vacio que se olvida por vacio, que se olvida si no se escribe y reescribe con la obsesion disciplinada con la que el lo escribia. Pero seria ironico que yo, el que le hace el juego al sistema, el que comercio cada manana con mi corbata, el que recibo al senor Esteve (ese hombre sin metafisica que viene a hablar de un credito personal al 9,5 por ciento), consiguiera escribir la novela que el no fue capaz ni de comenzar, la novela que ya imagino desde el principio hasta el final, hasta este final que escribo, este final que tambien podria ser un principio, un principio que me llevase a Antonio, que me llevase a transformarlo, a tergiversarlo, a fabularlo, a reinventarlo en su patetismo desgarrador, a convertirlo en un Pedro Damian cualquiera. [37] A inventarle el pequeno triunfo que no fue capaz de ganarse por si mismo, un pequeno triunfo en forma de premio literario que coincida con su muerte: una muerte inventada para un hermano inventado, un hermano que tal vez nunca existio mas que como un momento de mis pensamientos, un hermano que nunca murio ni escribio en este ordenador que desaparece cuando dejo de imaginarlo, al igual que ese viejo editor que se escapa con una mulata a Puerto Rico, al igual que Teresa Galvez y que ese prologuista que prologa una novela emblematica de un ampurdanes imposible, una novela que nunca tomo forma concreta, que se desvanecio justo cuando parecia que podria servirme como arma para mi venganza, como manifiesto testimonial de mi mala leche contra el mundo, contra mi maltratado personaje, contra mi.

Ha oscurecido. Manana tendre que volver al banco. Mi agenda me indica que la jornada estara repleta de visitas que no podre eludir. Alguien me hace notar que no ha oscurecido, que no me hallo escribiendo frente al ordenador de mi hermano, que yo no soy quien creo ser, que la novela que ya casi leo no ha existido ni existira, que es solo el reflejo de una soledad sin esperanza, de un exilio de mi mismo, del delirio circular que inevitablemente vivo y revivo…

En los altos cristales de la biblioteca reverbero el sol de las seis. Una vehemencia de luz ultima exalto un reflejo en la brunida escultura de bronce. Por el aire y el silencio de la gran sala se esparcia una reconocible musica de jazz que llegaba desde algun lugar lejano, irreal. Luis Lopez se froto el menton con la mano y luego preparo el papel y el lapiz. Certero, convencido, con el pulso firme de los cabalistas antiguos, se acomodo frente al escritorio publico imaginando que lo hacia frente al ordenador de su hermano. Luego, tras un suspiro que parecio anticipar futuras felicidades, escribio el comienzo de la novela: «Cuando era mas joven mi padre siempre me decia: hijo, cuesta mucho salir de la fila, yo lo he conseguido, tu no lo vas a conseguir jamas, pero no te preocupes, ya te he dejado bien situado en la parrilla de salida. Hay gente que nace con carisma, destinada a triunfar, pero ese no es tu caso».

Carlos Caneque

***
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[1] El autor se refiere aqui a la primera especie de residuos que Wilfredo Pareto asociaba en su interminable Tratado de Sociologia General con aquellos individuos que, como el leon maquiaveliano, eran portadores de la innovacion y del progreso.

[2] El autor alude aqui al escritor madrileno Luis Puente, que con su novela El sincero fingidor alcanzo gran notoriedad en la Espana de finales del siglo xx.

[3] Segun me tarareo el propio autor pocos meses antes de morir, en realidad estaba sonando Waltz for Debby. Quiero hacer notar este pequeno detalle a pesar de que para el caso -el lenguaje escrito en palabras- da un poco lo mismo. Sobre el tema de la musica en la obra de Gilabert, vease el trabajo de Samuel Harrigan titulado The Music in the Novels of G. H. Gilabert. The University of New Mexico, N.M.U Press, 2014.

[4] Hoy sabemos que el autor estaba familiarizado con los innovadores hallazgos de Massimo Piranesi en el campo de la terapia de la enajenacion. Para Piranesi, la inmersion acuatica a elevadas temperaturas produce en el ser humano una depuracion espiritual, una reordenacion de prioridades, que, en casos extremos, puede llegar a inducir al sujeto a un trance religioso de extraordinaria profundidad. La misma experiencia ha sido descrita por el neurologo Arturo Homedes como una recuperacion sucedanea del liquido placentario materno.

[5] En el original en catalan, la frase entre parentesis es una traduccion literal de otra de Borges, lo que nos ha animado a traducirla directamente con las palabras del autor argentino, que, en este caso, convierten la frase en castellano en el original del original. En lo sucesivo, obraremos de igual forma cuando vuelvan a repetirse casos similares.

[6] Alberto Paoli ha senalado que el autor hace referencia aqui al tema de los espejos en Borges. Como es bien sabido, a Borges le horrorizaban los espejos porque un dia sono que uno de ellos no repetia su cara sino la de Stevenson. Segun Paoli, este temor, desde que Borges perdio definitivamente la vista, se reflejo en su afamada costumbre de palparse la cara en publico. (Alberto Paoli, Gilabert y el genero ciclico. The University of the Pacific, 2018.)

[7] Israel Baal Shem Jr. ha puntualizado que esta ultima frase hace referencia al ser de Parmenides. Con memorable energia, Nils von Runeberg ha rebatido esta suposicion esgrimiendo el «ser o no ser» de Shakespeare.

[8] El profesor Toshiro Fukuyama, recordando tal vez la influencia nefasta de Las desventuras del joven Werther de Goethe, ha senalado que la version en CD ROM de la novela causo graves crisis de identidad entre algunos jovenes japoneses, que se desdoblaron y se perdieron en ventanas sin saber luego regresar a su «yo» real. De forma mucho mas arriesgada, Fukuyama atribuye tambien a la lectura de la novela algunas reacciones violentas como las protagonizadas por Inoco Tuhatsi y sus seguidores, que se sacaron los ojos para recitar de memoria a Homero y a Borges en publico. Estas hipotesis impulsaron al gobierno japones a prohibir Lopez y yo considerando su lectura perniciosa para la salud mental. Toshiro Fukuyama, El sindrome Gilabert. Tokio, 2013.

[9] John Turner, en una pagina demasiado famosa, destaca el patente paralelismo entre esta novela de Gilabert y el seminal drama de Pirandello Seis personajes en busca de un autor.

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