en vez de las botas de espejo, sus pies iban envueltos en trapos. Era un tipo mas bien pequeno, mal afeitado con el pelo erizado y cortado a mechones. No, no era nadie que Rolf conociera. El resto de la familia, en cambio, lo recordaba con precision. Al verlo, la madre se tapo la boca con ambas manos, Jochen se puso de pie volteando la silla en la prisa por retroceder y Katharina corrio a cobijarse bajo la mesa, un gesto que no habia hecho en mucho tiempo, pero que su instinto no habia olvidado.
Lukas Carle no volvio por nostalgia del hogar, puesto que nunca sintio que pertenecia realmente a ese pueblo o a ningun otro, era un ser solitario y apatrida, sino porque estaba hambriento y desesperado y prefirio el riesgo de caer en manos del enemigo victorioso al de seguir arrastrandose por los campos. Ya no resistia mas. Habia desertado y tuvo que sobrevivir ocultandose de dia y circulando de noche. Se apodero de la identificacion de un soldado caido, planeando cambiar su nombre y borrar su pasado, pero pronto comprendio que en ese vasto continente destrozado no tenia adonde ir. El recuerdo de la aldea, con sus casas afables, huertos, vinedos y la escuela donde trabajo tantos anos, le resultaba muy poco atrayente, pero no tenia otra eleccion. Durante la guerra obtuvo algunos galones, no por meritos de coraje, sino por ejercicio de crueldad. Ahora era otra persona, pues habia tocado el fondo pantanoso de su alma, sabia hasta donde era capaz de llegar. Despues de haber alcanzado los extremos, de haber traspasado el limite de la maldad y del placer, le parecia una suerte minuscula volver a lo de antes y resignarse a ensenar a un grupo de mocosos malcriados en una sala de clases. Razonaba que el hombre esta hecho para la guerra, la historia demuestra que el progreso no se obtiene sin violencia, aprieten los dientes y aguanten, cierren los ojos y embistan, que para eso somos soldados. El sufrimiento acumulado no logro provocarle ninguna anoranza por la paz, sino mas bien acunar en su mente la conviccion de que solo la polvora y la sangre pueden gestar hombres capaces de conducir la barca zozobrante de la humanidad a buen puerto, abandonando en las olas a los debiles e inutiles, de acuerdo a las leyes implacables de la naturaleza.
– ?Que pasa? ?No estan contentos de verme? dijo cerrando la puerta a su espalda.
La ausencia no habia disminuido su capacidad de aterrorizar a su familia. Jochen trato de decir algo, pero las palabras se le atascaron en el pecho y solo logro emitir un sonido gutural, colocandose delante de su hermano para protegerlo de un peligro indefinido. Apenas pudo reaccionar, la senora Carle fue hasta el arcon, tomo un largo mantel blanco y cubrio la mesa para que el padre no viera a Katharina y asi pudiera, tal vez, olvidar su existencia. De un vistazo rapido, Lukas Carle tomo posesion de la casa y recupero el control sobre su familia. Su esposa le parecio tan estupida como siempre, pero aun conservaba intactos el temor en los ojos y la firmeza de su grupa; Jochen se habia convertido en un joven tan alto y fornido, que no pudo comprender como se habia librado de ser reclutado en los regimientos de ninos; a Rolf casi no lo conocia, pero le basto un instante para comprender que ese chiquillo se habia criado entre las faldas de su madre y necesitaba ser sacudido para quitarle el aire de gato mimado. El se encargaria de hacerlo hombre.
– Prepara agua caliente para lavarme, Jochen. ?Hay algo de comer en esta casa? Y tu debes ser Rolf… Acercate y dale la mano a tu padre. ?No me oyes? ?Ven aqui!
A partir de esa noche, la vida de Rolf cambio por completo. A pesar de la guerra y de todas las privaciones que habia soportado, no conocia verdaderamente el miedo. Lukas Carle se lo enseno. El nino no recupero el sueno tranquilo hasta anos mas tarde, cuando encontraron a su padre balanceandose en un arbol del bosque.
Los soldados rusos que ocuparon la aldea eran toscos, pobres, sentimentales. Se sentaban por las tardes con sus armas y sus aperos de batalla, alrededor de una fogata a entonar las canciones traidas de su tierra, y cuando el aire se llenaba de palabras en los dulces dialectos regionales, algunos de ellos lloraban de nostalgia. A veces se emborrachaban y renian o danzaban hasta la extenuacion. Los habitantes del pueblo los evitaban, pero algunas muchachas iban hasta su campamento a ofrecerse calladamente, sin mirarlos a la cara, a cambio de un poco de comida. Siempre conseguian algo, a pesar de que los vencedores pasaban tanta hambre como los vencidos. Los ninos tambien se aproximaban a observarlos, fascinados con su idioma, sus maquinas de guerra, sus extranas costumbres y atraidos por un sargento con la cara marcada por profundas cicatrices, que los divertia haciendo malabarismos con cuatro cuchillos. Rolf se acercaba mas que sus companeros, a pesar de la prohibicion terminante de su madre, y pronto se encontro sentado junto al sargento tratando de entender sus palabras y practicando el lanzamiento de cuchillos. En pocos dias los rusos identificaron a los colaboradores y a los desertores escondidos y se iniciaron los juicios de guerra, muy breves porque no disponian de tiempo para formalidades y con poca asistencia de publico porque la gente estaba extenuada y no queria seguir oyendo acusaciones. Sin embargo, cuando le llego el turno a Lukas Carle, Jochen y Rolf entraron sigilosos y se ubicaron en la parte de atras de la sala. El acusado no parecio arrepentido de los hechos cometidos y solo senalo a su favor que cumplia ordenes superiores, pues no habia ido a la guerra para tener consideraciones, sino para ganarla. El sargento malabarista se dio cuenta de que Rolf estaba en la habitacion, sintio lastima por el y quiso llevarselo, pero el nino se mantuvo firme en su sitio, decidido a escuchar hasta el final. Le habria sido dificil explicar a ese hombre que su palidez no se debia a compasion por su padre, sino al deseo secreto de que las pruebas fueran suficientes para colocarlo ante un peloton de fusilamiento. Cuando lo condenaron a seis meses de trabajo forzado en las minas de Ucrania, Jochen y Rolf consideraron que era un castigo muy leve y rezaron en secreto para que Lukas Carle muriera alla lejos y jamas regresara.
