acostara. Ella decia algo en aleman que sonaba a queja, a arrepentimientos y a no poder mas. El perro subio y se quedo junto a ella meneando el rabo. Estaba seguro de que si este animal hubiese tenido unas manos como las mias habria hecho todo lo que habia hecho yo o mejor aun. Baje a la cocina a hacer cafe.

Tarros ordenados, copas de vino cuyo cristal se habia impregnado de un ligero tono morado por su mucho uso. Cogi una taza, y afortunadamente en el tarro donde ponia cafe quedaba suficiente para hacer una cafetera. Hice una. En la cocina se respiraba tristeza, soledad triste, drama.

Subi una bandeja a la habitacion. Yo no tome cafe, no queria que me desvelara y, sobre todo, no queria tomar el cafe de Elfe, ni poner mis labios donde los hubiesen puesto ellos. El perro arrimo la cabeza junto a mi pierna y se la acaricie.

– ?Como se llama el perro? -le pregunte a Elfe.

– Thor, como el dios.

– No es para menos -dije sentado en el borde de la cama-. Si no fuese por el, no habria podido entrar.

Le puse una taza en las manos y le servi.

– No he subido azucar, lo siento.

– Es igual, gracias. Jamas pense que viniera nadie a rescatarme y mucho menos un desconocido.

No le pregunte si habia intentado suicidarse, no me interesaba. Podria tratarse de una mezcla de alcoholismo y suicidio.

– He venido a darle el pesame. Conocia a Anton del golf, y Thor no me ha dejado marcharme. Me ha ensenado donde esta la trampilla del sotano para subir.

Se recogio el pelo con las manos y se lo puso detras de las orejas. En algun momento de su vida pudo haber sido guapa, pero ahora daba miedo verla.

– Me he metido empapada y he mojado la cama -dijo apesadumbrada, seguramente no recordaba como habia dejado la otra cama.

– No se preocupe, ya lo arreglara cuando se encuentre bien, ahora descanse. Le dejo la cafetera. Thor cuidara de usted.

– No, por favor, no se vaya. Ellos no me quieren, me consideran debil y estoy segura de que nunca vendran a verme, de que me dejaran completamente sola.

– ?Se refiere a los amigos que jugaban con Anton al golf?

– Si-dijo hundiendo la cabeza en la almohada-. Ellos y sus estupidas mujeres. Siempre me han dado de lado.

– Seguro que usted era mucho mas guapa que ellas cuando eran jovenes.

Se incorporo apoyandose en los codos.

– ?Como dice que se llama?

– Julian.

– Bueno, Julian, esta que ahora mismo esta viendo no soy yo, si no preguntele a Anton.

No le recorde que Anton habia muerto, para que, en su mundo de ahora mismo Anton podria estar jugando al golf y yo ser amigo suyo y el perro un dios.

Se levanto con el albornoz sobre la falda y la blusa mojadas y bajo descalza agarrandose a la barandilla hasta el salon, yo la seguia y Thor llego antes que nosotros. Abrio un cajon, saco un album de fotos y pude verla de joven vestida como en los anos cuarenta, con el pelo al viento y una mirada en que podia leerse que acabaria asi. Brazos en alto, cruces gamadas, Anton Wolf de oficial. Karin de enfermera en otra foto. Le pregunte por ella.

– En esta epoca no conocia a Karin, pero cuando despues ya nos conocimos me regalo la foto, luego nos distanciamos.

Todos ellos ya maduros en banador en una playa. Alice sola en banador. Ellos y otros mas de uniforme. Aquel album era una joya y yo lo queria.

– Por curiosidad, ?desde cuando vive aqui, Elfe?

– Desde 1963. En 1970 tuvimos que marcharnos tres anos, pero volvimos. Cuando regresamos, la casa estaba en su sitio, nadie habia tocado nada.

– ?Y Karin? ?Y Otto y Alice?

