anillo que actuaba a su favor y la protegeria y le daria suerte.
– Hija, te estamos esperando -dijo su madre-. No lo olvides, te estamos esperando.
Y en ese momento ocurrio. Ocurrio algo inesperado y que en otras epocas, segun el doctor Romano, habrian llamado milagroso. Tal vez fuese una coincidencia el que los musculos de la cara se le relajaran a Julia en una gran sonrisa. Quiza fuera pura sugestion, pero era algo y Angelita y Felix se miraron emocionados.
No tanto Abel, que movio la cabeza negativamente.
– Cualquiera se lo puede quitar. En el momento en que se quede sola en la habitacion entrara alguien y se lo quitara. Siempre hay algun sinverguenza al acecho.
El no se habia dado cuenta del gesto de Julia, ni le pusieron al corriente. Lo que era seguro es que el cerebro de Julia ya habia captado y procesado la presencia del anillo, y el hecho de que de pronto desapareciera, si es que se lo quitaban, le haria notar su ausencia y podria pensar que lo habia perdido, lo que le produciria una gran angustia.
– Ya no podemos quitarselo -dijo Felix-. Este ella donde este le dara valor y seguridad.
Tito habia estado pasando de brazo en brazo y no habia llorado ni una vez, porque cuando lo intentaba, Abel lo senalaba con el dedo, que parecia envuelto en papel de fumar, y luego lo dejaba caer sobre su cabeza. Y Tito no solo daba marcha atras en el asunto de las lagrimas, sino que se adormecia. Felix no estaba seguro de si esto seria sano o no, el caso es que le dejaba hacer al tiempo que se sentia un cobarde por permitirlo una y otra vez.
– Muy bien -dijo Abel enderezando el manojo de huesos que cubria el pijama-. Me marcho a mis aposentos. Pero el anillo va a durar poco en esa mano.
Y salio arrastrando las zapatillas de piel con unas iniciales grabadas, que durante estos dias se habian ido fijando en la memoria de Felix como la puesta del sol o la salida de la luna.
Julia
Te estamos esperando, le habia dicho su madre. Pero ?donde la estaban esperando? Era lo malo de los suenos, que los mensajes nunca estaban completos. Al igual que la vez que oyo el llanto de Tito en el semaforo, la voz habia sonado dentro y fuera de su cabeza, dentro y fuera del coche, en un lugar que era y no era este, por lo que nada extrano que hubiese vivido hasta este momento era tan extrano como esto. Abrio los ojos ya completamente alerta. Se habia quedado traspuesta unos minutos sobre el volante. En ese lugar invisible era quiza donde su madre le decia que estaban esperandola. Cosas de la mente. Se decia que el cerebro estaba por descubrir y puede que tuviesen razon. Notaba el anillo en el dedo, su peso, el contacto metalico. Era un circulo sin principio ni fin. Si uno fuese andando por ese circulo tendria la sensacion de ir hacia delante y, sin embargo, tambien estaria retrocediendo y dando vueltas, como ella estos dias. Su madre desde la vida normal le enviaba un mensaje, que sin duda era producto de su propia imaginacion, pero que lograba aliviarla y que no se encontrara tan desvalida. Seguramente ella misma valiendose del recuerdo de su madre ponia en palabras algo que su familia, estuviera donde estuviera, querria trasmitirle.
Puso en marcha el coche. El sol se iba ocultando dejando un rastro de sangre a su paso. Y cuando fijo la vista en el volante vio sobre la goma negra, en el dedo corazon, el anillo. Ya no era un recuerdo, era real. Puede que lo hubiese tenido todo el tiempo con ella y que no hubiese reparado en el hasta que lo apurado de la situacion la habia obligado a invocar a su madre. Esta podria ser una explicacion de por que habia sentido claramente su voz y como le acariciaba la cabeza.
Tiro hacia el puerto. Aparcaria e iria de nuevo a la comisaria. Esta vez pediria que mandaran una unidad a investigar todos los complejos Las Adelfas y que recorrieran las playas de Levante y de Poniente y todas las que hubiese mas alla, y tambien pediria que no parasen de llamar al movil de Felix.
Aparco en el solar de costumbre. La lonja chorreaba agua. Algunos limpiaban las barcas. Era una imagen que habia visto muchas veces y que siempre era agradable. Las barcas de madera tenian gruesas capas de pintura. Eran blancas o verdes y olian a brea. En una de ellas se leia «Vanessa» y en otra «Duende». El agua pegaba suavemente contra sus flancos.
