para operar. Manos pequenas, delgadas y agiles. Durante la conversacion, no habia parado de meterlas en los bolsillos de la bata moviendolas como dos animalillos inquietos.

– No se desanime, tenga paciencia. Manana pasare de nuevo y para cualquier cambio que considere importante estoy en mi consulta.

Nada mas salir volvio a entrar invirtiendo en ello una gran cantidad de pasos cortos y rapidos.

– Procure que su hijo cambie de aires.

Julia

Hasta la hora de volver al banco, ya tenia marcado un objetivo: ir a la playa de Poniente en busca de otro complejo Adelfas. Podria hacer tiempo en el mercadillo, porque en cuanto a las dos del mediodia hablase con el director de la sucursal y dispusiese de un movil y la gasolina que quisiera para el coche todo resultaria mas facil, entonces podria recorrer el resto de complejos, tal como le habian sugerido en la comisaria, de un modo menos trabajoso. Y quiza lo habria esperado de no haber escuchado el extrano llanto de Tito. El querido llanto de Tito la empujaba a no detener la busqueda. Mientras tuviese fuerzas debia intentarlo todo en cada minuto, absolutamente todo.

Tardo en llegar andando a Poniente mas de media hora y a los cinco minutos de marcha ya se habia bebido los dos pequenos vasos de agua. Las Adelfas II caia escalonadamente sobre la arena. Era muy grande y nuevo o por lo menos desde lejos lo parecia. Antes de llegar entro en el lavabo de uno de los restaurantes que extendian sus terrazas sombreadas por toldos casi hasta la orilla del mar. Los manteles verdes estaban sujetos a las mesas por pasadores metalicos para evitar que se los llevase el viento. Habia bandera roja y las olas llegaban cargadas de espuma. El ambiente resultaba atronador.

Por fortuna, el bano aun estaba limpio y pudo sentarse tranquilamente en la taza. Este momento de recogimiento la reconforto, como si dentro de su soledad aun se pudiera aislar un poco mas. El esfuerzo que tuvo que hacer para descargar todo lo que tenia dentro la revitalizo y la despejo. Se lavo las manos, la cara y puso la boca bajo el chorro del grifo, pero no se trago el agua porque sabia ligeramente salada. El tipico problema de los pueblos turisticos de la zona, por eso Felix y ella habian comprado una garrafa de agua mineral por el camino, para no tener que salir corriendo a buscarla al llegar. Y mira por donde se les habia olvidado la leche. Le tranquilizo pensar que por lo menos durante la noche Tito no habria pasado sed. Y ahora ya todo eso seria historia, el abastecimiento estaria solucionado.

Se sentia mejor, incomparablemente mejor que hacia un rato. Fue hasta Las Adelfas II por un estrecho paseo que separaba los edificios de la arena. Caminaba con paso rapido. A su derecha se sucedian torres de apartamentos, hoteles, pizzerias, hamburgueserias, marisquerias y heladerias con cucuruchos gigantes de plastico adornando la puerta. El complejo segun se acercaba se iba haciendo inabarcable a la vista. Busco una calle por las inmediaciones semejante a la del verdadero Adelfas en que aparcaron el coche al llegar la noche anterior. Podria ser una situada en la parte posterior. Se detuvo en ella y se la imagino de noche. Recordo que olia a azahar y a madreselva y a todas esas plantas mediterraneas que se mezclan como si alguien hubiese abierto un gran tarro de pomada, igual que ahora.

Pero, para no enganarse, ese olor estaba en todas partes. Busco el sitio, a unos metros de la puerta de entrada, en que podrian haber aparcado. Aunque, a decir verdad, se sentia confusa porque habia varias entradas y porque la memoria ya estaba contaminada con la visita hecha a Las Dunas esta misma manana. Puede que sin darse cuenta lo que tenia en la cabeza fuese ese conjunto de apartamentos y no el verdadero. Lo cierto era que cada paso que daba la iba alejando mas y mas de los detalles que capto la noche anterior y los que percibio al subir al coche para marcharse a comprar la leche. Ahora se daba cuenta de que en general se fijaba mucho menos en las cosas de lo que creia, la realidad era que se fijaba muy poco. Si en este momento cerrase los ojos, no sabria como era de larga la calle, ni el color exacto de la verja de entrada. ?Azul? No, no era azul, era gris tirando a negro.

La verja estaba abierta. Alguien, harto de tener que usar la llave, la habia encajado para que no se cerrase del todo. Seria muy molesto tener que ir a banarse con dinero, llaves y movil. Felix en cuanto aterrizaba en la playa no soportaba esas pequenas servidumbres. Salia a la playa unicamente con el banador. No queria toalla, ni gafas de sol, nada de lo que tuviera que estar pendiente. Ahora en cambio deberia tener mucho cuidado con no olvidarse los biberones, los panales, con ponerle a Tito la gorra y siempre una camiseta aunque estuviese en la sombra. Debia evitar pensar en Tito de esta manera porque la debilitaba. Estaba con su padre y estaba a salvo, eso era lo importante.

