Evidentemente a Christensen le costaba trabajo tener frio. Se recosto en la silla extendiendo los brazos a lo largo y dejandose acariciar por el aire.

– ?Tanto te interesan los cuatro trapos de esa chica?

– Trapos o no, son suyos.

– Bien, si el secreto merece la pena te los dare.

– Se trata de los inyectables que os poneis.

Se desconcerto completamente.

– He hecho analizar su contenido.

– Es imposible -dijo.

– En el laboratorio lograron sacar una muestra de unos usados. Los encontre en el contenedor de basura.

No le estaba gustando nada lo que escuchaba.

– Puedo ensenarte los resultados, te vas a quedar de piedra.

– Ahora estas en mis manos. Si quiero no vuelves a salir vivo de aqui.

– Entonces nunca sabras la verdad.

– Dime algo mas.

– Es un compuesto multivitaminico en elevada concentracion, pero en el fondo como muchos de los que venden por ahi.

– No puede ser de ninguna manera -dijo incredulo-. Karin mejora en cuanto se lo inyecta.

– Se trata de un efecto placebo. Primero mejora y luego empeora. No le digas la verdad si eso le ayuda. Pero no os alarga la vida. Un dia de estos tendras una neumonia y ya no saldras del hospital y Karin esta a un paso de no levantarse de la silla de ruedas.

– ?Seras cabron!

– Eso da igual, lo que importa es que es la pura verdad. Lleva una ampolla a analizar si no me crees, quiza despues te ahorres mucho en joyas y cuadros.

Levanto trabajosamente su gran armadura de huesos y entro en la casa. Hasta que salio, Karin estuvo espiandome tras los cristales. Aunque tenia el culo helado por el hierro de la silla no me movi y no pense, no queria distraerme pensando. Aguante el frio mientras me mantenia alerta una media hora y senti una gran satisfaccion al verle regresar con la mochila en la mano y otra bolsa de viaje con ropa dentro.

– Aqui tienes -dijo-. La moto la he sacado por el garaje, esta junto a tu coche.

Abri la mochila para comprobar que estaba el dinero que Sandra habia ganado en esta casa. Habia unos tres mil euros, una revista y los carnes de identidad y de conducir. No mire en la bolsa de plastico, con esto era suficiente.

Tuve que levantarme para meterme la mano en el bolsillo de atras del pantalon y sacar una hoja doblada con los resultados de los analisis.

– Mira, no te engano. Ademas, puedes comprobarlo por ti mismo.

– Me pides que me crea que estas pruebas son de las ampollas. Podrian ser de cualquier cosa.

– Piensa lo que quieras, pero esta es la verdad.

Ya no volvi a sentarme. Mientras el leia aquello me dirigi con la mochila y la bolsa hacia la salida. Me costo trabajo abrir la puerta desde dentro, pero al final cedio y me senti tan libre fuera de sus muros que me dieron ganas de cantar.

Tuve que bajar a la casita y convencer al inquilino para subirle en el coche hasta el Tosalet y que bajara conduciendo la moto. Fue muy trabajoso hacerle ver que no era una argucia de su ex mujer para que se matase por la carretera. Me quede tranquilo cuando por fin la vi encadenada a la buganvilla.

Antes de volver al hotel, pase por una tienda de pollos asados y compre uno con patatas fritas. Cuando llegue a mi planta el ascensor olia a pollo que apestaba.

Meti nervioso la tarjeta en la puerta. No sabia que podria haber pasado durante mi ausencia, quiza ya habian venido por ella. ?Sandra!, dije nada mas cerrar. Aprete las mandibulas al no oir ninguna respuesta, ningun ruido.

Deje la mochila y la bolsa sobre la cama completamente abatido, dolido y machacado por el enemigo. Iba a mirar en el cuarto de bano antes de lanzarme en su busca cuando entro desde la terraza.

– ?Como ha ido?

Jamas sabra Sandra la felicidad que senti. Entro por aquella terraza como la noche que se echaba encima y las nubes azul oscuro que viajaban por el cielo.

– Mejor de lo que creia. Ahi estan tus cosas.

– Lo he pasado fatal pensando en lo que podria estar ocurriendote en Villa Sol solo por un capricho mio.

– La moto la he dejado en la casita -dije como contestacion a sus maravillosas palabras.

Sandra

Julian se echo vestido en la cama. Dijo que preferia estar preparado por si teniamos que salir pitando, aunque imagine que no seria solo por eso.

– Descansa, no te preocupes. Te despertare a las cinco, yo duermo poco.

Julian me daba paz, tanta que me dormi profundamente y me parecio que hacia cinco minutos que me habia acostado cuando senti que me tocaban el brazo.

– Es la hora -dijo.

Salimos clandestinamente por la ruta alternativa del hotel a la hora mas triste del dia, cuando la gente aun duerme y no es de noche ni de dia.

Nos dio tiempo de tomar el un espresso y yo un cafe con leche antes de subir al autobus, le pedi que le diera mi direccion a Alberto. Y luego le dije adios con la mano desde la ventanilla. Llevaba el chaqueton que se habia comprado en el pueblo y el panuelo al cuello, iba tan perfectamente afeitado como siempre. No deje de mirarle hasta que le perdi de vista.

Julian

Las historias no terminan hasta que no se acaba con ellas, hasta que no se les da la puntilla con la cabeza o con el corazon. Para Sandra el fin de esta historia habia llegado nada mas montarse en el autobus de regreso a casa, aunque continuara haciendose ilusiones con la Anguila, pero incluso si esta relacion llegara a cuajar tendria que ser en otro mundo, no en el mundo de ayer. Ese de momento aun era cosa mia. Si con tantos sobresaltos no me habia muerto seria porque me quedaba algo por hacer y debia seguir marcando el paso como un soldado. ?Habria dado Fredrik Christensen la voz de alarma despues de nuestra conversacion en su jardin? De tomar medidas, ya las habria tomado Sebastian en nuestro primer encuentro. En el fondo, pensaba en todo esto para no pensar en Sandra alejandose en el autobus hacia un futuro completamente desconocido para mi.

Deje que las piernas me llevaran hacia algun lado, tenia ganas de andar, ultimamente habia pasado demasiado tiempo en el coche. Me abroche el cuello del chaqueton, me meti las manos en los bolsillos y me deje atraer por la brisa del mar, por su humedad, bendita humedad que me abria los pulmones y me hacia respirar como si no me hubiese fumado tres cajetillas diarias durante anos y anos de mi vida. Y cuando quise darme cuenta me encontre en el puerto. La manana se habia abierto completamente y unos rayos de sol frios le iban dando a todo un aire de normalidad. Anduve automaticamente, guiado por el recuerdo de mis propios pasos hasta el Estrella y Heim, o mejor dicho, hasta el lugar donde el Estrella solia estar.

Mire desconcertado alrededor, puede que el sentido de la orientacion se me estuviera resintiendo, no seria el primer caso en que un dia, un viejo como yo, de pronto no sabe donde esta o no esta donde creia estar. Sin embargo, lo unico que faltaba era el Estrella, el bar de enfrente continuaba en su sitio y

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