Andres Trapiello

Los amigos del crimen perfecto

© Andres Trapiello, 2003

SOCRATES: -?Que es peor, a tu juicio, cometer injusticia o recibirla?

POLO: -En mi opinion, recibirla.

SOCRATES: -?Y que es mas feo, cometer injusticia o recibirla?

POLO: -Cometerla.

SOCRATES: -(…) Dejemos esto asi. Examinemos a continuacion el segundo punto sobre el que teniamos distinta opinion. ?Cual es el mayor de los males: que el que comete injusticia reciba su castigo, como tu creias, o que no lo reciba, como creia yo?

Gorgias, 474-476

I

DELLEY nunca penso que un timbre pudiese grunir como un armadillo.

Fggg…Fgggggg…Fggg…

Se habia quedado dormido sobre la cama. Llevaba el impermeable y los zapatos puestos. Se sobresalto. Unos zapatos viejos, color malasuerte, llenos de barro. Echo mano del revolver. Diez horas en aquel mechinal. El que timbraba se azorro unos instantes, pero volvio a la carga. Parecia una melodia, timbrazos cortos, timbrazos largos. Abrio los ojos. Le punzo algo en ellos, no supo que. Los ojos a veces duelen. Querian jugar con el al raton y al gato. El timbre era gato y el era raton. Miro a su alrededor con el pasmo atravesado, sin reconocer donde se hallaba. Le escocian los parpados. Echo una rapida mirada a la ventana. Se habia hecho de noche. El neon de la tienda de electrodomesticos del viejo Valentini metia en el cuarto un parloteo triste y monotono. Timbraron de nuevo. Rojo y negro, rojo y verde, una muneca muy sexi con un pecho fundido que enarbolaba un secador de pelo que le lanzaba la cabellera al viento y que tartamudeaba. Penso que tantos «que» en una misma frase eran muchos «que», pero por lo que le pagaban podian irse al infierno todos los relativos. Se fijo en el pelo de la chica del secador, tambien fundido. Un nuevo timbrazo percutio en su cerebro como si le metieran una aguja de tricotar en el timpano. Sintio la descarga tambien en el estomago vacio. Los que escriben noveluchas policiacas llaman a ese aleo en las tripas el «heraldo de la muerte». Se sento en la cama sin hacer ruido, con movimientos instintivos, del felino que adivina donde esta el peligro. Habia pasado de raton a gato.

Cuando dejaron de flagelarle aquellos toques, Delley oyo al otro lado la respiracion de los sabuesos. Quiza la orden que traian era mucho mas sencilla. Lo iban a trufar de plomo y a dejarle alli, con el reflejo de aquella chica tan sexi encima. Seguramente ni siquiera habrian venido de uniforme. Si, acabaria tirado sobre la alfombra, haciendo un duo con la muneca voltaica. Delley dedujo por el alboroto que eran tres o cuatro los hombres. Volvieron a llamar.

Crg. crg. crg…

Esta vez fueron golpes secos, nerviosos, efectuados con el mocho de una pistola. Delley estaba cansado, habia llegado al final, estaba harto de ver muertos.

La habitacion olia a tabaco y a whisky de malta, sobre todo a whisky Por la manana, al dejar el periodico en el que habia leido la noticia de la muerte de Dora, vertio sin querer el vaso sobre la alfombra. Quiso evitarlo y derribo la botella, que estaba junto a la cama, en la mesilla de noche, trato de detener su caida con un torpe movimiento, pero la botella se rompio. El suelo se lleno de cascotes cortantes, y en dos segundos aquello olia como una destileria. Los vidrios rotos aun seguian tirados y parte del whisky se habia evaporado. Eso habia ocurrido hacia las diez. Luego pidio que le subieran del bar de Lowren algo de comer, otra botella de whisky, cigarrillos y un cafe bien cargado. No dejo pasar al camarero. No queria que viese los vidrios rotos ni el charco de whisky. Pero Joe, el chico que trabajaba para Lowren, arrugo la nariz. Se le puso en la boca una sonrisa maliciosa. Era un buen muchacho.

– Senor Delley, no se que hace, pero ahi dentro huele tanto a whisky que como encienda una cerilla saltara todo el edificio por los aires. Se lo digo porque se de donde saca el senor Molloy ese brebaje.

Delley le largo un billete de veinte pavos por la ranura de la puerta, y le despidio. Ya a solas bebio el cafe, pero los restos de una hamburguesa sanguinolenta siguieron tirados en un rincon entre los cristales rotos. Como si los hubiera desechado un perro. Un gato. Una rata. Le habian cazado como a una rata. No, el no era una rata.

– Eh, Delley, sabemos que estas ahi, abre la puerta. Queremos charlar contigo. Venimos por las buenas, nos envia el Gobernador.

– Olson, vete al diablo y dile al senor Austin que se vaya tambien al infierno. Al primero que cruce esa puerta le voy a llenar el cuerpo de corcheas. Lo que pase luego es asunto que me trae al pairo.

– Se razonable, Delley. Eh, tu -y Delley oyo que Olson preguntaba a alguien que tenia al lado, bajando la voz-, ?que ha querido decir Delley con eso de las corcheas?

Delley se imagino la cabezota gorda de Olson.

Uno de los secuaces de este recorrio el pasillo hasta el extremo. Se oyeron sus pisadas. Un estrecho corredor con las paredes pintadas de opresion y diez o doce puertas, del mismo color, a uno y otro lado. Acababa en una ventana. Lo que se veia a traves del cristal era aun mas inquietante, un patio de luces como para arrojar desde lo alto a un hombre y decir que se habia matado cuando trataba de huir. Los goznes orinecidos rechinaron cuando probo a abrirla. Un chillido al mismo tiempo de raton y de gato. Saco medio cuerpo a un patio angosto y lo inspecciono por si habia una escalera de incendios.

– Dile a tus gorilas, Olson, que no soy tan idiota de meterme en una madriguera con escalera de incendios. Si quereis entrar por la ventana vais a tener que llamar al Hombre Arana. Aunque siempre estais a tiempo de pegarle fuego a los apartamientos, pero en ese caso lo que venis buscando saldra volando por el aire. Tengo conmigo una de las botellas de Molloy y ya sabeis lo que eso significa. Y cuando veais todos estos billetes hechos pavesas en el cielo estrellado quiza os entren ganas de iros de picnic y llevaros a vuestra chica para que viva una noche romantica.

– Basta de chacharas, Delley. Abre de una vez, ?me oyes? Se me esta acabando la paciencia. Te voy a concluir.

– Te oigo, Olson, no grites. Dejame en paz.

– Paco, ?estas en casa?

– He dicho que me dejes en paz; iros u os metere mas plomo en el cuerpo del que cabe en una linotipia.

Penso que ese «u os llenare» no estaba a la altura de alguien como Delley, y tacho con equis linotipia. Aquellas equis sonaron como un corta rafaga de una metralleta con tambor basculante. Una M32 sovietica. A alguien como Delley las linotipias le traian tambien sin cuidado y seguramente no habia visto ni una en su vida. Tampoco la M32 de tambor basculante. No le gustaban los sovieticos. ?Para que tanto socialismo si luego habian sido incapaces de aportar nada memorable al genero policiaco?

– ?Vas a abrir de una vez, Delley?

– ?Y a ti, Olson, no te han ensenado a preguntar mas cosas?

– Paco, ?estas en casa?

Alguien estaba llamando a la puerta.

Paco tardo en hacerse una idea aproximada del tiempo transcurrido desde que se habia sentado a escribir

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