atmosfera una luz tenue y aparecieran las lineas del horizonte azul marino. ?Oh Dios! ?Quien conoce el interior de nosotros mismos? Somos nucleos que contienen en potencia todas las posibilidades de desarrollo, toda la gama de comportamientos y de reacciones, todos los dones de la naturaleza igual que todas sus imperfecciones y monstruosidades. Sera la eternidad lo que me espera antes de morir. El alba, ?llegara alguna vez el alba?, o la muerte, ?cuando llegara? Me fallaran las fuerzas y bebere agua y me hundire. Sucede al pensamiento el terror de la absoluta soledad envuelta y aprisionada en el agua negra y viscosa como la de la cueva azul y la boveda inacabable sobre ella, lejana pero precisa, con el rumor profundo del movimiento del mar reproduciendo hasta el infinito su propio rugido pausado y superpuesto, capas y capas de murmullos, explosiones de minusculas olas que mueren en si mismas incorporando al movimiento global su propio bramido disuelto en ese otro sordo, lejano y cercano a la vez, de concha marina gigantesca. Y el abismo bajo el agua, mas hondo que el del vacio, mas hondo aun y mas impenetrable, oscuro, compacto, repleto de vida, seres con vista y sentido que luchan y pululan, se mueven o descansan. Universos enteros bajo sus pies descalzos, la planta blanca frente a la opacidad y la uniformidad del color de la vida -las veran y correran a morderlas como se muerden y se comen unos a otros para sobrevivir, o ?esperaran a que su carne tenga la calidad de la muerte y se abalanzaran sobre ella solo cuando llegue el final?-. Tendra miedo y vertigo sin necesidad de asomarse a la sima. Vomitara como yo he vomitado y bebera agua. Los labios se pondran morados y tambien los brazos y las piernas, blancas las plantas y las palmas y las unas, como el rostro y los dientes transparentes. Y los calambres se antepondran al pensamiento. ?Que fraccion de la vida se recuerda antes de morir? No rememorara nada porque no aceptara que va a morir, no querra morir. No sabra que ha llegado el ultimo momento cuando eche de menos tal vez el saxo del muchacho en la terracita de Nueva York, igual que cuando llego a Nueva York echaba de menos los ruidos de su piso de Barcelona, de su casa de Cadaques, los ecos de las voces de los ninos, ?anorara ahora lo que tendria que haber sido su vida, nostalgia de un futuro que ya no ha de vivir, o nostalgia de lo perdido, de los amigos que pasan, como pasan las sorpresas y los recuerdos se desvanecen suplantados por otros mas recientes o mas antiguos? O aparecera ahora como una ultima acusacion el rostro de pavor borroso de lluvia a la luz de los faros del hombre con los brazos levantados en un gesto de rendicion, de suplica, de desesperacion en el umbral de la agresividad, calado hasta los huesos, mientras ella desde la mullida confortabilidad del interior del coche se desviaba evitandole, olvidandole, y continuaba su camino mirando fijamente la lluvia contra la carretera y oia el tintineo sobre la plancha del techo para escapar a la vision de ese rostro pidiendo ayuda y olvidarlo con tal conviccion que ni quiso hablar de ello entonces ni nunca, ni probablemente volvio a recordarlo hasta ahora en el ultimo instante cuando asoman, dicen, las mas reconditas atriciones de la vida. Y despues morira engullida por el mar, comida por los peces, sin mas. Morira y sera como si nunca hubiera vivido. ?Que quedara de la mujer que pretendio ser y que quiza llego a ser en algun momento? ?De aquella chica que corria ante la policia en la universidad? ?De la mujer que entraba con paso firme en los locales atestados de gente? ?De la embustera, la alcoholica, la amorosa Andrea de la profundidad de la cama? Alli esta en el centro del universo a oscuras, sumergida en el ultimo peldano de la escala de la indignidad, victima del odio o del despecho o quiza de la cobardia y la venganza, muerta casi, asesinada. Habra gentes que mueran en el mismo momento que ella, de hambre, de un disparo, de frio, que agonizan todos a la vez y no por ello logran escapar a la soledad. ?Que mas dara dentro de cien anos como haya muerto, ni siquiera dentro de cincuenta, que importara que haya muerto ahora o dentro de ciento veinte anos o hace diez anos, que haya muerto de muerte natural o asesinada voluntariamente o involuntariamente una noche de septiembre? ?Y que importa ahora que hubiera ido a Nueva York con el? ?A quien interesan los motivos? ?Que invento para que nadie supiera lo que habia ocurrido, para reconvertir la situacion? Unicamente la pasion podia redimirla. El era esa pasion, el era la justificacion de su torpeza. Habia acudido a el y no a otro porque tenia la mitad del camino recorrido, a el cuya juventud y talante le iban a permitir mangonearlo a su antojo. ?Habia sido idea de Leonardus que asi tenia la solucion perfecta de la que tantas veces habia hablado? ?Que hizo Leonardus en esos dos anos? ?A que esperaba? ?Por que no se fue con el entonces? No me fui con el porque el no quiso. La situacion ha cambiado para ti, dijo, no para mi. No sirvo para estar siempre con una mujer, con una sola mujer, no haria sino echar de menos a todas las demas, elegir es renunciar. Pero fue el unico que me ayudo. Leonardus no podia ofrecerme lo que yo queria, no sabia, era incapaz. Tardo dos anos, dos largos anos, pero me llamo otra vez. Leonardus al llegar a casa tantas tardes sirviendose el whisky aguado. Leonardus con ellos al teatro, Leonardus en los viajes, Leonardus el amigo inseparable, el viejo tio protector al que se le cuentan las inmitigables penas de la juventud para las que siempre tiene por lo menos un consejo y el recurso del dinero. Leonardus llamandole desde el Ritz donde vivia para concertar con el una partida de billar en el Velodromo mientras Andrea encadenaba fiestas y cenas. Leonardus que delegaba siempre en sus extranos y sumisos subordinados las peticiones o quejas de trabajo, Leonardus tan mayor y tan importante, nunca visto como un rival, solo un amigo de la madre y un socio del padre. ?Un amigo? ?Por que a partir de entonces Andrea nunca volvio a ver a su madre ni a su padre? ?Que escondian esas rupturas? Y esos viajes en los que desaparecia unos dias y a los que nunca le dejo ir -no quiero cargarte con mis hijos, apenas les conoces.
