Entramos las dos en la comisaria, yo me adelante hacia el mostrador y ella se sento en un banco de madera adosado a la pared. El edificio era nuevo y estaba en un barrio periferico, la obra parecia reciente y las paredes encaladas anadian frio al suelo de terrazo y a los pasillos azotados por una helada corriente de aire.
'La estaba esperando', dijo el policia que nos recibio, y sin echar siquiera una ojeada a Adelita, me abrio el paso hasta un despacho tan nuevo y tan vacio que mas parecia un decorado sin acabar que una oficina de la comisaria.
Un policia, que supuse debia de ser el comisario del que me habia hablado el sargento Hidalgo, se levanto y no pude dejar de pensar que podia estar haciendo mientras me esperaba, porque la mesa estaba completamente vacia y por no haber no habia ni siquiera telefonos ni un ordenador, ni un fichero, nada.
Era alto y no estaba gordo pero si tenia un cuerpo orondo, oprimido por un uniforme demasiado ajustado.
Sin embargo, lo mas sobresaliente era su rostro de ojos verdes muy claros y una enorme mancha de sangre que le cubria la mejilla hasta detenerse y contorsionar el labio.
Luche por dar a mi mirada un aire de normalidad y no aparte mis ojos de los suyos, tan verdes y tan grandes, tan persuasivos que me inspiraron una gran confianza.
'Ya le ha contado lo que ocurre el sargento de la Guardia Civil, ?no es asi?' 'Asi es', respondi yo, que de pronto me senti pequena, menuda, frente a aquel policia corpulento y de voz sonora. Y dije con seguridad: '?Asi que Adelita es la que ha robado la joya?' 'Si, senora.' 'Y ?donde esta ahora?' El policia me miro, asombrado: 'Ha venido con usted, ?no?' 'Me refiero a la sortija.' El policia se levanto, cogio con una mano un abrecartas plateado, que navegaba solitario sobre la mesa, y dandose golpecitos en la palma de la otra comenzo a pasearse por la habitacion. Yo lo seguia con la vista y torcia la cabeza cuando no alcanzaba a verlo porque caminaba a mi espalda. Tras la ventana de grandes cristales se extendia hasta la lejania un paramo, un terreno preparado para construir, pense, buscando una grua o una excavadora, que mientras tanto se habia habilitado para echar las basuras. Mas alla, una linea de altos chopos desnudos marcaba el cauce escondido del rio y, tras ella, una neblina espesa se pegaba al agua, invisible desde esa ventana. Estara espesa el agua, pense, y turbia, despues de tantas lluvias.
'El caso es', comenzo el policia, acelerando las palmaditas, 'que el joyero que compro la sortija cumplio con su deber y le pidio el carnet de identidad a la mujer, a su guarda. Hasta aqui todo esta bien. Y el, para cubrirse y como es su obligacion, vino a comisaria a dar parte de la compra de la joya. De hecho, el no podia denunciarla, porque no tenia pruebas de que se tratara de un robo, pero el aspecto humilde de la mujer, nos dijo, lo hizo ser precavido.
Y como le digo, lo comunico a la policia, en este caso a mi subalterno.' El policia de pronto tenia calor y se desabrocho el primer boton de la camisa dando golpes de cabeza a uno y otro lado.
'?Que calor!', dijo.
No lo desmenti, porque en la habitacion la calefaccion era casi insoportable, pero yo me arrebuje en mi abrigo y me apoye en el respaldo, dispuesta a oir el final de la historia.
'Eso es todo', dijo el.
'Como que todo? Y, ?donde esta la sortija?' 'Vera, de hecho, el joyero no compro la sortija, solo compro la piedra, el brillante', y se volvio casi de espaldas hacia la luz cenicienta de la tarde.
'?Ah, si?, y la montura, ?donde esta?' '?La montura?', pregunto sin moverse.
'La montura, el engarce, como se llame, lo que no compro el joyero.' Miraba el rio lejano por la ventana y de pronto se volvio, presuroso.
'?No se lo dijo el sargento?
Pues el bien lo sabe.' '?Saber que?', pregunte con cierto tono de impertinencia porque me daba cuenta de que el comisario daba vueltas para mantenerme en la confusion.
El acuso la provocacion.
'Senora, aqui estamos para solucionar los problemas, no para crearlos. Creame, no encontrara a nadie mas interesado que yo en resolver su problema. Y puedo asegurarle que se hara todo lo que se pueda, pero desgraciadamente no siempre las cosas salen como quisieramos.' 'Vamos a ver', dije tomando una actitud mas conciliadora, '?me quiere o no me quiere decir donde esta mi sortija, mi brillante, llamelo como quiera?' De nuevo el policia se sento en su butacon tras la mesa. El respaldo tenia dos columnas rematadas con dos cabezas de leon que le quedaban a la altura de las orejas, y al darme cuenta, a punto estuve de echarme a reir, pero me contuve y segui: 'Si ella vendio el brillante, si el joyero lo comunico a la policia, no hay mas que ir a la joyeria y recuperarlo. ?De que joyeria se trata?' 'No crea, querida senora, que todo es tan facil. Ha de saber que no se puede decir el nombre del joyero y que existe una ley que permite a los joyeros vender las joyas una vez que han comunicado sus dudas a la policia siempre que haya transcurrido un mes.' Detuvo los golpecitos y se me quedo mirando. Con ironia, con guasa. Y yo salte como si me hubiera ganado la partida.
