Ahora mientras iba bebiendo poco a poco de la botella se daba cuenta de que habia estado a punto de desvanecerse por el calor. Comenzaba a sentir la cabeza mas clara y por tanto ahora veria la calle como realmente era. Tiro hacia el puerto por el paseo. ?Mierda! ?Esta si que era buena! Antes no habia palmeras y ahora no habia bancos de piedra. Recordaba que habia permanecido sentada en uno durante bastante rato frente a la sucursal. Puede que los hubiesen retirado por algun motivo y que al pasar por ellos hacia un momento nada mas hubiese creido que los veia. En realidad se habia fijado en que ya no habia palmeras, pero no en que hubiese bancos. A los lados del paseo habia una via de subida y otra de bajada por la que ahora circulaban pocos coches. Era mediodia, la hora de comer. Ya eran las tres menos cuarto. Apreto el paso. Al llegar a la carretera del puerto, el trafico habia disminuido y perfectamente habria podido aparcar cerca del restaurante, lo que no pensaba hacer, no queria arriesgarse a llegar tarde y perder la que consideraba una gran oportunidad. En todo este extrano tiempo nunca habia tenido un objetivo tan bueno, tan lleno de posibilidades.

Al pasar por la ventana de Los Gavilanes, vio la gran mesa redonda vacia y se aposto enfrente observando los movimientos de los camareros y el maitre que habia anotado su pedido. Habia gente esperando junto a una pequena barra de madera. A las tres menos diez el maitre miro el reloj y se dirigio al libro de citas. Anoto algo y a continuacion sento a unos clientes en la mesa. Los clientes se miraron sorprendidos, habian tenido suerte, pero jamas sabrian por que. Julia se quedo mirando el puerto. Apenas quedaban embarcaciones, era como si todo el mundo se hubiera lanzado a navegar. El sol era un hueco transparente, brillante y perfectamente redondo en el cielo. Respiro hondo. Una pareja que habia estado leyendo con parsimonia la carta de platos expuesta en una hornacina en la pared se decidio a entrar y abrio la puerta.

Fue entonces cuando del interior llego aquel olor.

Olor a chocolate con vainilla y menta.

El encargado pidio a la pareja que esperase junto a la pequena barra en penumbra y luego miro a Julia tratando de recordar.

– Tengo una mesa reservada a nombre de Felix.

El encargado se puso en guardia.

– Lo siento, pero esta ocupada, han tardado ustedes demasiado. He esperado media hora.

Mentia, no habia llegado a la media hora, pero para el caso daba igual.

– ?Por que no llamo al numero que le di antes de ocuparla?

– ?Quien ha dicho que no he llamado? Llame -dijo el encargado con severidad-, pero no contesto nadie, y usted comprendera que en estas fechas…

Mentia, no habia llamado, pero ese detalle ahora no importaba mucho porque Julia hacia tiempo que habia llegado a la conclusion inconsciente de que no era por el telefono como se iba a comunicar con Felix. Comenzaba a comprender que, bien porque ella no estuviera en sus cabales o porque no lo estaba el mundo, el caso es que las cosas ya no funcionaban como antes y este habia sido su gran error, intentar seguir las pautas de la vida que habia perdido.

El olor se hacia mas y mas intenso. Era maravilloso, le creaba una profunda emocion. Recordo con toda claridad la cocina de grandes baldosas blancas y muebles de madera donde su madre le hacia un pastel que olia exactamente igual y que jamas habia vuelto a encontrarse en otro lugar. Su madre decia que usaba un ingrediente secreto que le daba aquel matiz un poco picante y tambien decia que las medidas eran fundamentales para que oliese asi. Se le llenaron los ojos de lagrimas, no podia mas, tenia que hacer un ultimo esfuerzo y no sabia cual era.

– No se preocupe, lo entiendo perfectamente -le dijo el encargado.

El encargado miraba por encima de la cabeza de Julia como entraba mas gente.

– Disculpe -dijo yendo hacia la puerta-. Estamos a tope.

Julia aprovecho para adentrarse en el pasillo que seguramente conducia a la cocina. El olor era cada vez mas intenso. Un camarero con una bandeja en la mano le dijo que el bano se encontraba en el otro pasillo. Julia le dio las gracias y siguio adelante. Empujo unas puertas abatibles y tres cocineros con delantales blancos se la quedaron mirando unos segundos.

Al final de una larga encimera de marmol habia una mujer tambien con delantal y gorro blancos. Alisaba con una espatula el chocolate de una fabulosa tarta. La mujer levanto la cara hacia ella. No le resultaba desconocida esta mujer. Tendria sesenta anos y enseguida se notaba que era extranjera. Cara rellena y afable, por el gorro se le escapaban rizos estropajosos. Sobre el marmol estaban dispuestos en fila muchos cacharros de reposteria que Julia no sabia para que servirian y que resultaba muy agradable ver.

