no suponia ningun placer.
Aunque casi nunca las cosas suceden en el orden en que se piensan. Y en cuanto puse el pie en el vestibulo, Roberto, el conserje, salio del mostrador y fue hasta mi para decirme que alrededor de las once un individuo habia preguntado si me habia marchado del hotel. Afortunadamente estaba Roberto de servicio.
– Le dije que esa era informacion confidencial -dijo Roberto-, pero cuando insistio en que era importante y que queria hablar con el director, crei que lo mejor era decirle que habia abandonado el hotel. No se si habre metido la pata. Tendria unos treinta anos, moreno y ancho de cuerpo, mas bajo que yo.
– Gracias -dije-. No conozco a nadie de esas caracteristicas. Como le dije, creo que me estan confundiendo con otra persona.
Roberto me miraba a la defensiva, ya no se creia todo lo que le decia.
– Entonces dare orden a mis companeros de que no contesten ninguna pregunta sobre usted.
Le sonrei y abri los brazos en senal de impotencia y en senal de que no escondia nada y de que estaba siendo objeto de una confusion absurda.
La puerta de la habitacion permanecia como la habia dejado. Al abrirla, los papeles transparentes cayeron al suelo y los recogi. No era buena noticia que Fredrik tuviera seguidores (como el que habia preguntado por mi, como los que habian destrozado el cuarto), quiza, jovenes neonazis. Mejor seria que se tratase de matones a sueldo, serian menos fanaticos. Volvia a sentirme como David contra Goliat, un David sin fuerzas. Y por otra parte, ?que pensaria Roberto de mi?
Sandra
Eche de menos seguir con el jersey que habia comenzado a tejer y echaba de menos a estos abuelos adoptivos que habian entrado y salido de mi vida como si mi vida fuera el metro o el autobus, pero sobre todo no me parecia normal. Estaba fuera de toda logica que ellos fueran mas caoticos que yo, que siempre me habia considerado la reina del cambiar de opinion y del no tener las ideas claras. Pensaba que al llegar a su edad las dudas habrian pasado a la historia, porque el camino ya estaba hecho y no habria que darle tantas vueltas a lo que se iba a hacer dentro de diez minutos. Podria ser que yo sin querer hubiese dicho o hecho algo que les hubiese molestado, al fin y al cabo eramos de diferentes culturas y de diferentes generaciones, y seria normal que surgieran malentendidos. Aun recordaba aquella mirada, totalmente incomprensible para mi, que se echaron mientras yo hablaba. O, lo mas sencillo, que Karin hubiese recaido con lo de la artrosis. ?Y me importaba mucho que a Karin se la comieran los dolores? En parte si y en parte ya habia regado las plantas, habia tendido y recogido y doblado mas ropa y lo sabia casi todo sobre Ira. Necesitaba volver a ver a personas conocidas que me dieran la bienvenida y calor humano, y no tenia que buscarlas, las tenia al alcance de la mano con solo montarme en la Vespino y ponerla en marcha.
Asi que al atardecer prepare para ascender hasta el Tosalet una mochila con algo de ropa por si me quedaba a dormir. En el fondo me atrevi a subir a esa hora con la secreta intencion de no tener que bajar de noche. Y aunque seria bonito rodar en medio de las estrellas, los arboles y los montes a la luz de la luna, tambien aumentaba la sensacion de riesgo, de peligro, de indefension. El miedo a todo y a nada se me habia metido en el cuerpo, se habia apoderado de mi, una cobardia sin sentido. O puede que fuese precaucion. Los coches que llevaba pegados a la espalda se desesperaban porque no era facil adelantar en las curvas, pero el precipicio de mi derecha me impresionaba mas que ellos. ?Jodete y jodete!, decia entre dientes a los coches. Para colmo hacia la mitad del camino empezo a lloviznar con gotas que se fueron haciendo mas y mas grandes. Fue angustioso porque no podia parar y se veia poco. Asi que respire cuando llegue a la zona residencial de los noruegos.
