra vez al abrazarla.
Los otros alcanzaban el bulto de Lucita.
– No se acerquen ahi – dijo el guardia mas viejo.
Pero ya Mely se habia agachado junto al cuerpo y le descubria la cara. Sebas se vino al lado de Miguel y se cogia a su brazo fuertemente, sin decir nada; oprimia la frente contra el hombro del otro, que miraba el cadaver. Los guardias acudieron hacia Mely; la levantaron por un brazo:
– Retirese, senorita, ?no me ha oido?, no se puede tocar. Se revolvio con furia, desasiendose:
– ?Suelteme! ?No me toque! ?Dejeme quieta…!
Estaban todos en torno del cadaver, mirandola la cara descubierta, casi tapada por el pelo. Tan solo Tito no se habia movido, de codos en la arena. Mely volvio a inclinarse hacia el rostro de Luci.
– ?Haga el favor de obedecerme, senorita, y quitarse de ahi – de nuevo la agarraba por el brazo-. Contrariamente…
– ?Dejeme, barbaro, animal…! -le gritaba llorando y se debatia, golpeando la mano que la tenia atenazada.
– ?Senorita, no insulte! ?Reportese ahora mismo! ?No nos obligue a tomar una medida!
Se aproximaron Zacarias y los otros.
– ?Gentuza, eso es…! – gritaba Mely, ya suelta -. ?Gentuza…! ?Ves como son, Zacarias, ves como son…?
Se replegaba llorando hacia el hombro de el. Pasaba el tren; el blanco faro, la banda de ventanillas encendidas, por lo alto del puente.
– Ademas, va usted a darme su nombre ahora mismo, senorita – decia el guardia Gumersindo, sacandose una libreta del bolsillo superior -. Asi sabra lo que es el faltarle a la Autoridad.
El otro guardia se inclinaba sobre el cadaver, para taparlo nuevamente. Los estudiantes se habian acercado:
– Oiga, dispenseme que le diga un momento – intervenia el de Medicina -; dira usted que a mi quien me manda meterme… Pero es que la chica esta sobresaltada, como es natural, por un choque tan fuerte…
– Si, si, de acuerdo; si ya se comprende que esta exaltada y lo que sea. Pero eso no es excusado para insultarle a las personas. Y menos a nosotros, que representamos lo que representamos.
– Si ya lo se, si le doy la razon enteramente – le replicaba el otro con voz