Negro o en la Anguila, quiza en Karin o en su madre, que no tendria ni la mas minima idea de en que estaba metida su hija.

– Mira -le dije abriendo el album-. Mira a este hombre.

Era Sebastian. Iba con traje, lo que facilitaria la identificacion. Un traje oscuro, entradas en el pelo, ojos tambien oscuros.

Ella lo miro al tiempo que salia de su particular ensonacion.

– ?Podria ser el Angel Negror -pregunte.

– Podria ser. Fuma de la misma manera.

Dude si revelarle a Sandra quien era el Angel Negro porque cuanto mas supiese peor seria para ella. Ya no lo miraria igual o se le podria escapar el nombre verdadero, no le hablaria con el sano tono del desconocimiento. Sandra era una chica franca y sincera sin nada que ocultar y ellos enseguida leerian en sus ojos lo que sabia. Por otra parte no me consideraba capaz de manipularla hasta ese extremo. Tenia derecho a conocer el nido de viboras en que estaba metida. Me habia hecho participar de un hermoso acontecimiento de su vida y no debia caer tan bajo como para traicionarla, como para contemplar como se despenaba sin avisarla de que el abismo la esperaba a diez metros.

– Tienes que decidir -dije-. Tienes que decirme si quieres que te cuente quien es ese individuo. Ten en cuenta que cada dato que sepas sera un paso mas hacia el infierno.

5 Los monstruos Tambien se enamoran

Sandra

Por las fotos que Julian me ensenaba era dificil reconocerlos. Ahora fisicamente eran otros. Algunos conservaban rasgos que no podian ocultar, como las descomunales estaturas de Fred y de Aribert Heim, el Carnicero de Mauthausen, que ahora tenia cuatro pelos blancos. Andaba encorvado como si no pudiera sostener su enorme esqueleto. Solo recordaba haberlo visto una vez en casa de los noruegos, en el cumpleanos de Karin, y me parecio un hombre amable. Me estrecho la mano y me dedico una sonrisa. La cicatriz que le cruzaba la cara y los ojos azules de Otto Wagner se habian ido haciendo menos visibles, se habian ido apagando. Y el Angel Negro, que por lo visto se llamaba Sebastian Bernhardt, no tenia nada llamativo, era muy corriente aunque se tinese el poco pelo que le quedaba a los lados de la cabeza.

Julian suponia que el hasta ahora para mi Angel Negro habia muerto en Alemania cuando en realidad habia regresado a este pueblo, donde vivio desde 1940 hasta el cincuenta y tantos. El y su familia disfrutaron de una villa que le regalo Franco en reconocimiento a los servicios prestados, que habian consistido nada mas y nada menos que en convencer a Hitler para que le prestara ayuda a Franco. Me jure que cuando volviera a la vida normal me dedicaria a leer mas. ?Como podia mantenerse en pie alguien tan viejo? Su mujer, de nombre Hellen, probablemente habria muerto y sus hijos se habrian jubilado ya. Sebastian siempre habia tenido fama de persona modesta y agradable y continuaba siendolo, yo podia dar fe. Julian enseguida tuvo la sospecha de que aquella mansion de Sebastian era la actual Villa Sol. Probablemente se la habria vendido a los noruegos y el se habria retirado a algun apartamento mas comodo. Habia un fondo de bienestar en Villa Sol que habrian dejado Hellen y sus hijos. Y no entendia por que alguien de apariencia tan razonable como Sebastian, alguien tan comprensivo, podia ser uno de ellos y que no le repugnaran las cosas que habian hecho. Me preguntaba que podia ocurrir en la mente de alguien para no llegar a reprocharse nada nunca. En el fondo era el unico de aquella tribu que tenia mirada humana, los demas eran unos farsantes. ?Habria vuelto a matar alguno de ellos despues de la guerra o se habrian saciado para siempre? ?Seria capaz alguno de ellos de matar con su propia mano o tenian que estar organizados?

Antes no sabia estas cosas ni nunca las habria sabido si no se me hubiese ocurrido venir a pasar unos dias a la playa. Mauthausen, Auschvvitz. Cuantas veces habia oido estos nombres, pero entonces estaban a anos luz, estaban en Orion como minimo, estaban en un pasado que no era mio. Ahora los tenia a un metro de mi cara, a veces a unos centimetros.

