bonitos y refrescantes sillones de mimbre, pistas de tenis, padel, piscinas cubierta y de verano, restaurante, salon tipo pub, salon de billar, biblioteca y todo lo que no veia, y al fondo las suaves ondulaciones verdes del campo de golf. Me pregunte cuanta agua se necesitaria para regar todo aquello. Pero que importaba, lo que importaba era que el giganton Fredrik y sus amigotes hicieran un poco de ejercicio.

?En que hoyo estarian? Veia este deporte como algo muy lejano a mi. Me apoye en un arbol, lo mas apartado posible del campo de vision de las terrazas del club, y me colgue los prismaticos. Hice un barrido por la zona intermedia y di con un grupo de octogenarios, entre los que estaban Fredrik y Otto, que charlaban apoyados en los palos. Tambien habia algun joven. Actuaban como hombres de setenta anos, era increible. Quiza el sentirse superiores al resto les daba tanta energia. Baje los prismaticos pensando en esto cuando note cierto revuelo. Me lleve de nuevo los prismaticos a los ojos y vi como uno de ellos, que no era ni Otto ni Fredrik, estaba tendido en el cesped. Uno de los jovenes hablaba por el movil y a los pocos minutos llegaba en un cochecillo un hombre con un maletin, otros le seguian corriendo. Envolvi los prismaticos con la chaqueta a pesar de que nadie reparaba en mi. Al fin y al cabo uno tiene la edad que tiene, pense. Se oyo una ambulancia. A este le ha dado un infarto, pense.

Los salones del Nordic Club se habian animado con la noticia. Por fin una novedad en los soporiferos dias de golf. Por los aspavientos y los comentarios parecia que habia muerto. La noticia corrio como la polvora y vi desde el coche como a quienquiera que fuese lo metian cadaver en la ambulancia, no completamente tapado y con mascarilla de oxigeno para no alarmar a los socios del club, aunque en el fondo para los socios del club habria sido decepcionante que despues de todo no hubiese ocurrido nada, de esta forma tendrian comentario para varios dias. Pero a mi no me la daban, cuando se han visto tantos muertos se reconocen de refilon.

Salieron todos lo mas deprisa que pudieron. A Fredrik parecia que le quemaban las plantas de los pies mas que nunca, saltaba mas que corria hacia un Mercedes de los que aparecen en los catalogos que dan con los periodicos.

Segui a distancia al presunto Otto por las endemoniadas curvas que ascendian al Tosalet. Recorria el mismo trayecto que su amigo Fredrik, pero no se quedo en Villa

Sol, sino que a unos trescientos metros se interno en una mansion que tenia el numero 50. Fredrik me habia llevado hasta Otto, y Otto me llevaria hasta alguien mas. Estaban todos conectados por un pacto de sangre.

Sandra

Fred me pago mas de lo que me esperaba por hacerle compania a Karin, llevarla al gimnasio y hacer cien mil recados. Puede que Fred comprendiera que me sentia demasiado atada porque a Karin le gustaba mucho salir de casa y venir conmigo a cualquier cosa, y su lentitud al subir y bajar del coche y al andar acababa poniendome de los nervios. Pero nunca llegaba al limite porque Karin era tremendamente observadora y enseguida se daba cuenta de si me estaba hartando, entonces aflojaba la cuerda, me dejaba a mi aire y podia marcharme algun fin de semana a la casa de abajo y respirar. No estaba mal, al poder ahorrar casi todo lo que cobraba estaba comprando mi libertad futura.

De lo que me habia dado Fred separe algo para unos ovillos de algodon perlado y unas agujas nuevas para empezar el segundo jersey. Guardaria el primero como recuerdo porque me habia servido para equivocarme y aprender, pero el que llevaria mi hijo seria este otro, en el que pondria todo el cuidado del mundo. Inevitablemente al llegar a la sisa tendria que preguntarle a Karin. El resto lo haria yo sola.

Asi que despues de comer, mientras Fred y Karin se vestian para ir al entierro de un amigo suyo, a la hora en que otros dias Karin se echaba la siesta en el sofa tapada con una manta y con la television encendida porque la television para Karin era un narcotico, saque el ovillo y las agujas de una bolsa de terciopelo morado que me habia regalado Karin para guardarlos y me puse a darle y a darle a las agujas, eso si, lentamente, hasta que mas o menos al cuarto de hora me empezaron a salir de la cabeza pensamientos, como de un hormiguero. Pasaban uno tras otro, aparecian y desaparecian, menos el asunto del uniforme y el recorte de prensa que me habia dado Julian. Segun Julian eran nazis, lo que encajaba con el uniforme de oficial de las SS que le habia visto puesto a Fred aquella noche al volver de la fiesta en casa de Otto y Alice. El uniforme, un uniforme de la enorme talla de Fred, ?seria alquilado o de su propiedad? Si Julian tenia razon, lo guardarian en algun sitio. Aunque si me olvidaba de sus sospechas tambien podria pensar que la gente tiene unas fantasias de lo mas raras y en este caso puede que no tuviesen nada que ver con lo que el uniforme significaba. Comparado con los que se excitaban sexualmente vistiendose de dibujos animados, lo de Fred podia tener un pase, quiza era su manera de animarse con Karin. Pero ?por que queria enganarme a mi misma? Fred con el uniforme era un perfecto nazi. Lo que ocurria era que sin uniforme, con ropa normal, yo no sabia como era un nazi, ?en que se les notaba? No permitirian que se les notase. Yo no notaba nada especial.

