gesto con la cabeza al guardaespaldas.

Felix se dejo conducir al ascensor, con una lentitud exasperante, y del ascensor al pasillo, y por el pasillo a la bulliciosa cafeteria, unico lugar que recordaba el mundo de fuera.

– Si no fuese porque voy en pijama, nos ibamos a tomar algo por ahi -dijo Abel mirando las palmeras del jardin.

A Felix le habria gustado sonreir, pero no podia.

Abel lo observaba con algo en los ojos que podria ser compasion aunque era dificil saber si hacia Felix o hacia si mismo.

– Desahogate -dijo-. Lo que me digas me lo llevare a la tumba literalmente hablando. Tengo los dias contados. Soy tu oportunidad de poder descargar en alguien. Y ahora te vas a tomar un buen conac, aunque aqui solo tendran brandy.

Felix se dejo hacer. Hacia tanto que nadie se ocupaba de el. Si lo pensaba bien, se habia llegado a acostumbrar a que nadie se preocupara por sus cosas. Y este anciano enfermo tenia razon, a veces dar con alguien que quiera escucharte no es tan facil. El mismo solo escuchaba a la gente por obligacion, porque era su trabajo y a veces por habito de escuchar, pero sin interes. Accedio a ponerle de su copa un chorro de Napoleon en el descafeinado y le conto todo lo de Marcus lo mas objetivamente que pudo.

Abel paladeaba cada sorbo de cafe y de vuelta a los ascensores con un paso mas ligero que antes le pregunto.

– ?Quieres de verdad a tu mujer?, ?la quieres como a un brazo tuyo?, ?la quieres tanto como a tu hijo?

Felix en un acto reflejo cogio a Abel por el codo para ayudarle a entrar en el ascensor. Era hueso y nada mas que hueso.

– Creo que si -dijo.

– Entonces olvidate de ese. No le des mas dinero.

Para el era muy facil hablar asi. Desde el umbral de la muerte las cosas se verian mas desnudas, sin los ropajes y florituras que inevitablemente les anade el futuro.

Cuando subieron, Marcus se habia marchado. La habitacion olia a colonia de hombre, mas en las proximidades de Julia. Mas en la butaca donde debia de haber estado sentado. Felix abrio de par en par la puerta del pasillo para airear el cuarto, puesto que la ventana estaba hermeticamente cerrada. El semblante de Julia no era de felicidad. Estaba profundamente disgustada y dormida.

A las seis y media de la tarde, penso que era la hora de ir a buscar a Angelita, Tito y la tarta que Angelita habia estado haciendo toda la manana.

Julia

Arranco el coche y se dirigio sin dudar hacia el pueblo. Alli la esperaba el proximo objetivo, el restaurante Los Gavilanes y la mesa que habia reservado dias atras para nueve personas a las dos y media, con la intencion de que cuando no llegase nadie el encargado llamase al numero de Felix, y que Felix comprendiese que era una manera de decirle donde encontrarla. Confiaba en que los hilos que unirian al encargado con el mundo de Felix no estarian tan rotos como los suyos. Procuraria aparcar cerca y estar vigilando la puerta con los dos boj a los lados a las dos treinta. Pero hasta entonces podria hacer unas cuantas visitas, la primera al hospital. En un semaforo le echo valor y pregunto por la ventanilla a otro conductor si era domingo. El otro afirmo entre extranado y receloso, ?como podia alguien no saber en que dia de la semana vivia por mucho que se hubiese relajado en vacaciones?

Aunque intuia que la visita al hospital iba a ser inutil, no queria descartar ninguna posibilidad antes de empezar a gritar de desesperacion. Para llegar habia que circular por el interior entre bloques de casas y comercios menos turisticos, que hacian pensar en una vida autentica. Otra vez las palmeras y las batas blancas, las camillas y la recepcionista del microfono inalambrico, que no entendia lo que Julia queria decirle. ?Como iba nadie a preguntar por un paciente que no existia? Aquello no era un hotel y no tomaban recados para nadie. Bastante tenian con lo que tenian.

En el tablon no habia ninguna nota de Felix. Tras revisarlo varias veces se quedo unos minutos apurando el estar alli sin saber que mas podia intentar, hasta que la situacion llego a ser completamente absurda y salio. Regreso a territorio mas conocido por la carretera del puerto. Al ser domingo se encontraba saturada de coches y tardo mas de la cuenta en poder aparcar en la explanada acostumbrada, cerca de la comisaria.

Mira por donde podria subir y preguntar una vez mas, pero despues de lo que le habia ocurrido a Marcus, despues de su muerte, le parecia que entrar alli seria tentar la suerte porque todo el mundo notaria lo culpable que se sentia, y paso de largo. Pero al volver la cabeza y mirar el edificio sintio que no estaba completo, que faltaba algo. Tuvo la misma impresion que con esos pasatiempos en que dos dibujos son iguales y en uno de ellos hay que descubrir siete errores.

