habia dejado abierto y que podria saltarse el tramite de averiguar el numero secreto. Tal vez no encontrara nada, pero lo cierto es que hasta que el sueno del bolso no entro en su vida no se le habia ocurrido darle ninguna importancia al movil. Y la tenia porque si estaban registrados, como seria lo normal, los numeros de companeros de trabajo, de amigas, el los llamaria, le pondria el telefono al oido a Julia y les pediria que le hablaran, que dijeran algo para que ella escuchara sus voces conocidas y las recordara y tiraran de ella. Cuantos mas estimulos la conectaran con el exterior, mejor. En cualquier caso necesitaba ponerse manos a la obra y recogio todo con rapidez.
Salio corriendo. Los ascensores tardaban tanto que bajo las escaleras de dos en dos. Llevaba la mochila en la mano. En la calle la luna se reflejaba en los capos. Habia una intensa luna llena, que inundaba la noche de una gran palidez. Como siempre la carretera del puerto se encontraba saturada, asi que trato de atajar por calles que le condujeran a caminos que conectaran con la carretera de la playa. Aunque le costo tanto como ir por la via reglamentaria, al fin vio las letras parpadeantes de La Felicidad y el hormiguero de la entrada. Unos cinco kilometros mas alla debia torcer a la derecha y luego a la izquierda y despues otra vez a la izquierda. Antes siempre le llamaba la atencion La Trompeta Azul, un local pequeno, recluido entre arboles, en que le habria gustado entrar con Julia a tomarse una cerveza negra de importacion. Y por un instante aminoro la marcha aun sabiendo que no llegaria a detenerse porque ese local pertenecia a la vida normal.
Ahora lo prioritario era encontrarle la mayor utilidad posible a la agenda telefonica de Julia. Aparco con una sola maniobra, alguien se habia marchado a divertirse y habia dejado un fantastico hueco cerca de la puerta de entrada. Se habia levantado una ligera brisa. Las plantas que colgaban de todas las tapias por la noche multiplicaban su olor hasta el infinito. Con la mitad de zancadas de lo ordinario llego a su colmena de apartamentos y subio tambien en la mitad de tiempo. Abrio con la llave para no sobresaltar a Tito con el timbre, sin embargo, no pudo evitar que Angelita se asustara. Se asusto bastante, casi dio un grito. Estaba sentada en el sofa delante del televisor con las piernas sobre la mesa de cristal y mimbre. Tito dormitaba a su lado. Seguramente a Julia le habria gustado ver esta escena.
– ?Que susto! -dijo, sorprendida.
Felix no contesto. Fue directo a buscar el cargador del movil de Julia. Estaba en la maleta grande. Oyo como se levantaba su suegra retirando un poco la mesa de cristal y mimbre.
– ?Que ha ocurrido? -pregunto desde la puerta de la habitacion.
Felix enchufo el cargador junto a la mesilla.
– Todo sigue igual, he venido para comprobar algo.
– Voy a calentarte un vaso de leche -dijo dirigiendose a la minuscula cocina, vestida con una camiseta larga que le llegaba por la mitad del muslo. El mimbre de la mesa le habia dejado profundas huellas en las piernas-. ?Que tienes que comprobar?
– Voy a revisar su agenda. He pensado que seria bueno que escuchase unas palabras de companeros del trabajo y amigos por telefono.
– Ya -dijo Angelita poniendo una taza humeante en el pequeno mostrador.
Le tendio la mochila sin que ella hiciese ningun intento por cogerla.
– Mira a ver si hay algo en la mochila que te llame la atencion, algo que a Julia por ejemplo le viniese bien tocar.
– ?No podemos hacerlo manana? Estoy cansada -dijo mirando la mochila sin demasiado interes.
– No tardaras mucho, son pocas cosas.
Felix volco el contenido sobre la mesa redonda del comedor. Los boligrafos, la polvera y el espejo hicieron bastante ruido al caer. De los bolsillos con cremalleras saco las tarjetas y las notas a mano. Angelita se sento derrotada en una silla y empezo a mirarlo todo.
– Son sus cosas -dijo para si-. Creo que son ganas de mortificarnos.
– No, aqui hay algo que es importante para ella. Estoy seguro. Es cuestion de descubrirlo.
Angelita siguio examinando cada tarjeta, cada anotacion. Felix salio a la terraza con la taza en la mano. Tal vez esta noche ya no iria al hospital. Se quedaria aqui y se tomaria algo para dormir porque si no seria incapaz de descansar pensando que ella estaba alli a merced de su gran soledad. Su gran soledad era lo que le atormentaba, una soledad tan descomunal que ni ella podia captarla. Si realmente sonaba, sabria que algo extrano le sucedia, pero no que estaba completamente sola con sus suenos.
