Llevaba la ultima imagen de Julia tendida en la cama como si se la hubiesen implantado en el cerebro. Aunque pensara en otras cosas, siempre estaba ahi, traspasando cualquier otra vision. Solamente las urgencias de Tito eran tan ciegas y persistentes como esta imagen. Cuando Tito tenia hambre no se podia esperar, ni cuando tenia sed, ni calor, ni gases. Todo era urgente e ineludible para Tito, el mundo tenia que funcionar a su ritmo.

Julia estaba tendida en la cama y ni siquiera lo sabia. Probablemente ya tampoco sabria que tenia un hijo, ni podria imaginarse que estaba haciendo su marido. Y no importaba porque ella en estos momentos no tenia nada que ver con lo que aqui ocurria porque a ella no le estaba ocurriendo. Las gafas se le escurrian con el sudor y separo la mano de la cabeza de su hijo para subirselas y llamar a un taxi. Le pregunto al taxista donde podria alquilar un coche.

Era la primera vez que veia el apartamento de dia. El marmol blanco del suelo lo hacia luminoso y fresco. Se quito los nauticos y anduvo de aca para alla sin poder evitar tener una sensacion bastante agradable. Puso a Tito en una de las dos camas con las almohadas a los lados por si se movia mucho. Dormitaba espatarrado, ajeno a lo problematico que era el mundo y a su propia existencia, mas o menos como el mismo Felix tambien se sentia ajeno al funcionamiento del universo. Se fue a la cama grande, necesitaba estar solo un rato.

Se desnudo, primero se dejo puestos los calzoncillos y luego se los quito. La brisa empujaba las cortinas hasta las piernas. Tuvo una ereccion, algo completamente involuntario, que no entranaba placer, o en todo caso se trataba de un placer amargo. Le ocurria de nino cuando se sentia fuera de lugar o bajo la tension de un examen o cuando su padre se enfurecia, y en la adolescencia alguna que otra vez cuando una situacion le desbordaba y perdia el control. En esas ocasiones se sentia muy mal porque no era dueno de sus actos y porque no habia nada erotico o sexual que lo provocase sino la angustia, el sentirse perdido, el necesitar liberarse de si mismo. Le asqueaba que esas sensaciones vinieran solas, sin buscarlas. Hacia bastantes anos que no le ocurria y sobre todo jamas le habia ocurrido en su vida en comun con Julia. Por lo que esto era un aviso y un claro retroceso. Descargo mecanicamente este impulso con la mayor rapidez que pudo, por quitarselo de encima y llorando por Julia. Y continuo llorando cuando termino, y dejo que Julia con su pelo rizado y rojo extendido sobre la almohada de la cama del hospital, unida por gomas al gotero, se agrandara en su mente, que se hiciera tan inmensa que no cupiese en la habitacion. Cerro los ojos y recito, esponja, cepillo, camison, cremas, gel de ducha, colonia suave, y se juro que esto no volveria a repetirse porque ya no era un nino y su mujer y su hijo lo necesitaban y sobre todo porque cuando ya se ha conquistado un territorio no se puede volver atras ni ser el de antes. Y el se habia conquistado a si mismo, se habia disciplinado y se habia hecho fuerte. Asi que este desafortunado episodio haria como que no habia ocurrido o que habia ocurrido en otro mundo y se quedo dormido.

Lo desperto el llanto de Tito. Habia pasado mas de una hora. Y puede que su hijo llevase mucho tiempo haciendo ruidos, pero el estaba tan dormido que a no ser por el llanto estridente hubiese seguido asi cien anos. Por supuesto ningun adulto seria capaz de una proeza semejante.

Ni siquiera recordaba lo que habia sonado, algo de la playa, algo de olas espumosas. Le puso en la boca el biberon con lo que quedaba del zumo de pera. Tito lo sujeto con sus manos regordetas, y el se coloco las gafas y miro al reloj, eran las tres y media de la tarde, no le extranaba que el pequeno se hubiese enfurecido asi. Ahora le tocaba una papilla de cereales.

Metio unas cervezas en este pequeno frigorifico para gente de medio metro, y una en el congelador. Menos la leche de Tito habian traido desde Madrid papel higienico, cervezas, arroz, dodotis, pan de molde y mermelada. Tras darle de comer al nino, puso una rebanada en un tostador muy antiguo made in England. Los armarios de la cocina al abrirlos despidieron olor a caneria. Y despues de dudar si colocar aquellas cosas, las dejo como estaban porque tal vez tendrian que trasladar a Julia a otra clinica en Madrid. No podrian mantenerse en esta situacion indefinidamente, por lo que no queria acomodarse a nada, queria que el equipaje estuviese por en medio como se dejo antes del accidente, queria sentir la provisionalidad de la situacion de todas las formas posibles. El mismo olor de la tostada estaba fuera de lugar. La mordio sin ganas, por pura supervivencia.