Ni siquiera podia atribuir al amor sus constantes, crecientes e irracionales ataques de celos. ?De que extranos artificios construye una persona sus reductos! Se abre paso en el pensamiento el rio de odio: muerta. Y sin reconocerse a si mismo en ese marasmo de ruindad, muerta, esta muerta, repitio. Los fracasos nos despojan de nuestra propia historia, se llevan consigo los vanos esfuerzos, las horas inutiles de insomnio, las esperanzas que alumbraron tantas vigilias.
Extenuado pero lucido miro el reloj convencido de que estaria a punto de amanecer, y como el que se ha dormido y despierta una hora mas tarde completamente desvelado y se da cuenta de que le queda toda la noche por delante comprobo con horror que apenas habia transcurrido una hora y comprendio que la agonia no habia hecho mas que comenzar.
Y como si con ello pudiera acelerar la hecatombe para que dejara de torturarle su espera, se sento en la litera, encendio un cigarrillo y permanecio a oscuras atento a los ruidos del exterior que habian de dejar al descubierto su nueva condicion.
Oyo los pasos en cubierta sobre su camarote. Debia de ser la hora del cambio de guardia, el turno de Tom habria terminado y Leonardus, que habia de sustituirle, estaria haciendo la ronda antes de ponerse al timon. Los pasos se precipitaron. Voces. Pasos mas rapidos. Los oyo bajar las escaleras de la cabina principal, debian de pasar ante las neveras, ahora estarian frente a su puerta. Ahora.
Un golpe violento atrono el camarote.
– ?Andrea! ?Martin! ?Martin! ?Esta Andrea contigo?
– No -respondio sin entonacion porque no sabia cual habia de ser su actitud ni habia preparado estrategia ninguna.
– ?Esta Andrea, te pregunto? Contesta, carajo. Abre la puerta.
Se levanto tambaleandose y abrio.
Leonardus frente a el, con un pedazo de tela blanca desgarrada en la mano y una sandalia en la otra tenia todavia ojos de sueno, henchidos de furia y de terror, y su inmenso cuerpo temblaba. Detras de el, Tom con los auriculares colgados del cuello le miraba fijamente. Martin no dijo nada.
Leonardus le agarro por los hombros desnudos.
– ?Donde esta Andrea? -chillo-. ?Donde esta?
Martin le sostuvo la mirada.
– No se -dijo.
– ?Imbecil! ?Ha caido al agua y tu sin enterarte! Imbecil, eres un verdadero imbecil. -Y le zarandeo con tal ira que le golpeo la cabeza contra una cuaderna. Martin se froto con la mano el lugar donde se habia golpeado, pero no se movio. Tom habia desaparecido y subitamente el barco viro en redondo, Leonardus, que se dio cuenta, ya iba a salir cuando se volvio de subito y se encontraron sus miradas otra vez. Ninguno de los dos la desvio, conscientes ambos de la impotencia del otro en descubrir algo mas que una mera conjetura. Al fin Leonardus, apremiado por el motor que recogia ahora la urgencia haciendo crujir las maderas, rodar las cajas en los anaqueles, tintinear los vasos y los platos, de un empujon le echo sobre la cama.
– Imbecil -chillo-, no te enteras de nada. -Y salio.
Martin se incorporo y permanecio sentado en la cama contrarrestando el creciente balanceo del Albatros con el movimiento de su propio cuerpo. Si estuviera de pie sin agarrarme ya me habria caido, penso, atento solo al contrarritmo y a la milimetrica simultaneidad invertida del vaiven del barco.
Al poco rato volvio Leonardus:
– ?Subiste a cubierta con ella?