– Ya esta -dijo Angelita-, voy a darle un biberon a Tito y luego nos acostaremos.
Ahora ya no habia barreras, esta noche se acababa de abrir el caso de Julia con todas las consecuencias, no le importaba que fuese un caso solo espiritual, si lo pensaba bien todos los casos lo eran. Ya no haria la vista gorda ante nada. Dejaria que los detalles y los datos que fueran saliendo a la luz pasaran a su cabeza en crudo, sin adornos. Asi que ya estaba en disposicion de aceptar que a su suegra se le habia afilado el brillo de sus pequenos y envejecidos ojos, tras revisar los objetos de Julia, como si algo le hubiera llamado la atencion.
– Me gustaria que antes tocaras una por una las cosas que hay ahi.
– ?Lo crees necesario? -dijo con ese nuevo brillo.
– No, asi no -le recrimino Felix viendo que se limitaba a pasar la mano por ellas-, sintiendolas, grabandolas en tu mente.
Angelita era un libro abierto. El cepillo plegable del pelo, la barra de labios y demas objetos de su hija no le impresionaron, la mano no registro el mas minimo sobresalto, sin embargo, al llegar a los papeles con notas y numeros de telefono, Felix detecto el micromovimiento de querer alejarse de ellos y al mismo tiempo de no querer que se notara. Entonces Angelita se levanto y se fue hacia la placa vitroceramica guardando para si lo que habia descubierto o lo que no podia decir. Preparo el biberon en silencio.
Felix muchas veces en su vida habria preferido no darse cuenta de nada, en el colegio por ejemplo habria preferido no ser consciente del rechazo de algun profesor, apenas perceptible si el no fuese como era. No habria perdido nada y habria ganado mucho no enterandose. Y ahora, de no exigirlo las circunstancias, preferiria no saber que estaba ocurriendo en aquellos papeles garabateados. Cada uno sobrevive a su manera y todo el mundo puede conseguirlo porque esa es su obligacion. Asi que Julia con un poco de fuerza e ilusion sobreviviria, y el tambien sobreviviria a cualquier noticia desagradable que pudiera darle su suegra.
Tito se tomo ansiosamente el biberon. Angelita lo cuidaba muy bien, su flaco brazo lo sostenia por la nuca con fuerza como si se hubiera olvidado de la edad y los achaques. Luego le cambio el panal y lo acosto mientras Felix desenchufaba el movil de Julia y lo abria. Reviso las llamadas y los mensajes diciendose que no estaba escudrinando el telefono de Julia, sino del «caso Julia». Y en un eventual informe tendria que hacer constar que su mujer la noche del accidente habia hecho dos llamadas a un numero desconocido para el. Y en este instante no pudo por menos que sentir cierta congoja en el estomago, la congoja de la sospecha. La operacion mental de la sospecha tenia comprobado que podia desencadenar distintas sensaciones con variedad de matices y grados de intensidad. En este caso concreto era muy fuerte, era de congoja.
El mismo numero se repetia la tarde del accidente coincidiendo con la parada en el restaurante de carretera. Posiblemente habia hecho la llamada desde los lavabos, y tambien aparecia los dias anteriores, siempre llamando ella, nunca recibiendola. Con aprension creciente pulso el buzon de voz por si acaso se conservaba algun mensaje antiguo, pero solo habia uno de Angelita y otro del hotel.
Con el movil en la mano miro al techo, como si alli estuviera escrito lo que pensaba. Pensaba que creia haber visto ese numero de telefono en uno de los papeles guardados en el bolso. Fue a la mesa, intento serenarse pensando que se trataria de alguna gestion que llevaba entre manos. Se oyo el ruido de la cisterna, Tito ya debia de estar en la cama. El destinatario se llamaba Marcus. Su nombre estaba apuntado con este mismo numero de movil en un papel que tal vez habia encendido el brillo de los ojos de Angelita. Marcus. ?Seria este nombre el que su subconsciente le habia ordenado que buscase por medio del sueno de la mochila en la playa?
Angelita llego frotandose crema en las manos.
– ?Quien es Marcus?
Ella como respuesta se limito a sentarse frente al televisor, cuyo resplandor parpadeaba en medio de la oscuridad que entraba por la terraza. Permanecio mirandolo con cara ausente. Y Felix considero que las palabras sobraban y que lo mejor era ponerle ante los ojos el papel en que estaban escritos el nombre de Marcus y el telefono.
– No se como explicarlo, puede que este confundida, pero creo que es su amante -dijo Angelita sin dejar de mirar la television.
?Su amante? Era increible, tendria que preguntarle a Angelita como habia llegado a esa conclusion, como lo