pudiera soportar la vision de tan gran error.

– No debias haberlo hecho -dijo con resquemor, y cuando ya se habia perdido el eco de la frase, que ella parecio no oir, anadio para tenir de intencion lo que acababa de decir-: Yo no te pedi que lo hicieras.

– Esto no es cierto -respondio casi sin darle tiempo a terminar, olvidandose del dolor-, me lo suplicaste un millon de veces, incluso llorando.

– Tienes razon -admitio-, tienes razon, pero ahora ya no tiene sentido. Olvida lo que dije y lo que no dije. -La miro un momento casi con indiferencia, como se mira la torpeza que acaba de cometer junto a nosotros un extrano y penso, tengo ahora que deshacer el entuerto, no este, ni el de la noche, sino de toda la vida. Pero le vencia el sueno y el cansancio y para que todo acabara de una vez y le fuera permitido dormir, con la decision y procacidad y audacia y temeridad del timido que para una vez que habla se cree con derecho a decirlo todo, susurro-: Es que no te quiero.

Pero no consiguio el efecto deseado. Andrea sonrio ironicamente como ante una persona que no hace mas que contradecirse a todas horas.

– ?Ah no? -y habia audacia en su voz-. ?Ahora te enteras? -Y levanto la cabeza para comprobar como el mismo negaba ahora lo que acababa de decir.

– Quiero irme -dijo acorralado-. Quiero irme y me ire.

– Muchas veces te has ido y siempre has vuelto.

– Esta vez ya no sera asi. No volvere a tu lado. -Y mas para si mismo que para ella anadio-: No, no te quiero, quiza nunca te he querido. Hace tiempo que deberia haberlo sabido.

– ?Cuando tengo que creerte, antes o ahora? ?Cual es la verdad, la de anoche o la de ahora? -Se habia refugiado en la indiferencia y la ironia.

– Tienes que creerme ahora. Ahora lo se. Antes no hacia sino desearlo.

– ?Entonces te has equivocado?

– Si, me he equivocado en todo. No solo en ti. Tu no eres mas que una pequena parte. La mas pequena. -Y eso que queria quitar hierro a la brutalidad de la declaracion, ella lo tomo como el unico e injustificado insulto. De nuevo se cubrio la cara con las manos pero casi al instante levanto de una sacudida la cabeza y con el gesto de la mano que Martin conocia tan bien intento lanzar hacia atras ese cabello rizado que se resistia siempre a obedecer, aunque con mayor furia esta vez, como si le echara una cornada al mundo entero, y estallo:

– ?Y pretendes hacerme creer que el calor de esta isla maldita te ha abierto los ojos, que este es tu camino de Damasco y que la revelacion es tan brutal que has de echar por la borda todo lo que hemos vivido y negar los pasos que hemos dado por estar juntos? ?Por esta maldita isla?

Asi era. Martin penso en ayer y anteayer y en todas las noches de este viaje que habia tenido finalmente un sesgo tan inesperado: todo lo que no habia querido pensar en esos diez anos habia aflorado ahora con mayor impetu, a borbotones, de forma desordenada pero dejando al descubierto la unica e inesperada verdad, como se precipita el agua de una presa al abrirse las compuertas para mostrar en un solo instante la fuerza de su caudal.

No contesto y aparto de ella los ojos para no soportar la llamada de auxilio que a todas luces no podia dar.

– ?Que ha ocurrido? Dimelo, podre entenderlo -con la esperanza ahora en sus pupilas azules-. Por favor, te lo suplico. Dime que ocurre. ?Que es lo que he hecho? -Le habia cogido una de las manos que sostenia sobre la cintura y lentamente la beso comenzando por la una del dedo menique y siguiendo uno a uno los demas dedos.

Tampoco respondio ahora y la dejo hacer, parapetado en la conviccion de que si resistia todo acabaria por si mismo. Pero al cabo de un momento se dio cuenta de que no tenia mas deseo que dormir, simplemente dormir, y vencido por la urgencia de acabar de una vez, o envalentonado quiza por la repentina sumision de ella, le dijo:

– Voy a pedir el divorcio.

– ?Y yo? ?Has pensado en mi? -No habia soltado su mano que, como si fuera de trapo, utilizaba ahora para secar las lagrimas-. Me condenas a la soledad por seguir quien sabe que escondido impulso que no quieres desvelar. -Se detuvo un instante-. ?Sabes lo que es la soledad? ?Has estado alguna vez solo? No, ya veo, tu no conoces eso, todavia no te ha llegado. La soledad es la conviccion, la absoluta seguridad de no existir para nadie. -Y apenas pudo acabar. Se cubrio la boca con la mano de el y lentamente comenzo a sollozar.

