La vida es sorprendente. Era la unica certeza que al cabo de los anos habia atesorado sobre la vida. La vida era cruel y sorprendente, monotona y sorprendente, maravillosa y sorprendente. Ahora le tocaba ser solo sorprendente.
Ocurrio al llegar a mi cuarto despues de vigilar el
El caso es que Roberto se hizo el distraido cuando le salude al pasar camino de los ascensores, y al llegar a mi puerta sorprendi a Tony, el detective del hotel, metiendo algo por debajo.
Se sobresalto al verme.
– Me han pedido que le deje un recado. Al abrir, se lo encontrara.
– Que amable, podria haberlo traido la camarera -dije, dejandole caer que fuese lo que fuese el tenia algo que ver.
Por lo menos no habia entrado, los papeles transparentes estaban en su sitio. Debia de saber de sobra que alli dentro no habia nada de interes. Al entrar, recogi del suelo una hoja doblada y no la lei inmediatamente. Primero bebi agua, luego fui al bano y finalmente me quite los zapatos y me tumbe en la cama. A estas alturas de la vida sabia que sea lo que sea que te espera a la vuelta de la esquina es mejor que te pille con algunas cosas hechas.
Y aunque mientras hacia estas cosas la cabeza trabajaba tratando de descifrar de quien seria la nota, y aunque daba casi por supuesto que seria de Sandra y que habia sido una imprudencia que cayera en manos de Tony, la sorpresa y el alivio fueron que me habia escrito… Sebastian.
Di un bote en la cama. Sebastian queria verme. ?Que me parecia si volviamos a encontrarnos en el mismo restaurante de la vez anterior? ?Podria acercarme manana a la una y treinta de la tarde para comer? Esperaba que esta vez aceptase su invitacion.
Doble la hoja. La doble dos veces y me la meti en el bolsillo del pantalon.
Se me pasaron mil tonterias por la cabeza, como que tendriamos que habernos citado en un lugar elegido por mi y que puede que despues de todo se hubiese arrepentido…
Sandra
Estaba tan debil que ya no echaban la llave. Me levante tambaleante derecha al bano, tenia el estomago revuelto y la fiebre que achacaba a la gripe y me pasaba el dia en la cama. Frida me obligaba a comer y a beber y empece a temer que quisieran envenenarme, aunque en el fondo algo me decia que querian a mi hijo para la Hermandad y que no le harian ningun dano. Vomite el desayuno y la sopa de la comida en el lavabo. Era muy grande y de una porcelana preciosa tipica de la zona con girasoles amarillos. Las paredes estaban enteladas en seda de canutillo tambien amarillo y habia unos apliques antiguos a los lados del espejo. Salpique la tela amarilla con trozos de pescado y trate de limpiarla con un papel, pero la cabeza se me iba, lo del lavabo lo recogi como pude con gran cantidad de papel higienico y me maldije por no haber agachado la cabeza sobre la taza del vater, no podia dejar de pensar que tuviera que limpiarlo Frida, me aterraba que se enfadara mas conmigo.
A Karin la veia poco. Fred subia de vez en cuando para asegurarse de que seguia viva. Yo solo tenia sueno, y en suenos veia cosas terribles, tenia sensaciones desagradables que me hacian abrir los ojos de repente. Nunca sonaba con el beso de Alberto, pero cuando estaba despierta me venian a la mente escenas de amor que tendriamos que estar teniendo en este momento. Lo veia desnudo encima o debajo de mi, pero me faltaban detalles para poder verlo completamente desnudo, asi que enseguida me lo imaginaba vestido con la ropa que conocia, me gustaba mucho asi, con los pantalones y su camisa medio arrugada, y me sentia muy excitada con el olor que recordaba de el. En mi vida normal, antes de irme a la cama con alguien, sin querer me preguntaba como seria por dentro, como seria su sexo… Sin embargo, de Alberto no se me ocurria preguntarme nada. De Alberto me gustaba el, todo lo que le hacia ser como era. Me imaginaba siempre abrazada a el, pegada a el, y al final me sentia muy frustrada porque no tenia nada y volvia a dormirme.
Menos ahora, en este momento en que al cerrar los ojos oi su voz, aranando la puerta cerrada, y volvi a abrirlos.
– Sandra, ?estas bien?
Abri los ojos aun mas sin atreverme a respirar. Era muy extrano que Alberto hubiera subido hasta este cuarto y que supiera que me encontraba en unas condiciones tan penosas. ?Quien podria haberle dicho que este cuarto era una carcel para mi? No podia confiar en lo que creia que estaba oyendo.
– Sandra.
Mi nombre atraveso la madera y llego hasta mi.
Me incorpore en la cama. La cabeza me daba vueltas como cuando tomaba mas de dos gin-tonics.
– Si -dije.
– Tengo ganas de verte, creo que te quiero -dijo.
?Te quiero? ?Lo habia dicho o yo queria escucharlo?
– Yo tambien -dije.
Despues sono otra voz distinta a la de Alberto. Me parecio la de Martin. Ambas voces se mezclaron como si discutieran y se alejaron. Deje caer la cabeza en la almohada y trate de recordar el te quiero de Alberto tal como lo habia oido, en voz baja, al otro lado de la puerta. Te quiero, te quiero, te quiero. ?Y yo que hacia?
Julian
Antes de ir a ver a Sebastian, pase por Villa Sol en el coche. Me parecia raro que hubiesen transcurrido tantos dias sin tener noticias de Sandra. Me estaba preocupando en serio, estaba nervioso. Ni habia acudido a nuestras citas, ni me habia dejado ningun recado en el buzon del Faro ni habia tenido ningun mensaje de ella en el hotel. Ya sabia como entrar alli y llegar hasta mi habitacion sin ser vista y deslizar un papel bajo la puerta. Nada. No habia ocurrido nada de eso.
Las ventanas del segundo y tercer pisos de Villa Sol estaban cerradas. No tenia modo de enterarme de si Sandra se habia marchado de improviso. Podria haberselas arreglado para darme alguna explicacion, aunque si habia tenido que salir huyendo no habria sido tan facil. De no ser porque quiza la habria puesto en peligro, estuve tentado de buscar a la Anguila para preguntarle por ella. La verdad era que no sabia que hacer. Tenian mi foto, me conocian, no podia presentarme en la casa sin mas ni mas. Asi que continue hacia los Apartamentos Bremer, que como habia sospechado eran propiedad de Gerhard Bremer, otro nazi que jugaba con ellos al golf, un constructor rico a quien nadie le habia tocado un pelo. Alli seguramente Sebastian se encontraba seguro, pero no dejaba de ser una torpeza para alguien de su inteligencia, a no ser que pensara que a nadie se le ocurriria buscarle alli. A mi desde luego no se me habria ocurrido.
Aparque cerca. Con el sol dando en las cristaleras parecia que el restaurante iba a echar a volar sobre el acantilado. En la puerta Martin me dijo que estaba en una mesa del fondo. Era muy comodo no tener siquiera que preguntar por el.
En la mesa del fondo, envuelto en una transparencia diabolica, Sebastian tenia un cigarrillo en la mano. Creo que lo sostenia para completar su imagen mas que para fumar, en realidad no vi que se lo llevase en ningun momento a los labios. Al verme me invito a sentarme con un gesto.