Con la llegada de la paz no se terminaron las privaciones, conseguir alimentos habia sido durante anos la primera preocupacion y siguio siendolo. Jochen apenas podia leer de corrido, pero era fuerte y empecinado y cuando partio su padre y la polvora destruyo los campos, el se encargo de proveer para su familia cortando lena, vendiendo moras y hongos silvestres, cazando conejos, perdices y zorros. Rolf se inicio muy pronto en los mismos oficios de su hermano y aprendio como el a realizar pequenas raterias en los poblados vecinos, siempre a espaldas de su madre, quien aun en los periodos de mayores angustias actuaba como si la guerra fuera una pesadilla distante y ajena con la cual ella nada tenia que ver, y no flaqueo nunca cuando se trataba de inculcar a los hijos las normas de su moralidad. El muchacho se acostumbro de tal modo a la sensacion de vacio en las tripas, que mucho tiempo despues, cuando los mercados estaban atiborrados con todos los productos de la tierra y se vendian papas fritas, caramelos y salchichas en cada esquina, el seguia sonando con el pan anejo escondido en un hueco entre las tablas, bajo su cama.
La senora Carle logro conservar el animo sereno y la fe en Dios hasta el dia que volvio su marido de Ucrania para instalarse definitivamente en el hogar. En ese momento ella perdio el coraje. Parecio encogerse y se volvio hacia adentro en un dialogo obsesivo consigo misma. El temor que siempre le tuvo acabo por paralizarla, no pudo dar salida a su odio y este la derroto. Siguio cumpliendo sus funciones con la misma prolijidad, trabajando desde el amanecer hasta la noche, atendiendo a Katharina y sirviendo al resto de su familia, pero dejo de hablar y sonreir y no volvio a la iglesia, porque no estaba dispuesta a continuar arrodillandose ante ese dios despiadado que no escuchaba su justa suplica de enviar a Lukas Carle al infierno. Tampoco intento proteger a Jochen y a Rolf de los excesos de su padre. Los gritos, los golpes y las peleas terminaron por parecerle naturales y ya no provocaban ninguna respuesta en ella. Se sentaba frente a la ventana con los ojos perdidos, escapando asi hacia un pasado donde su marido no existia y ella era todavia una adolescente intocada por la desdicha.
Carle sostenia la teoria de que los seres humanos se dividen en yunques y martillos, unos nacen para golpear y otros para ser golpeados. Por supuesto, deseaba que sus hijos varones fueran martillos. No toleraba ninguna debilidad en ellos, especialmente en Jochen, con quien experimentaba sus sistemas de ensenanza. Se enfurecia cuando por respuesta el muchacho tartamudeaba mas y se comia las unas. Desesperado, por las noches Jochen imaginaba diversas formas de librarse de una vez para siempre de ese martirio, pero con la luz del sol tomaba conciencia de la realidad, agachaba la cabeza y obedecia a su padre sin atreverse a hacerle frente, aunque lo sobrepasaba veinte centimetros y tenia la fortaleza de un caballo de labranza. La sumision le alcanzo hasta una noche de invierno en que Lukas Carle se dispuso a utilizar los zapatos rojos. Los muchachos ya tenian edad para adivinar lo que significaban esa pesadez en el ambiente, esas miradas tensas, ese silencio cargado de presagios. Como otras veces, Carle ordeno a sus hijos que los dejaran solos, se llevaran a Katharina, fueran a su habitacion y no regresaran por ningun motivo. Antes de salir, Jochen y Rolf alcanzaron a vislumbrar la expresion de terror en los ojos de su madre y a percibir su temblor. Poco despues, rigidos en sus camas oyeron el estrepito de la musica a todo volumen.
– Voy a ver que le hace a mama, decidio Rolf cuando ya no pudo soportar la certeza de que al otro lado del pasillo se repetia una pesadilla que habia estado en esa casa desde siempre.
– Tu no te muevas. Ire yo, que soy el mayor, replico Jochen.
Y en vez de hundirse bajo las cobijas como habia hecho durante toda su vida, se levanto con el cerebro en blanco, se coloco los pantalones, la casaca, el gorro de lana y calzo sus botas de nieve. Termino de vestirse con