En cambio ella lo tenia todo por hacer. Debia recuperar el coche y seguir buscando. No podia relajarse, se desanudo el panuelo de seda blanco y negro debajo de la blusa y lo doblo muy cuidadosamente, tratando de alisar lo mejor posible los picos del nudo. Era un panuelo precioso, la mano resbalaba por la seda con enorme suavidad.
– Dejeme aqui -dijo a unos metros de la discoteca.
El taxista se volvio para decirle cuanto costaba la carrera. Julia le interrumpio.
– Tome -dijo-. Regalele este panuelo a su mujer. Es de seda natural. Le gustara mucho.
– No tiene para pagarme, me lo imaginaba -dijo dando un golpe en el volante.
– Este panuelo cuesta unos tres mil euros. Sale ganando, creame. Y vuelve a casa con un regalo.
Mientras el taxista lo examinaba, ella salio y se dirigio al parking de la discoteca. Oyo que el taxi arrancaba.
Se puso el sujetador detras de una palmera para llevar menos cosas en las manos. Por algunas partes el firmamento ya no estaba tan negro y cuando esto ocurria era porque dentro de nada iba a amanecer. El fresco que corre entre la noche y el amanecer le habia secado el sudor. Respiro hondo y se paso los dedos por el pelo mientras examinaba la puerta del local.
Salieron dos parejas riendose. Tal vez eran los ultimos, ya apenas quedaban coches. El suyo tampoco estaba alli. Se dijo que si milagrosamente lo encontraba aparcado con las llaves puestas, se largaria en el sin pedirle explicaciones a Marcus. No queria perder mas el tiempo porque habia un objetivo que estaba por encima de todos los demas y que daba sentido a todo lo que hacia, porque si Felix y Tito no existieran nada de esto estaria ocurriendo. Asi que no podia distraerse por el camino hacia ellos, no podia extraviarse en ninguna pequena parada ni en ningun pequeno alto. No podia perder la perspectiva. Fue derecha a la puerta.
El portero le bloqueo el paso.
– Ya hemos cerrado.
– Es igual. Marcus me ha dicho que viniera a esta hora. Me esta esperando.
El portero, que no era ni mas ni menos que el clasico portero de discoteca ancho y con cara de saber pegar, empujar y lanzar a cualquiera a varios metros, compuso un gesto de recelo.
– Creo que ya se ha ido.
– Es imposible. Dile que Julia esta aqui. Se trata de un negocio importante para el.
El portero empujo la puerta con desgana. Al andar, los pantalones se le pegaban a los musculosos muslos. Cuidaba mucho su cuerpo. Julia lo siguio, hasta que el se dio cuenta y se volvio enfadado.
– ?Sabes una cosa? -dijo Julia adelantandose a la reganina-. Tienes un fisico espectacular y perdona que te lo diga asi, de sopeton.
– Bueno… -dijo el sin saber que decir-. Marcus esta en aquella mesa al final de la barra. Esta hablando con el jefe.
– ?Con el jefe? ?No es Marcus el dueno de la discoteca?
– ?El dueno? ?Eso te ha dicho?
Julia asintio expectante.
– Hay una diferencia entre ser el dueno y ser el encargado, el relaciones publicas, el que lo lleva todo. Pero no le digas que te lo he dicho, no quiero lios con ese.
En realidad no habia salido de la boca del propio Marcus que el era el jefe, se lo habia dicho Oscar que para el caso era lo mismo. Mientras tanto, iba acercandose a aquella mesa donde habia dos hombres. Ya se habian apagado las luces que hacian resplandecer las camisas blancas y los dientes. La seguridad de Julia empezaba a quebrarse. ?Y si el gran objetivo de Marcus fuese mas poderoso que el suyo?
Felix
Volvio a ducharse rapidamente y se vistio. A la media hora estaba en el hospital. Le alegro mucho ver a Hortensia. Le estaba dando a Julia lo que llamaba la cena. Y a Felix se le ocurrio pensar que tal vez se le podia alimentar de forma natural, pero tampoco podia saber si el seria capaz de tragar estando dormido aunque los musculos respondieran. Cuando se esta dormido se esta en otro sitio y no se come ni se bebe en este. Nada mas se suena que se come y se bebe. Al mismo tiempo Hortensia le hablaba alto y alegremente como solia hacer con cualquier enfermo para animarle y espabilarle.
– Ya veras que paella te vas a comer cuando despiertes. Un banito en la playa y luego una paella con langosta, centollos y ostras, un zumo de naranja, papaya y de postre melon.
