– ?Quieres un poco de perfume? -dijo Karin.
Afortunadamente en ese momento la Anguila toco el claxon desde el otro lado de la verja y pude salir corriendo. Agradeci que no viniera a buscarme a la puerta.
– Hola -dijo en cuanto entre, y arranco hacia la carretera principal.
Yo no dije nada, no sabia que decir, hasta que oi una mezcla de gemidos y ladridos en los asientos traseros. No me lo podia creer, era
– ?Bandido! -dije-, como has engordado.
– Es que lo cuido bien -dijo la Anguila.
– Nunca me lo habria imaginado, creia que…
– ?Que lo habia llevado a una perrera para que lo mataran? ?Que lo habria matado con mis propias manos? ?Que me lo habia comido3
– No se -dije jugueteando con el perro-. No te pega tener un cachorro y cuidarle.
– Ya, me pega tener uno grande y fiero para acojonar a la gente.
– Precisamente -dije, saltandome las recomendaciones de Martin.
Ahora me iba fijando mas en el. No se habia vestido especialmente bien para estar conmigo, por lo que no me parecia muy logico que quisiera ligar, aunque tambien podria ser que yo no mereciera mas. Llevaba una camisa de manga larga que no parecia recien puesta, unos pantalones grises que tampoco parecian recien planchados y junto
– ?Se puede saber adonde vamos? -dije.
– Al Faro. Es un sitio muy agradable.
Me miro de soslayo, yo tambien a el.
– Preferiria un lugar mas animado, ver gente. Si te da igual, preferiria ir al pueblo -dije.
Gracias a Dios no insistio en lo del Faro. ?Por que diria lo del Faro?, ?seria intencionado?
Nos metimos en un
– ?.Como te las arreglas con el perro?
– Procuro que no se muera de hambre.
Se pidio una cerveza y yo un batido de frutas y un trozo de tarta. Empezaba a pasar hambre con los noruegos. Comian poco, demasiado poco, diria yo. La unica comida decente del dia era el desayuno. Probablemente a su edad un festin era muerte segura y a veces se olvidaban de que yo era joven. Asi que aunque estaba nerviosa por este encuentro con la Anguila, devore la tarta y el batido.
– ?Que quieres de mi? -le pregunte directamente. Preferi no andarme por las ramas porque el tenia mas experiencia que yo de la vida en general y de estas situaciones en particular.
En lugar de contestar, se levanto y fue al mostrador, en cuyas vitrinas habia autenticas delicias. Yo queria aprovechar para pensar, pero con el estomago lleno se me hacia muy cuesta arriba.
Regreso con un plato lleno de pastelillos variados y otro batido. El se pidio otra cerveza. Le iba a decir que aqui se estaba mucho mejor que en la heladeria del Faro. Menos mal que me detuve a tiempo, lo mejor seria hablar lo menos posible.
– No quiero lo que tu crees. Solo quiero conocerte, eres una novedad en nuestras vidas.
– ?Y que piensas que creia yo?
– Que queria acostarme contigo o algo asi.
– ?Para el carro! -dije dando un bote que me espabilo-. Para que piense eso tienen que darme motivos.
– ?Y que motivos te he dado yo?
– Son tus ojos, tu forma de mirar. Eres raro, no se sabe que piensas.
– ?Lo ves? Eres como todos, te dejas llevar por las apariencias.
– Si, soy como todos, ?por que dices que querias conocerme?
– Esta bien -dijo-. Lo que quiero saber es como has acabado viviendo con los Christensen.
– Es muy sencillo, los conoci en la playa, yo estoy sola y ellos me necesitan. A mi me viene bien el dinero que pagan. No hay mas.
– ?No hay mas? ?No hay nadie mas2
Bebi del batido para no contestar.
– ?Como es que le regalaste ese perro a Karin? ?Precisamente ese perro?
– Yo tambien me ?o he preguntado muchas veces desde ese dia. No entiendo nada, la verdad.
– Si que lo entiendes, a mi no intentes enganarme.
– ?Y si te engano, que piensas hacerme?
– Lo peor que puedas imaginarte.
– No me das miedo, ni tampoco Martin.
– Pues deberia darte. No intentes pasarte de lista, se de lo que hablo. ?Quieres algo mas, algo salado?
– Me vendria bien dar un paseo, he comido demasiado.
La Anguila no era tan terrible como me habia imaginado, por lo menos aparentemente. Aunque dijera estas cosas no le creia capaz de matarme, e incluso en algun momento me dio la impresion de que me miraba con preocupacion. De todos modos no debia bajar la guardia y debia tener muy presentes las palabras de Martin.
Dimos un paseo por el puerto. En algun momento nos quedamos contemplando el mar. Nos miramos de reojo, el mi perfil, y yo el suyo. El cielo estaba intensamente estrellado, era un momento maravilloso para estar con alguien que me importase.
– ?Por que escribio la nota Martin y no tu? -dije sentandome en un poyete.
– Porque… No tiene ninguna importancia.
– ?Es muy amigo tuyo, Martin?
– Somos de la Hermandad, somos mas que amigos. La amistad se puede romper, pero no los lazos de la Hermandad. Deberias saber por tu bien que Martin no tiene tanta paciencia como yo, no se si me entiendes.
– Bueno, es dificil entenderlo todo, acabo de llegar.
– Ya lo se. Lo que no se es si sabes que significa. ?Por que crees que estamos juntos? ?Te lo han explicado los Christensen?
– No, creo que no. Pensaba que os caiais bien, que os ayudabais, la gente intenta no estar sola. No me digas que es una secta.
– Algo parecido. ?Ay, Dios! -dijo de pronto-. ?Por que no te habras quedado en casa con tu marido, tu pareja o lo que sea?
– Voy a ser madre soltera -dije.
Y entonces la Anguila se paso la mano por el pelo, se acerco rapidamente a mi, sin darme tiempo a pensar, y me beso.
No reaccione, fue todo rapido, imprevisible. Estuve pegada a el por lo menos un minuto. Note sus labios, su lengua, su saliva, sus manos en mi cabeza, su olor. Cuando se separo de mi me rozo con el pelo, yo a el tambien. Se separo lentamente, aun tenia la impresion de su beso, una impresion larga y calida. Mi boca ya no era la misma, ni la Anguila era el mismo, el mundo habia cambiado de repente. No dije nada, me quede quieta porque no podia enfadarme, porque su beso era el beso que necesitaba, lo necesitaba tal como el me lo habia dado y jamas, ni por lo mas remoto, ni aunque viviera mil anos, habria pensado que el encargado de darme el beso que necesitaba para que la vida fuese aun mejor, iba a ser la Anguila.
No levante los ojos. El con los suyos tambien bajos me dijo:
– Lo siento. No he podido evitarlo. Eres preciosa.
Continue sin decir ni pio, esperando un cataclismo que me sacara de este estado de atontamiento, o un segundo beso.
– ?Me matarias ahora?
– No, ni antes tampoco, pero no debes decirselo a nadie. Y cuando digo nadie, digo nadie, ?entendido?
Afirme con la cabeza. Lo mire, ya no era la Anguila, y este cambio me trastornaba. Antes era la Anguila, un ser temible, un enemigo, y ahora ya no lo era. Me sentia atraida hacia el, hacia su cazadora azul oscuro como la noche que se nos acababa de echar encima, hacia su camisa arrugada. Habria andado por el puerto de vuelta al