Paso por alto la pregunta, queria hablarme de cada una de las fotos, pero le dije, guardando de nuevo el album en el cajon, que vendria a visitarla muy pronto y que las veriamos con mas detenimiento.

– Ahora tiene que ponerse bien, tiene que descansar y, si quiere, en cuanto haga un buen dia de sol la llevo a la playa. El sol lo cura todo.

Desde abajo vi como subia las escaleras cansinamente y cuando la perdi de vista abri la puerta de la calle, pero antes de salir volvi al salon y saque del cajon el album de fotos. Cerre la puerta suavemente, aunque no la trampilla del sotano. Que la cerrara el perro.

A pesar de que me habia manchado la chaqueta, me iba contento, me la limpiaria yo mismo o puede que hiciera un extra y la mandase a la tintoreria.

Ahora tambien tendria que encontrar un lugar seguro para el album de fotos.

4 Abrete, Sesamo

Sandra

La cruz de oro parecia la prueba que necesitaba para comprobar que las sospechas de Julian no eran meras fantasias y que yo no me estaba volviendo loca. Se me ocurrian dos sitios en que podrian haberla guardado: en algun cajon cerrado con llave de la salita-biblioteca o en la caja fuerte del armario junto con las joyas de Karin, y por lo tanto seria imposible dar con ella. Tendria que averiguar cual era la combinacion para poder abrirla, algo imposible hoy por hoy. Y, sin embargo, era sencillo, solo habia que decir: ?Abrete, Sesamo!

Esa tarde. La tarde del ?Abrete, Sesamo! habiamos ido a comprar el vestido y los zapatos para la fiesta de cumpleanos de Karin, que llevabamos preparando varios dias a jornada completa. Todos los pequenos roces o, mejor dicho, recelos y dudas parecian disiparse con los preparativos que nos mantenian subidas todo el dia en el todoterreno yendo a buscar mil cosas. El vino a un pueblo del interior, los salazones a otro, las tartas a un horno especial. El pescado y el marisco lo encargamos en la lonja y asi todo. Lo mas pesado fue encontrar un vestido nuevo (un trapo al lado de los que tenia en el armario) y unos zapatos.

Era un vestido de chiffon rojo. Despedia reflejos metalizados y con el Karin parecia un regalo, un regalo en el que lo mas bonito era el papel. La convenci de que los zapatos no fueran tambien rojos, porque pareceria que iba a una boda, sino de un color beige, neutro, aparte de que no podia llevar mucho tacon por la deformidad de los dedos debido a la artrosis. Karin me hacia caso para que me gustara sentirme involucrada en todo lo suyo. Le encantaba que hablasemos de ella hasta la saciedad, aunque fuese de sus pies medio torcidos, y a mi no me costaba nada.

– Con este vestido irian bien unos pendientes grandes de brillantes o un collar -dije distraidamente sin pensar muy bien en lo que decia.

– Creo que aun me quedan brillantes. Si no recuerdo mal aun tengo un collar de brillantes.

Me choco vagamente el comentario, no tanto como tendria que haberme chocado porque me agotaba toda la atencion que chupaba de mi Karin. En el fondo de mi mente revoloteaba el comentario de alguien que se referia a sus brillantes como quien dice no se si me queda algun racimo de uvas en el frigorifico, como alguien que no los ha tenido que comprar, ni siquiera pagar, ni que elegir. Nadie habla asi de sus joyas por muchas que tenga y por mucho dinero que le sobre, lo que tampoco era el caso de Fred y Karin, que no llegaban a tener avion privado ni yate ni mansiones en distintos puntos del planeta, que parecen ser las posesiones que mas concuerdan con tantos brillantes.

Terminamos las compras casi a la hora de la cena y al llegar a casa y saludar a Fred, feliz porque su mujer estaba intensamente entretenida y porque el estaba viendo un partido de futbol y el mundo giraba lentamente

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