Cuarto dia

Julia

Habia pasado parte del dia dando vueltas por ahi, buscando entre la gente a un hombre parecido a Felix y un nino parecido a Tito. Por suerte habia encontrado una fuente con agua potable donde saciar la sed sin gastar un euro, y por la tarde decidio dirigirse a su proveedor habitual para saciar el hambre de cara a una larga noche y porque en este lugar se sentia en casa. Que facil habia sido. Las precauciones en el supermercado de dias anteriores ahora le parecian ridiculas. Puede que todas las precauciones en general fuesen ridiculas, porque al final pasaban las cosas que tenian que pasar y si no tenian que pasar era muy dificil saberlo.

A unos metros del area del supermercado sin salir del centro comercial habia diversas tiendas de regalos, ropa, libros y prensa, un Pans amp;Company, un herbolario y un Starbucks, al lado de este ultimo habia un telefono publico en la pared. Por una vez encontraba un telefono sin buscarlo. Metio una moneda de medio euro y marco las teclas de metal con un sabor amargo que le subia desde el estomago por la garganta raspando las paredes que encontraba a su paso. Desde que no podia contactar con Felix, el telefono le daba un miedo terrible, el miedo de la frustracion y la impotencia. Y aunque conocia de sobra esa senal que se clavaba en algun lugar al otro lado, en la oscuridad, como una sonda lanzada a un espacio desconocido, volvio a ponerse nerviosa, muy nerviosa. No sabia donde podia estar sonando, si en el bolsillo de una chaqueta, si encima de una mesa, si en la mano de Felix. El corazon se le acelero mas pensando que, de un momento a otro, Felix lo cogeria, cuando un pequeno toque sobre el hombro la hizo girarse.

Tras ella habia un guardia de seguridad y el reponedor del supermercado que la habia visto probarse la camiseta el dia anterior. La presencia de los dos tambien la sobresalto aunque en menor grado que las llamadas que estaba escuchando en el telefono.

– Queremos hablar con usted -dijo el reponedor.

En el rotulo del bolsillo ponia Oscar, que seguramente no era su verdadero nombre.

– Estoy ocupada. Estoy haciendo una llamada.

– No tardaremos mucho. Puede hacerla cuando termine.

La gente que pasaba empujando los carros camino del parking intuia que alli estaba ocurriendo algo y desaceleraban al llegar a su altura.

Julia colgo, pero la moneda no salio. Y pasara lo que pasara en el supermercado no podia permitirse el lujo de arruinarse.

– No pienso moverme de aqui hasta que no recupere la moneda.

Entonces el guardia dio con el puno cerrado un golpe en el aparato. Algunos compradores decidieron esta vez detenerse a observar.

– ?De cuanto era la moneda? -pregunto Oscar metiendose la mano en el bolsillo.

– De un euro -se oyo decir Julia, para quien la diferencia entre medio y un euro se habia convertido en una gran diferencia.

– Aqui lo tiene -dijo Oscar mostrandole una moneda en la palma de la mano.

Julia la cogio antes de que el reponedor se arrepintiera.

– No pienso ir con vosotros. No podeis obligarme.

Oscar miraba la camiseta que Julia aun llevaba sobre la blusa a la espera de entrar en algun bano y lavarla.

– Solo queremos que vea algo. Estamos intrigados. Tenga en cuenta que podriamos haber esperado a manana y cogerla con las manos en la masa.

– Demuestralo. No podeis.

– Si no es robada, enseneme el ticket de compra.

En respuesta Julia comenzo a andar hacia el parking.

– Tenemos una grabacion -dijo Oscar acelerando el paso.

En una situacion normal habria sentido tanta verguenza que habria deseado morirse. Pero cuando se sabe que se es casi una vagabunda, sin casa, sin dinero y sin saber donde esta la familia, cuando se sabe que ya no se es uno de ellos, entonces la verguenza practicamente desaparece.

– Un momento -dijo el guardia de seguridad cortandole el paso-. No permitiremos que abandone el recinto asi sin mas. El que la hace la paga.

El guarda no tenia preparacion fisica. Estaba gordo. Basicamente servia para sostener el uniforme.

– No me das miedo. ?Y sabes por que? Porque estoy tan asustada que tu no puedes asustarme mas.