– No llores. -Y le alcanzo un panuelo con la mano que tenia libre.

Quiza fue en ese momento cuando ella vio la mancha de la herida y los pantalones sucios.

Dejo de llorar y frunciendo el entrecejo pregunto:

– ?Que te has hecho? ?Donde te has metido? Tienes sangre.

– No es nada, olvidalo, me cai en un acantilado.

Hubo una tregua. Andrea acaricio la herida sobre el panuelo pero insistio:

– Dime la verdad, por una vez -suplico. Y anadio una vez mas-: Odio la mentira, la falsedad, ya lo sabes. Dime que ha ocurrido, por favor.

– Te lo he dicho, quiero irme. -Y no anadio mas porque se daba cuenta de que su fortaleza residia en el silencio o por lo menos, en el laconismo.

– Claro, ahora ya no me necesitas -se envalentono Andrea.

?Oh Dios! ?Que mas iba a intentar? ?Por que no aceptaba la unica explicacion?

– No digas bobadas -retiro la mano de las suyas, la puso con la otra debajo de su cabeza a modo de almohada y cerro los ojos en un gesto de infinita paciencia.

– No te gusto ya -dijo entonces ella y callo esperando a que el lo negara. Pero el ni hablo ni se movio.

Y solo al cabo de un momento, demasiado temerosa de que si no hacia ella el esfuerzo el no lo iba a hacer, alargo la mano y la puso sobre la mejilla de el con ternura:

– Ya no te gusto -repitio y anadio-. ?No es asi?

El aparto la mano como si para decir lo que tenia que decir no pudiera admitir contacto alguno:

– No es que no me gustes tu. No me gusto yo cuando estoy contigo.

– Pero ?por que? ?Que ocurre?

– Sabes bien lo que ocurre -dijo con una cierta indiferencia-. Lo sabes y lo sabes incluso mejor que yo -pero no habria sabido explicarlo. Repitio otra vez-: Quiero irme, tengo que irme -con pesar casi como si alguien le obligara y el se resistiera.

– ?Es por Chiqui? -pregunto como si de repente hubiera encontrado la solucion.

– No es por Chiqui -respondio en el tono cansado con que se responde a unos celos injustificados.

Sabia por que lo decia. Con esa machacona precision en la memoria del celoso que mantiene despierto en la conciencia el indicio descubierto sobre el que elabora y afianza historias hasta encontrar la que le parece que se ajusta a la verdad, tenia todavia presente aquella mirada que no sorprendio por azar sino porque estaba siempre al acecho. Habia ocurrido el primer dia del viaje o quiza el segundo. Chiqui, que se habia tumbado en la proa, se habia incorporado con el frasco de crema en la mano. Durante un buen rato estuvo dedicada a untarse las piernas insistiendo al mismo ritmo que el balanceo de su cuerpo. De pronto levanto la cabeza y por encima de las gafas oscuras que le habian resbalado hasta la punta de la nariz sus ojos se encontraron con los de Martin, que habia subido a cubierta hacia un momento con un libro y se habia sentado en la banera junto a Tom, y le sostuvo la mirada con aplomo. Martin no llevaba gafas oscuras y aun asi resistio sin aliento, y cuando en un gesto casi automatico desvio la suya y la desplazo hacia la derecha, donde Andrea se habia instalado para desenredar el volantin, se sintio desnudo frente a ella. No podia ver sus ojos porque en ese preciso instante, quizas al levantar levemente la cabeza del hilo que la habia tenido obsesionada durante los ultimos diez minutos para volverla hacia el, el sol se habia reflejado en los cristales de espejo de sus gafas, cegandola. Pero supo que habia sorprendido el largo cruce de miradas sostenidas por la contraccion apenas insinuada de sus labios y por la forma de abrir la boca expectante como si de un momento a otro hubiera de iniciar una respiracion mas profunda, un jadeo. Turbado probablemente por el descubrimiento o por el inerte escrutinio al que Chiqui le seguia sometiendo, cuyos ojos, aun sin verlos, sentia fijos en los suyos -y no tanto por la atraccion que sentia por ella ni como otras veces por provocar en Andrea una inquietud que a la larga habria de devolversela cuanto por el turbulento placer de ser el objeto de una intencion desconocida- no reparo hasta mucho despues en Leonardus, que habia sustituido hacia un momento a Tom en el gobierno del barco y estaba utilizando el poder magico de sus ojillos para no perderse, ni acusar tampoco, ese juego de miradas e intenciones superpuestas.

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