En la puerta de la comisaria los africanos de las tunicas la saludaron con las cabezas. El que siempre estuvieran alli hacia que apenas se reparase en ellos. Su seriedad, su quietud, su mirada perdida en otro paisaje los volvian casi invisibles. Una mujer joven, de unos treinta anos, con turbante clavo en ella sus ojos como si quisiera decirle algo. Puede que hasta que uno no esta enfermo no comience a fijarse en los enfermos y hasta que no se tenga hambre, en los hambrientos. Y ahora que Julia necesitaba ayuda se fijo en esta mujer que tambien parecia necesitada y en la que jamas antes habria reparado.
– Hola -dijo Julia-. ?Necesitas ayuda?
– Estoy esperando -dijo cambiando de postura.
Su voz era calida y un punto aspera en algunos sonidos y recordaba la arena caliente del desierto.
– Espero que me devuelvan el pasaporte -dijo.
– ?Como te llamas?
Se llamaba Monique Wengue o algo asi. En un primer vistazo Julia creyo que iba descalza, pero luego vio que llevaba unas sandalias de suela muy finas sujetas por el dedo.
El guardia de la puerta le pregunto a Julia que queria, y ella dijo que denunciar un robo. Arriba solo habia dos funcionarios hipnotizados por las pantallas de sus ordenadores, y tuvo que llamar la atencion de uno de ellos pronunciando un sonoro buenas tardes. Explico lo mas sencillo y facil de entender, que le habian robado el bolso con la documentacion y necesitaba algun resguardo que acreditara su identidad. Entonces, nada mas decir esto, de debajo del mostrador comenzo a surgir una figura. Pelo rubio de seda escapandose del pasador y cola de caballo cayendo sobre la camisa azul recien planchada del uniforme. Reconocio a Julia, y Julia a ella. Era la funcionaria esplendorosamente pulcra. Llevaba una pulsera con pequenos colgantes que tintineo al levantarse. Era una pulsera que estaba de moda, la llamaban la pulsera de la suerte.
Guino sus ojos azules para recopilar todo lo que sabia sobre Julia.
– Se trataba de la desaparicion de su marido y su hijo, ?verdad?
Julia hizo un gesto afirmativo mientras la funcionaria abria una carpeta.
– Lo siento -dijo-. Seguimos sin saber nada. Por aqui no han venido.
– ?Esta segura?
– Completamente. Cualquier incidencia por pequena que sea la registramos aqui. Y puedo asegurarle que no ha venido nadie llamado Felix preguntando por alguien llamada Julia.
Entonces intervino su companero con cara de recelo.
– A mi me ha dicho que le han robado la documentacion y que quiere denunciarlo.
– ?Es eso cierto? -pregunto la funcionaria separandose con un pequeno soplo unas hebras doradas que le habian ido a parar a la boca.
– El caso es que cuando iba camino del apartamento que ahora no logro encontrar se produjo un accidente en la carretera y al salir para enterarme de que habia pasado me robaron el bolso del coche. Estoy sin nada y para retirar dinero del banco necesito identificarme.
– Bien, entonces no nos liemos -dijo el, que ya se habia formado sobre ella.una opinion nada favorable-. Se trata de dos cosas distintas. Una es el robo del bolso y otra la perdida de sus familiares.
– Esto si que es nuevo -anadio la del pelo maravilloso-. ?Que quiere denunciar exactamente, la desaparicion de su familia o el robo del bolso?
En cualquier caso, los tramites habia que hacerlos al dia siguiente, asi que decidio no insistir mas y no crear con su tozudez una situacion tensa del mismo calibre que la surgida en la sucursal bancaria, donde sabia que no seria bien recibida.
Cuando bajo, Monique ya no estaba ni el resto de africanos con tunicas, incluso ellos, dentro de su precariedad, tendrian un sitio donde ir. El atardecer iba pasando del tono cobrizo a otro de plata mate, de brillo apagado. Anduvo lentamente por el puerto camino del solar donde permanecia aparcado el coche. Pero antes de llegar se sento en un saliente de cemento a descansar y a contemplar como el mar cambiaba del gris al negro y empezaba a reflejar la luz de la luna y las de las urbanizaciones que lo iban rodeando hasta donde podian. Si no fuese por todas las preocupaciones que la atormentaban se habria sentido completamente libre, lo que en cierto modo significaba que mientras se tuviera memoria no se podia llegar a ser del todo libre, puede que ni siquiera un poco libre.
Su proximo objetivo consistia en que llegasen las doce para ir a La Felicidad. Y se dio cuenta de que podria