habian entrado muchas ganas de estar sola un rato. Tenia ganas de escuchar solo mis propios pensamientos o ninguno. Ser tan contradictoria me mataba, primero queria estar con ellos y ahora sin ellos. Como anochecia me dijo que me llevara el todoterreno. Probablemente pensaria que la moto era demasiado endeble y querria asegurarse de que volveria, y lo comprendia, es muy facil ser valiente cuando nada te lo impide.
El todoterreno era tan grande que aparque en un saliente de tierra antes de llegar a mi calle. Al cerrar la puerta tuve una sensacion de libertad de lo mas tonta, puesto que nadie me retenia ni me obligaba a hacer nada, y aun asi respire profundamente el olor de la calle. Fueron las luces mortecinas de los porches las que hicieron visible a un hombre ante mi verja. Un hombre mayor. Lo mire mejor. Lo conocia. Era Julian, el mismo al que le habia ensenado la casa. No me oyo acercarme y cuando le hable detras de el y le toque el brazo temi que se asustara. Era como meter la mano en la misma burbuja de debilidad en que tambien estaban atrapados Fred y Karin. Pero no, se volvio con calma y sonriente.
– Me alegro de que estes bien -dijo mientras le hacia entrar.
Venia por el asunto del alquiler. Dijo que era la segunda vez que intentaba verme sin conseguirlo. Me pidio disculpas por la hora. Yo le dije que me habia pillado de puro milagro. Hablamos durante un buen rato, mejor dicho, hablaba solo el y mencionaba siempre que podia a su mujer y le interesaban mis amigos noruegos, quiza porque le llamase la atencion que tuviese amigos de su edad. Y escuchaba con mucha atencion cualquier cosa que le dijese. Siempre habia oido decir que a los ancianos les encanta contar batallitas, menos estos con los que yo me encontraba, porque ni la pareja de noruegos ni este parecia que tuviesen batallas que contar.
Cuando se marcho, aproveche para regar las plantas y recoger unas toallas del tendedero. Las doble despacio y las deje sobre la mesa. Cogi las pastillas, las llaves y apague la luz. Cada vez me iba sintiendo mas unida a Villa Sol que a esta casa.
Julian
Tuve que ir al hospital, a urgencias. Conocia los sintomas, desfallecimiento, sudor frio, y no queria dar mas problemas en el hotel, no queria que pensaran que era el peor cliente de su historia. Me encontraba bien alli, me conocian y Roberto habia decidido ser casi un complice en un asunto del que no tenia ni idea. En el fondo aqui conocia el terreno y podria defenderme mejor que si me mudaba a otro hotel, lo que me llevo a plantearme revisar, en cuanto me recuperara, las instalaciones, escaleras, distintos salones, los lavabos para uso general y las cocinas. Lo bueno de estar solo es que no preocupas a nadie, no tienes que vivir la doble angustia de estar mal y de ver que el otro sufre porque estas mal. Fue maravilloso tener a Raquel a mi lado durante tantos anos, logro que cada dia estuviese mas lleno de vida, pero a veces en los momentos malos habria agradecido estar solo y no tener que fingir que estaba bien para que ella no sufriera. A veces uno quiere vivir lo que le ocurre tal como es, en toda su dimension, pero no hasta el punto de hacer dano a quien tienes al lado, asi que senti cierta sensacion de libertad al marcharme al hospital solo en un taxi en cuanto note que algo no iba del todo bien. Nunca he soportado a las personas que les echan en cara su soledad a los demas, ni tampoco los que la viven como una afrenta. La soledad tambien es libertad.
Tal como me imaginaba, en el hospital me preguntaron si no estaba acompanado. Les dije que no, que estaba pasando unos dias de vacaciones solo. La doctora movio pensativa la cabeza pensando en mi soledad. Me dijo que en esas circunstancias deberia pasar la noche en observacion en el hospital. No era nada serio, una subida de azucar, una descompensacion general. Les dije que me parecia bien, ?que mas me daba dormir en el hotel que en el hospital?
Lo que mas me molesto es lo que tardaron en darme el alta por la manana. A las doce dije que no podia esperar mas y que me marchaba. Parecia un viejo grunon, un viejo maniatico, pero tenia mucho que hacer y me daba perfecta cuenta de que ya estaba estabilizado. Me hicieron firmar un papel por el que me responsabilizaba de mi decision, de modo que si me moria seria por mi propia negligencia. Me parecio justo. Una simple firma nos tranquilizaba a todos.
