dijo:

– No te olvides de recoger a tu mujer de la cubierta, corazon.

– No -respondio el sin acusar la reticencia, pero no fue. Cerro la puerta tras de si y se quedo de pie con la luz apagada sin saber que hacer. El ansia por zarpar le habia quitado el sueno y le habia dejado la boca seca. No podria dormir ni tenia ganas de leer, y aunque ya estaban en alta mar y fuera de peligro no habia mitigado esa extrana inquietud que le atenazaba y le mantenia alerta. Al poco rato, del otro lado del tabique comenzo a sonar la voz de la Callas y sobre las notas del Poveri fiori las risas y los golpes que durante tantas noches habian impacientado a Andrea. Y al mirar la hora y reparar en que ya eran las diez, como si hubiera sido el pretexto que esperaba, se habia asomado a la escotilla para llamarla.

Todavia una tercera vez repitio su nombre antes de auparse con las manos y saltar a cubierta. Habia humedad en el suelo y tuvo que agarrarse para no resbalar. Pero el bochorno apenas habia remitido: el Albatros seguia arrastrando el calor como un peso muerto, como una telarana incandescente en la que se hubiera enredado y de la que no pudiera desprenderse ni en alta mar.

Andrea tenia la cara apoyada sobre el hombro y en la mano sostenia aun el vaso vacio. Martin tuvo que reprimir un gesto de ternura pero sabia que en este momento habia de ser cauto porque todo cuanto hiciera o dijera habria de contabilizarse, como estaba seguro de que de una forma u otra habria de pagar esas tres llamadas desde la escotilla e incluso su silenciosa presencia alli, ahora, aunque solo fuera por esa breve vacilacion en la lucha que estaban dirimiendo desde la noche anterior. No diria nada, consciente de que tantas horas de contencion y meditacion necesitaban solo una chispa para estallar y no queria de ningun modo perderse en discusiones que no harian sino debilitar la determinacion que habia tomado y que, hasta poder separarse de ella, lo unico que precisaba para prevalecer era silencio. Y ya que ella tampoco queria salir de su hermetismo iba a intentar que volviera con el al camarote.

Pero no habian transcurrido aun cinco minutos ni habia mediado entre ellos palabra alguna cuando Andrea, renegando de la altivez en la que se habia escudado desde antes de instalarse en cubierta, se habia lanzado al capitulo de recriminaciones y acusaciones con un impetu tan sorprendente que Martin, sin responder ni una sola vez a esos ?no dices nada? ?no tienes coraje para oponerte? ?ni siquiera te dignas responder? o ?es que no sabes que decir? con los que ella interrumpia cada tanto su desmedida arenga para dar impulso a la escalada de agravios, a punto estuvo de volver sobre sus pasos y abandonarla alli, a la noche, a sus sombrias premoniciones y al desenfreno de sus afrentas, y dejarla sola bajo el cielo lejano y oscuro, sin interlocutor, sin publico, sin victima. Pero no se movio de cubierta quiza porque de algun modo esperaba que la amenaza o el peligro que habia percibido en el aire quedaran diluidos en las letanias encadenadas que, bien lo sabia, le dictaban el resentimiento de no poder modificar a su gusto una decision cuya persistencia ratificaba minuto a minuto su silencio. No, no es eso, se dijo al rato, es el miedo, es el miedo el que me hace permanecer aqui imperturbable, el miedo a lo que ella vaya a hacer, el miedo a lo que pueda estar tramando, el miedo a parecerle cobarde, inocente, pueblerino. Miedo feroz a esa mujer que, sin embargo, habia sabido convencerle de que la relacion que les unia era de naturaleza basicamente libre, mas aun, era en si misma el ejemplo de la eleccion del propio destino en el que, por un magico azar, habian coincidido. O seria el mismo quien habia encubierto ese miedo con el ropaje del encanto y la fascinacion de aquellos primeros meses que habian determinado su vida entera; miedo disfrazado de entrega, de sumision y hasta de amor, miedo a reconocer que no habia sido capaz de mantener la pasion sobre la que pretendia haber construido para la eternidad, el mismo miedo de aquella noche en Nueva York, cuando vino a ofrecerle su vida entera como el le habia suplicado tantas veces, a confesarle que la muchacha griega le estaba esperando en el apartamento del piso 14; miedo a decirle que ya no recordaba si la queria como entonces, miedo a echarle en cara que habia sido ella la que le habia enviado lejos, miedo a descifrar el misterio de su absoluta y repentina renuncia, miedo a no ser nadie sin ella, miedo a la mediocridad, al fracaso, a la soledad, miedo a todo, miedo al miedo y miedo, como habia pensado aquel mediodia ya lejano en la playa de piedras negras, a no ser en definitiva mas que un nino.

– ?Desgraciado!

La palabra se habia desprendido del discurso y flotaba en el aire conjurando la nube de obsesiones que, como un enjambre de moscas, no dejaba en paz su pensamiento.

