impoluta, y dijo casi sin atreverse a levantar la voz:

– ?Que hacemos ahora?

Tom se encogio de hombros y siguio azuzando el timon, mas por comprobar hasta que punto era vano el intento que por creer que podria enderezar las velas y mover el Albatros.

– Quiza nos lleve la corriente hasta el muelle -dijo Leonardus.

– No hay corriente -respondio Tom.

En la bocana, la mezquita temblaba tras el aire irisado como la imagen de un oasis lejano en el desierto. Una unica figura, una mujer apoyada en el muro encalado, cubierta la cabeza con un sombrero de anchas alas, se destacaba en el fondo brumoso de ese paisaje incandescente como surgida de un tiempo ya olvidado. Se habia cobijado bajo la estrecha sombra de un alero y permanecia inmovil frente al camino que ascendia al promontorio, flanqueado por un par de casonas quiza salvadas de la hecatombe, quiza reconstruidas.

No habia conocido desamparo como el de aquella manana de junio en que tomo el avion para Nueva York, no tanto en busca de nuevos horizontes cuanto por romper con la relacion que habia iniciado con Andrea hacia poco mas de un ano. El avion habia despegado puntualmente y hasta aquel momento habia tenido la seguridad de que habia de llegar a despedirle aunque solo fuera para decirle adios con la mano. Fue el ultimo en pasar la aduana, y desde el autobus que los llevaba a embarcar siguio escrutando la terraza del aeropuerto por si la descubria pero ella no aparecio. Y con esa obstinacion inconmovible del profundo deseo mezclado con la desesperacion y de no comprender como ha de poder ser de otro modo, cuando el avion inicio su recorrido por las pistas secundarias y la de despegue, mantuvo aun la mirada fija en el edificio de la terminal. Solo cuando atisbo el mar desde la altura y bajo el ala aparecio la geografia cuadriculada de la ciudad, atravesaron la niebla espesa que la habia encapotado desde por la manana y se encontro en el ambito soleado sobre el estrato de nubes blanquecinas, sintio todo el desamparo de su soledad. Le cegaron unas lagrimas tibias pero aun pudo mantener inmoviles las mejillas. Hizo un esfuerzo por contenerse y en un ultimo intento de controlar el temblor de los labios se sono estrepitosamente por un pudor frente a si mismo, quiza, o a los demas, y cuando ya creia haber dominado el llanto, las lagrimas fluyeron de repente y le obligaron a abrir la boca y a respirar tirando de la nariz y de las comisuras de los labios en una mueca incontenible que no logro sofocar un lamento tan ahogado que su vecino le miro con estupor. Entonces, dejo a un lado la reserva y lloro en silencio.

En contra de lo que habian acordado, una vez en Nueva York le envio a su oficina cartas, cortos mensajes que solo ella podia comprender, una cinta para las gafas rematada con flecos y piedras de colores que vendia un somali en la esquina de su casa y la hoja roja de un arce que recogio del suelo en uno de los escasos y melancolicos paseos por el parque. Le hizo llegar recortes de periodicos y frases breves en su elemental ingles para mostrarle como progresaba sin reparar o sin querer reparar en que no tenia respuesta. Solo muy de vez en cuando, en las noches de anoranza y soledad cuando ni siquiera podia echar mano de los recuerdos porque nada significaban frente al deseo, se daba cuenta de que la decision de ella era inquebrantable. Pero aun asi siguio viva la esperanza y aunque sabia desde el principio que languideciendo de amor nunca llegaria a nada, no hizo mas que ver la ciudad con los ojos de ambos, pelearse a brazo partido con un idioma que se le resistia y trabajar de tercer ayudante en una serie para television que le habia conseguido la propia Andrea a traves de Leonardus.

Al cabo de unos meses, hacia enero, cuando comenzaron a caer en Nueva York las primeras nevadas, se matriculo en un curso de direccion en la universidad y cuando a finales de abril acabo su primer corto le envio una copia. Espero con impaciencia el cartero y el telefono pero ni cuando volvio Pedro Bali, un amigo de su mismo curso, y le conto que el personalmente habia entregado el corto a Andrea en su oficina, ni despues de darle el tiempo suficiente para buscar y encontrar el proyector, o la sala de proyeccion para lo que tambien le habia incluido instrucciones precisas y siguio sin recibir respuesta, ni siquiera entonces, dejo de contarle en el secreto de su corazon todo cuanto veia y le ocurria igual que habia hecho desde su llegada, con el intimo convencimiento de que por una extrana conexion mas eficaz aun que los mensajes cifrados o el telefono que nunca se atrevio a utilizar, ella habia de oirle. Seguia viendole la cara de asombro o de escepticismo, oia su voz y su presencia seguia siendo tan viva que por las noches moria de impaciencia al tenerla tan cerca y no poder tocarla. La conocia lo suficiente para saber que nada le impedia contestar una carta, y siendo asi no tenia motivos para suponer que habia cambiado la decision de no volver a saber de el. Pero incluso asi, vivia con la conviccion de que una ruptura tan tajante habia de responder por fuerza a un proposito mas profundo, o que el ansia de estar con el era de tal naturaleza que solo se podia contrarrestar con esa decision tan drastica; de otro modo ?que dano podia hacerle escribir una carta, una simple nota? Comprendio entonces con una forma de conocimiento distinta de la que le habia hecho mantener la esperanza, que durante medio ano habia estado hablando solo y sin detenerse a pensar si se lo dictaba el despecho, el dolor o un impulso de mera supervivencia, decidio dar una tregua a la espera y reconstruir el escenario de su propia vida para arremeter con mayor fuerza en cuanto llegara la ocasion que, indefectiblemente, estaba seguro, habia de llegar. Aunque como habia de descubrir mas adelante no basta la voluntad como arma de lucha ni sirve para reconvertir los fantasmas del pasado, ni nos vuelve invulnerables a la melancolia y al sufrimiento, ni mucho menos puede desviar el rumbo que los acontecimientos llevan escritos en si mismos.

