Cogio el dinero con la mano izquierda, era zurdo. Llevaba unas botas con puntera que iban con su aspecto general. Y un hombre que llevaba esas botas pensaba bien lo que se ponia encima y lo que queria parecer.

Julia era Libra. Habia nacido el 18 de octubre y su horoscopo de verano le aconsejaba que no corriera riesgos y que fuera flexible en los asuntos del corazon. En el restaurante de carretera habian comprado unas revistas y en el coche Julia habia ido leyendo en voz alta su horoscopo, el de Tito, que era Acuario y el de Felix, que era Capricornio hasta que se quedo dormida. Se rieron porque a Tito le decia que tuviera mucho cuidado al firmar documentos comprometedores. Aun quedaban dos meses para que Julia cumpliera los veintinueve, pero Angelita era de la opinion de que como no pensaba asistir en el hospital al encuentro de Marcus con su hija, se quedaria en el apartamento preparando una tarta de chocolate que a ella le gustaba mucho y que siempre hasta los veinte anos habia estado presente en su cumpleanos sin faltar uno. Estaba segura de que de ser verdad que Julia era capaz de percibir lo que habia a su alrededor la tarta la haria muy feliz.

Felix sintio que se desmoronaba por dentro y no queria que Angelita lo notara. De pronto su plan para despertar a Julia le parecio completamente inutil y lo mas sensato seria llevarla a Tucson, y si en Tucson no podian hacer nada, entonces el ya no sabria que hacer. De todos modos, entre ese momento de desesperanza final y este de desesperanza inicial estaba Tucson. Habia que agarrarse a Tucson como a un clavo ardiendo. Le dijo a Angelita que iba a darse un bano y bajo las escaleras de tres en tres. Casi volaba de pura desesperacion. No podia mas. Necesitaba correr y que el cuerpo no pensara. Que no pensara el corazon, ni el estomago, ni las piernas. Y ojala que tampoco pensara la cabeza. Corrio como un loco por la playa. Arriba y abajo sin cansarse. No podia cansarse porque la rabia y el miedo eran energia de primera, y si no la gastaba explotaria.

Cuando se dejo caer en la arena, se encontraba mejor. Muy bien, estaba Tucson. Tendria que vender el piso para llevarla alli, pero eso no le importaba lo mas minimo, era joven, ya compraria otro. Entonces, ?por que preferia este calvario, ir y venir al hospital e intentar mil cosas antes de llevarla a un centro donde sabrian que hacer con ella? ?Por que se hacia el remolon? Tal vez el ser parte tan interesada en este conflicto no le dejaba pensar con claridad ni actuar bien. Se pregunto que decision tomaria Torres. Optaria por Tucson porque era lo reglamentario. Pero el no era Torres. Por mucho que Torres hubiese resuelto el caso del incendio, Torres no sentia respeto por la verdad sino por lo legal. El mar enviaba su brisa, su sal, su yodo, sus iones envueltos en una transparencia azulada que barria la playa y que le hacia razonar mejor: el doctor Romano no confiaba en que en Tucson fuesen a hacer gran cosa por ella, por eso Felix retrasaba el viaje.

Era el momento de pensar seriamente en Romano. Romano no le habia aportado ningun dato convincente que despejara el camino hacia Tucson y su clinica blanca. Romano tendria que haber llamado ya para informarse sobre la posibilidad del ingreso de Julia por mucho que Felix le hubiese pedido tiempo. Y Romano con algo mas que palabras en la mano tendria que haberle convencido. Lo que ocurria es que para el doctor la clinica de Tucson era una posibilidad remota, casi una fantasia, un lugar en la cabeza del que hablar como se habla de la esperanza o de la fe.

Se sento en la arena. Ni siquiera se habia quitado los pantalones para bajar a la playa, no pensaba banarse. El agua frente a el tenia un gris azulado de una belleza amarga, y penso con toda la fuerza de que era capaz: Julia.

Angelita dijo que Margaret, la duena del apartamento debia de ser una consumada repostera. Habia moldes, varillas, rodillos y muchos artilugios mas made in England e incluso habia encontrado entre las novelas un libro de cocina, pero necesitaria un diccionario para descifrarlo. Debia de haber pasado muchas horas en esta minuscula cocina preparando postres para sus hijos. Tal vez ahora ya fuesen mayores y no quisieran venir aqui de vacaciones. Pero quedaba algo de Margaret, aparte de su foto enmarcada. Aunque fuese un apartamento de tantos, con parecidos muebles asomando por las puertas abiertas de las terrazas, tenia algo muy acogedor. Cuando Angelita estaba en la cocina casi podia sentir la presencia de la bondadosa Margaret y un ligero olor a vainilla que emanaba de la encimera de marmol como si hubiese quedado alli impregnado de por vida. Angelita no podia aportar pruebas cientificas, pero estaba segura de que de la misma forma que se puede escuchar la voz separada de la persona y que se puede oler el olor que alguien ha dejado en un ascensor habia otras cosas que tambien se podian percibir de otro ser humano a pesar de que no estuviera presente. Y Margaret habia dejado mucha paz y amor en este apartamento y aunque las novelas estuvieran en ingles le gustaba cogerlas de vez en cuando y tenerlas abiertas entre las manos. Tenia la clara sensacion de que todo lo que hacia aquella mujer, cocinar y leer y sentarse en la terraza a tomar el sol, lo hacia con un espiritu maravilloso, dando mucho de si misma en todo ello. Y se le ocurria que, de poder respirar Julia este ambiente, mejoraria. Como tal cosa era imposible le haria la mejor tarta de chocolate que habia hecho en su vida en la cocina de Margaret, usando la encimera, sus boles, las mangas pasteleras y cucharas de madera tallada.

