– De acuerdo, gracias -dije sin saber que decir. Todos me miraban como esperando algo mas. Tal vez deberia haber preparado algo, pero nadie me habia dicho nada y si me lo habian dicho no me habia enterado.

– Lo siento -anadi-. Estoy muy contenta, pero tengo frio.

Alberto me cogio por el brazo y me ayudo a subir hasta el vestibulo. Estaba todo preparado para tomar unas copas. Alberto no se detuvo, siguio empujandome escaleras arriba.

– Ahora metete en la cama y no hables con nadie -dijo-. Descansa todo lo que puedas.

– Te quiero -dije, correspondiendo al fantasmal te quiero de hacia unos dias, ?unos dias?, ?cuanto tiempo habia pasado?

Al llegar a la puerta del cuarto ya estaba alli Frida, mirandonos.

– Ya me ocupo yo -dijo arrancandome de las manos de Alberto-. Tu baja con los demas.

Alberto no me solto, senti como sus manos estuvieron hasta el ultimo momento en mis brazos. Y luego note que ya no estaban y me senti completamente sola.

Frida me arrojo a la cama y yo me tumbe de medio lado sin quitarme siquiera las sandalias.

– Tendria que verme un medico -dije.

– No te preocupes, luego subira uno.

Tuvo el detalle de ponerme una manta encima y salio. Esta vez no oi el ruido de echar la llave. Tampoco hacia falta, ?adonde iba yo segun estaba?, ?y como iba a escaparme en medio de semejante concentracion de enemigos? Me hice un ovillo y trate de olvidarme de todo, aunque habia algo que me intranquilizaba y era eso de que iba a subir a verme un medico.

Debi de quedarme profundamente dormida, porque me costo mucho moverme y abrir los ojos. Sonaba con gente que hablaba. Y cuando por fin logre salir de entre aquellas voces y despertarme tuve la impresion de entrar en otra pesadilla al ver sobre mi las caras de Fred, Karin y el Carnicero, que estaba preparando una inyeccion. Esto no podia ser real, esto no podia estar pasandome a mi. Me rei y en cuestion de segundos pase de la risa al llanto. Estaba ardiendo.

– No quiero -dije.

– Carino -dijo Karin-, con esto te pondras bien, el sabe lo que hace.

?No!, ?no!, ?no!, grite con una angustia que hasta ahora solo habia sentido en las pesadillas. ?No!, grite en voz alta, y me desperte. Esta vez estaba despierta de verdad. Me pellizque para comprobarlo. Alguna vez me habia pellizcado en suenos cuando no sabia si estaba dormida o despierta, pero nunca estando consciente como ahora, solo que ahora me encontraba tan mal que tenia mis dudas sobre mi estado real.

Desde luego estaban observandome Fred, Karin y el Carnicero.

– Querida -dijo Karin-. Tienes fiebre.

El Carnicero alargo una mano hacia mi. Era enorme y llena de tendones como las raices de un arbol. Quise esconderme debajo de la manta, quise volverme invisible y desaparecer. Separo un poco la manta, buscaba mi brazo, pero mis brazos se me habian pegado al cuerpo como dos barras de hierro. Afortunadamente no intento separarlos. Me cogio con dos dedos la muneca y yo cerre los ojos y me puse a pensar en posibles nombres para el nino.

– Tiene treinta y nueve y medio de fiebre. Habra que darle un bano.

– Bien. Le dire a Frida que lo prepare -dijo Karin.

No abri los ojos hasta que salieron todos.

Luego me cambie de ropa como pude. Me puse los pantalones, las botas de montana y un jersey. Meti la documentacion en la mochila y me la puse a la espalda.

Vomite en el bano, creo que en el suelo, y me lave la cara con agua fria.

