delante y hablar de medio lado.
– He pensado que seria una tonteria que hicieras dos viajes. El autobus me deja a doscientos metros.
– Entonces, me voy para alla -dijo Felix mientras se sentia observado por Sandra. ?Conoceria ya el drama en que su familia estaba hundida?
Avanzo un metro hacia el pasadizo que llevaba al apartamento y desde alli llamo a su suegra. Angelita alzo la vista y parecio comprender que queria decirle algo en privado. Le paso el nino a Sandra y se levanto apoyandose en el tronco de la palmera. Viendola ahora mismo andar hacia el, le parecio que habia rejuvenecido diez anos, tal vez veinte. Ya no tenia la voz fatigada de antes.
Se miraron con complicidad. A Angelita el sol le arrancaba pequenas lagrimas.
– Ese hombre -como Angelita solia llamar a Abel- se ha quedado con ella, y no estoy tranquila.
Felix iba a decirle que no estaban en situacion de andar desconfiando de la gente que se brindaba a ayudarles porque seguramente no existia nadie de quien uno pudiera fiarse al cien por cien. Y que en todo caso no tenian otra opcion.
– Hoy se ha quejado. Ha hecho un ruido y ha contraido la cara y ha cerrado mas los ojos, como si algo le doliera.
– ?No habra sido al lavarla o al peinarla?
Angelita se quedo pensativa.
– No, hacia ya mucho que la habia peinado. En ese momento nadie la tocaba… ni se le hablaba a ella directamente. Ese hombre estuvo hablando de palacios y mansiones, de cuanto costaban los muebles, los cuadros, los jardines. Sabe mucho de eso.
Angelita tenia una gran tendencia a desviarse de lo importante. Desde la palmera Sandra no les quitaba ojo intrigada, como si supiera o sospechara algo, lo que le hacia sentirse incomodo.
– Ya, ?nada mas?
– Nada mas. Ese hombre se marcho y me quede al lado de Julia mirandola y pidiendole a Dios que se despertase y que todo fuese como antes cuando dijo algo como ?ay!, y arrugo la cara, ya sabes, igual que si se hubiera pinchado un dedo.
Angelita se paso las manos por los empequenecidos ojos. Le lloraban involuntariamente con frecuencia,
como si la valvula de las lagrimas se hubiese pasado de rosca.
Con la ultima mirada huidiza de Sandra tuvo claro que conocia la situacion de Julia. Felix se acababa de convertir en alguien por quien se siente pena.
Julia
Cuando abrio los ojos, no sabia donde estaba ni que hora era. Fueron unos segundos de desconcierto. Todas las luces estaban apagadas y el silencio habria sido total a no ser por una respiracion animal muy profunda que parecia venir de todos los lados de la casa. Seria la respiracion de aquel hombre con pulmones agrandados por los deportes al aire libre. Era imperdonable que Julia se hubiese dormido en esta situacion tan delicada puesto que podria ser que hubiese venido Marcus y que al no verla hubiese pensado que se habia marchado. Y ahora debia hacer algo, desaparecer o seguir durmiendo. Si se iba, ?adonde se iria? Solo habia un sitio, La Felicidad, pero estaria cerrada. O tal vez no. Calculo que se habria dormido sobre la una o una y media y aun no habia amanecido, asi que podrian ser las cuatro, quiza menos.
La habitacion estaba fria, a pesar de que el aire habia dejado de salir. Extendio la colcha en la cama lo mejor que pudo y cogio la ropa que habia lavado ya casi seca y las zapatillas. Recorrio el pasillo hasta la escalera agachandose un poco como si asi no pudieran verla y bajo lo mas rapido que pudo. Al llegar al salon la respiracion profunda se hizo mas fuerte y eso la detuvo. ?Y si habia un perro que ella no habia visto? No, el perro por sigilosa que Julia fuese ya la habria detectado. Los perros tenian un olfato y un oido sobrenaturales.
Era el dueno, tumbado en uno de los sofas. Seguramente se habia bebido algo mas de un whisky. El problema era que para abrir la puerta no tenia mas remedio que hacer ruido. Los cerrojos harian ruido. Se escurrio hacia la cocina, cerca de la entrada. Por las ventanas se veia la luna, y la luna iluminaba vagamente muebles rojos de diseno. Busco una puerta que diese a algun patio trasero donde acaso se tenderia la ropa y habria un pequeno lavadero, una mesa vieja y todos esos trastos que gusta tener aunque no esten a la vista. Cuando dio con la puerta, busco la llave en la cerradura, que es donde ella la dejaria y donde tambien ellos la dejaron. Puso los cinco sentidos para girarla. La puerta era de madera maciza y chirrio un poco. La dejo como habia quedado al abrirla y salio a la noche.