Angelita le pidio que comprara en el supermercado harina, chocolate, huevos, vainilla, menta, azucar glas y levadura, de todo lo demas tenian en la cocina.

Mientras Felix buscaba estos ingredientes en las baldas, no queria dejarse llevar por la sospecha de que este pastel, que Julia no podria disfrutar, fuese mas un entretenimiento para Angelita que conveniente para su hija. Lo cierto es que algo tenian que hacer. Inventaban sobre la marcha, no se podian estar quietos contemplando como Julia estaba quieta, y la verdad es que lo unico que Angelita podia hacer por su hija era una tarta que no se iba a comer.

Lo que mas le costo encontrar fue el azucar glas. Una vez en el carro se dirigio a las cajas. No habia accion mas repetitiva que sacar las cosas de un carro para pagar, daba una gran sensacion de normalidad, de que el ciclo no se interrumpia y de que la tierra seguia rotando sobre su eje. Sin embargo, al salir al parking tuvo una sensacion impresionante. Del escape de un coche salio un chorro de humo blanco y la roulotte que habia detras se aplano completamente, como un troquelado que se dobla para de nuevo, ante sus ojos, volver a coger volumen. Felix sacudio la cabeza. Habia sido efecto del humo, pero le parecio impresionante, como si el mundo fuera un juguete, una maqueta en manos de alguien. Seguramente tambien su propio cerebro para relajarle le estaba diciendo que no se tomase nada demasiado en serio, que las cosas son asi porque solo podemos verlas asi.

Se lo habria contado a su suegra, pero dicho en voz alta era una tonteria. Asi que se limito a depositar sobre el marmol que solo a ella le olia a vainilla la bolsa del supermercado. Llevaba puesto sobre una falda muy floreada, que le llegaba casi a los pies, un delantal blanco de anchos tirantes, que debio de pertenecer a Margaret. ?Que torpe habia sido!, ahora comenzaba a comprender y Angelita empezaba a tomar volumen ante sus ojos como la roulotte del parking. Y es que el paulatino e imparable cambio que habia ido observando en ella no respondia, como habia pensado a la ligera, a la necesidad de sentirse mas joven para poder atender a su nieto y a su hija. Lo estaba viendo claro, Angelita queria parecerse a Margaret. Se habia tenido de rubio mas o menos como ella y su nueva ropa no la habia comprado, sino que debia de habersela encontrado en el baul debajo de las mantas, por los cajones de los armarios, en alguna caja. Evidentemente la falda floreada no era de su talla, seria de la de Margaret. Angelita no habia evolucionado, no habia cambiado, se habia trasformado en otra persona para poder hacer frente a la situacion. Asi que, gracias Margaret, quienquiera que fuese.

Felix elevo a su hijo con las manos a su altura. Tito se rio estirando su preciosa cara de par en par, abriendo los ojos grandes y brillantes. Puede que el y nadie mas que el conservara la esencia de lo que todavia era.

Cuando llego al hospital a eso de las dos y media, Abel lo estaba esperando en la puerta de la 407 algo alterado, lo que le produjo a Felix una punzada en el pecho. Lo cierto era que desde que vivia inmerso en el estado de Julia su cuerpo se habia vuelto mas ruidoso y sensible. Sentia punzadas, pequenos dolores, hormigueos, notaba como le corria la sangre por las palmas de las manos y le palpitaba el corazon, y tambien sentia el aire caliente casi ardiendo saliendole por la garganta.

Abel abrio los brazos y las manos huesudas.

– Menos mal que has llegado, no sabia que hacer. Hay un sujeto ahi dentro con Julia.

– ?Es extranjero?

– Creo que si, uno de esos que no se sabe bien de donde son. Dice que tiene tu consentimiento y que no le molestasemos. Por si acaso no pensaba dejarle marchar hasta que llegases -dijo echando una ojeada al guardaespaldas o lo que fuese, que montaba guardia frente a su habitacion.

– Es verdad. No se si he hecho bien o mal, pero lo tiene.

– ?No vas a entrar? -pregunto Abel muy intrigado.

– Aun no -contesto Felix sin poder evitar que todas las facciones de la cara se le reconcentraran en una expresion seguramente lastimosa.

Abel le clavo las falanges en el hombro.

– Venga, hijo, vamos a tomar un cafe. En cuanto ese salga lo sabremos. No te preocupes -dijo haciendole un

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