No habia dormido bien por culpa de los descomunales ronquidos del companero de la cama de al lado y porque las enfermeras entraban cada dos por tres haciendo ruido, pero me encontraba bien, en plena forma, incluso me pegaria un banito en el mar cuando hubiese terminado lo principal. Y lo principal consistia en acercarme por Villa Sol, algo demasiado peligroso en estos momentos, por lo menos hasta que cambiase de coche. Asi que lo mejor seria dirigirme a casa de Sandra para comprobar si habian vuelto por alli los Christensen.
La ropa me olia a hospital, me palpe los bolsillos para revisar que llevaba todo conmigo, era un dia hermoso como ninguno. Aparque el coche en otro lado diferente por pura precaucion, aunque no creia posible que pudieran relacionarme con Sandra de ninguna manera, y fui callejeando hasta la casita.
Nadie salio a la llamada del timbre, las contraventanas estaban entornadas y en el tendedero habia unas toallas tendidas, la manguera culebreaba en el enlosado. No localice la moto en el jardin. No se oia ningun tipo de musica. Asi que regrese al coche y bebi un poco de agua de una de las botellas que procuraba tener siempre a mano, y pense que lo mas logico era que a estas horas Sandra estuviera en la playa, probablemente con los noruegos. Y me encamine hacia alli.
Al menos en el lugar en que solian situarse no estaban. Solo habia unos ninos correteando y una pareja besandose. Anduve cerca de un kilometro por la parte de arriba por si los veia en algun punto hasta que decidi abandonar y regresar al coche. Me encontraba mucho mas agil que antes de ingresar en el hospital. Y aunque no hacia demasiado calor, el agua estaba tan azul y la espuma tan blanca y en cualquier momento podian acabar con mi vida los matones de Fredrik o los infartos, que decidi quedarme en calzoncillos, que afortunadamente eran de tela y me llegaban por medio muslo y casi parecian un banador, y darme un chapuzon. Ya estaba haciendo lo que Raquel llamaba locuras porque lo que para un joven era sano a mi podria suponerme una neumonia, pero cuando quise darme cuenta ya estaba dentro de las olas, y al frio siguio un gran bienestar. ?Por que no disfrutar del paraiso si se tiene a mano? Raquel siempre me decia que a las personas que, como nosotros, habiamos sufrido mucho nos daba miedo disfrutar, nos daba miedo ser felices y tambien decia que hay muchas clases de sufrimiento en el mundo y que nadie se libra del todo de padecerlo, por lo que tampoco nos debiamos sentir especiales. Si he de decir la verdad yo admiraba mucho a la gente frivola y con gran capacidad de pasarlo bien en la vida, de divertirse con cualquier cosa. Ir de compras, jugar un partido y cenar con amigos sin tener nada mas en que pensar. Para mi su estilo de vida era deseable e inalcanzable. La inocencia era un milagro mas fragil que la nieve. Y era mas facil que los alegres llegaran a ser de los mios que yo uno de los suyos. En el fondo queria que Fredrik y Karin, frivolos corrompidos y perversos, fueran de los mios, que sufrieran, que probaran el dolor. Ahora lo veia claro, la justicia jamas podria hacer justicia como yo queria. Si Fredrik tenia matones, yo tenia odio.
Me seque levantando los brazos y dando pequenos saltos en la arena y luego me sente para recibir del sol toda la vitamina D posible. Me encontraba mejor que nunca, cerre los ojos. Vivir, siempre vivir. En estos momentos estaba sintiendo menos miedo del recomendable.
Por precaucion cambie de bar para comer y me pedi un menu. Tenia hambre, hambre de verdad. Aun notaba la sal en la piel y tambien note el pelo, el poco que me quedaba, fosco y revuelto, me pase la mano por la cabeza, un dia de estos tendria que cortarmelo. El bano me habia dado hambre y tambien el hecho de que apenas habia probado el desayuno del hospital, sin comparacion posible con el bufe del hotel. Aunque me encontraba con energia suficiente para seguir adelante y acercarme por los alrededores de los Christensen, comprobe que no llevaba las pastillas encima, y regrese al hotel.
En recepcion Roberto me dio el alto con cara de preocupacion. Me hablo bajo para que no le oyera el otro conserje ni los clientes acodados en el mostrador.
– Estaba preocupado, la camarera me ha dicho que no ha dormido en la habitacion.
Era evidente que de alguien como yo solo se puede esperar que no haya dormido en su cama porque se haya muerto en cualquier otro sitio.
– No ha sido nada, me marche de excursion y se me hizo tan de noche que me quede en otro hotel. Gracias por preocuparse.