Abel la escuchaba con cara de asco balanceando con las piernas cruzadas una de las zapatillas de piel con iniciales grabadas.
– La paella no lleva ostras ni se acompana con zumo -dijo.
Hortensia recogio las gomas y jeringas y se volvio hacia el.
– ?Que sabras tu!
– Esta mujer hace que me ponga peor -dijo en cuanto ella salio-. Creo que si no la viese me recuperaria antes.
Felix no apartaba la vista de Julia. Era terrible estar acostumbrandose a verla asi. Y tambien era terrible no haber querido darse cuenta de que a Julia las cosas no le iban bien, sobre todo cuando tras el parto empezo a deprimirse y a pasarse mas tiempo en la cama dormida que levantada.
Recordaba con nostalgia cuando fuera del hotel en lugar del uniforme llevaba vaqueros, botas y jerseis negros y parecia actriz o estudiante de Bellas Artes. Y cuando se quedaba pensativa, como sonando, con la mirada perdida, entonces parecia mas artista que nunca.
Seguramente el tampoco daba la imagen de un investigador de seguros, porque podia parecer cualquier cosa. Al ser tan del monton, nadie era capaz de clasificarle. Ni gordo ni delgado, ni rubio ni moreno, ni alto ni bajo, ni feo ni guapo. No se consideraba especialmente gracioso ni especialmente culto. Si que era metodico en el trabajo y bastante observador. Seguros, que aburrido, era lo primero que le venia a la cabeza a la gente, pero a el su trabajo le absorbia, le gustaba y habia llegado a saber que funcionaba y que no para conseguir un equipo bastante eficaz. Se habia dado cuenta de que, por ejemplo, habia que desconfiar de las mentes creativas. Solian volar demasiado, imaginaban cosas, y en su trabajo no habia que imaginar nada, no habia que suponer nada, solo saber ver y no distraerse. Los buenos mecanicos de coches con anos y experiencia eran los ideales. Estaban acostumbrados a lo pequeno, a las tuercas, los tornillos, las arandelas, a los imperceptibles ruidos que se desviaban de los normales. Por eso a veces Felix cuando se enfrentaba a un nuevo caso, se metia en la piel del viejo Ivan, que a lo largo de anos y anos habia arreglado miles de trastos en el taller de su padre, sin pensar nada mas que en lo que tenia ante las narices. Abria el capo y empezaba a mirar y a oler, con una escobilla quitaba algo de polvo y seguia mirando para a continuacion ir tocando aqui y alla con la delicadeza de un cirujano. Luego iba a buscar las piezas que le hacian falta. Asi que cuando la aseguradora tenia que pagar una poliza y el asunto no estaba claro y el debia actuar, intentaba que su mente razonase de la manera mas sencilla y practica. Imaginaba que el era Ivan y que abria el capo del coche y que nada mas tenia que dar con el fallo o la rotura que habia alli y en ningun otro sitio. Y con este metodo habia hecho mucho por la empresa. En el fondo le habia ensenado mas Ivan sin saberlo que todos los cursos a los que habia asistido. Unicamente fallo en el robo de la diadema de la novia porque no fue capaz de sentirse por completo el viejo Ivan en el taller. Se lo impedia Julia, que se fue haciendo fuerte en su cabeza y empezaba a ser como esas imagenes agrandadas anormalmente en el cristal y que se mezclan con todo lo que se ve a traves de el. Y luego estuvo torpe en el incendio de los almacenes porque lo bloqueaba su preocupacion por Julia. El no contaba con que la chica del pelo rojo se cruzase en su vida.
Por entonces tenia una novia con la que se sentia comodo. Trabajaba tambien en la aseguradora y estaban pensando en vivir juntos. Pasaban los fines de semana en casas rurales, iban al cine una vez a la semana y se citaban para cenar con parejas parecidas a ellos. Lo normal. No se podia quejar. Pero cuando Julia irrumpio en su vida todo cambio. Se enamoro de ella y el hecho de trabajar en la aseguradora cobro un sentido anadido. El sentido se lo daba haber encontrado a Julia, a la que seguramente nunca habria conocido de no haber tenido que ir al hotel a investigar un robo.
Pero el amor tenia un precio. No se puede querer a otra persona y seguir siendo el mismo de antes. Porque cuando alguien importa de verdad uno se deja invadir. A Felix le invadio Julia porque le abrio una puerta que ni siquiera el sabia que tenia. Era la puerta de la compasion mas profunda, un tipo de compasion que no es pena ni piedad, sino hacer propios los sentimientos de otro sin llegar siquiera a comprenderlos. Y como no los entendia,