'?Me esta usted queriendo decir que, porque la policia ha cometido el error de no informarme a tiempo, el joyero ha vendido la joya, se ha embolsado el dinero y yo ya no tengo nada que hacer? ?Es eso lo que me quiere decir?' 'No hay nada que hacer, no hay nada que hacer', dijo el policia reanudando los golpecitos, 'es una frase demasiado contundente. Siempre se puede hacer algo en la vida.' Se quedo callado y de pronto pregunto: '?Ha puesto usted una denuncia?' 'Si, en el cuartel de la Guardia Civil. ' El policia parecia preocupado.
'No deberia, habria sido mejor hacer las cosas por sus pasos.' '?No tendria que haber denunciado el robo? ?Por que?' No entendia nada.
'Es que, mire, senora, las cosas se pueden hacer de muchas maneras, bien, mal, demasiado despacio o demasiado de prisa, y nosotros que estamos aqui sabemos que no siempre el camino normal es el mas expeditivo, pero en fin, lo hecho, hecho esta, no importa. Creo que podremos salvar la situacion. Hare lo que pueda', anadio como si de un extremo favor se tratara. Y sin dejarme hablar mas, aunque por otra parte no habria sabido muy bien que preguntar, dijo: 'Vamos a ver, actuaremos de la mejor forma que se pueda actuar. Usted por ejemplo haga como si nada ocurriera, como si yo no le hubiera hablado de la joya ni del joyero y nos hubieramos limitado a comentar el tiempo, ?me comprende?' '?El tiempo? Entonces, ?a que hemos venido?', pregunte, un poco sorprendida.
'Es un decir, lo que importa es que ella crea que usted ha venido solo a denunciar el robo, como si no fuera posible denunciarlo mas que aqui, algo asi, ?me comprende ahora?' Asenti.
'Se va a su casa tranquilamente, y no se preocupe, que yo la llamare en cuanto haya hablado con el joyero. Esto es lo principal, y si ella confiesa, me lo hace saber.' Tenia de pronto tal aire protector que me deje guiar a la puerta, convencida de que el asunto estaba en las mejores manos posibles porque este policia se valdria de sus hilos ocultos y me devolveria la sortija y la paz. Aunque, ?que haria con Adelita?
Seguia sentada en el banco, apenas habia cambiado ni de posicion ni de expresion y la barbilla hundida en el pecho acentuaba mas aun la papada y disminuia la exigua longitud de ese cuello potente del que emergia, como de un tiesto, su cabecita cubierta de rizos pequenos de permanente antigua. Las piernas de rodillas anchas adelgazaban hasta quedar reducidas al grosor de unos tobillos y unos piececillos diminutos que se balanceaban sin apenas tocar el suelo. Su cuerpo asi encogido tenia un aspecto mucho mas fragil, casi desguarnecido.
Con un saltito apenas perceptible, se puso en pie y se acerco silenciosa, silenciosa pero digna e incluso altiva. El policia no la miro, ni ella a el. Me dio la manoe para despedirse e hizo un gesto con la cabeza arqueando al mismo tiempo las cejas como si se refiriera a un secreto compartido entre ambos, mientras repetia: 'Lo dicho, senora, estoy a sus ordenes.' Dio media vuelta y se fue de nuevo hacia su despacho.
'?Que le ha dicho?' Al tomar la iniciativa, Adelita me habia cogido desprevenida.
'Nada', respondi, 'dice que aqui ha aparecido una joya que bien podria ser la mia.' 'Ojala la encontremos. Yo estoy enferma de los nervios.' Entonces me detuve y la mire.
La mire con la intencion de que viera que la miraba. Ella bajo los ojos, distraida, y nada anadimos ninguna de las dos.
El viaje de vuelta se hizo tambien en silencio. La cara de Adelita se habia desprendido de los dos grandes parches rojos que le habian congestionado las mejillas.
Las manecitas regordetas descansaban sobre las rodillas y yo las miraba y pensaba que habia hecho bien en vender la sortija porque no le habria cabido ni siquiera en el dedo menique.
Cuando despues de haber retirado los platos del almuerzo y haber recogido la mesa, siempre en silencio, Adelita se fue a su casa y yo me tumbe en el sofa a ver la television, pense, algo ha de pasar, algo pasara, no