Felix era mas fuerte de caracter que ella. Puede que al dedicarse a resolver los casos de fraude de la aseguradora estuviera familiarizado con la otra cara de la gente, la que no se ensena y que de este modo hubiera aprendido a no dejarse arrastrar por las emociones. Aunque tambien podria ser que por su caracter hubiese acabado en este oficio. Desde que se conocieron hacia dos anos Julia dedujo que era muy bueno en su trabajo. Era abogado y enseguida comenzo a especializarse en los casos dudosos y turbios. Por lo visto la empresa se ahorraba mucho dinero con el y la seguridad habia aumentado de manera ostensible. Precisamente Julia y el se conocieron cuando fue al hotel en que ella trabajaba a investigar el robo de la diadema de la novia.

Entro y comenzo a pisar grava. ?Habia grava en el Adelfas verdadero? Hizo un esfuerzo para recordar, pero el detalle de la grava habia desaparecido en las arenas movedizas de la mente. Estaba llegando a la conclusion de que no habia nada tan poco fiable como la mente. No habia nada tan poco fiable como una persona, como unos ojos, unos oidos y una boca. En Las Dunas por la manana habia caminado sobre una linea de piedra caliza rosa igual que esta, aunque tambien creia haber visto grava en torno a los arbustos y las plantas. Se podria pensar que la ornamentacion de las areas comunes de este tipo de zonas residenciales constaba de los mismos elementos, y que solo cambiaba la distribucion. Felix sabria inmediatamente que detalles deberia o no desechar, pero ella no tenia ni idea. Todo le parecia importante e inutil al mismo tiempo.

Se interno por un pasadizo para llegar a la piscina. Tenia el vago recuerdo de que la piscina en el Adelfas verdadero la habia presentido mas que visto. Ahora los ninos jugaban felices en un agua de un azul tan intenso que se podia masticar mientras sus madres tomaban el sol. ?En que estarian pensando las madres? ?En que pensaria ella si estuviese aqui tumbada al sol con Tito a su lado? Y ?en que estaria pensando ahora su propia madre?

Su madre, su madre. ?Para que llamarla? El capital que llevaba en el bolsillo mermaria por lo menos en dos euros, y su madre no podria hacer nada desde su casa alejada del aeropuerto, de las estaciones de tren y de autobuses, alejada del mundo en las afueras de Madrid, ademas no lo entenderia, tendria que explicarle una y otra vez que no sabia por que no era capaz de encontrar el apartamento. Levanto los ojos a un azul mas profundo que el de la piscina. El color azul conseguia que este mundo pareciera placentero y completamente irreal, una fantasia. Si alarmaba a su madre, saldria corriendo en su ayuda y podria caerse y romperse un hueso y entonces Julia tendria que cuidar de ella y no podria dedicarse en cuerpo y alma a buscar a Felix y Tito. Si lo pensaba bien, se recordaba estando siempre muy preocupada por su madre porque su madre era muy sensible y cualquier mala contestacion o desaire o una mirada desabrida podian amargarle el dia.

Como era mucho mayor que el resto de madres, en el colegio solian preguntarle si era su abuela o si ella era adoptada, lo que naturalmente nunca se habia atrevido a preguntarle a su vez a su madre. Para sus adentros la pequena Julia consideraba que su madre era especial, no solo porque fuera distinta, sino porque tenia en su poder el anillo luminoso.

Era lo unico de autentico valor que poseian y ni en los momentos de mayor apuro economico a su madre se le paso por la cabeza venderlo, por la sencilla razon de que se lo regalo su marido, el padre de Julia, antes de morir y sin el se sentia verdaderamente sin nada. Julia lo llamaba luminoso porque su gran piedra amarillenta brillaba un poco en la oscuridad y deslumbraba a la luz del sol. La piedra iba engarzada en una pieza maciza de oro que simulaba a los lados los picos de las coronas y que nada mas habia visto en los cuadros de ambientacion medieval. A Julia le encantaba ponerselo con un panuelo de seda blanco y negro de su madre, que como tenia los dedos mas anchos que los suyos se lo debia ajustar con algodon incluso a dia de hoy.

Hizo el recorrido hacia el apartamento que en cierta manera tenia grabado en alguna parte de la memoria. Subio los escalones que tenia que subir como si estuviera siguiendo los pasos de una vida anterior y cuando llego el momento de pararse ante una puerta se paro y llamo. Entonces oyo una voz de hombre.

– ?Voy! -dijo la voz con toda claridad.

Era la de Felix, estaba segura. Por fin habia llegado, los brazos y las piernas se le aflojaron, igual que si hubiera corrido diez kilometros sin parar. Oyo unas profundas pisadas aproximandose dentro del

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