Y a mi ?que me importaba? Si, si me importaba, o sentia curiosidad, no se. El caso es que deje las agujas en la bolsa de terciopelo y sali a la aventura por la casa. Hasta este momento nunca habia sentido una tentacion seria de husmear. De alguna manera estaba volviendo a la infancia, cuando era tan placentero abrir cajones y escudrinar lo que habia dentro sin que nadie supiera que lo estaba viendo. Aunque ahora el placer se mezclaba con la prevencion.

La casa tenia dos pisos, un sotano, un invernadero, un trastero, un garaje y en lo mas alto una buhardilla sin escaleras ni ningun tipo de acceso. Normal, porque para ellos dos les sobraba casa. Repartidos por las habitaciones habia baules y arcones antiguos muy bonitos donde se guardaban los abultados edredones y las alfombras en verano, y armarios. Cuando yo fuese vieja y no pudiera estar todo el dia por ahi tambien querria tener una casa muy grande, como esta, para ir de una habitacion a otra sin aburrirme. Karin tenia que subir trabajosamente al piso superior agarrandose de la artistica barandilla de caoba. Seguramente cuando se instalaron aqui no se podia imaginar que terminaria asi. Y puede que lo peor no hubiese llegado aun. Asi que procuraba quedarse en la planta baja hasta la hora de acostarse y cada vez habia mas cachivaches suyos abajo que tendrian que estar arriba, pero que iba dejando aqui para no tener que ir por ellos o mandarme a mi a traerselos. Le dije que para que no hubiese tantas cosas por en medio, zapatos, vestidos, algun jersey, una chaqueta, los guardaria en un baul en la salita-biblioteca, pero ella me dijo que ni se me ocurriera porque en la salita-biblioteca solo podia entrar Fred. Fred era muy celoso con el orden que le daba a sus papeles y los libros y se ponia fuera de si si alguien le tocaba sus cosas. Por este motivo esa puerta permanecia cerrada con llave, para que no entrase alguien por descuido y evitar asi un disgusto. Sin embargo, cuando tenian que esperarle sus conocidos, Martin, la Anguila u Otto, les permitian estar alli solos, lo que pensandolo bien no era de mi incumbencia y me calle. Era evidente que esa puerta estaba cerrada solo para mi.

Subi a las habitaciones haciendo, aunque no hubiese nadie aparte de mi, el minimo ruido posible. Solo se oia el tictac de un reloj antiguo de porcelana, que debia de ser muy valioso, y normalmente tambien habrian sonado los ronquidos de Karin. Solia dormir tres cuartos de hora roncando a pleno pulmon. Las puertas llevaban sin engrasar mil anos y todas chirriaban. Segun Karin funcionaban como alarmas ante la presencia de cualquier intruso. Tambien las puertas del armario chirriaban. Las abri y me quede maravillada ante los preciosos trajes de noche de Karin. No era solo el blanco que llevaba puesto en la fiesta de Otto y Alice. Eran por lo menos cien, metidos en fundas de tela. Seguro que cada uno costaba un dineral. Nada mas pude ver unos cuantos subiendo las fundas y no del todo. Empotrada en la pared del armario habia una caja fuerte donde seguramente guardarian las joyas, porque con estos vestidos habria que llevar joyas igual de valiosas. A continuacion abri la parte del armario perteneciente a Fred. El orden era aun mayor que en la parte de Karin. Las fundas aqui eran transparentes y dentro no habia ningun uniforme. Me quede un instante embobada con la perfecta colocacion de las corbatas, de los panuelos, de los calcetines. Cerre y mire en el baul lacado que habia a los pies de la cama y tal como me imaginaba habia un edredon. Sali y volvi a cerrar con la sensacion de que mis huellas estarian por todas partes, una consideracion absurda creada por un temor infundado. Tambien pase al cuarto de invitados y mire en los cajones de la comoda y en el correspondiente armario. Y me asome a los tres dormitorios restantes. Al fondo del pasillo habia una puerta tambien cerrada con llave. Habia muchos sitios donde podria estar guardado el uniforme de nazi, pero tambien podria ser que fuese alquilado y lo hubiesen devuelto. No me di cuenta del tiempo que llevaba yendo de un lado para otro, abriendo armarios y cerrandolos, hasta que oi la puerta de la calle y las zancadas de Fred subiendo la escalera.

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