– Se trata del perro, del perrito que le regalaste a Karin.

– Pobre Bolita -dijo-. Yo tambien he pensado en el. No debi dejarselo a la Anguila, no debi despreocuparme. Me pesa mucho. A saber lo que han hecho con el.

– Recuerdo la sorpresa que te llevaste con la reaccion de Karin. Un perro tan bonito, una casa tan grande. No se comprende que lo rechazara, ?verdad?

– Me senti muy mal, ya lo sabes. Fue un desaire tremendo y Karin nunca me ha dicho nada, no me ha pedido disculpas ni me ha dado ninguna explicacion. He tenido la sensacion de haber hecho algo terrible sin saber que lo hacia, pero ahora lo unico que siento es lo que le habra pasado al perro.

En unos segundos iba a arrancarle a Sandra un poco de su buen corazon. A partir de ahora tendria otro trozo menos de buen corazon. Y cuantos menos buenos corazones anduviesen por el mundo peor para todos.

– Fue culpa mia. Absoluta y completamente culpa mia -dije casi cerrando los ojos para no verla-. Karin odia esa raza de perros porque los usaban en el campo de concentracion al que estaban destinados para aterrorizar a los presos. No voy a decirte mas. Los adiestraban para eso y su presencia le recuerda quien fue y quien sigue siendo, la gente en el fondo no cambia, no mejora, solo envejece. Lamentablemente es mas facil empeorar que mejorar. Yo mismo acabo de darme cuenta de que soy peor de lo que creia.

Sandra estaba desconcertada. Probablemente nunca me habria creido capaz de semejante canallada, de ponerla en peligro o al menos en una situacion dificil. La mirada se le habia cambiado, se habia vuelto un poco triste, como si estuviera muy cansada.

– Si yo que te estimo y aprecio y te considero maravillosa, soy capaz de hacer esto, imaginate hasta donde podran llegar ellos.

No soportaba que Sandra no dijera nada. Cuando Raquel se enfadaba de verdad conmigo, no hablaba, la rabia le cosia los labios. Al principio me desesperaba intentando que volviera a mi mundo y que me mirase, que me aceptara de nuevo, lo que empeoraba las cosas, hasta que comprendi que era mejor esperar y no forzar la situacion. Me iba a otra habitacion o a dar una vuelta, me alejaba confiando en que las fuerzas de la naturaleza hicieran su trabajo. Y ahora pensaba hacer lo mismo, aunque Sandra no era Raquel, ni le hice nunca a Raquel una putada como la que le habia hecho a Sandra.

Llame a la camarera, pague y me levante. Sandra permanecia cabizbaja. Deje dos euros de propina en el platillo y aun asi la camarera me miro con infinito desprecio. Algo debia de haberle pasado a la edad de Sandra con alguien de mi edad, algo peor que lo que yo le habia hecho a Sandra.

Sandra

Ya casi habia logrado olvidarme de la fiesta de Karin cuando Julian me confeso lo del perro. Me senti tan enganada y traicionada que me comporte como una tonta. En ese momento no pude comprender que si me hubiese contado lo que pensaba hacer yo misma me habria delatado ante todos cuando Karin rechazo a Bolita y desde luego no hubiese reaccionado con la misma naturalidad. Julian se dejo llevar por su ansia de que se sintiesen descubiertos y de que no siguieran viviendo como si tal cosa. Podria no haberse sincerado y nunca me habria enterado de nada. Solo por haberse expuesto a la verguenza de confesarse, queria darle a Julian un voto de confianza. Tambien se me habia pasado por la cabeza que Julian me hubiese dado esta explicacion sobre el perro para que me retirara de una vez de este asunto. No creia que fingiese cuando se preocupaba por mi seguridad y me insistia en que me marchara. Puede que se le hubiese ocurrido lo del perro para forzar mi retirada, lo que hoy por hoy no entraba en mis calculos. Queria hacer algo grande.

