con un cepillo de la pequena seccion de drogueria y se miro en un espejo. Su aspecto era menos sospechoso que hacia un rato. En la calle principal se encontro un telefono publico medio roto, lo que no le ofrecia ninguna garantia. Seguramente perderia el euro que metiese, asi que iria primero a la comisaria.

Una vez alli se encontro con la desagradable sorpresa de que habian cambiado el turno y que nadie sabia nada de lo suyo. Asi que no tuvo mas remedio que volver a contar la historia lo mas sinteticamente que pudo. La verdad era que con el trascurrir del tiempo la situacion se le habia ido acomodando en la cabeza aunque continuara siendo incomprensible. Consultaron los avisos, y… nada. Entonces aquel funcionario grande y de pecho jadeante dijo:

– ?Tendria algun motivo para pensar que su marido la haya abandonado llevandose a su hijo?

Julia se quedo literalmente con la boca abierta. No esperaba semejante salida del funcionario porque hasta ahora habia considerado la situacion solo bajo su punto de vista y no desde fuera, desde alguien como este funcionario que no tenia ni idea de que clase de hombre era Felix, y Julia dudo si sacarle de su error, pero a la vez comprendio que seria inutil, tiempo perdido. Como diria Felix, de encontrarse en el pellejo de Julia, lo unico que se sabia con certeza es que no habia noticias. Asi que prefirio tirar por otros derroteros y preguntar por la gasolinera mas cercana.

Seria una tonteria pero ver el coche en la explanada era una senal de que seguia unida a Felix y a Tito por algun punto. Si en estas circunstancias en que lo habia perdido todo no habia perdido tambien el coche por algo seria. Seria porque el la conduciria a su marido y su hijo, aunque si al final iba a encontrarlos ?por que habria querido el azar o el destino que los perdiese? El azar o ella misma. Cabia la posibilidad -y habia llegado la hora de la verdad- de que ella de manera inconsciente se hubiera perdido hacia dos noches para alejarlos de su vida. Era cierto que los queria mucho, pero tambien era cierto que a veces habia deseado ser libre y hacer otras cosas. Cerro los ojos para rebuscar dentro de su cabeza por que deseaba ser libre, pero enseguida se topaba con una cordillera de pensamientos que no le permitian ir mas alla. Eran pensamientos de preocupacion y de culpa.

El coche era un horno y debia esperar a que se enfriara un poco el volante. Al menos tenia un techo y unas puertas tras las que refugiarse, por lo que no podia llamarse una vagabunda autentica. Para hacer tiempo salio y volvio a abrir el maletero a ver que encontraba aparte de la manta y el bidon vacio. A veces hay cosas que a uno le pasan desapercibidas porque da por hecho que tienen que estar ahi. Y en efecto, asomando por debajo de la manta habia unas palas para jugar en la playa en las que no se habia fijado antes y que ahora no tenian ninguna utilidad, pero que eran algo mas que conservaba de su vida normal. Metio las pequenas toallas y demas pertenencias en la bolsa de plastico y la dejo alli.

En la gasolinera fue imposible marcharse sin pagar, asi que llego al hospital descapitalizada de nuevo. Era de color ocre y estaba rodeado de arboles y flores, lo que le daba el mismo aire turistico que todo lo demas. El sol arrancaba destellos dorados a la fachada y no parecia verosimil que alli dentro nadie yaciera tendido en un quirofano y mucho menos que se estuviera muriendo. No era razonable que ocurrieran las mismas cosas en un ambiente alegre que en otro triste.

En el interior, la luz y las sombras de las palmeras que entraban por las ventanas envolvian en un agradable claroscuro al personal sanitario, que hablaba de lo que habian hecho la tarde anterior y lo que iban a hacer cuando acabasen el turno. La recepcionista tendria unos treinta anos y estaba a los mandos de dos ordenadores y una centralita, llevaba ademas un microfono de boca en plan Madonna. No habia duda de que se sentia bien equipada y se manejaba con tanta desenvoltura y exceso de confianza que cohibia un poco a quienes se acercaban a ella.

Adelante, se dijo Julia cuando le toco el turno. En lugar de contar su historia una vez mas, le pregunto si recordaba que alguien hubiese preguntado por una paciente llamada Julia Palacios. Se trataria de un hombre de unos cuarenta anos con un nino de seis meses, en brazos probablemente.

– No, nadie ha preguntado -dijo la recepcionista con una seguridad aplastante sin ni siquiera consultar el ordenador.

– ?Esta segura? ?Como puede recordarlo todo?

Como respuesta, la recepcionista se puso a hablar por el micro inalambrico cortando de esta forma toda relacion con Julia. Julia, sin embargo, no se movio, no pensaba dejar su sitio libre asi, por las buenas. Tras ella se iba formando una cola de gente impaciente. Mientras tanto, la recepcionista alargaba la conversacion lo que podia, hasta que comprobo que la resistencia de Julia era irrompible y colgo.

