de misterio. Por ejemplo, aquel utensilio para colgar cuchillos que Adelita no podia recordar donde habia ido a parar. O aquel billete de cien dolares que habian dejado los Beckmann en el cajon de la mesita de noche cuando estuvieron pasando unos dias en casa y que, tras horas de busqueda inutil, Adelita habia encontrado doblado en varios pliegues debajo de una alfombra, o el talon que Adelita decia haber perdido y que finalmente alguien habia cobrado en Barcelona, o…
Una inquietud me cubrio la frente de sudor.
'?Estas ahi?', pregunto Gerardo. 'Contesta, Aurelia.' 'Si, si, perdona, estoy aqui.' 'Lo que tienes que hacer es ir al cuartel de la Guardia Civil del pueblo y denunciar el robo.' '?Crees que servira de algo?' 'Si, creo que si. De algo servira, algo pasara. Si no lo denuncias, te expones a que no pase nada.'
Cuando Adelita ocupo el asiento delantero del coche, estaba muy seria. Mas que seria, enfurrunada, y yo la miraba de reojo, no tanto porque dudara de ella, que no dudaba de momento o no queria hacerlo, sino porque me habia parecido que a su manera se habia ofendido cuando le dije que ibamos a la Guardia Civil.
Se lo habia dicho en cuanto habia colgado el telefono.
'Claro que si, yo tambien lo he pensado. Que busquen ellos y no nosotras. A ver si los encuentran.
Estos guardias civiles no sirven para nada. No sabe usted las veces que yo he ido a decirles que por la noche ladra mi perro. Pues ellos, como si tal cosa. Igual que las llamadas de telefono. Que si esta Dorotea, que si no esta Dorotea.
Ya no puedo mas con tanta Dorotea, me duele la cabeza de tanta Dorotea. Como si no tuviera otra cosa que hacer que ponerme al telefono. Son unos irresponsables. Y con el dinero del contribuyente…' El resto del camino lo hicimos en silencio.
Al llegar al cuartel nos recibio un numero de la Guardia Civil. Adelita se habia vuelto de pronto muy parlanchina e incluso agresiva con el: 'Los he llamado varias veces para decirles que nos acosan por telefono: llaman, preguntan por Dorotea y despues cuelgan. Y ahora ha pasado lo que ha pasado.
Siempre lo estoy diciendo: lo que no pasa en un ano pasa en un dia.' El guardia civil la miraba sin interes, como si lo que decia no fuera con el. Se volvio a mi y me pregunto: '?Quiere usted presentar una denuncia por este asunto del telefono?' '?Por el asunto del telefono?
No. Quiero denunciar que me ha desaparecido una sortija.' Nos hicieron pasar a un cuarto interior donde otro guardia civil parecia esperarnos sentado frente a una maquina de escribir. Nos sentamos. Di mi nombre, la direccion de la casa del molino, la mia de Madrid, mis telefonos. Y luego comenzo el interrogatorio.
'?Donde tenia la joya?' 'En un cuarto de armarios detras de mi habitacion, en el primer piso de la casa.' El hombre escribia con atencion, mordiendose la punta de la lengua. El ruido de la maquina horadaba el halo de luz de su lampara.
'?En el armario o en una caja dentro del armario?' 'En un joyero, dentro de la caja fuerte, que no estaba cerrada.' '?No estaba cerrada?' 'No tenia puesta la combinacion, estaba solo cerrada con llave pero la llave estaba en la cerradura.' Hizo un leve gesto de ironica extraneza pero continuo: '?En cuanto la valora?' 'No se lo que vale ahora.
Cuando me case, hace veinte anos, costo una fortuna, un millon de pesetas, creo.' Lo recordaba bien, recordaba que mi marido, como si se tratara de un gran secreto, me habia dicho lo que sus padres se habian gastado en ella. Si, un millon en aquel tiempo era como hablar ahora de un tesoro.
Fueron muchas las preguntas que respondi bajo la mirada atenta de Adelita. Cuando acabamos, saco el papel de la maquina de escribir, me pidio que lo firmara si estaba de acuerdo, y una vez lo hube hecho, me entrego la copia. Y ya me disponia a irme cuando se acerco otro guardia civil y me dijo: 'Quiere pasar un momento? El sargento Hidalgo la espera.' Lo segui por el pasillo y lo mismo hizo Adelita.
'No', le dijo con amabilidad el guardia, 'usted espere un momento.' El sargento fue breve. Se presento: 'Soy el sargento Hidalgo', dijo, y al darme la mano, anadio: 'encantado, senora. No tenia el gusto de conocerla personalmente, pero si sabia que vivia usted en los alrededores. ?Tiene aqui su domicilio?' 'No del todo, yo vivo en Madrid, pero vengo aqui muy a menudo, y pienso venir mas a medida que trabaje menos.' Sonrio y me hizo sentar frente a su mesa, y sin preambulos de ningun tipo, dijo que la sortija cuyo robo habia venido a denunciar estaba en Gerona.
