superaba los espectaculares paraisos que habia construido en las quimeras de la anoranza. Hasta tal punto que muchas veces se preguntaba si lo hacia realmente empujado por la incertidumbre o bien para espolear, con el sufrimiento que provoca la traicion, la posterior reconquista y la concordia que no hacian sino acrecentar su vehemencia cuando ella le convencia una vez mas de que habia renunciado a todo por compartir su vida miserable.
Entonces enardecidos por estar de nuevo juntos salian a la calle y acababan con el presupuesto que tan concienzudamente habian planeado para que les alcanzara el dinero hasta fin de mes. La llegada de Andrea no habia mejorado la situacion y por mas que el trabajaba en todo lo que encontraba y durante semanas no llegaba a casa mas que a dormir, a caer rendido a su lado para levantarse al alba otra vez, pronto terminaron con los ahorros de ella reservando por intocables la suma de los billetes que iba a necesitar para pasar las vacaciones con los hijos.
Le habria gustado preguntarle por que su marido no le habia dado dinero, ni sus padres, pero no se atrevio y le parecio comprender lo que habia ocurrido cuando ella sin mas comentario le recordo un dia que venia de un pais donde todavia el adulterio de una mujer se castigaba con tres anos de carcel y el del hombre con tres meses.
– ?De donde has sacado eso? -pregunto Martin.
– Asi era cuando me fui. Siguen vigentes las leyes de la dictadura y aunque se dice que todo esto va a cambiar con la ley del divorcio, a mi ya no me alcanzara. A fin de cuentas no soy yo la que tiene los hijos.
Y por la indiferencia de su voz al hablar de ellos, que nunca modifico ni dulcifico y en la que jamas dejo un resquicio que diera pabulo a la queja, la nostalgia o la confidencia, le parecio comprender que las cosas efectivamente no habian ocurrido como ella pretendia. Pero de nada sirvio que indagara directa o indirectamente, nunca supo mas de lo que entre sollozos le confio la noche de su llegada. Lo mismo ocurrio con el trabajo al que apenas se refirio dando por sentado que no le habria sido posible continuar en una empresa que pertenecia en buena parte a Carlos. Habia venido con una serie de cartas de recomendacion para altos cargos en los periodicos a los que se dirigio en busca de trabajo aunque sin exito. Una periodista, dijo, tiene poco que hacer en un pais de habla distinta y despues de varias semanas de visitas infructuosas abandono el intento. Al principio dedico las horas a pintar el apartamento y los armarios, luego paseo por la ciudad, incluso fue a un ciclo de conferencias que organizaba un grupo feminista del barrio, pero acabo consumiendose en casa. Pronto entro en ese estado de animo de desgana y aburrimiento, en que no se tiene aliento para descubrir y sucumbir a las grandes tentaciones ni voluntad para resistir a las pequenas. Asi, dormitaba del sofa a la cama alegando males con que justificarse ante si misma y alternaba los periodos en que no hacia sino comer cacahuetes con los de regimenes brutales para adelgazar los kilos que habia engordado. Y durante dias enteros ni siquiera se levantaba mas que para bajar al buzon a la hora en que se repartia el correo y como no encontraba la carta que esperaba se metia de nuevo en cama con la decepcion escrita en el rostro y de un humor que, aparte de Martin, apenas tenia a nadie contra quien descargar.
– Se te va la vida durmiendo, Andrea -le decia el cuando a veces a media manana volvia a casa a cambiarse o a buscar algo olvidado y la encontraba todavia entre las sabanas, aunque durante los cinco minutos que se acurrucaba a su lado no dejaba de pensar que de algun modo ella tenia poco mas que hacer que esperarle como le habia ocurrido a el aquel invierno en Barcelona. Y no queriendo atosigarla ni anadir mas dolor aun a su cautiverio o a su exilio, confiaba en que todo pasaria un dia como habia ocurrido con el, y cuando la crisis era mas aguda, no bastandole con esa Andrea que a veces le era dificil reconocer, se consolaba sonando con ella, pero no con la de ahora, la que habia llegado derrotada y desnuda, sino la suya, la que recobraria un dia la audacia y el buen humor, la que el habia dejado en Barcelona, y llevado de la inercia de su fantasia llegaba a veces a tal confusion que no habria podido decir cual de las dos alimentaba a la otra. Al verla ausente, triste y sabiendo que por mas que el preguntara permaneceria en silencio, dejaba las ganas de insistir para mas tarde, para la noche, con la conviccion de que en cuanto entrara en el sueno ella habria de escucharle y responderle.
– ?De que me sirve estar en Nueva York si no tenemos dinero para ir a ninguna parte? -se justificaba ella cuando el le recordaba lo hermosa que era la ciudad a pesar de todo-. Ni siquiera puedo pasear -se lamentaba-, esta nevando todo el dia.
