apartamento.

Cuando conocio a Felix mientras trabajaba en el robo de la diadema de la novia, no le parecio nada del otro mundo, ni siquiera daba la impresion de que su trabajo tuviera un interes especial. Para estar investigando, no hacia preguntas astutas, ni tomaba notas, ni tenia la mirada penetrante que se le supone a alguien que se dedica a descubrir la verdad entre mentiras y malas artes. Mas bien las gafas arrinconaban la mirada a un segundo o tercer plano. Ademas, los ojos tenian el poco brillo de estar siempre encerrados. Y por eso lo que mejor se recordaba de el era la voz, suave y joven. Una voz que daba la impresion de haberse quedado estancada en los veinte anos. No era guapo ni lo pretendia y era evidente que otro en su lugar se habria sacado mas partido.

Pero lo que mas aprendio a apreciar de el era su enorme capacidad de comprension. Comprendia todas las situaciones, todos los puntos de vista, por que alguien robaba o mataba. Tenia ese don, lo que no quiere decir que justificara nada, sino que al comprender las acciones humanas no se asustaba ni se asombraba y no se dejaba llevar por los nervios. Para Julia ese caracter le vendria de su padre o de su madre. Hasta que los conocio, claro, y descubrio que su padre y el no se parecian en nada en absoluto.

Su padre era un hombre anormalmente iracundo, que se ponia rojo y saltaba por nada. Daba la impresion de tener el sistema nervioso tan irritable que a la minima podria echar chispas de todos los colores. Era mas bajo que Felix y enjuto por tanto desgaste nervioso, con los ojos pequenos y rapidos, sagaces. A veces era simpatico, pero algo le avisaba a uno de que no debia bajar la guardia porque al minuto siguiente podria cambiar.

Vivian en Toledo y eran propietarios de un taller de coches, bastante grande especializado en la marca Renault, con diez operarios y dos o tres empleados en la oficina. Julia y Felix llegaron alli un mediodia y ni siquiera se quedaron a dormir. Felix estaba deseando marcharse. Comieron todos juntos unos manjares que a la madre de Felix le habria llevado varios dias preparar y por la tarde fueron a visitar el taller, que habia sido el negocio del que habia vivido la familia desde que Felix nacio. En el fondo la mas sorprendente era la madre de Felix. Una senora gruesa y saludable que no hacia ningun caso de los altibajos de su marido y sobre todo no la acobardaban. Varias veces en el transcurso de unas pocas horas se pegaron unas cuantas voces y se insultaron. Felix los miraba como debia de haberlos mirado millones de veces a lo largo de su vida, impotente, resignado y decepcionado porque sabia que nunca entrarian en razon y porque era imposible que fueran como el habria querido.

De poder elegir, el habria preferido que su padre fuese Ivan, el encargado del taller. Un hombre de aspecto sensato y tranquilo, que incomprensiblemente llevaba treinta anos trabajando con el padre de Felix, lo que hacia pensar que el padre de Felix no era tan peligroso como parecia. Felix e Ivan se dieron un abrazo muy afectuoso y luego estuvieron charlando un rato de motores de una forma en que nunca hablaria Felix con su padre. Cuando Julia y Felix se subieron al coche para marcharse, el suspiro aliviado y durante el viaje le hablo del viejo Ivan como Felix llamaba a Ivan de un modo en que jamas le oiria hablar de su padre.

Julia volvio a verlos brevemente y por ultima vez el dia de la boda. Parecian fuera de lugar, apagados, callados y observando lo que ocurria como si se encontraran a varios kilometros de alli.

Los pasos del otro lado de la puerta llegaron a su destino, y abrio una chica de unos dieciocho anos, alta y corpulenta. Debia de pesar sus buenos ochenta kilos. Era muy rubia y muy blanca. Un tipo de mujer que gustaba en los tiempos de Rubens y que ahora en ese sentido estaba fuera de juego. Llevaba pantalon corto y la parte de arriba del bikini. Se quedo mirando a Julia directamente a los ojos. Se leia en ellos que era una chica dificil, por lo que Julia trato de trasmitirle la idea de que la vida en general era dificil, pero que aun no se hacia una idea de hasta que punto. No parecieron entenderse.

– Perdona, creo que me he equivocado de piso.

La chica sin molestarse en hablar cerro la puerta tras ella. Aparecio un balon en sus manos. Seguramente seria buena en deportes, en esto las munecas no podrian competir con ella. Pero antes de que pudiera adelantarla escaleras abajo, saltando los escalones de cinco en cinco, Julia le dio el alto.

– Disculpa, quiero preguntarte algo muy, muy importante.

La chica se apoyo en la pared con un golpe seco y se abrazo al balon.

– ?Has visto a un hombre de cuarenta anos con un nino de seis meses? Se trata de mi marido y mi hijo y los estoy buscando.

