comenzar manana?' 'Si', respondio ella sin levantar la vista, 'ya se lo he dicho, puedo comenzar cuando usted quiera.' '?Y que ocurre con su casa? De hecho, usted ?donde vive ahora?', quise saber.

'Vivimos a unos tres kilometros de aqui, cerca de la carretera de Gerona, en un grupo de casas que hay junto al camino del Faro, pero no tenemos que preocuparnos de nada porque cerramos la casa y mis suegros…' No quise saber mas. Establecimos las condiciones, las responsabilidades, el sueldo, podia vivir con su familia en la vivienda de los guardas anexa a mi casa, pero deje bien claro que solo contrataba sus servicios, no los de su marido.

'Claro que no', dijo, 'mi marido tiene ya un trabajo fijo…' Y volvio a clavar sus ojos en los mios casi con impertinencia.

'Entonces, hasta manana.' 'Hasta manana.'

Desde la ventana del estudio de la casa, contemple con melancolia como caia la tarde. El sol se habia escondido tras la montana a mi espalda, pero un halo de claridad vicaria aun del dia hacia mas diafanos los contornos de los arboles y de los montes de la otra ladera del valle, que oscurecia lentamente en tonos azul y violeta. A traves del cristal, el aire transparente me trajo el canto de un gorrion perdido destacandose sobre el ruido de la mobilette que subia a trompicones por el camino y le ganaba a las hojas apelmazadas de humedad cada palmo del ascenso. Si, miraba el paisaje con esa melancolia que dulcifica el espiritu y se empena en esconder la inquietud que lo ronda.

Era Adelita la que subia con su mobilette por el camino que serpenteaba en la canada, dejando a su paso una estela de moscardon.

El casco dominaba la figura que se hundia en el asiento y las piernas cortas y robustas encogidas sobre el vientre daban al conjunto el aspecto de un bulto informe. El pequeno portaequipajes a su espalda estaba atiborrado de paquetes y en torno a el colgaban infinidad de bolsas de plastico llenas, como una coraza posterior que la protegiera por la espalda. Al llegar a la entrada detuvo la moto, salto hacia un lado y puso el caballete. Abrio la cancela metiendo la mano por entre las rejas. Luego volvio a encaramarse a la moto, dio una sacudida al pedal y, una vez sobrepasada la entrada, se detuvo de nuevo y salto para cerrarla como es debido.

'Va a disponer de todo lo mio como si fuera yo misma. Va a quedarse en la casa cuando yo no este.

Va a entrar en mi vida. ?De que la conozco?' Aleje ese desasosiego que nunca habia sentido antes al contratar ayudas para la casa o guardas o enfermeras para cuidar a mi padre y volvi a la figura que componian ella y su mobilette, ese centauro grotesco tal vez, pero de cualquier modo inquietante: '?Como voy a saber si he hecho bien!' No era tranquila la voz de mi conciencia.

Habian pasado tres anos y Adelita habia cumplido su palabra.

Era una mujer lista y eficaz que tenia un verdadero prurito en hacer las cosas bien hechas. Nada le gustaba mas que organizar de improviso un almuerzo para quince personas, que cocinaba y servia sin que yo apenas tuviera que hacerle una leve indicacion. Se sentia tan orgullosa de mis invitados como si hubieran sido los suyos, les servia el aperitivo e incluso en un exceso de celo se colgaba una servilleta doblada en el antebrazo, 'como en el hotel donde yo iba a ayudar los dias que habia banquete', decia.

Mantenia las habitaciones en perfecto orden, cuidaba a 'su viejo senor invalido', como llamaba a mi padre con carino, lo lavaba y afeitaba, le daba de comer, lo sacaba todos los dias a la solana y lo paseaba con ayuda del jardinero los dias que trabajaba en casa, o sola si no habia nadie mas. Atendia a la enfermera de noche, limpiaba, cosia, cuidaba del perro y del gato, a los que mangoneaba, enjabonaba y fregoteaba, y cuando yo tenia que irme a Madrid para volver a mis clases me hacia las maletas con esmero y atencion, y las deshacia a mi vuelta despues de haber salido a recibirme; llevaba el equipaje a la habitacion y me subia una taza de te que yo le agradecia del mismo modo que lo hacia al ver brillar la madera de los muebles, descubrir flores en los jarrones, encontrar la nevera con todo lo necesario y la mesa bien dispuesta para la proxima comida. Un reconocimiento que le demostraba con breves palabras al comprobar que una vez mas no se habia excedido del presupuesto que le adjudicaba cada vez que haciamos la prevision para los meses siguientes. Era, ademas, pulcra y precisa en la informacion que, cuando yo estaba en Madrid, practicamente todos los dias me daba por telefono sobre la salud de mi padre y el funcionamiento de la casa. 'Si no puede venir este fin de semana', decia, 'no se preocupe, aqui todo funciona perfectamente.' Y asi era.

