libre y me dedique a coser. No sabe la cantidad de vestidos que le hice. Luego cuando ella se fue a vivir con su hija, siempre venia a mi casa para que yo le hiciera incluso los trajes de chaqueta, las blusas, todo, todo…' 'Caramba, caramba', respondia yo, agotada.
Pero Adelita seguia cumpliendo con sus obligaciones a la perfeccion y llenandome de atenciones y delicadezas. Un ano, el dia de mi aniversario, al salir del bano por la manana me encontre en la mesita de noche, junto al primer te del dia, una tarjeta de dimensiones reducidas, en la que por una parte habia la reproduccion de unas flores deleznables, y por el otro, una cuarteta escrita en diagonal en la que se rogaba a los angeles del cielo que bajaran a la tierra a desearme felicidades y se invocaba, ademas, el poder de los santos para que me concedieran una vida en la que se colmaran mis deseos todos.
Adelita me felicitaba sumandose a la levedad de los angeles y a la potestad de los santos, y con el respeto de su fiel servidora y amiga, firmaba con una rubrica que saliendo de la ultima letra daba vueltas sobre si misma antes de rodear todas las demas en un gran arco y acabar con precision en el primer punto de la inicial de su nombre.
'Muchas gracias, Adelita.
?Que detalle! No sabia que fuera usted poeta.' 'No sabe usted la cantidad de poesias y textos que tengo escritos. A veces me pregunto que haran mis hijos con tantos papeles el dia que yo muera.' Pero yo me fui habituando a sus discursos y la dejaba hablar, consciente de que ese exagerado concepto que parecia tener de si misma y que con tanta insistencia me queria transmitir formaba parte de su caracter. Y aunque los hechos no coincidieran con los de su vida, admitia que este era el economico precio que tenia que pagar para estar tan bien atendida.
Unas semanas antes de Navidad, Gerardo y yo decidimos pasar el largo puente de diciembre en la casa del molino, lo que haciamos con cierta frecuencia. A Gerardo la zona le gustaba porque podia dar largas caminatas que a veces duraban varias horas atravesando valles y subiendo por montes cubiertos de bosque. Llegaba a casa cansado pero feliz, se daba una larga ducha y preparaba unas copas que bebiamos en el porche de la entrada si el tiempo era bueno o junto al fuego de la chimenea en los dias ventosos de lluvia y frio. A mi me gustaba tambien tenerlo cerca, era un buen companero y la vida con el era comoda y placida, y nunca se quejaba si yo andaba por la casa trajinando o si me encerraba en el estudio para acabar algun trabajo pendiente.
'?No adivinarias lo que me ha dicho hoy Adelita?', me pregunto una noche, haciendo tintinear el hielo de su vaso cuando me reuni con el en el salon poco rato antes de cenar.
'?Que te ha dicho?' '?Se da cuenta, senor?, la senora se me ha adelantado.' '?Se le ha adelantado la senora? ?Que quiere decir, Adelita?' 'Que la senora ha terminado su libro, y yo, la verdad, todavia tengo mi novela muy atrasada.' 'Ah, ?pero usted tambien escribe, Adelita?' '?Claro! Claro que escribo, lo que ocurre es que yo no tengo tanto tiempo como ella, ya sabe, esta casa, la mia, el jardin que de una forma u otra lo tengo que llevar yo porque estos jardineros marroquies por muy buena voluntad que tengan', y hacia una mueca de suficiencia, 'confunden la arena con la tierra.
En fin, que no tengo tiempo.' Me quede boquiabierta. Cierto que yo acababa de publicar un libro, pero no era una novela, sino una recopilacion de algunos de mis ultimos articulos de divulgacion que habian aparecido en la prensa.
'Esta loca', dije finalmente, 'pero es una loca inofensiva. ?Que mas da!' 'No esta loca, es un poco exagerada. Dice de si misma lo que le gustaria ser, no lo que es.' 'Si, tal vez, tal vez tienes razon.' 'Al fin y al cabo, todos hacemos un poco lo mismo. El otro dia, por ejemplo, te oi decir que te gustaba mas viajar en tren que en avion porque en el tren podias trabajar, te montabas, decias, una especie de despachito en la mesa del tren y aprovechabas el tiempo. Y yo nunca te he visto trabajar en el tren, duermes, lees a ratos, miras la pelicula, te comes todo lo que te traen o si no lo vas a buscar a la cafeteria, pero trabajar, lo que se dice trabajar, yo no te he visto nunca.' '?No?', me quede pensando. 'Es cierto que lo dije.' 'Y es natural, porque es asi como te gustaria ser, es asi como te gustaria ir en tren y haces planes para que asi sea, y cuando lo cuentas estas hablando como si los planes ya se hubieran realizado.
