que se hiciese una cosa u otra, que se tomase un camino u otro, ni tampoco resolveria nada pensar mucho, porque el universo seguiria su marcha sin sentido. ?Que le parecia a ella, habia leyes o no? No tenia ni idea, probablemente no habia ninguna. Se habia perdido sin ningun proposito y solo existia y dirigia sus pasos el deseo de encontrar a su familia. De todos modos, cuando iba a meterse en el coche, lo penso mejor y volvio a cerrarlo.
Aprovecho que salia una pareja de jubilados para entrar en Las Dunas, por probar ya que estaba alli. El problema era que tampoco recordaba el numero del apartamento. Fue Felix quien hizo la reserva por Internet y ella se dejo llevar. Siempre era Felix quien se encargaba de todo lo que se pudiera reservar, comprar o consultar por Internet porque lo usaba mucho en su trabajo, ella estaba mas vigilada en este sentido y ademas debia estar atenta a los clientes del bar y no disponia de tiempo ni tranquilidad para esto. Busco la piscina, corazon de este tipo de construcciones de veraneo. En el fondo de su alma esperaba ver a Felix y Tito entre su resplandor. Pero en lo mas superficial de su alma tambien presentia que no iba a ser asi. El unico banista era un hombre, que nadaba a braza para desperezarse. Desde alli se veian las terrazas de algunos apartamentos con toallas y banadores colgados en las barandillas. Miro en todas direcciones y a la desesperada se situo de pie sobre un banco de brillantes mosaicos para que Felix, si es que en ese momento estaba mirando, pudiera localizarla. Por el nombre no eran estos los apartamentos, pero por la situacion podrian serlo, asi que debia intentarlo.
Toda el agua de la piscina se removio cuando el hombre se impulso con las manos en el bordillo para salir. Era bastante grande, un viejo atleta de tendones gruesos y nudosos, unidos por cuerdas debajo de la piel tostada. Tenia el pelo blanco y amarillo. Sus miradas se cruzaron y Julia aprovecho para pedirle auxilio con los ojos. Si a su edad no era capaz de comprender que aquella persona necesitaba ayuda, significaria que no habia aprendido nada en la vida. Aunque tambien seria probable que le bastara y sobrara con su propio ser.
Estadisticamente hablando podria ser aleman. Se habria comprado un apartamento aqui antes de que los precios de la construccion se dispararan y ahora lo que querria era absorber la mayor cantidad posible de vitamina D y a poder ser tener una aventura, aunque con mucha discrecion porque su esposa alemana estaria arriba disfrutando de un rato de intimidad para ella sola. El enorme aleman fue hacia una toalla junto a la que habia un libro de bolsillo, una novela de Patricia Highsmith, con las hojas dobladas por la brisa, la arena y el sol.
Julia se alejo hacia el pasadizo que mas le recordaba al de la noche anterior. Doblo un recodo y se interno por otro pasadizo mas. Ahora tenia que subir unas escaleras. Las subio deseando oir llorar a Tito de un momento a otro. Daba la impresion de que su llanto estaba retenido en el aire y que en cuanto las leyes de la naturaleza lo liberasen estallaria y la vida volveria a ser normal. En el segundo descansillo una nina de unos diez anos bajo seguida de otra de siete u ocho. Iban atropellandose y riendose y Julia les hizo detenerse. Tardaron unos segundos en reaccionar como si les costase distinguirla. A Julia sus rostros le resultaron vaga y nebulosamente familiares, igual que si los hubiese visto en suenos o en alguna fotografia.
– ?Os suena que haya en alguno de estos apartamentos un hombre de unos cuarenta anos con un nino pequeno?
– ?Como de pequeno? -pregunto la mayor.
– Un nino que aun no anda, de panales. ?Habeis oido llorar a algun nino?
– Solo a mi hermano -dijo.
La otra nina miraba fijamente a Julia, hasta que empezaron a empujarse otra vez escalera abajo.
En cada rellano habia dos puertas pintadas en azul anil. Subio uno mas. Tenia que llamar a un timbre y pulso el de la derecha, en esto no habia duda, esa era la puerta a la que debia llamar.
Tal como se temia abrio un individuo que no era Felix, iba en banador, sin afeitar, con el pelo revuelto y tenia cara de no estar dispuesto a hacer ningun esfuerzo por ser simpatico en vacaciones.
– Perdone -dijo-. Me he confundido.
El abrio la boca solo para bostezar y dio un portazo. Julia se encontraba en el tercer y ultimo piso. Descendio al segundo y al primero, sin que descubriera nada significativo en ellos. Podria internarse por otros pasadizos y llamar a otras puertas azules, lo que le llevaria todo el dia o quizas dos. ?Cuantos apartamentos habria alli? ?Mil? Puede que mas. Y ademas era muy improbable que fuera este el complejo que buscaba. Podria ser que al ir a la farmacia hubiese cruzado el pueblo en direccion contraria y que las cosas no hubieran ocurrido como ella creia.