Al poco tiempo llegue a la conclusion de que habia contratado a la persona ideal, una perla, tan responsable que apenas me exigia trato ni convivencia, los minimos por lo menos para sumirme en una extrana y deliciosa sensacion de comodidad. Y cuando al final del segundo ano murio mi padre, su comportamiento me reafirmo en esa conviccion, porque fue ella la que se ocupo de limpiar el cadaver y amortajarlo, y organizar el entierro, haciendo y deshaciendo y dando ordenes o sustituyendo en su labor a los empleados de la funeraria, que no pusieron objecion ninguna a que alguien les hiciera el trabajo.

Es mas, Adelita preparo un somero bufet funerario al estilo de su lejano pueblo de la provincia de Albacete para los pocos amigos que asistieron a las exequias, con un surtido de tortas de pimientos, bunuelos de bacalao, huevos duros y empanadillas de carne picante que, si bien me parecieron un tanto pintorescos para la ocasion, la deje hacer porque no tenia humor para contradecirla y porque en el fondo me daba igual.

Despues llegaron aquellos dias vacios, mas vacios porque no habia trajin en la casa, o a mi me lo parecia, o porque la ausencia del padre por dura que haya sido la vida con el deja un agujero negro dificil de aceptar y de soportar.

Y porque sabia, ademas, que habria de tomar una decision sobre la casa y no me sentia con capacidad para hacerlo. Todo funcionaba tan bien ahora en comparacion con los anos anteriores a su llegada que el solo pensamiento de abandonarla me ponia de malhumor, como si fuera una desagradecida que no supiera valorar la dicha que me habia caido del cielo, como si no fuera capaz de aprovechar una oportunidad que nunca mas se me presentaria.

Mi padre, un neurologo con cierta fama en Barcelona que siempre habia vivido en la ciudad y presumia de ser urbano, habia adquirido un buen dia esta casa situada en un pequeno valle cerca del mar, en la provincia de Gerona, cuando ya era mayor y estaba un tanto atropellado pero gozaba todavia de buena salud. Y cuando le llego la jubilacion se instalo en ella, decidido a convertirse en un ser rural. Aunque ni el mismo ni nadie habria presagiado un final tan rapido, le quedaban diez anos de vida. Sin embargo, el no pensaba en la llegada de la muerte como no la anticipa nadie por temor a enfrentarse a lo inevitable. Asi que, para sorpresa de sus amigos y conocidos, se habia dedicado a vivir alli solo y enloquecido como siempre habia estado, y mas aun porque queria suplir con la voluntad la falta de experiencia y su incapacidad para hacerse con la vida en el campo, que nunca le habia atraido. Tal vez esta fuera la razon por la que se peleaba aun mas de lo que lo habia hecho siempre con sus colaboradores y sirvientas, y a todas horas chillaba y los amenazaba con despedirlos porque los hacia responsables de la encarnizada lucha que le ocupaba todo el dia y parte de la noche contra las inclemencias del tiempo, los desastres de su economia y la pretendida persecucion de que era objeto por parte de hombres y dioses, en el inalterable afan de convertir aquella finca en una finca agricola donde pacieran los corderos que se habia hecho traer de Inglaterra para cruzarlos con los autoctonos.

Habia construido corrales, tenia pastores que andaban por los campos en barbecho o en las lindes de los caminos y los bosques con la radio a todo volumen ahuyentando a los motoristas que cruzaban los prados en busca de peligros, y habia logrado perder en los anos que duro la aventura buena parte de su patrimonio.

Pero contaba a gritos a todo el que quisiera oirlo, incluso a los hombres del bar del pueblo con los que iba a jugar al domino los domingos por la tarde, y tambien a mi cuando le acometia uno de sus ataques de violencia verbal, que 'poco le importaba perder o ganar, que el dinero era suyo y que a su hija Aurelia', esa era yo, 'ya le habia dado la posibilidad de cantar su cancion en esta vida. Cada uno tiene que cantar su cancion'; repetia a gritos una metafora que yo le habia oido desde que era nina: 'y no tengo que reprocharme de haberselo impedido. La he enviado a estudiar por el ancho mundo, la he mantenido y subvencionado durante largos anos de investigacion y estudio, la he convertido en una doctora en Virologia o en Biologia Molecular, algo asi', dudaba siempre quitandole importancia, 'que ahora, si no gana tanto dinero como el que ganaba yo a su edad, se basta a si misma y ademas tiene cierto prestigio, y como vive la mayor parte del tiempo en Madrid, donde se caso y encontro trabajo, apenas nos vemos y por supuesto ya no nos necesitamos. En cuanto a mi yerno', en un imparable aumento de la irritacion, 'ya he perdido la cuenta de cuando murio, solo recuerdo que era un enloquecido artista de izquierdas', decia con desprecio, 'que no merecia cobrar un duro porque habia perdido hacia anos la capacidad, no ya de ganar dinero, sino siquiera de conservarlo.' Les tocaba despues el turno a los

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