Hubo un silencio y despues Sandra pregunto:
– ?Un nino?, ?esta segura?
– Bastante segura. Mira, este es el corazon.
Adelante la cabeza para mirar en el monitor, pero todo era muy confuso, podria ser un nino o cualquier otra cosa. He de reconocer que en ese momento se me olvido todo, incluso quien era yo y que hacia alli.
– ?Y esta bien? -pregunto Sandra.
– Perfectamente -dijo la medica, pasandole un papel absorbente por la barriga y quitandose los guantes con un latigazo.
– Felicidades -le dije yo.
– ?;Es usted su abuelo? -pregunto la medica de modo mecanico.
No llegamos a contestar, ambos consideramos que era innecesario mentir a alguien que no tenia ningun interes en nosotros. Le tendi a Sandra el anorak y la mochila y yo cargue con la otra bolsa.
– Un nino -murmuro Sandra.
Crei que lo mejor era sonreir.
– Ni siquiera se que nombre voy a ponerle, no soporto a la gente que parece que tiene un hijo para ponerle un nombre que ha buscado hace mil anos.
– Ya se te ocurrira alguno. Tienes tiempo. ?Que te parece si lo celebramos? Te invito a comer. Vamos a buscar un buen restaurante.
Estaba siendo un insensato, por nada del mundo tendria que haberme dejado ver con Sandra por el pueblo. Me relaje y decidi confiar en la suerte, en que no diese la casualidad de que nadie que me reconociera nos viese juntos. Pobre chica, habia pasado del nido de viboras a la serpiente venenosa.
Le pregunte donde habia dejado aparcada la moto y le propuse ir en mi coche a algun restaurante del interior que fuese menos turistico y donde pusieran comida tradicional, y de paso visitariamos algun sitio que nos llamase la atencion. Le pedi que me esperase en una terraza mientras iba al hotel a buscar la medicacion.
Roberto me salio al paso para decirme que habia venido a buscarme una chica entre pelirroja y morena, una punki casi.
– No es una punki -le dije-. Los punkis llevan cadenas, cuero, crestas. Ya apenas hay punkis.
Por la cara que puso deduje que le habia hecho gracia mi comentario. Notaba que cada vez me respetaba mas, que debajo de esta capa de arrugas y huesos iba descubriendo una vida.
– Bueno, parece que sabe de quien le hablo.
Le dije adios con la mano camino de los ascensores y de nuevo cuando pase ante el camino de la salida con las pastillas en el bolsillo de la camisa.
Cuando regrese a la terraza donde la habia dejado, encontre a Sandra con la cara apoyada en la mano y sumida en la mas absoluta ensonacion. Cualquiera podria haber pensado que esa chica estaba aburrida y que no le interesaba nada de su alrededor, pero yo sabia que era todo lo contrario, que Sandra tenia mucho en que pensar. Ahora mismo la vida era completamente suya y si hubiese querido nos habria dejado a los demas sin nada. Necesitaba concentrarse en ese poder y me sente unos minutos sin decir nada.
Le pedi que condujese ella. Abrio el coche tarareando.
– Cuando volvamos llamare a mis padres desde algun bar, no puedo guardarme esto para mi sola, es imposible.
– El movil no me funciona aqui, no lo saco del hotel.
– No importa, no es nada urgente.
– No deberias haber ido al hotel, no es seguro -dije.
Sandra se encogio de hombros.
Lo pasamos bien. Visitamos algunos pueblos pequenos y encontramos al pie de una carretera estrecha un restaurante donde nos sirvieron unas rebanadas de pan tostado en el horno y rociado con aceite de oliva en las que podiamos untar alioli casero con un delicioso sabor a ajo. Nos pusimos las botas con los embutidos y los salazones y Sandra me conto que nunca se le habia dado bien estudiar ni trabajar, que se aburria mucho haciendo ambas cosas. Habia terminado la FP de Administracion a trancas y barrancas y su padre consiguio meterla en las oficinas de una constructora. A la semana la invadio una gran tristeza y a los seis meses habia adelgazado seis kilos y al ano no era capaz de enterarse bien de las noticias del telediario. Santi la ayudo mucho. Era medio jefe y un dia le pidio que visitase al medico de la empresa, y el medico le dio una baja por depresion. Santi se porto muy bien, era carinoso y siempre se empenaba en encontrar cualidades en Sandra que Sandra sabia que no tenia. Le aconsejo que aprovechara el rollo de la depresion lo mas que pudiera y cuando se le acabara la baja que se diera el piro porque esto no era lo suyo. Ella tenia un espiritu mas artistico. No todo el mundo servia para estar ocho horas entre cuatro paredes. Total que no servia para nada.