Callejee con la moto hasta Villa Sol. Ahora las gotas se habian convertido en agujas de plata, parecia que tenian luz propia y que iluminaban la oscuridad. La noche se habia ido echando encima. ?Que hacia aqui? Ni mis padres ni Santi se podrian imaginar que ahora mismo estaba buscando la casa de unos extranjeros jubilados en un paraje extrano en medio de la lluvia. No se por que hacia esto. Hacia cosas sin sentido porque ahora no tenia trabajo ni disciplina. Pero tener trabajo era darle un sentido superficial a la vida, una seguridad falsa. Tampoco me convencia que la panacea de la vida fuese tener un horario y estar atada a un sueldo.
Aparque en la calle desierta y toque al timbre. Nadie abrio y senti un poco de bajon. Volvi a llamar y… nada. ?Que decepcion! No habia pensado en esta posibilidad y no me atrevia a bajar hasta mi casa con la lluvia, no era el momento de ser temeraria y al mismo tiempo estaba empapada, salvo la cabeza, donde llevaba el casco. Fue entonces cuando se me ocurrio acercarme por casa de Alice, donde me resguarde de la lluvia la primera vez que subi al Tosalet. Quiza hubiesen ido a visitarla, no parecia logico que con este tiempo se hubieran aventurado mas alla. Y acerte. Vi aparcado el Mercedes, no el todoterreno, sino el Mercedes negro a unos metros de casa de Alice. Habria pensado Fred que era una oportunidad para ponerlo en marcha. Habia mas coches de lujo bordeando toda la acera, por lo que Alice estaria dando una fiesta. De la casa salia musica, musica lejana que la lluvia traia y llevaba en rafagas. Arrime la moto al muro y me subi de pie en el sillin. Por las cristaleras que daban al jardin vi a gente bailando, crei distinguir a Karin dando vueltas en un traje de noche blanco, tal vez se habia contagiado de la eterna juventud de Alice. No me dio tiempo de ver mas porque senti una presencia a mi espalda.
– Si te caes vas a hacerte dano.
Era la Anguila, Alberto creo que se llamaba, que ya habia visto en casa de Karin. Llevaba paraguas y cara de pocos amigos. Y yo me senti avergonzada. Me habian pillado fisgando y los Christensen se enterarian. Se enteraria Alice. Veia como la herencia se alejaba de mi.
Le tendi la mano para que me ayudara a bajar.
– Queria saber si Fred y Karin estaban dentro. He pasado por su casa… me estoy empapando…, no quiero bajar con esta lluvia en la moto.
Una vez en tierra firme me coloque debajo del paraguas y me quite el casco.
– Te conozco -dijo.
– Y yo a ti tambien -dije yo como si estuviesemos hablando en clave.
– ?Por que no has llamado a la puerta?
– He llamado -menti-, pero no han debido de oirme.
– ?Donde esta el timbre, a la derecha o a la izquierda?
– No lo recuerdo.
– Mentirosa.
El paraguas nos obligaba a estar demasiado cerca y a echarnos el vaho de los alientos en la cara, no le caia bien. Era curioso porque aun llena hasta las cejas de ese temor vago a todo y a nada, habia algo en este tipejo que no me daba miedo. El no era como la nada llena de estrellas. No era como la carretera en medio de la noche. El no era nada de eso, era tan mortal como yo y no me daba miedo del todo.
– Si puedes, diles que he venido a verlos. Me voy -dije poniendome de nuevo el casco.
– No tan deprisa -dijo el.
– ?No tan deprisa? ?Es que eres policia o algo asi? Anda, no me jodas.
– Ni se te ocurra moverte -dijo sacando un movil y dejandome fuera del paraguas.
Se alejo un poco para hablar sin quitarme ojo. Tuvo que esperar una contestacion que le impacientaba.