Faltaba el grupo de africanos y Monique, lo que le daba bastante aire de soledad al edificio. Se habrian marchado a la playa a tumbarse al sol como lagartos. Tambien faltaba el barco que hacia el trayecto a Ibiza y las redes tendidas al sol. Iba andando hacia Los Gavilanes. Solo eran las dos. Tenia la impresion de que le habia cundido mucho el tiempo. Hoy solo olia a pescado vivo y lejano, el que traia la brisa del mar. Habia desaparecido el denso y concentrado de la lonja. Por cierto, no veia la lonja, puede que la hubiese dejado atras. Iria distraida. Se volvio a mirar. Era el este y la luz intensamente blanca del sol se le clavo en los ojos. Volvio a acordarse de las gafas de sol. Por un segundo penso que se habia quedado ciega. Se coloco la mano de visera, pero continuaba sin distinguir la lonja. De espaldas al sol tampoco la vio. Estaria confundida, y la lonja se encontraria mucho mas adelante o mucho mas atras. No era la primera vez que pensaba que algo estaba en un sitio y luego estaba en otro, o que un lugar estaba en una direccion y luego estaba en otra. Los africanos podian no haber acudido hoy y el barco de Ibiza haberse marchado a Ibiza, en cambio la lonja no podia moverse del sitio, asi que seria cuestion de buscarla, pero no ahora. Ahora no tenia ganas de buscar la lonja, porque no la necesitaba para nada. Lo que necesitaba era beber algo. Llevaba sin beber desde que desayuno y notaba que los jugos se le iban secando en el pecho y en la garganta. Si hubiese tenido que hablar con alguien no habria podido.

Subio por el paseo central hacia arriba, hacia la sucursal bancaria. Tanto la sucursal como el supermercado estaban en la misma direccion. Como el banco estaria cerrado, iria al supermercado, entraria en el bano y beberia agua aunque fuese del grifo. Lo increible era que tenia la sensacion de que en este paseo habia palmeras, palmeras que sombreaban los bancos de piedra. Evidentemente seria una jugarreta de la imaginacion, del deseo de ver palmeras aqui, porque en este momento no habia ninguna. El sol caia de plano y se colaba entre los puntos grises y negros del cemento.

La presencia del banco con la oferta del deposito pegada en el cristal le confirmo que no se habia equivocado de trayecto. Hoy no habia mercadillo. Miro hacia arriba en busca del cartel del supermercado, que siempre habia visto desde aqui, menos en este momento. En este instante no lo veia. Quiza se habia caido o lo habian descolgado para repararlo. Siguio adelante y adelante. No daba con el super y ya tendria que haber llegado. Tuvo miedo de deshidratarse. Algo le estaba pasando. Se desorientaba y no localizaba lugares donde habia estado antes, como si desaparecieran del mundo o como si el mundo fuera desapareciendo poco a poco. Si vio por pura casualidad, sin ser consciente de que calles habia cruzado ni cuanto se habia desviado del punto donde debia estar el supermercado y no estaba, el bar de pescado frito en que habia entrado una vez.

Pidio una botella de agua bien fria y pregunto donde estaba el supermercado, no daba con el. El camarero se encogio de hombros. Era extranjero, acababa de llegar y no se habia fijado en ningun supermercado. Bueno, que mas daba, de todos modos no era conveniente volver a ver a Oscar. Puede que le hubiera contado algo a la policia y que estuvieran esperandola. El agua le pasaba por la garganta maravillosamente fresca.

Si esto ocurre, ocurrira por algo, ?verdad?, pregunto a los seres invisibles. Gracias a ellos mantenia la esperanza. Su presencia significaba que habia muchas cosas que no entendia y entre ellas estaba la desaparicion de Felix y Tito. Tambien podria ser que aquellas voces y aquellas manos que la tocaban de vez en cuando salieran de su propia cabeza. Tal vez el lunes si todo seguia igual deberia acercarse al hospital y contarles que no sabia quien era ni donde estaba, que al salir del apartamento la primera noche de su llegada a Las Marinas se desoriento completamente y que no sabia volver y que ademas habia sufrido un episodio en que le parecia que algunas cosas desaparecian, se evaporaban, como si solo se las hubiera imaginado, y que aunque ella pensaba correctamente y no encontraba nada raro en su forma de actuar y de discurrir, sabia que lo que le sucedia no era normal y por tanto algo fallaba, ella o el mundo, y para ser sensatos lo mas probable era que fallase ella. Solo habia una objecion, y era que si sabia quien era y donde estaba. Sabia todo de su vida.

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