Paso de nuevo por la piscina. La piel del aleman brillaba como el cuero bajo el sol. Tenia un color entre marron y rojo. El libro yacia junto a la cabeza. Al verla, se medio incorporo pesadamente. Sonrio a Julia como si este segundo encuentro hubiera creado un vinculo entre ellos. Ella se la devolvio. El extranjero parecia dispuesto a hablar.
– Mas tarde ya no se puede tomar el sol -dijo continuando alguna conversacion que hubiesen mantenido en otra vida.
Julia asintio.
– A las doce ya no hay quien lo aguante.
El mientras la escuchaba se retiro un mechon amarillo de la frente. El sol le hacia entrecerrar los ojos. Se apoyaba con los codos en el cesped y tenia una pierna sobre otra. Por el acento, no parecia aleman, sino ingles.
– ?Ha visto pasar por aqui a un hombre de unos cuarenta anos con un nino de seis meses?
Nego con la cabeza despues de traducir la frase mentalmente.
– Creo que no, pero he tenido los ojos cerrados un rato.
No importaba. Gracias de todos modos.
Julia echo un vistazo por si entre la hierba descubriese un movil. Estaba segura de que este simpatico turista no se lo negaria, pero no habia ninguno, y no parecia necesitarlo, no parecia anorar a nadie, lo que le daba un aire de hombre con ganas de conocer gente y de vivir el presente. Tendria unos setenta anos y su corpulencia casi obligaba a verlo vestido de militar. Podria ser un militar jubilado.
Al poner el coche en marcha sin rumbo fijo, una vez desestimado el lejano letrero de Las Adelfas III, se dio cuenta de la poca gasolina que le quedaba. Desde que salieron de Madrid no habian vuelto a llenar el deposito por su culpa. El caso es que habian parado en uno de esos complejos de carretera con gasolinera y restaurante, llenos hasta los topes. Cuando lograron tomarse el cafe, a codazos como quien dice, la gasolinera estaba imposible, en todos los surtidores habia cola, y Julia convencio a Felix de seguir y llenar el deposito al dia siguiente. Felix era tan previsor que incluso una tonteria asi le hacia mover la cabeza, pesaroso, como quien esta arriesgando mucho. Y mira por donde, como casi siempre, llevaba razon. Si le hubiese hecho caso ahora tendria un problema menos.
Saco el dinero del bolsillo. Disponia de ocho euros. Asi que por lo menos cinco debia reservarlos para gasolina, los otros tres para llamar por telefono. En El Yate se habia dejado alegremente dos euros. Cada movimiento que hacia le costaba dinero, por lo que habia llegado el momento de centrarse y valorar la situacion. Felix a estas horas ya estaria buscandola. A cambio de coche el tenia dinero y tarjetas de credito. Podia coger taxis, alquilar otro coche y contratar a alguien que cuidara de Tito mientras iba de aca para alla, lo que Julia esperaba ardientemente que no hiciera porque le desagradaba la idea de que su hijo se quedara a cargo de desconocidos. Tito necesitaba que le masajearan la espalda despues de tomar el biberon para expulsar los gases, si no se pondria muy irritable y lloraria sin parar. Tambien estaba algo estrenido y habia que darle una cucharadita de zumo de naranja. Y para que se durmiera habia que pasarle el dedo un rato por el entrecejo. Asi que confiaba en que Felix por muy preocupado que se encontrara por ella no dejara a su hijo en manos ajenas.
Trato de ponerse en la piel de su marido. Probablemente lo primero que habria hecho seria preguntar en el hospital y despues en la comisaria. Ella en lugar de dar vueltas a lo loco quiza deberia seguir sus pasos. Por muy embarazoso que resultara explicar que se habia perdido, seria la forma mas directa de acabar con esta situacion. Se habia levantado un poco de aire, pero venia tan caliente y salado que le escocian los ojos. Los pantalones a pesar de ser de lino fino se le pegaban mojados a los muslos y al culo.
En la carretera del puerto, tal como habia sucedido a la llegada la noche anterior, el trafico era denso. Parada ante un semaforo que cambiaba de verde a rojo sin avanzar, le empezo a desesperar como se iba gastando la gasolina tontamente y eso que no habia encendido la refrigeracion. Hasta que vio la puerta de la comisaria envuelta en el verde azulado del mar y pudo aparcar en un solar atestado de coches. Penso que en medio de todo tenia suerte.