Abri la ventana y tire la mochila al jardin. ?Y ahora que? La cabeza se me iba. Meti la mano en el pantalon y aprete fuerte el saquito de arena que me habia regalado Julian. Podria tratar de agarrarme a una de las ramas que daba en la ventana y balancearla hasta abajo. Que facil parece todo en la imaginacion y que dificil era hacerlo. Ni la rama estaba tan cerca ni el salto parecia seguro, pero no podia permitir que me dieran el bano. ?Un bano de que?, ?un bano de agua? Lo de bano salido de la boca del Carnicero sonaba terrorifico. Asi que volvi adentro, moje la toalla y me la puse alrededor de la cabeza. Fiebre, vete, dije. Me sente en el alfeizar de la ventana. Desde arriba vi una sombra que se movia y un punto rojo como de cigarrillo encendido. Espere a que se marchase e inicie los intentos de alcanzar la rama. Hasta que unos brazos me rodearon por detras. Trate de deshacerme de ellos, pero luego me resultaron familiares.

– Tranquila. No se te ocurra saltar, podrias hacerte dano.

Era Alberto, y si no podia fiarme de Alberto, la vida no merecia la pena. Me volvi hacia dentro de la habitacion. La toalla mojada me habia venido bien, me encontraba algo mas despajada.

– Quiero marcharme. Van a darme un bano.

– Es para que te baje la fiebre.

– Ya me ha bajado, ayudame. Tengo que salir de aqui. Necesito que me vea un medico normal.

Me miraba muy serio, triste.

Me quite la toalla, y me paso la mano por el pelo mojado.

– Esta bien. Voy a ayudarte a bajar. Primero saltare yo, luego te acercare esa rama y te cogere desde debajo por las piernas. Vamos alla.

Alberto se lanzo a la rama y cayo al suelo. Tuve miedo de que la rama se partiese, pero no se partio. Frida estaria al llegar, aunque puede que estuviera esperando a que se fueran casi todos los invitados para darme el bano. Asi que cuando roce la rama con los dedos la agarre como pude y con mis pocas fuerzas me colgue, me balancee y en esos pocos segundos senti que se me estiraba el cuerpo, las articulaciones, las vertebras y fue muy agradable, pero al caer, Alberto no pudo sujetarme a tiempo y me hice dano en el costado y me entro el panico.

Alberto actuo deprisa, coloco mi brazo izquierdo alrededor de su cuello y me cogio por la cintura. Me llevaba en vilo. Salimos rapidamente. Habia aparcado el coche un poco lejos y hasta que llegamos alli fui arrepintiendome dolorosamente de todo lo que habia hecho, no me habria importado si solo me hubiese puesto en peligro a mi misma, pero habia involucrado a un ser inocente que se suponia que yo tenia que proteger.

Entramos en el hospital y despues de explicar Alberto a una enfermera tras un mostrador que tenia fiebre, quiza gripe, que estaba embarazada y que me habia caido, nos hicieron esperar en una salita. A los cinco minutos Alberto dijo que tenia que marcharse pero que no me preocupara por nada porque aqui me cuidarian y que volveria en cuanto pudiese. Entonces cerre los ojos y todo comenzo a dar vueltas.

Julian

Despues de todo lo que me ocurria, me habria esperado cualquier cosa menos ver entrar a la Anguila en mi habitacion. Casi me quedo en el sitio. De pronto oi a alguien maniobrar en la cerradura y antes de que pudiese saltar de la cama, lo vi venir hacia mi. Vi venir a la muerte. Estaba recostado en dos grandes almohadones con el pijama y con las gafas de culo de vaso puestas leyendo el periodico. Habia cenado ligero y me habia tomado las siete pastillas de rigor. Me habia relajado tanto que me costaba bastante hacer cualquier movimiento.

– Tranquilicese. Solo quiero hablar con usted.

La Anguila se quedo mirando como tardaba una eternidad en retirar las mantas y asomar mis flacas canillas y poner los pies sobre las zapatillas colocadas en un lugar tan preciso que ni siquiera habia que mirar para encajar en ellas los pies y no coger frio cuando me levantaba para ir al bano.

– Hay que darse prisa -dijo-. Tiene que ir al hospital. Sandra esta alli. Se encuentra muy mal.

Hablaba telegraficamente para que ninguna palabra sobrante me confundiera y para que le entendiera lo mejor posible.

– ?Que le ha ocurrido? -pregunte tratando de comprender la situacion.

– La he llevado yo. Ha tenido que escapar por la ventana de Villa Sol.

– ?Por la ventana?

Por fin me estaba espabilando. Visualice las ventanas del segundo piso donde tendria su cuarto Sandra.

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