'?En Gerona? ?Donde?' 'Quien la robo la vendio a una joyeria.' '?Y quien la robo?' El sargento sonrio y senalo con la cabeza en direccion a la sala de espera, pero no movio las manos, que mantenia cruzadas con los codos apoyados en los brazos del sillon, ni dijo una palabra.
Me volvi.
'?Quien?' 'Ella, su guarda', dijo, y siguio sonriendo inmovil, comprobando el efecto de sus palabras.
'?Adelita?' 'La misma.' '?Como lo sabe?' 'Porque fue ella la que vendio la joya, y el joyero le exigio el carnet de identidad. Fue ella tambien la que le dijo que era la guarda de la casa de usted.' '?Cuando se lo dijo?' 'El mismo dia que fue a venderla, el 11 de noviembre.' 'Mi cumpleanos', dije con asombro, como si anadiera un dato mas a la investigacion porque algo me decia que mostrar mi estupor seria alinearme de entrada con el guardia civil y ponerme en contra de Adelita. Al fin y al cabo, me dije, tal vez para justificar la sorpresa, bien podria ser que se hubiera equivocado. No hay que precipitarse, y anadi: '?Esta seguro?' 'Completamente seguro.' Hubo un momento de silencio.
El sargento Hidalgo seguia sin moverse pero habia dejado de sonreir y parecia esperar a que digiriera la noticia.
'Y si lo sabe desde entonces, ?por que no me lo ha comunicado antes? Hoy es 30 de diciembre.' 'Estaba usted ausente.' '?Como lo sabe?', y le mire con desconfianza.
El sargento parecio perder pie por primera vez.
'Bueno', balbuceo, 'esta es la noticia que me llego del comisario de policia de Gerona.' 'Lo podria usted haber comprobado y, en cualquier caso, nada les habria costado enviarme una carta, un fax o un telegrama. Quien tan bien sabia que yo estaba ausente sabria tambien que en mi casa saben siempre donde estoy.' De nuevo el sargento recobro la iniciativa y la seguridad.
'Comprendera que en estas circunstancias se hacia muy dificil hablar con su guardesa.' '?Por que? No tenian mas que pedirle mi direccion. O mi telefono.' 'No se nos ocurrio.' Callamos los dos durante un momento. Yo, de sorpresa e indignacion, el, supuse, por dejar que pasase el tiempo mientras buscaba un pretexto que lo exculpara. Dijo finalmente: 'No se que decirle, el caso se llevo desde Gerona. Le aconsejo que vaya alli y recupere la joya, como ya le he dicho, el caso se lleva desde la comisaria de policia de Gerona', recalco. 'Pero sobre todo no le diga nada a su guarda, porque queremos que sea ella la que confiese. De momento, es lo que hay que procurar, porque de lo contrario…' 'De lo contrario, ?que?', quise saber y anadi: '?Por que tiene que confesar?' 'Porque el tramite se simplifica, si no existe mas que la denuncia de usted, hay que llevar a cabo una serie de investigaciones para conocer si de verdad ella la robo, o…', dudo un instante, 'si fue usted la que le pidio que la vendiera para denunciar un robo y cobrar el seguro.' Aunque mi sorpresa me habia dejado sin habla por esta nueva complicacion, o mejor, esta posible interpretacion de los hechos, el sargento no parecia dispuesto a darme mas explicaciones. Hizo unas anotaciones en un papel, se levanto, alargo la mano para darmelo y dijo a modo de despedida: 'Estos son mis telefonos. Para cualquier otra cosa que ocurra, ya sabe donde me tiene.'
Durante los cuarenta kilometros de viaje hasta Gerona, tanto Adelita como yo estuvimos casi siempre en silencio. De pronto se le habia puesto la cara reconcentrada, los labios tenian un rictus, un mohin enfurecido pero contenido, las mejillas le ardian, la cabeza se le habia hundido en el pecho dejandola sin apenas cuello y tenia la vista fija, mirando hoscamente un punto del suelo del coche, como si hubiera adivinado lo que me habia dicho el sargento.
'Adelita', le dije en un momento dado, '?no tiene nada que decirme?' 'Nada', respondio como un nino que ha decidido no volver a comer en su vida.
Hacia frio, los arboles desnudos alargaban el horizonte desolado del paisaje y el cielo capotado pesaba sobre el como una losa. La carretera estaba vacia y el recorrido parecia interminable.
Seguiamos las dos en silencio cuando aparcamos en La Devesa.
Insisti: 'Si hay algo que usted sabe y me quiere decir, hagalo, Adelita.
Esto nos ayudara a usted y a mi.
Todo sera mas facil.' Pero ella siguio cada vez mas reconcentrada en si misma, como si el hecho de estar ella en el automovil fuera un insulto que preferia soportar en silencio.