Aribert Heim me habia dado la mano, y al enterarme de lo que esas manos habian hecho senti que estaba tocada y que ahora si que no podia abandonar, aunque siempre cabia la posibilidad de que se tratase de simples parecidos, todos los ancianos se parecen. Ojala no fuese verdad que le habia estrechado la mano al Carnicero, solo pensarlo me daba asco. De momento, nada mas se podia demostrar la identidad de Fred por la cruz de oro, el resto eran conjeturas.

?Sabes disimular?, me habia preguntado Julian. ?Sabes disimular hasta el punto de que a ellos ni se les pase por la cabeza que a ti te pueda interesar aquella vieja historia de nazis y del Holocausto? La verdad es que nunca se hablaba de politica delante de mi. No se mencionaba nada que sonara importante, aunque a veces se deslizaba alguna frase en aleman que no hacia falta entender para darse cuenta de que se salia del tono general. Y estaba segura de que tales precauciones no eran por mi, sino porque estaban acostumbrados a tenerlas y por eso se habian escapado de las manos de Julian una y otra vez. De no haber sabido que eran nazis habrian seguido siendo normales para mi. Sin embargo, ahora todo, cualquier cosa, tenia un significado, los rasgos marcados de Fred eran rasgos arios y la extrana juventud de Alice provenia de Dios sabe donde, tal vez de su confianza en su superioridad genetica. Decidimos que nunca mencionariamos sus apellidos verdaderos para que no se me pudieran escapar al hablar con ellos.

Julian

Como siempre, Sandra llego al Faro en la moto, la aparco y entro en la heladeria. Yo la veia por la ventana. Siempre nos sentabamos en una mesa desde donde se dominaba la llegada de los coches y la gente que entraba y salia del local. Era una forma de no llevarse sorpresas desagradables. Cuando se sento a la mesa, suspiro y dejo el casco a un lado. La note desmejorada, quiza demasiado delgada para estar embarazada, pero era solo una impresion de pasada, no lo pensaba conscientemente, mas que un pensamiento era una imagen. El presente se me escapaba demasiado deprisa, no me daba tiempo de saborearlo. Los pajaros volaban muy rapido, el aire se perdia antes de sentirlo, las caras cambiaban enseguida, los olores desaparecian, y casi no importaba, toda mi vida era pasado. Tenia la impresion de que me habia quedado en este mundo despues de morir Raquel para expiar alguna culpa, para sufrir un poco mas, no tenia ninguna logica que la hubiese sobrevivido. Sandra funcionaba en la dimension del presente y yo en la del pasado, aunque pudiesemos vernos y hablarnos.

Cuando le confesase a Sandra que habia comprado el perro de forma deliberada y malsana y sin calcular los riesgos, cuando le confesase que la habia utilizado para poner nerviosos a los noruegos, no volveria a mirarme a la cara en su vida y consideraria con toda razon que yo era tan miserable como ellos. Pero tenia que decirselo, no podia morirme con esto en la conciencia, aunque despues de muerto ni sintiera, ni pensase, ni pudiera afectarme nada porque me habria disuelto y evaporado. Quiza no era una cuestion de conciencia, sino el puro egoismo de querer ser tal como era y no mejor. Quedarme como la huella de un pie en la arena en la memoria de Sandra, vivir un poco mas alli tal como yo era y no como un ser inventado ?Que podria pretender conseguir pareciendo mejor de lo que era a estas alturas de la vida? ?El respeto de Sandra? ?El respeto de Sandra para que, para sentirme falsamente bien?

Pense en escribirle una carta y darsela al despedirnos en el Faro, pero enseguida me parecio una cobardia no soltarselo cara a cara, asi que la mire a los ojos.

– Tengo que decirte algo. No quiero que me perdones, no quiero nada, la vida es asi, una marranada tras otra. No deberias relacionarte con alguien como yo.

Sandra no parpadeaba. A veces fijaba tanto la mirada que incomodaba, era como si se hubiese olvidado de cambiarla de direccion.

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