Para ir de la cocina al salon solo tenia que dar tres pasos. Cuatro hasta la mesa de comedor redonda, cinco hasta un arcon. Lo abrio con la mano libre de la tostada. Habia edredones y mantas. En una vitrina colgada en la pared, un juego de cafe con escenas de caza y piezas sueltas que debian de dejar en recuerdo los distintos inquilinos del apartamento. En las estanterias novelas policiacas, que pertenecian a la duena, Margaret Sherwood. En la terraza habia dos tumbonas de aluminio, una mesa de teca y un tendedero plegable. En su cuarto, Tito se entretenia solo, daba patadas y se reia a ratos, como si estuviera comunicandose con un ser invisible. Probablemente le gustaba ver las florecillas azules del papel de la pared a juego con las colchas y las cortinas solo que de tamano mas grande. Las cortinas llegaban hasta el suelo porque cubrian un pequeno balcon, que dejaba entrar el chapoteo de la piscina. Era una habitacion alegre y llena de vida. Abrio los primeros cajones de un sifonier rojo, uno de los pocos muebles que no era azul en el apartamento.

Julia y Felix ya habian alquilado apartamentos de este tipo varios fines de semana, en Semana Santa y el verano anterior y en todos ellos los rastros personales de los duenos eran muy escasos. Solo se podia apreciar como eran por el gusto en la decoracion casi siempre muy elemental, con abundancia de mimbre y colores alegres. Sin embargo, en este apartamento se notaba que Tom y Margaret habian pasado largas temporadas y que habian usado mucho la tetera, la tostadora y el horno, piezas pesadas, con la marca grabada en metal grueso, piezas antiguas con aire de museo. La huella de esta pareja era tan profunda que se podia tener la sensacion de estar allanando su morada.

Le cambio el panal a Tito, lo vistio con colores alegres y tambien se vistio el. Se puso la misma ropa que se habia quitado un rato antes y que habia dejado en la silla, unos vaqueros y un polo vino burdeos. Casi todos los pantalones y camisas y sueteres que usaba eran muy parecidos. Y solo el y Julia apreciaban la diferencia. Por lo menos sabia lo que tenia que hacer. Estaba claro, no habia posibilidad de eleccion. Le parecia haber visto un gran supermercado cuando condujo del hospital aqui. Compraria las cosas que necesitaba Julia y algo para el y tarros de comida preparada para ninos. Una vez de vuelta le haria una papilla de frutas a Tito y le daria un buen bano. El tambien se ducharia, y con ropa limpia se marcharian al hospital a pasar la noche.

Una hora despues bordeaba la piscina con Tito en un brazo y cuatro bolsas colgando de la otra mano. Las gafas le resbalaban por el sudor nariz abajo, pero no podia hacer nada. Eran las seis y media de la tarde. Los ninos gritaban entre burbujas azules. Los padres se dejaban tostar por el sol con una quietud desesperante. Detras del muro que rodeaba la urbanizacion se oia el estallar de las olas. Sin querer, le venia la imagen de la espuma jabonosa deshaciendose en la arena. Pero no queria dejarse tentar, ese mundo estaba bien ahi fuera, lejos de sus ojos hasta que Julia pudiese verlo tambien.

Cuando tanto Tito como el estuvieron perfectamente aseados, coloco sobre la mesa del comedor las cosas que habia comprado para Julia. Luego busco en su bolsa de aseo las cremas a las que se habia referido la enfermera, de nombre Hortensia, no debia olvidarlo, una locion para el cuerpo y otra para la cara y revolvio en la maleta para dar con uno de sus camisones. Encontro dos tal vez demasiado transparentes y demasiado bonitos y sedosos al tacto para un hospital. Uno era blanco y otro de color melocoton. Normalmente a Julia le gustaba dormir con camisetas gastadas por el uso y estos camisones estaban mas que nada de adorno en los cajones de la comoda y en la maleta cuando salian de viaje, y mira por donde, ahora los necesitaba. El resto de la ropa de momento no le servia para nada. Cogio el de color melocoton.

Nunca habria imaginado que los bikinis de Julia o una de sus blusas o las chanclas con que pensaba ir hasta la playa pudieran conmoverle tanto. Eran como los trozos de su normalidad.

Antes de salir, comprobo si habia echado en la bolsa de osos los tarros de comida y los dos biberones ya preparados y que solo habria que calentar. De todos modos, se llevaria el paquete de leche por si acaso y lleno otro biberon con agua fresca. Chupete, sonajero, un muneco de goma. En el armario metalico del hospital habia dejado tres panales y ahora habia decidido llevarse otros cuatro, pero le parecio exagerado y dejo uno. Un par de camisetas y pantalones de felpa. El mundo microscopico de su hijo le ataba a lo mas mundano aunque no quisiera. Una cosa eran las ideas, las preocupaciones, las teorias y todo lo que ocurria en la cabeza, y otra, los biberones, los panales y vigilar que bebiera suficiente agua y que el chupete no se cayera al suelo. Aunque estaba acostumbrado a cambiarle y a darle de comer y llevarle al medico, hasta ahora no habia tenido una vision de conjunto de todas sus necesidades que eran tantas que se pregunto como podria haberse hecho tan numerosa una especie de seres tan debiles e indefensos.

Julia

Un poco mas, se dijo. Paradojicamente segun andaba hacia el supermercado este se alejaba mas y mas de

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