El camino hacia el banco se hacia interminable. Ademas tenia miedo de perderse otra vez, de que el pueblo con su puerto y sus playas a derecha e izquierda volviera a darse la vuelta. Aunque poco, aun disponia de dinero para comprarse una botella de agua, pero no podia entretenerse, no era el momento de beber. Era mucho mejor llegar a tiempo a la sucursal para disponer de todo el dinero y el agua que quisiera. Un esfuerzo mas. Cuando por fin se vio en el puerto, esquivo las redes extendidas al sol. De la lonja sacaban cajas de madera chorreantes. Lo veia todo con los ojos empanados por el calor. Por supuesto no le daria tiempo de echar un vistazo al coche aparcado en la explanada, asi que sin intentarlo tiro hacia la calle principal. La recorria bajo las palmeras y gracias a sus sombras soporto este ultimo tramo. Las piernas le flaqueaban y sentia la angustia tipica de ir a desvanecerse. Le hacia resistir la idea de la sucursal y su aire acondicionado, empujar la puerta de cristal, dejar el llavero en la taquilla y entrar por fin en el paraiso.

Para asegurarse, pregunto la hora. Gracias a Dios eran las dos menos seis minutos cuando vio ante ella el escaparate con la oferta del fondo de inversiones y las copas de cristal. La miro con reservas porque hacia unas dieciseis horas que desconfiaba de todo. Desde que salio a comprar la leche para Tito los hilos invisibles que la ataban a su vida normal se habian roto y estaba empezando a comprender que la manera de hacer las cosas antes ya no servia.

Una punzada agria le atraveso el estomago. La puerta del banco estaba cerrada. El peor de los presentimientos se habia cumplido. ?Es que no podia salirle algo al derecho? Era para volverse loca. Dentro se movian empleados. Pulso el timbre. Tal como se temia no le hicieron caso, asi es que volvio a llamar con un timbrazo largo y sostenido. Rocio le hizo el gesto de que estaba cerrado sin mostrar ningun sintoma de reconocerla. Julia le enseno la muneca donde normalmente llevaba un reloj y como si efectivamente lo llevara se dio un golpe con el dedo. En contestacion, Rocio formo un dos romano con los dedos indice y corazon. A las dos cerraban. Julia hizo un gesto negativo con la mano indicando que aun no eran las dos y pronuncio la palabra director todo lo remarcada y alto que pudo. Rocio se encogio de hombros y se dio media vuelta con su blusa de seda de hacia cinco temporadas.

Sintio un odio ciego hacia aquella mujer. Por ningun cliente ni companero de trabajo habia llegado Julia a sentir un odio semejante. Permanecio parada, sin saber que hacer, la sucursal no abria por la tarde. Se habia quedado apenas sin dinero, sin agua, y sin objetivo y necesitaba pensar en algo. Se sento en un banco de piedra del paseo, en el mas proximo. Apoyo los codos en las piernas y la cara en las manos sin quitarle ojo a la puerta. ?Y si los esperase a la salida?, en algun momento tendrian que salir de alli y entonces abordaria al director, al que distinguiria por ser el nuevo del grupo. Habia sido tan amable con ella por telefono que seguramente no sabia que no la habian dejado entrar.

A las tres menos cuarto seguian pasando siluetas entre la cristaleria del escaparate, entre las lamas de las persianas y las luces que habian encendido. Fue entonces cuando, quiza porque habia dejado que trabajara el subconsciente mientras esperaba alelada verlos salir por la puerta, una sospecha se formo en su mente abrasada por el calor de mediodia: en su anterior visita no habia hablado por telefono con el director de la sucursal, sino con el cliente forrado de pasta que habia abandonado antes que ella las oficinas. Ahora lo veia claro. El cliente y Rocio estan de pie, lo suficiente para que el se haga cargo de la situacion y quiera echar una mano a su amiga Rocio y asi garantizarse las maximas atenciones de la sucursal. Por eso mira a Julia friamente, porque esta de parte de los otros. Entonces, para aparentemente no complicar mas las cosas, dice que volvera luego y le hace a Rocio un gesto de despedida con la mano.

Julia entrecerro los ojos para centrarse mas en este recuerdo, buscando detalles que se hubiesen quedado dentro del recuerdo. Y de hecho algo le llamaba ahora la atencion, algo a lo que en aquel momento no le dio importancia: en la palma de la mano con la que el decia adios a Rocio tenia un movil, de lo que se podia deducir que no se estaba despidiendo, sino mostrandole el movil, diciendole: llamame al movil que me hare pasar por el director de la sucursal y te despejare el camino. ?Como no se habia dado cuenta? La voz del cliente y la del director eran la misma, no habia diferencias entre ellas como para asegurar que eran distintas. Pero sobre todo le ponia en la pista el que la actitud de la hija de puta de Rocio hubiese cambiado nada mas salir el por la puerta, ?que otras complicidades habrian establecido con las miradas y los sobreentendidos y mil matices que ella no habia captado?