Acababa de comprender por que razon habia elegido este restaurante hacia unos dias. El verdadero motivo era la tarta.

– Perdone -dijo Julia-. He olido su maravilloso pastel desde fuera. Me trae muchos recuerdos. Es exactamente igual que el que me hacia mi madre cuando era pequena. ?Como conoce esta receta?

La cocinera hablaba con acento ingles.

– Este es un pastel de cumpleanos. Ahora pondre «Muchas felicidades» y un nombre. Es una receta mas complicada de lo que parece porque hay que medir muy bien los ingredientes.

– Si, pero ?como la sabe?

– Me la dio la senora que lo encargo. Es fantastica esta receta. Ahora tengo que terminarla. A las cinco hay que llevarselo y se tiene que enfriar.

– A las cinco. Lo comprendo. Perdone. ?Recuerda el nombre que tiene que poner?

La cocinera la miro y aunque no entendia su curiosidad parecio apiadarse de ella. Se limpio las manos con un pano e hizo el intento de buscar en los bolsillos del delantal, hasta que una voz detras de ellas, la llamo.

– Margaret, al telefono.

Era el encargado, que miraba a Julia con cara de malhumor.

– Por favor, senora. Estamos trabajando.

Julia se encontraba muy alterada cuando salio. ?Que dia era hoy? No, no era el cumpleanos de Tito. Tito nacio en invierno. Y ademas seria demasiada casualidad que fuese para el. Llevaba la botella de agua en la mano. Bebio un poco mas, esta vez por hacer algo. Quiza tuviese hambre, no estaba segura. Quiza el que todo el mundo coma mas o menos a las mismas horas sirva como recordatorio de que hay que comer. Ya no le quedaba dinero, como mucho para otra botella, lo que le advertia que deberia racionarse el agua. Esperaria a la tarde para comer. Preferia comprarse otra botella de agua y esperar. Tenia un plan.

Anduvo ligera hacia el coche. Y de pronto se dio cuenta de que la cabeza le habia estado doliendo todo el tiempo porque en este instante habia dejado de dolerle y era como si hubiese perdido veinte kilos de peso cerebral de golpe. Lanzo la mirada al frente, y al lanzarla echo de menos algo. Le parecio que la comisaria no estaba. No era posible que la comisaria no estuviera en su sitio. Seria un efecto del calor. El calor ablanda y mueve las imagenes. Por eso probablemente tampoco veia la lonja. Con toda seguridad esta situacion absurda y la mala alimentacion le estaban afectando. Por fortuna, el coche relucia bajo una capa de polvo. Lo abrio y espero un poco a que saliera una fuerte bocanada de calor. Juraria que lo habia dejado debajo de un arbol, pero ya no estaba. Fuera el arbol, le daba igual el arbol. Ahora habia que concentrarse en la tarta y en Margaret.

La tarta y Margaret.

Solo quedaba su coche en la carretera del puerto. La gente estaria comiendo y echando la siesta. Y no tuvo problema para aparcar delante del restaurante. No queria perderlo de vista, no queria no poder verlo como le habia pasado con el supermercado, la lonja, las palmeras. Repaso bien la fachada. En el piso superior habia dos balcones y desde abajo se veian las cabezas de los clientes inclinarse hacia los platos. Ahora se daba cuenta de que tenia dos pisos, por eso habia tanto jaleo en la cocina. ?Y si tenia dos entradas? Estuvo tentada de ir a la calle de atras para comprobarlo, quiza alli hubiese aparcada una furgoneta de reparto del restaurante. Pero desistio. No se atrevio a abandonar este puesto de observacion y aventurarse por calles que no conocia y que podrian obligarla a ver el restaurante y la situacion de otra manera. Y no queria verlo de otra manera, queria verlo exactamente asi.

Ni siquiera cuando Tito vino al mundo la espera fue tan angustiosa. Estaba a punto de desmoralizarse y de pensar que jamas veria a alguien con la tarta saliendo de Los Gavilanes y metiendose en un coche para llevarla dondequiera que la hubiesen pedido. Y tambien sabia que debia mantener el deseo, fuera cual fuera, para que algo sucediera. Tal vez fuera una estupidez centrar todas sus esperanzas en la tarta, pero era lo que la hacia no desfallecer y seguir deseando encontrar el camino de Felix y Tito. A estas alturas no se le ocurria que mas habria por ahi que pudiera crearle un sentimiento tan fuerte.

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