– Esta bien -dijo Julia-, ?hay algun otro lugar donde alguien pueda dejar una nota, un recado?

– Tiene el tablon de anuncios -le dijo el siguiente en la cola.

La recepcionista asintio con la cabeza y todo su equipamiento.

Se ofrecian para hacer compania a los enfermos por la noche, alojamiento, limpieza, abogados, psicologos, sillas de rueda de segunda mano, muletas. Entre tantos papeles no encontro ninguno dirigido a Julia ni que le recordase la letra de Felix. O no se le habia ocurrido, o alguien lo habria arrancado para colgar el suyo. Fue de nuevo a la recepcionista a pedirle papel y boligrafo. Los de la cola la observaron con el ceno fruncido.

Escribio: «Felix, os estoy buscando desesperadamente. Cuida de Tito. Yo estoy bien. Con todo mi amor. Julia». Lo clavo en el centro del tablon sobre todos los demas. No se le ocurria que mas decirle.

Como se temia, el volante volvia a quemar como una plancha caliente. Abrio las ventanillas. Con este instrumento entre las manos podia acercarse a indagar en Las Adelfas III y buscar la I, la IV, la V, pero estaban demasiado alejadas del mar. Solo se ajustaban al recuerdo de la noche anterior Las Dunas y Las Adelfas II. Pego un sorbo de agua de la botella, ya no estaba fria, pero tampoco como un caldo. En verano le gustaba casi helada, penso como si se refiriese a otra persona y a otra vida. Miro hacia el hospital. Esperaba ver salir por la puerta a la recepcionista. Esperaba que la curiosidad hubiese tirado de ella hacia el tablon. Esperaba que hubiese leido su nota y que se hubiera enternecido. Esperaba que hubiera sentido el impulso de ayudarla y que saliese a buscarla.

Por fin pudo apoyar los brazos en el volante y la cabeza en los brazos. Este hospital, el mostrador y Madonna le recordaban a la clinica donde llevaba a Tito para sus revisiones periodicas. Con esta visita terminaban los planes que habia trazado en la playa. Por su mania de no llevar reloj tuvo que calcular que serian las dos, y no se podia quedar alli eternamente esperando un milagro, debia seguir adelante, ir a algun sitio, y ese sitio sin lugar a dudas era de nuevo el supermarket porque la hora de la cena se echaba encima y aunque ahora no tenia demasiada hambre, luego la tendria y entonces estaria cerrado. Afortunadamente no tenia que ir a pescar ni a cazar ni adentrarse en un huerto a robar naranjas, porque todo lo que necesitaba y mucho mas estaba ahi, bajo un mismo techo iluminado por fluorescentes azulados. Aparco en el parking descubierto, de donde le seria mas facil escapar llegado el caso.

Al fondo estaban las puertas de este paraiso terrenal que se abrieron ante ella acogiendola y diciendole, esta es tu casa. Con una cesta en la mano, que abandonaria luego en cualquier sitio, se aventuro hacia los Lacteos. Solo que al ser un espacio tan abierto y tan cercano a las cajas prefirio llevarse una botella de zumo polivitaminico y una tarrina de queso fresco al estrecho pasillo, junto a la pared, de los vinos y licores. No habia un lugar mas en penumbra y recogido en muchos metros a la redonda si se exceptuaba Jardineria.

Esta vez oculto los envases vacios entre unas botellas de Jack Daniel's y se pregunto si los empleados serian tan eficientes que acabarian encontrandolos. Se podria decir que la curiosidad la empujo a la parte del papel higienico para comprobar si seguian alli los envases vacios del dia anterior. Tenia la impresion de que en esa ocasion el miedo la habia obligado a tomar demasiadas precauciones. No los encontro, la verdad era que no daba con el sitio exacto, parecia que todo lo hubiesen cambiado, el papel higienico en el lugar de los rollos absorbentes y las servilletas donde antes habia panales, asi que desistio y sin darse cuenta se encontraba en la seccion de ropa. Aun recordaba las camisas que habia dejado en el carro y penso que precisamente ella necesitaba cambiarse de blusa. Los pantalones podian esperar. Escogio una camiseta blanca como la camisa y se la puso encima. Aqui no se usaban esos dispositivos de las tiendas exclusivamente de ropa que no se pueden quitar a no ser que rompas la prenda, aqui el control lo harian de otra forma. Un empleado con su nombre en el bolsillo la estaba observando aburrido. Llevaba un aparato de etiquetar en la mano. Entonces ella se le aproximo y le pregunto por los probadores. Se encamino a donde le senalo, al fondo, pero en un determinado momento cambio de trayectoria hacia Menaje. Alli corto con unas tijeras de pescado todo tipo de etiquetas de la camiseta sin quitarsela. Luego regreso a Lacteos y cogio una botella de leche de las mas baratas y mas frescas. Pago en caja y salio.

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