Cuando acabo el contrato con la productora decidio quedarse en Nueva York y acepto todos los trabajos que le ofrecieron, desde conducir el camion de produccion por las calles que no conocia hasta barrer los platos cuando ya no quedaba nadie. Y los hacia con tal dedicacion que muchas veces, era consciente, a su alrededor se le miraba no con admiracion sino con pena. Pero el seguia enfrascado en lo que le dieran porque queria recuperar el tiempo perdido y estaba convencido de que habia que andar paso a paso el camino que se habia trazado.

Fue inflexible consigo mismo, se sometio a una disciplina que le obligaba a levantarse al alba y antes de ir al trabajo se sentaba a escribir un guion que habia comenzado el invierno anterior, y continuaba por la noche, cuando volvia de la academia nocturna, borrado el mundo que le rodeaba, sin oir al clarinetista, su vecino de la terraza contigua, ni los ruidos de la calle que durante las primeras semanas le habian impedido dormir. Avanzaba a tientas por un camino que sin embargo le parecia trillado porque sin darse cuenta entonces, estaba escribiendo en otras claves su propia historia y no se enganaba: sabia que toda obsesion no es mas que una sustitucion de la pasion.

La misma disciplina empleo contra la imaginacion y la costumbre. En cuanto le situaban ante una imagen concreta y veia sonreir a Andrea, o buscar las gafas vaciando el bolso, o entrar en un teatro o un cine como si solo faltara su presencia para comenzar, o aparecia sentada frente a el en la mesa de un cafe, se daba cuenta de que el dolor no remitia pero antes de recrearse en el recuerdo lo archivaba celosamente en su interior y seguia trabajando con la misma avaricia que si acumulara tesoros que un dia habria de ofrecerle.

Como si fuera cierto que una mano oculta premia los esfuerzos desmedidos, como si existiera de verdad la justicia inflexible y racional que no ceja hasta poner la balanza de su lado, a los tres o cuatro meses se vio recompensado. Termino el guion de su primera pelicula que anos mas tarde habria de producir Leonardus, aquel primer corto que habia acabado en la escuela con la ayuda de colegas y con medios irrisorios obtuvo el tercer premio en un certamen de la New York University y mas tarde fue seleccionado para el Festival de Filadelfia, y al llegarle por fin una cierta paz se convencio de que estaba animado solo por el intenso deseo de hacer lo mejor y le parecio que habia vuelto al camino que dejo abandonado por seguir a Andrea.

Los dias eran mas largos. Flotaba en el aire el olor de las glicinas, los arboles comenzaron a cubrirse de hojas y hacia el mediodia el calor apretaba tanto como en un dia de verano. Olia a primavera en la calle y Martin pensaba en los campos de Siguenza, en los prados de Ures, en el tilo de la plaza que no habia visto desde mucho antes de llegar a Nueva York, desde la primavera del ano anterior durante aquellos pocos dias que habia logrado arrancar a Andrea para una breve excursion al interior del pais, a su casa, adentrandose en los Monegros -un paisaje lunar que hasta aquel momento ella habia contemplado solo de forma vaga desde el avion, como se mira en la distancia lo que apenas tiene que ver con nosotros- hasta llegar a la provincia de Guadalajara en el cenit de la primavera radiante, escasamente soleada la tierra que durante meses se habia endurecido por el frio y el hielo. El aire todavia con reminiscencias de invierno, irisado de claridad y transparencia, mecia las escasas y diminutas hojas de los chopos, tan tierno el verde recien nacido de los campos y tan breves aun los tallos en los trigales que asomaban entre ellos las vetas de las vaguadas y los caminos. Martin sabia que en un par de meses el sol confundiria los limites ahora tan claros dorando y uniformando la tierra y que el aire permaneceria estatico y aturdido por el sol que habia de reinar, e igualar los colores y las sombras.

Llego junio otra vez y se hacia dificil soportar el calor intenso y humedo de la calle. No habia forma de mitigar el ambiente sofocante de su apartamento porque no entraba aire por la unica ventana del estudio ni siquiera abriendo la de la cocina, y en el pedazo de cielo que veia recortado y enmarcado por los ultimos pisos de los

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