La saco de estas consideraciones el ver a un motorista con dos pizzas en las manos llamando al timbre del banco y a Rocio salir precipitadamente a abrirle. Julia se levanto de un salto dispuesta a correr hacia la puerta, pero enseguida comprendio que era inutil. Actuaron tan deprisa que toda la operacion de abrir la puerta, coger las pizzas, pagar y volver a cerrar duro medio minuto. Era evidente que el tiempo estaba de parte de ellos. Cerraron mas las lamas de las persianas, querrian comerse las pizzas a gusto, sin testigos molestos, con agua fresca o con cerveza helada, con coca-colas y con el aire acondicionado tan fuerte que algunos llevaban jerseis.

Segun estaban las cosas no se atrevia a tocar los ocho euros que le quedaban. Debia reservarlos para llamar por telefono o para echar gasolina. A estas horas en el mercadillo estarian recogiendo los puestos. Sabia que siempre quedaba alguna naranja por el suelo, una sandia con un golpe, pero al levantarse para dirigirse hacia alli, vio algo mas. Detras del mercadillo flotaban en el aire unas grandes letras en que ponia supermarket. Era la primera vez que se fijaba en ellas. Parecia que las hubiesen puesto alli para crearle un nuevo objetivo hacia el que ir. Un buen supermercado era lo que necesitaba. Un supermercado lleno de cosas era lo unico que ahora mismo podia animarla a volver a la carga e intentar atravesar un resplandor tan pesado.

Felix

A mediodia Felix ya habia bajado un par de veces a la cafeteria con Tito en brazos. Le lleno un biberon de zumo de pera y se tomo otro cafe. Buscaba cualquier excusa para no tener que ver minuto tras minuto el cuerpo durmiente de Julia. La enfermera de la noche anterior la lavo pasandole con rapidez, pero sin brusquedad, la esponja jabonosa por el cuerpo. La seco con suaves toques de toalla y le cambio aquella tela azul abierta por detras que llamaban camison. Se notaba que estaba acostumbrada a manejar con destreza todo tipo de cuerpos, luego le pregunto a Felix si tenia un cepillo para peinarla. Seguramente puso gesto de agobio por el tono tranquilizador que adopto ella.

– Conviene que traiga una bolsa de aseo con sus cosas. Una esponja mas natural que esta del hospital, alguna colonia fresca, las cremas que ella use para el cuerpo y el rostro. Dele ligeros masajes con la crema, refresquele la cara. Hablele, cuentele cosas. Tenga en cuenta que aunque no este viva de la misma forma que nosotros continua estando viva.

Felix la escuchaba desconsolado y, lo peor de todo, completamente bloqueado, sin poder reaccionar a lo que escuchaba. Sabia que debia preguntar algo, aprovechar la situacion para pedir mas detalles, pero ahora mismo le resultaba imposible pensar. Solo se le ocurrio una cosa.

– Necesito marcharme unas horas para organizarlo todo.

Esperaba que esta mujer experimentada y fortalecida por las desgracias ajenas, y quien sabe si no tambien propias, le dijera que no se preocupara por nada y que se marchara tranquilo, pero no se lo dijo. Dejo la palangana en el pequeno cuarto de bano y la brazada de ropa sucia en un carrito que bloqueaba la entrada a la habitacion y que era una senal clara de que en ese momento no se podia entrar.

Alguien la llamo por su nombre, Hortensia, y ella respondio en voz alta que no tenia cuatro manos. Luego se quito las gafas, que quedaron colgando de una cadenilla sobre el pecho y se marcho. Llevaba el pelo muy corto y tenia el aspecto de ponerse por las mananas bajo el fuerte chorro de la ducha, secarse con una toalla aspera, vestirse y sin mas tonterias salir a convivir con las penas del mundo.

– Hortensia -dijo Felix, llamandola por su nombre, que era lo primero que habia que retener de un cliente porque su propio nombre era algo que a todo el mundo le gustaba escuchar-, habra visto de todo en este hospital. Habra visto casos como el de mi mujer.

– ?Ay! -exclamo asintiendo, como quien efectivamente ha visto demasiado-. Algunos encuentran el camino de vuelta y otros, no. Depende de lo que les espere fuera. Y la verdad es que algunos tienen mas suerte. La suerte funciona en todas partes.

– ?Cree que puedo ayudarla?

– Siempre se puede ayudar, lo que ocurre es que la mayoria de las veces no se sabe como.

Tuvo que andar hasta la parada de taxis con el sol abriendole el craneo. Habia decidido dejar el capazo en el hospital y llevar a Tito en brazos y colgarse la bolsa de los osos al hombro. Luego se dio cuenta de que no habia sido buena idea. Los dos sudaban a chorros. La mano libre pendia sobre la pequena cabeza de su hijo a modo de sombrilla porque entre las muchas cosas terribles que le podrian ocurrir a un nino una era la deshidratacion.

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