– ?Desgraciado! -repitio Andrea y de un manotazo aparto el manton de las rodillas, que dejo al descubierto las piernas y los pies desnudos, inquietos y temblorosos y se deslizo por cubierta hasta detenerse en un moton. Martin dio un paso para recogerlo y ella, creyendo que habia decidido irse, se levanto tambaleandose aterrorizada ante la idea de quedarse ahora sola con su rencor, le agarro con fuerza por la manga de la camisa y en un tono que habria sido un grito de no haberle salido la voz tan ronca, gastada y sombria por la humedad, o acaso forzada adrede por subrayar el caracter inaplazable que queria dar a la orden, le dijo-: No, ahora no te iras, ahora vas a oir todo lo que tengo que decirte.

Habia fuego y odio en su mirada azul, y mas resplandor en las pupilas aun que bajo el sol, mas acero en la intensidad que recogia y multiplicaba en el cristal de las gafas los destellos de la luz del mastil para lanzarlos a la negra noche, como senales de seres extra-terrestres, senales de urgencia, de peligro, de ataque.

– Tanto exito y tanto orgullo y nunca habrias llegado a nada de no haber sido por mi. ?O es que creiste alguna vez que tu solo lo habias conseguido? -No callo sino que tomo aliento para continuar-. Es a mi a quien envio el contrato Leonardus, no a ti. ?Habias reparado en ello? No, tu nunca te enteras de nada, siempre vives convencido de que todo te esta debido. Te crees el senor de la tierra adorado por sus meritos, por sus exitos. ?Desgraciado! -repitio-. ?Desgraciado!

Envuelta en el temblor blanco de su vestido se habia apartado del balcon de proa para apoyarse en el andarivel y levantaba la cabeza hacia Martin, que agarrado con una mano al estay intentaba mantener imperturbable su propio cuerpo castigado por el pasmo y el estupor. ?De donde habia sacado esa palabra, donde escondia esa mujer una tal voluntad de ultraje que, como el collar de ambar, el no habia visto jamas?

– No me mueve el deseo de aniquilarte -dijo respondiendo a su asombro-, pero quiero que sepas que nada vas a poder hacer sin mi porque si he logrado convertirte en un hombre rico y famoso tambien puedo lograr tu ostracismo, que tu nombre, tu rostro y tu obra, desaparezcan en el abismo de un olvido tan contumaz como si ya se hubiera volcado sobre ti el paso del tiempo.

– Vamos a dormir -dijo el como quien habla al que por los efectos del dolor ha perdido momentaneamente el juicio, y repitio, esta vez sin entonacion para no irritarla aun mas-: Vamos a dormir.

Pero la voz de ella se levanto sobre el taladro del motor:

– ?No me crees? ?Crees que miento? No es tan facil triunfar, nadie lo logra en tan poco tiempo. No lo olvides: me lo debes a mi.

– Si acaso se lo debo a Leonardus -reconocio Martin.

– A mi -insistio ella-. Fue por mi por lo que Leonardus te ofrecio volver a Espana. Por mi, no por ti ni por tus dotes de cineasta, ni por el ridiculo corto que constituia tu curriculo. Por mi, solo por mi -repetia aunque apenas podia hablar ya porque a borbotones luchaban por fluir unas lagrimas que contuvo aun en las pupilas con una extrana mueca del labio superior, y alli permanecieron suspendidas como un prisma que aumentara el espesor de los cristales convirtiendola por un instante en una cegata.

Sin embargo, de pie en la proa parecia haber olvidado sus vertigos y recuperado el aplomo y la estabilidad con que se movia en la Manuela. No se apoyaba ahora, tenia los pies clavados en la cubierta humeda, y con un movimiento reflejo rescatado del olvido hacia oscilar su cuerpo al ritmo y contramano del Albatros; la cabeza alta y el porte altivo exhibian la rotundidad de la afrenta como un inmenso mascaron que se hubiera desplazado desde la roda de un velero mitico.

– Lo hizo por mi, porque solo con esta condicion acepte ir a Nueva York cuando Carlos presento la demanda de separacion… En ese momento, en el mismo momento que comenzo la frase, se manifesto lo que habia sabido desde siempre. No le hizo falta oir la relacion exacta de los hechos que ocurrieron y que la llevaron con el, ni necesitaba conocer ahora los detalles. Vio finalmente al marido adoptar su papel, que nada tenia que ver con el que el mismo, y tambien ella, le habian adjudicado, ella para redondear la grandeza y veracidad de su pasion, el por dejarse llevar una vez mas de ella. Y no porque sus palabras le dijeran algo, que nada decian como nada habian dicho aquella primera vez que la oyo hablar sentada a la mesa de su casa de la playa, sino porque el canto de su voz agriada por la hostilidad, como la cantinela de la vieja del paseo, se habia vuelto extranamente mas explicito que las palabras y aportaba en si mismo la solucion exacta a las viejas sospechas y conjeturas; escondidas y prensadas dentro de si mismo se revelaban ahora ante el rencor como las bolas de papel chinas se expanden al contacto con el agua y solo en ella adquieren su forma cabal y su verdadera dimension. Y le parecio

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