Y era cierto. Fue un invierno largo y tan frio en Nueva York que cuando salia a la calle las lagrimas se le helaban tras las gafas. Sin embargo asi siguio tambien al llegar la primavera. En verano se fue por un mes a pasar las vacaciones con los ninos. Volvio morena y feliz pero la alegria apenas duro unas semanas, y por mas que hacia esfuerzos por que ella le hablara no logro arrancarle ni siquiera una confidencia, y por temor a que con su insistencia la hiciera sufrir mas, callaba.
Llevaban ya mas de un ano juntos cuando un dia al volver a casa la encontro llorando. Tenia cabellos mojados pegados a la frente y sin haberse acabado de vestir daba bandazos de la pared al sillon. En un traspies cayo sobre el y al colgarsele del cuello le llego una bocanada agria de taberna.
– Tengo vertigos -dijo intentando enderezarse y sin poder reprimir los sollozos y los hipos.
– No tienes vertigos, estas borracha.
Fue la primera de una infinidad de veces y aunque con el tiempo el vertigo se hizo cronico y se manifestaba incluso cuando estaba sobria, ya no le fue posible poner en duda que una cosa era resultado de la otra, y cuando ella se agarraba a una barandilla y hacia ese gesto de cerrar los ojos para no ver el abismo que se abria a sus pies lo tomaba como una afrenta, se le nublaba la vista y la inteligencia y de nuevo surgia el resentimiento, porque no podia comprender como habia dejado todo lo que tenia para venir a Nueva York a convertirse en una alcoholica. Y una vez mas se ponia en marcha el mecanismo que ni queria ni podia detener: salia de casa dando un portazo y la llamaba desde una cabina para decirle que no iria a cenar, que necesitaba aire. Y cuando volvia al amanecer sin haber hecho nada por borrar el olor foraneo que desprendian sus manos y su cuerpo, ella le miraba y no veia en su vacilacion sino el calor de la cama que acababa de dejar. Y esa vision la cegaba. Se envalentonaba y primero con circunloquios y mas tarde directa y brutalmente, le requeria a decir la verdad, como el acusador seguro de conocer la culpa del interrogado, con tal ferocidad -mas por la ocultacion y la contumacia que por la infidelidad, repetia una y otra vez enardeciendose paulatinamente- que no lograba sino convertir su silencio en una losa.
– Dilo, dilo ya, no te gusto. Solo te gustan esas imbeciles, esas escualidas ninas…
?Como iba a decirselo si no era cierto? Y aunque asi hubiera sido, ?como iba a decir nada, el que nunca habia hablado demasiado y que incluso para decir te quiero en las tardes soleadas del primer verano junto al mar, cuando estaba seguro de que el mundo comenzaba y acababa en ella, no sabia hacer otra cosa que mirarla y escucharla y apretar la mano que habia dejado caer y jugaba en el suelo con las piedras?
– Nunca dices nada -le recriminaba ella entonces con una dulzura que no escondia reproche alguno. Y se hacia un ovillo junto a el y el se dejaba envolver por un vaho de ternura y de complicidad que colmaba la totalidad de los suenos y esperanzas que habia acumulado desde que tenia uso de razon.
Aquellos ojos dulces se habian transformado en inquisidores a la caza de una culpa que habia de darle a ella la razon. Y su risa cantarina se habia convertido en una cascada de reproche y de rencor. ?Donde habia quedado todo aquello? ?Cuando se habia torcido y por que? Lo que estaba a favor se habia vuelto en contra, lo que habian sido dones se convertia en amenazas. ?Seria el matrimonio o la vida en comun un laboratorio maligno, una alquimia infernal? ?O un juego a dos bandas que exigia maestria y paciencia para aguardar cada uno su turno? Porque cuando ella se hubiera apaciguado y la viera sumida en la decepcion y el dolor, cuando ya no hubiera en sus ojos crispacion sino solo desconcierto, se desmoronaria el reducto de silencio tras el cual se habia acorazado y confesaria entonces y la seduciria de nuevo -mas enardecido cuanto mas ofendida ella, mas porfiado cuanto mas lejos estuviera de rendirse otra vez.
A los dos anos llego el telegrama y despues el contrato y decidieron regresar a Espana. A partir de aquel momento volvio a cambiar, y durante el resto del tiempo que permanecieron en Nueva York mostro la misma vitalidad que cuando la conocio. No hacia sino pasar de un proyecto a otro y fabular historias y planes para la vida que iban a iniciar en Barcelona, como personas, decia riendo, como lo que somos. Ya no estaba en Nueva York, se habia ido y no caminaba por esa ciudad sino por otra, por aquella en la que tenia puesta la mente, el punto donde habia situado su futuro y el lugar preciso de la geografia en el que habia asentado su esperanza.
El en cambio procuraba dar a cada uno de sus pasos y de sus miradas la intensidad que fuera a conservar mejor el recuerdo y ordenarlo y darle un nombre para almacenarlo en la memoria y poder disponer de el cuando quisiera. Pero no lo logro. Camino por las calles y las avenidas envuelto en la nostalgia que habria de sentir al dejarlas pero solo consiguio tenirlas de tanta melancolia que petrificadas bajo ella se esfumaron como un