Asi se acaba confundiendo lo que se quiere ser con lo que de verdad se es.' 'Si, tal vez tengas razon', reconoci de nuevo, 'pero de todos modos son demasiadas fabulaciones, todos los dias aparece una nueva faceta de su caracter o de su historia.' 'Es que son muchas las personas que quisiera ser, es como si fuera probando a ver con cual de ellas tiene mas suerte.' 'Hablas como si fueras psicologo', me rei. 'Anda ven, no me juzgues tan mal.' 'No te juzgo mal, amor, es que a Adelita le gustaria tanto ser como dice…' Aun asi, eran los tiempos felices. Yo iba y volvia de Madrid, cada vez con mas frecuencia, aprovechando cualquier ocasion y gozando de la sensacion de libertad que dan las situaciones provisionales.
Me quedaba en la casa del molino dos o tres dias o mas, si podia arreglarlo antes de partir otra vez, y a veces entre semestres incluso una semana o dos. Todo funcionaba, todo estaba en orden.
Dos anos habian pasado desde la muerte de mi padre. Una tarde en que volvia en coche del pueblo, al tomar la primera curva antes de la subida que iba a la casa vi entre las encinas a la izquierda del camino a una figura estilizada, casi desvaida, que me llamo la atencion porque era el unico ser humano del entorno. Era un hombre vestido de negro que llevaba un sombrero tambien negro, un pajaro de mal aguero me parecio, aunque solo lo vi de espaldas, inmovil, sin la menor intencion de avanzar o retroceder.
Estaba en un claro junto a un gran arbol que desde lejos me parecio una higuera a dos pasos de la masia de Pontus. Lo estuve mirando un buen rato pero, como si fuera una escultura que alguien hubiera introducido en el paisaje, seguia sin moverse. No volvi a pensar en el hasta que unos dias despues volvia con Gerardo de dar un paseo, cuando desde una loma que domina un vasto panorama nos asomamos al valle, y escudrinando el paisaje a la luz del crepusculo descubrimos a dos figuras desproporcionadas, una alta con sombrero y la otra baja, que trajinaban un bulto. Pero no atinaba a mantenerlos en el punto de mira, el viento sacudia con furia los chopos del torrente y sus figuras desaparecian y aparecian como el avion en el cielo nublado de una noche de luna.
'Podria ser Adelita, ?no?', dije yo.
'?Quien? ?Donde?', se extrano Gerardo.
'No, no sera', pero hice una mueca.
'Y si es, ?pasa algo?', pregunto el.
'No, es cierto, no pasa nada', dije dudando, porque me habia dado cuenta de que se encontraban en el mismo lugar, en el claro del bosque junto a la gigantesca higuera donde yo habia visto al hombre del sombrero negro hacia unos dias al volver del pueblo, solo que el punto de mira era ahora el opuesto y ademas estabamos en un alto, asi que la vision a vista de pajaro era distinta.
Cuando llegamos a casa, Adelita no estaba. A la hora de la cena seguia sin aparecer. Me fui entonces a su casa, que distaba apenas unos pasos de la mia, y llame. Se abrio la puerta y una vaharada de olor a rancio, a habitaciones cerradas, me vino a la cara. Y me di cuenta entonces de que en todos estos anos ni una sola vez habia entrado en la casa de los guardas.
El marido, que habia abierto, me miraba sin verme. Apestaba a vino y a sudor, y la cara sin afeitar parecia tener el mismo pelo que el cuello y las munecas que asomaban por las mangas arremangadas de la camisa.
'?Y Adelita?', pregunte dando un paso hacia atras.
El hombre habia apoyado una mano en el quicio de la puerta.
'Ha ido al pueblo', dijo. 'A ver a su madre, creo.' Echo una mirada de traves a la luz que le heria la vista y se llevo a la boca un palillo que sostenia en la otra mano. En el fondo de la casa a oscuras, se oia la television.
Le di las gracias, murmure 'buenas noches' y me fui.
Gerardo estaba preparando unas copas.
'No te preocupes, Aurelia, ya vendra.' 'Si no es eso.' '?Entonces?' 'No se…' Y no lo sabia, no sabia por que de pronto me habia inquietado tanto. En aquel momento sono el telefono y Gerardo acudio a la llamada.
'?Quien era?', pregunte por preguntar.
'Nadie. Un error. Un tipo queria hablar con una tal Dorotea.' Cuando aquella noche, pasadas las diez llego Adelita, no le pregunte por el motivo de su retraso.
Habia llorado tanto que tenia la cara mas aplastada aun, enrojecida y con los ojos pequenos.
'Disculpe, senora', dijo entre hipos, 'disculpe. La cena estara en un minuto.' 'No se preocupe', respondi.
'De todos modos, pensabamos cenar fuera. ?No es asi?', dije dirigiendome a Gerardo, que sonreia tras su