Se veia poco y debia tener cuidado para no tropezar con ningun trasto. Esperaba encontrar alguna salida al jardin. En todo caso, la pared no era alta y podria subirse sobre algo y caer al otro lado, lo que por fortuna no hizo falta porque habia una cancela con pestillo. Lo descorrio y se encontro fuera, en el jardin. Tenia que procurar no pasar por delante de las cristaleras. Busco el coche con la vista, no estaba bajo el cobertizo en que lo habian aparcado al llegar. Ahora en su lugar habia un Mercedes. El corazon le latia a trompicones. Podrian haberlo guardado en el garaje, o estaria aparcado en la calle. Podrian haber ocurrido muchas cosas, pero las evidencias eran las evidencias. Se apoyo en la pared que separaba el patio del jardin. No tenia coche ni llaves y andando tardaria mas de una hora en llegar a La Felicidad. Se encontraba en un callejon sin salida. La ropa que habia lavado no se acababa de secar y sentia frio. De todos modos se puso la blusa y se metio las prendas que quedaban en el bolsillo. Dadas las circunstancias lo mas sensato seria volver arriba y dormir. Por la manana en algun momento abririan las puertas y las verjas y ella podria huir de esta carcel. Este era su primer objetivo, salir, huir. El segundo seria buscar a Marcus o a Oscar. Tendrian que explicarle por que la habian abandonado aqui.
De todos modos, pensando, pensando, habia llegado a la ultima frontera, a la puerta metalica que la separaba de la calle y no queria tirar la toalla tan pronto. Intentaria moverse entre las sombras para trepar el muro. Imagino que estaba en una de esas peliculas en que siempre hay un modo de salvar la situacion. Ahora ella era la actriz y esta su pelicula y debia encontrar algun apoyo en la pared para el pie y un asidero para la mano. Rozo con la punta de la zapatilla en una juntura y tuvo la impresion de que ella misma excavaba un pequeno hueco. Con las yemas de los dedos excavo otro para la mano. Era mas facil que en las peliculas. Solo tenia que continuar asi hasta llegar arriba. Entonces se daria la vuelta y seguiria el mismo procedimiento para descender por el otro lado.
Lo habia logrado. Pocas veces en los ultimos tiempos habia sentido una seguridad en si misma tan grande. Aun era joven y mas fuerte de lo que creia, podia trepar muros y podria recuperar el coche y podria encontrar a Felix y a Tito. Pisaba terreno pedregoso y busco la carretera que ascendia hasta alli. Por fortuna ahora se trataba de bajar. Comenzo a correr por el asfalto. Iba tan deprisa que casi volaba. Ojala fuera capaz de volar de verdad, facilitaria mucho las cosas, claro que en ese caso ya no necesitaria el coche. En su descenso se iba encontrando con algun coche que otro y con chales a los lados protegidos por muros y arboles. Ya nadie se dejaba ni una simple bicicleta fuera de las casas, que ella sin dudar habria cogido prestada. Unicamente tenia las propias piernas, que serian mas lentas, pero que tambien eran muy baratas y sobre todo iban siempre con ella. Bajaba y bajaba la montana y a veces las curvas eran tan cerradas que los conductores se asustaban al ver a aquella extravagante mujer corriendo a tales horas por aquel sitio y se preguntarian de donde habria salido.
Por fin llego a la carretera general con la lengua fuera y en una gasolinera pregunto si un taxi que estaba repostando se habia quedado libre. Sudaba como un pollo. Se paso las manos por la cara y noto que las piernas le flaqueaban. Entro en el coche sin esperar una respuesta. Entonces el taxista se asomo por la ventanilla con cara de pocos amigos.
– He terminado el servicio -dijo.
– Llevo una hora buscando taxi -repuso Julia poniendose la mano en el corazon porque le costaba respirar-. Es cuestion de vida o muerte.
El taxista abrio la portezuela.
– No crea que es la primera vez que intentan enganarme dandome pena.
– Si quiere, salgo, pero necesito llegar a mi casa porque me estoy muriendo.
El taxista dudo un segundo.
– ?Y donde es eso?
– Cerca de La Felicidad.
Cuando vio que el taxista se dirigia a su asiento y que ponia el coche en marcha, Julia se recosto y cerro los ojos. Este hombre solo tenia que librarse de ella, llegar a su hogar y descansar, no sabia lo afortunado que era.