Se lo entregue en la cesta.
– Espera -dijo marchandose a paso ligero.
Casi no tuve tiempo de reflexionar sobre la situacion porque regreso enseguida con leche en un tazon.
– No le hagas dano -dije.
– ?Por quien me has tomado? -miro el reloj-. Se me ha hecho tarde.
Se dirigio a la salida con la cesta colgando de la mano, y al poco se oyo el motor de un coche.
Cogeria la moto y saldria huyendo, me iria a casa de mi hermana, a «la casita», pero el inquilino, un profesor de secundaria, habia venido antes de lo previsto y estaba a punto de ocuparla. Tambien podria irme a un hotel, tenia dinero, aunque ese dinero me duraria poco, se lo comeria todo la habitacion del hotel, y sobre todo era una cobardia sentirme herida por la reaccion de Karin, marcharme de estampida. Una madre, una futura madre, debia saber hacer frente a cualquier situacion. Ya no era una nina y no podia tirar la toalla por cualquier contratiempo. Seguro que manana lo veria todo de otra manera. Ademas me tocaba hacerme una ecografia. Tenia pensado que me acompanase Karin, compartir con ella el momento en que se descubriera el sexo de mi hijo. Pero acababa de cambiar de opinion, iria sola, quiza llamase a mi madre desde la misma clinica, porque Karin no era mi madre ni podia importarle nada mi hijo. En la vida hay constantemente situaciones completamente artificiales. Y mi relacion con Karin era artificial porque no existia hace unos meses ni existiria despues, era como una colchoneta hinchable en medio del mar.
Lo mejor seria irme a la cama y tratar de dormir.
Entre timidamente en el salon. Algunas mujeres bailaban y otras estaban sentadas. La puerta de la salita- biblioteca habia quedado entreabierta, se veia y no se veia lo que pasaba dentro, lo suficiente para saber que los jovenes estaban reunidos alli con Fred y Otto y los demas. Salia olor a tabaco y a porro. Se reian. Una mano cerro la puerta. Fuera solo se habia quedado un tipo aleman que parecia espanol, bajo de estatura y ojos negros. Bostezaba repantigado en un sillon. No parecia interesarle nada. Al verme se sonrio un poco, no me sonrio a mi sino a si mismo.
– ?Te diviertes? -dijo.
Le iba a decir que si, pero le dije que no.
– No, estoy cansada.
– ?Te gustaria dar una vuelta por el jardin?
– Iba a acostarme.
El ya se habia puesto de pie y me hizo una ligera reverencia con la cabeza en senal de despedida, algo que jamas me habian dedicado en mi vida. Asi que me recoloque el chal y me lance a pasear con el.
– ?No duelen los piercings? -dijo mirandome las orejas y la nariz, aunque dudaba que con la tenue luz del jardin pudiera verlos, seguramente se habria fijado en ellos antes.
– No, una vez que el agujero esta hecho, ya no duelen, aunque yo jamas me haria uno en la lengua.
– ?Que espanto! -dijo mientras admiraba la luna-, los jovenes estais locos, los jovenes siempre estan locos, tambien nosotros hicimos barbaridades.
– ?Y que barbaridades haciais?
– Entonces no nos parecian barbaridades, las haciamos porque podiamos y parecian normales. Como ponerse un pendiente en la nariz.
La conversacion empezaba a ponerme nerviosa, no sabia si estabamos hablando en clave.
– Yo puedo hacer muchas cosas que no hago. Podria matar a alguien y no lo mato -dije.
– Porque no te resultaria facil y te crearia un trauma. Te descubrieran o no, serias alguien al margen de la ley, te sentirias en pecado o simplemente criminal. Pero imaginate que existiera un sistema en el que fuese legal y patriotico que mataras a cierto tipo de gente y que despues nadie fuera a senalarte con el dedo ni te pidiera cuentas.
Saco un cigarrillo de una pitillera de plata, que hizo un agradable chasquido al cerrarse, y se lo encendio. No me ofrecio, por lo que supuse que sabia que no fumaba. De joven debio de ser alguien de mucho temple, y no parecia que sus amigos le volvieran loco de alegria.
– En fin, lo hecho hecho esta, no se puede dar marcha atras. Ademas la vida es corta, cuando llegas al final parece que has despertado de un sueno de cinco minutos, y en los suenos se hacen cosas fuera de toda logica.
– Como clavarse una bola de acero en la lengua -dije.
– Por ejemplo.
– Mientras uno nada mas se haga dano a si mismo… -dije.
– Tienes razon, al final el dano a uno mismo es lo unico que puede aliviar la conciencia.
Estaba apoyada en un arbol y al separarme de el di por concluida la conversacion. No queria que me dijera nada mas, tal vez habia bebido y manana se arrepintiera de habermelo dicho y no tenia ninguna gana de que me hicieran dano. Le deje terminandose el pitillo, ensimismado en su pasado, la luna arrojando toda su palidez sobre el. No se volvio hacia mi, parecia una estatua insoportablemente melancolica. Y yo queria que amaneciera y saliera el sol y que sus rayos se me clavaran en la cabeza.
Debio de ser un hombre elegante. Ahora llevaba un traje gris marengo con vuelta en los pantalones y debajo un sueter de cuello alto negro. Era la imagen de un angel negro, sin saber lo que eso significaba para otros. Pero era lo primero que me vino a la cabeza, un angel negro. Puede que fuese el mas inteligente de esta pandilla, no parecia sentirse dominado por el ambiente en que vivia, sin embargo no podia salirse de el, aun debia de tener miedo a la soledad. Ninguna de las mujeres que habia alli era la suya, puede que fuese viudo. Debia de ser muy desesperante que nada mas te quede el pasado y no poder compartirlo con nadie, por eso habia estado a un minuto de compartirlo conmigo, el problema es que me ocurriria a mi luego. Para suerte suya, aun podia contar con estos monstruos aunque le repugnaran a ratos.
Cuantas cosas en unas horas. A la mierda la reaccion de Karin con el perro, a la mierda que no me dirigiera la mirada, a la mierda el angel negro y todo. Subiria las escaleras lo mas rapidamente posible a la habitacion. ?Como si fuera tan facil subir a la habitacion!, con un pie en el primer peldano una mano me cogio el brazo con fuerza.
Era Alice.
No se la podia considerar vieja, no se la veia vieja, no le sobraba piel ni tenia descolgamientos, que era lo propio de los anos. Aparentaba unos sesenta cuando en realidad debia de tener mas de ochenta. Y no podia deberse solo al deporte, el sol y los zumos naturales. Daba la impresion de haberse sometido a algun experimento. Incluso se le marcaban los biceps de los brazos.
– ?Quieres bailar conmigo?
La propuesta me dejo noqueada. No podia negarme, no podia ser grosera segun estaban las cosas, necesitaba al experimento Alice de mi parte.
Sonaba una lenta que no olvidare en toda mi vida,
– ?Que joven eres! -dijo a continuacion, cogiendome la mano de una manera que me dio miedo. Si hubiese podido se habria quedado con mi juventud.
Sus ojos, inexpresivos normalmente, me miraban con dureza. Queria lo que yo tenia, algo dificil de robar. Me