Julia no se habia dado cuenta de que estaba hablando muy alto, casi gritando y que se habia formado un corro alrededor.

– No pretende asustarla -intervino Oscar mirando al guarda con reprobacion. A continuacion se aproximo a Julia y le hablo en voz baja-. Ahora todo el mundo sabe que ha cometido un hurto y no podemos dejarla ir, pero le aseguro que no nos importa lo mas minimo la camiseta ni lo demas.

Oscar era un chico delgado. Tendria unos veinticinco anos y la mirada neutra de los que dividen a la clientela entre los capaces de robar y los que no lo son, entre los lentos que atascan las cajas y los rapidos, entre los pesados y los que van al grano, entre los compradores compulsivos y los sensatos. Y Julia trato de leer en sus ojos de base oscura pero aclarados por el sol y el mar la opinion que se habia formado sobre ella: incomoda, irritante, extrana, quiza enajenada, a pesar de su mal aspecto aun era joven y podia intentar trabajar para vivir como el, que se estaba pasando su maravillosa juventud alli metido por un sueldo de mierda. Podria limpiar chales en lugar de pretender escaparse de la cadena de produccion. Iba de lista. De loca o de lista, o de ambas cosas. Tampoco a el le gustaba estar aqui encerrado. Tambien a el le gustaria echar mano a lo que necesitaba y llevarselo, pero aqui le tenia, jodido. Leyo en sus ojos que jamas iba a tener compasion de ella.

– Y si os acompano, ?que vais a hacer?

El guarda jurado dio un paso hacia ella, pero Oscar le detuvo.

– Por favor -dijo sonriendo un poco-, hablando se entiende la gente.

– En eso tienes razon -dijo Julia, que quiza no estaba valorando correctamente al reponedor.

– Hablemos.

Los tres echaron a andar hacia una puerta lateral.

– ?Sabes, Oscar? -dijo Julia-. Te merecerias algo mejor que esto. Metete en politica.

El hizo como que no habia oido y abrio la puerta. Entraron en un ascensor y subieron al tercer piso. Abrieron otra puerta. Era una sala con monitores y en cada uno se veia un pedazo del supermercado como si se hubiera roto en trozos. De un sillon giratorio y con ruedas se levanto otro guarda jurado. Al verla no dijo nada. La recorrio con la vista brevemente. Querria comprobar si en la realidad era igual que en la pantalla. Hizo una llamada. Dijo, «Bien yo me encargo».

Con la mano le hizo una senal al otro guarda para que se retirara. Este otro tenia mas iniciativa, dotes de mando, se sentia mas seguro, desprendia confianza en si mismo. Tenia ganas de mandar. Le tendio un cigarrillo a Oscar.

– El jefe esta con una visita. Vendra ahora.

Oscar se quedo mirando los monitores: un cliente de espaldas cogiendo un bote de tomate; un chico y una chica besandose en la seccion de Jardineria; una nina comiendose una chocolatina. Oscar llamo Nacho al guarda. Y Nacho le pidio a Julia que se sentara en su silla de ruedas. El se apoyo en la mesa y Oscar permanecio como estaba, con la cabeza inclinada hacia la pantalla que tenian delante. Nacho pulso una tecla y aparecio la imagen de una mujer sospechosa, desgrenada, con cara asustada, que alzaba la vista a la camara de seguridad declarando vivamente que pensaba robar algo. Julia se reconocio a duras penas. Mas baja de lo que siempre habia creido y con mas anos, casi podria echarle cuarenta, ligeramente cargada de espalda, quiza por el acto reflejo de querer pasar desapercibida. Los clientes iban en pantalon corto y en plan playero, pero ella, aquella mujer de pelo enmaranado y cara de ida, se desviaba hacia la indigencia. Iba proclamando a los cuatro vientos que no tenia nada. Era como si hubiera cosas, detalles que en el fondo uno no quiere que se sepan, pero que a la postre se notan. ?Y como se notan! Y aunque ella durante sus veintiocho anos de vida jamas habia sido una marginada, por decirlo de alguna manera, ahora si que lo era.

Por un instante un golpe de bochorno la envolvio y la dejo sin entendimiento: las camaras de seguridad la enfocaban cuando escondio la botella entre el papel higienico. Se la veia mirando a los lados y metiendo la botella

Вы читаете PresentimientoS
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату