comprender entonces que el llanto interminable no habia sido el llanto de la tristeza ni el de quien no puede luchar contra una pasion que le obliga a tomar decisiones que por fuerza han de herir a otro ser amado, ni el desgarro de haber de decidir entre dos amores igualmente posesivos, ni el de quien se consume de anoranza por los hijos que quedaron al borde del camino, sino el llanto del perdedor, el llanto del que ha cometido un mal calculo y ha caido en sus propias redes, o trampas, del que ya nunca tendra reposo ni consuelo porque sabe que no hay vuelta atras en el error, el llanto que debio verter Adan al ser expulsado del paraiso. No hay mas que tomar el autobus en otra parada y a una hora distinta para que cambie el rostro de la ciudad en que vivimos, y ahora desde ese angulo insospechado apenas reconocia su entorno ni la extrana figura que lo habia presidido. De tal modo que se pregunto horrorizado como habia podido vivir durante anos con un ser de cuya mirada no habia sido capaz de deslindar la transparencia del engano, ni la espontaneidad de la cautela o la astucia o la premeditacion, sin atreverse jamas a franquear el umbral de la incertidumbre.

– ?Te sorprende? -decia Andrea con desafio en la voz y en el porte, mucho mas firme, mas erguido aun, quiza para compensar esa inadvertencia que se le habia escurrido en el discurso, y continuo acentuandola mas aun-: Fue el quien quiso separarse, claro que si -y lo dijo a conciencia ahora-: Fue el quien a mi vuelta del primer viaje a Nueva York me acuso de abandono del hogar y de adulterio. No yo, ?a santo de que?, fue el quien consiguio las pruebas y se hizo con los documentos que demostraban mi culpabilidad. Y gano el pleito. Entonces era facil para un hombre tener las de ganar ante la justicia. Y ahora tambien -anadio para si-. Y no porque le importara mi adulterio sino porque era el quien queria irse con otra. -El tono habia perdido todo rastro de agresion, y dijo en un susurro-: Se enamoro de una de esas ninas que os sorben el seso a los hombres. -Y entonces si, bajo la cabeza y su cuerpo perdio la firmeza, vencida ante el agravio que aun ahora, tantos anos despues, seguia lacerando su ultrajado corazon, pero continuo-: Presento testigos de todos nuestros encuentros. Abandono de hogar, de esto me acuso, de mal comportamiento, de adulterio. Todo le fue muy facil, era abogado y estabamos aun bajo las leyes de la Iglesia y la dictadura. Ademas el ya habia pactado con las fuerzas politicas que se preparaban para el relevo. Mira en lo que quedo aquel hombre liberal que tu y yo conocimos. ?Que podia hacer yo? -y anadio como si Martin ya no fuera su oponente-: Todos se pusieron de su parte, todos, incluso mis propios padres que aun hoy no me han perdonado.

Se habia levantado una brisa suave y se adivinaba en ella una cierta intencion de refrescar. El Albatros ronroneaba y avanzaba tranquilo por las aguas oscuras y en el camarote de Leonardus el limpido canto de la diva repetia una y otra vez su lamento.

Andrea se cubrio la boca con una mano como si quisiera contener un sollozo o esconder el rostro, y hacia chocar contra el candelero el vaso que sostenia en la otra.

Martin hablo solo por romper el silencio, por quitar hierro a sus palabras y para que ambos se olvidaran de tanta humillacion, porque en realidad no queria haber dicho nada.

– Quiza lo que molesto a Carlos, o a tu familia, ya que eran amigos y tenian intereses comunes, es que cuando creian que todo habia terminado entre nosotros fueras a verme a Nueva York.

Andrea se aparto la mano de la cara y le miro con desden:

– Nadie se sintio ofendido por eso -grito casi-. Ni siquiera se si se enteraron. -Y anadio con arrogancia-: Lo que nunca perdonaron es que me fuera con Leonardus.

Una punzada metalica, mas penetrante que las angustias ante los examenes en el instituto de Siguenza, mas dolorosa aun que el vacio ante la muerte de su padre al comprender que ya nunca diria la palabra de reconocimiento y apoyo que el habia esperado desde nino, mas que las lagrimas en el avion hacia Nueva York, mas aun que cuando no fue aceptado su segundo guion en el concurso ni recibio una mencion, ni siquiera pudieron devolverle el original porque lo habian perdido y no podian dar razon de el, mas que cuando Andrea le dijo que jamas volveria a tener hijos. Supo entonces que el amor es de naturaleza tan volatil, tan poco definible que esta sometido a toda clase de confusiones: todo se disfraza de amor, la envidia, el amor propio, el mismo orgullo, las ansias de triunfar, los celos, la cama, el trabajo, la comodidad y la historia, y el propio amor se confunde consigo mismo, como si escapara o se escurriera y se transformara para que nunca nadie pudiera tenerlo ni manipularlo, como si su misma esencia estuviera en el cambio y todo pudiera ser amor y todo pudiera al mismo tiempo no serlo. Pero fue el sentimiento de un solo instante, un fogonazo, y coincidiendo casi con el murmuro:

– ?Estupida!

Se desprendio del estay e inicio un paso para volver al camarote no por la escotilla esta vez, sino por el pasamano de estribor. Ella se echo hacia atras asustada; levanto la mano que aun sostenia el vaso y mas por defenderse de una reaccion que creyo adivinar que por anadir sana al hostigamiento, y en cualquier caso impulsada sin saberlo por la inercia de la vehemencia que le habia conducido a ello, lo lanzo a ciegas contra Martin. El, quiza atraido por el sesgo del vaso rasgando el aire, o tal vez por verla una ultima vez antes de sumergirse en el tormento de la decepcion y el odio, volvio hacia atras la cabeza en un giro breve del cuello que quedo truncado por el choque del vaso en la ceja. No se inmuto por el impacto ni por el destino del objeto, que perdido el impulso primero fue a dar de rebote sobre los baos del tambucho, rodo por la cubierta y se sumergio en el murmullo y la tiniebla de la noche. Se llevo la mano a la frente para paliar el golpe y acabo el paso que habia iniciado, mas largo de lo previsto para no tropezar con la cornamusa. Pero no le dio tiempo a mirar a la mujer. De haberlo hecho habria visto el panico en su mirada, panico tal vez al comprender que habia sobrepasado el limite a partir del cual ya no era posible el retorno, como el delincuente acorralado que ha disparado indiscriminadamente la municion, convencido de que no ha de acabarsele nunca, observa con horror que no le queda una sola bala y se da cuenta demasiado tarde de que esa ultima salva de disparos no ha hecho sino cambiar la naturaleza de las cosas traspasando el umbral de lo que aun podia controlar y yendo mucho mas alla de lo que le habria sido dado modificar, y vencido comprueba que su tiempo ha terminado y ya no hay esperanza del mismo modo que se convierte en dos la cuerda tensada un instante mas, o a partir de una repeticion la caricia se muda en tormento, o se transforma en odio, resentimiento y dolor el amor que va mas alla de su propio limite-. Y habria sido testigo tambien de que en ese mismo instante chocaba su cintura con el andarivel por la fuerza del retroceso y perdian firmeza los pies, o resbalaban hacia delante por la humedad de la cubierta, y al extender los brazos para intentar agarrarse a un estay o a un obenque se perdian en el vacio sin mas utilidad ya que la de desplazar el aplomo del cuerpo y sumarse finalmente al peso de la cabeza. O tal vez lo que se perdio no fue tanto esa concatenacion de fuerzas y efectos de sus movimientos cuanto el pavor de su mirada al volverse en busca de un agarradero y encontrar el vacio que habia vuelto a cobrar el oscuro abismo del vertigo y su irresistible e inapelable llamada. Y cuando finalmente se quito la mano de la ceja y termino en la direccion de Andrea la rotacion del cuello, ella ya no estaba.

Ni siquiera cuando mucho mas tarde fue capaz de volver a pensar en lo ocurrido logro ese instante despertar otro sentimiento que el de rencor por la ofensa, tan brutal e intencionadamente infligida que no podia ni pudo nunca suplantar el leve escalofrio del Albatros al liberarse del cuerpo de la mujer que tanto habia amado, un desenlace sin contenido para una conciencia ultrajada, reconcentrada en si misma, cerrada al exterior. Un sin sentido.

Y sin embargo un segundo antes ahi estaba, ahi, casi al alcance de la mano, descalza, de pie en la proa, patetica en d inutil triunfo de su proclama. Asi la habia visto por ultima vez y asi seguia viendola ahora, perdida su corporeidad, transparente como un espiritu, intangible como un sueno. Ahi estaba balanceandose al ritmo del barco cuando habia dicho, es Leonardus, siempre ha sido Leonardus, desde que tengo uso de razon, los demas no habeis siquiera existido, solo amo a Leonardus. Si, eso habia dicho, y de pronto estremecida subitamente por sus propias palabras, o por ese inutil ?estupida!, le habia lanzado el objeto y luego habia caido o se habia tirado - ?habia ocurrido asi?- plasmando la amenaza que se habia mantenido en el aire desde que hablara en la cueva azul. Y paralizado, no de miedo aun sino del despecho y resentimiento que finalmente no solo se manifestaban sino que se sumaban a otros anteriores nunca reconocidos hasta entonces para ir tomando cuerpo y envergadura como la marea lame cada vez mas lejos la arena de la playa, no fue consciente de que el grito se habia truncado. Ni siquiera pudo aislar el golpe del cuerpo al caer al agua de los embates del mar contra el costado del barco, ni oir el remolino barrido por el oleaje que abria a su paso el Albatros.

La vuelta a la realidad por la puerta del miedo que solo se entretiene en minucias vino despues. Reparo entonces en que no habia nadie en el timon y el barco avanzaba obediente a una orden dada con anterioridad, mientras vislumbro la imagen fugaz del muchacho con los auriculares insinuando torpemente ritmos de islas lejanas. La luz en la cabina central, la coca-cola. Levanto la cabeza sobre la puerta de la escotilla. Sonaba aun la voz de la Callas entre risas sofocadas y ocasionales y ellos seguian jugando y riendo ajenos a la brutalidad que le

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