A la chica esto le hizo gracia. Enseno dos dientes delanteros bastante separados entre si.

– ?Los estas buscando? ?Es que los has perdido?

Julia asintio con la cabeza. Tambien se apoyo en la pared de enfrente.

– Anoche llegamos de viaje a estos apartamentos o a otros como estos, pero se nos habia olvidado la leche del nino y fui a comprarla a una farmacia por los alrededores del pueblo. A la vuelta no fui capaz de encontrar el apartamento y asi estoy desde entonces.

– Vaya tonta -dijo la chica con toda razon.

Julia tenia ganas de llorar.

– Es ridiculo, ?verdad? Dicen que hay por lo menos cinco complejos Adelfas y no se en cual los deje.

La chica parecio compadecerse un poco.

– He visto a varios hombres de cuarenta anos con ninos asi. Este sitio es un zoo.

Julia la miro suplicante. Cada vez tenia mas ganas de llorar. Tanto tiempo sola yendo de aca para alla y ahora estaba a punto de desmoronarse delante de esta criatura, como si la angustia o la impotencia siempre necesitaran testigos para salir afuera.

– ?Podrias dejarme el movil? El mio me lo han robado.

La chica se paso las manos por los costados del pantalon para demostrar que no mentia.

– Nunca lo llevo cuando voy a jugar al voleibol.

Una vez abajo la chica echo a correr con sus potentes pisadas, y Julia permanecio un instante parada preguntandose de donde habia salido la voz de Felix. Seria una alucinacion, deseaba tanto oirla que la habia imaginado, no se le ocurria otra explicacion, aunque siguiera sin entender nada.

Fue hasta la piscina central y abrio una ducha. Se refresco los brazos y la cara con la boca abierta. Las gotas de agua entraban en la boca como si fuera lluvia, una lluvia algo aspera, pero fresca. Luego metio toda la cabeza debajo de la ducha. Las gotas que le caian del pelo le mojaron la camisa. Creia que estaba llorando. No queria, pero no lo podia remediar como si estuviera escrito en el libro de la vida que en Las Adelfas II al final debia llorar. Se metio por completo bajo la ducha. Cerro los ojos y los abrio cuando la ducha se cerro automaticamente.

Toda la gente de dentro y fuera del agua la miraba. Dejaron de nadar, de leer y de pensar en sus cosas para mirarla. Las zapatillas le chorreaban y le pesaban. Maullaron al pisar el cesped. Vaya loca. Sentia una enorme verguenza de como la observaban. Por lo menos habia dos ninos igual que Tito y dos madres igual que ella en el borde de la piscina. Los padres podian parecerse a Felix antes de verlos de cerca.

Fuera la gente pasaba cansinamente con toallas al hombro camino de la playa. No se podia mirar hacia ningun lado sin encontrarse con espectaculares rayos de sol. Caian sobre los hombros y se clavaban en los ojos. Sentia los pies completamente cocidos dentro de las Adidas. Despues de esto y tras cinco anos de servicio tendria que tirarlas y empezar con las rozaduras de otras nuevas. Julia tenia la piel muy sensible, solo soportaba las fibras naturales, algodon, lino, pura lana virgen, y de metales, el oro, aunque no abusaba de el porque le resultaba demasiado llamativo.

Anduvo hasta la mitad de la arena por unas tablillas de madera extendidas hasta alli. En la orilla se quito las zapatillas y hundio los pies en el agua. Era tan agradable que se daria un bano si no fuese porque debia llegar a tiempo al banco. Saco las plantillas de las zapatillas y las estrujo con la mano. La chica de Rubens estaba jugando al voleibol. Una de las companeras la llamo por su nombre, Rosana.

Rosana, Rosana, ?de donde venia ese nombre? ?Por que sabia que se llamaba Rosana Cortes? Tenia el pelo rubio y lacio y los hombros rojos, y de pronto, como atendiendo a una orden, se volvio hacia Julia, tambien parecia preguntarse donde la habia visto antes. A Julia le caia bien. Las dos, cada una a su modo, tenian que luchar contra la corriente. Se saludaron con las manos, las levantaron espontaneamente, puede que la chica un instante antes. Con toda seguridad se estaban despidiendo para siempre.

Paso de nuevo por los manteles verdes, que ahora se movian mucho menos. El peso del sol lo inmovilizaba todo. Camino por la arena con las zapatillas en la mano y los pantalones remangados hasta el saliente de rocas que dividia la playa y que la obligaba a seguir por el interior. Asi que tuvo que volver a calzarse y empezar a andar deprisa. No estaba segura de cuanto tiempo se habia entretenido en Las Adelfas II, pero todo indicaba que demasiado. Y no podia caminar mas rapido porque no habia dormido bien en el coche y le dolia un costado cuando forzaba la marcha y porque tenia sed. En ningun otro momento de su vida habia reparado tanto en estas pequenas y constantes necesidades.

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