– Cuando me entere de que estaba embarazada se me paso por la cabeza abortar. No se si hago bien teniendo a este hijo. No se si voy a saber criarlo. Si voy a poder darle lo que necesita. No se si…
– No te preocupes, los ninos se crian solos, son capaces de vivir en condiciones que ni te imaginas. Lo unico que hay que hacer es quererles y darles de comer. Y no creo que tu familia permita que os murais de hambre.
Sandra estaba a punto de llorar y me asuste. Movia la cabeza de un lado a otro, negando mis palabras.
– Este nino se mereceria tener una madre inteligente, una madre que hubiese estudiado y que fuera capaz de hacerle jerseis bonitos.
– Ese nino se merece tener una madre que no piense esas cosas de si misma. Tu eres muy valiente, mas valiente de lo que crees, cuando pasen unos anos lo comprenderas, entonces miraras atras y veras que eras esplendida y que con lo que tenias hiciste lo que pudiste de la manera mas honrosa posible.
Me miro con los ojos a punto de reventar de lagrimas. Estaba soportando una carga emocional mas fuerte de lo que creia. Lo sabia yo mejor que ella. Ella no podia ver desde fuera el laberinto en el que estaba metida, por eso cuando se llega a mi edad y podemos verlo desde arriba deseariamos volver atras y recorrer el camino sin agobios ni angustias.
Le pase mi servilleta de papel para que se sonara.
– Y ahora te vas a tomar un trozo de tarta de chocolate con nata, y yo un cortado. Y manana Dios dira.
De improviso, como atendiendo a alguna pregunta que le hubiese hecho inconscientemente, me dijo que el perrito se lo habia quedado uno de los amigos de Fred y Karin. Se llamaba Alberto, pero ella lo llamaba la Anguila por la forma tan resbaladiza que tenia de mirar. Probablemente la cabeza tambien le estallaba con informacion de la que no era consciente al cien por cien. Probablemente le causaba ansiedad estar procesando datos y detalles que no sabia encajar. Creemos que solo nos hace dano lo que sabemos que nos hace dano, pero hay multitud de recuerdos e imagenes que crean una gran melancolia porque no entendemos su sentido.
– Dice que tengo que salir con el un dia.
Me quede mirando fijamente a Sandra tratando de descubrir que querria aquel elemento de ella. Por como me lo describia no me parecia el tipico fanatico sin luces. Este olia a psicopata.
– No puedes fiarte de el. Trata de hacer lo que el espera que hagas. Lo que no sabemos es que quiere de ti.
– Voy a decirle que no puedo ir. No quiero hablar con el. Antes iria con el angel negro, me inspira mas confianza.
El Angel Negro. ?El angel negro? Aleman, moreno, de mi estatura, elegante, afable, de apariencia equilibrada, inteligente, el cerebro de cualquier organizacion. Por lo que Sandra me dijo de el podria ser Sebastian Bernhardt. No, era imposible, la historia oficial decia que habia muerto tranquilamente en Munich en 1980. Sin embargo tambien podria ser que hubiese echado de menos su maravilloso refugio espanol. Estas ratas entraban por un agujero y salian por otro, estaban acostumbradas a morir y a resucitar. Suponia un alivio saber que no eran eternas aunque lo hubiesen intentado, aunque hubiesen buscado desesperadamente el elixir de la eterna juventud. Y a que precio. Que se lo pregunten a los prisioneros, victimas de locos como Heim.
– Espera un momento. Voy a buscar algo al coche.
Sandra no contesto, se estaba comiendo la tarta pensativa, pequenos trozos de tarta con la punta de la cucharilla.
Y cuando volvi con el album de fotos de Elfe continuaba en la misma posicion pensando en su hijo, en el Angel