Puesto que no sabia hacer bien las cosas pequenas de la vida, tendria que hacer bien alguna que destacase para no seguir sintiendome una completa inutil. Nunca habia creido en las oportunidades que la vida te pone en el camino porque no habia entrado en ese juego de las oportunidades, porque para encontrarlas primero habia que buscarlas, ?y cuales eran las oportunidades que a mi me convenian? Nunca lo supe hasta que me encontre en casa de los noruegos y hasta que conoci a Julian y empece a entrar en esta historia terrorifica que todo el mundo conocia de oidas porque ya quedaban muy pocos que la hubiesen vivido. Me encontraba entre las victimas y los verdugos, entre la espada y la pared. Mira por donde la vida me acababa de poner una oportunidad ante las narices para ayudar a Julian a desenmascarar a esta gentuza. Madre podia ser cualquiera, y yo no queria que mi hijo tuviese cualquier madre. Ya no era una nina ni iba a volver a serlo nunca y la vida me daba una oportunidad, no era momento de huir.

Tambien me habia olvidado de la Anguila y de mi promesa de salir con el. Era algo que habia apartado de mi mente como habia podido, pensando en que nombre le pondria a mi hijo ahora que sabia que era nino. Dudaban llamarle como a alguien de la familia o como su padre, Santi, o darle un nombre completamente nuevo, que no recordara a nadie. Tambien pensaba en como decoraria su cuarto, aunque aun no sabia en que casa estaria ese cuarto. Le pegaria un cielo estrellado en el techo que se iluminaria con la luz apagada y que el veria cuando abriese los ojos. Ojala se pudiera hacer todo con el pensamiento. Con el pensamiento tendria dinero para montar una tienda de ropa o de bisuteria y contratar un dependiente, de forma que yo no me sintiese atada. Con el pensamiento me enamoraria hasta perder el sentido, como en las novelas que leia Karin, y con el pensamiento ella y Fred serian dos ancianos normales, de los que yo no tendria que sospechar ni temer nada. Pero casi nunca pasa lo que se piensa que va a pasar.

El lunes, al regresar a Villa Sol de la gimnasia de Karin, nos encontramos con que Martin estaba charlando con Fred, y por la cara que puso al verme parecia que me estaba esperando. Sobre la encimera de la cocina habia un pequeno paquete, que debia de haber traido el. Karin lo cogio enseguida, y Martin me entrego un papel con gesto malicioso.

Una letra redonda e inequivocamente femenina decia que vendria a recogerme a las siete. Firmaba «Alberto». Era la Anguila.

– ?Has leido la nota? -le pregunte a Martin.

Se habia rapado mas el pelo y se habia tatuado el craneo con una esfera.

– La he escrito yo -dijo, feliz de desconcertarme.

– ?Y por que?

– Me lo ha pedido Alberto, esta con un asuntillo entre manos y no tenia tiempo.

– Pues tienes una letra muy bonita.

– ?De veras? -dijo pasandose la mano por el tatuaje.

Asenti.

– A veces escribo poesias, letras de canciones. Quiero formar un grupo, ?sabes?

– Tienes algo dentro, se nota.

– Oye -dijo el acercandose tanto que me rozaba-.

Alberto es un buen tio, pero a veces le entran prontos, no discutas con el, ?vale?

– Anda, quita -le dije apartandole con dos dedos-, cuando formes el grupo no te pongas esa colonia.

Me cogio por un brazo, preocupado.

– No se te ocurra decirle a el estas cosas, no las entiende. Me caes bien, chavalilla.

?Chavalilla? ?De donde habia salido este idiota? Decia chavalilla y tenia letra de monja pero llevaba una cabeza que daba miedo. Le aparte completamente con la mano y me marche arriba a pensar que me pondria que no le alterara los nervios a la Anguila.

Cuando baje, Fred y Karin ya estaban enterados de mi cita. Martin se habia ido. Me miraban sonrientes, les gustaba todo lo referente al amor. Seguramente les hacia ilusion que me emparejase con alguien de la Hermandad, seria la manera ideal de tenerme controlada o de no tener que controlarme nada en absoluto. En esas condiciones puede que si me nombraran heredera de todos sus bienes.

Me habia puesto los otros vaqueros que tenia, las botas y una camisa blanca, bordada en el cuello y en los punos, que me habia dado Karin. Era una prenda que no pensaba llevar en ninguna otra ocasion, que pensaba tirar en cuanto esto terminase, pero que ahora me vendria bien para que me ayudara a ver un poco las cosas desde la perspectiva de la Hermandad. Cogi el anorak en el brazo.

– Son muy buenos chicos -dijeron quitandose las palabras de la boca.

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