padres. De hecho vivian con ellos, comian con ellos, veian la television con ellos. Por eso estan tan nuevos los electrodomesticos.' Y Adelita levantaba su cara de luna y clavaba los ojos en los mios que, incapaz de reparar en que si estaban tan nuevos no habia necesidad que los cambiaran, no sabia si aceptar tanta generosidad o comenzar a dudar de todo lo que oia y veia.

Pero me fui a los dos dias y cuando volvi al cabo de varias semanas, me encontre con que Adelita habia pintado las puertas y los grandes portones de la entrada ademas de las paredes del salon, habia sacado brillo a los suelos, habia rascado con papel de lija tantas veces la mesa del comedor y le habia dado despues cera que estaba brunida como una antiguedad, que el asunto de la nevera y de la cocina, cuando los recorde, me parecieron excesos de una persona que hacia meritos derrochando favores a su alrededor. Y deje de dudar. Pero ahora me doy cuenta de que si me hubiera tomado la molestia de juntar las afirmaciones de Adelita a lo largo de aquel ultimo ano, habria comprendido, entre muchas otras cosas, que no habia vida suficiente para haber vivido tanto.

Porque en esta nueva etapa, Adelita no paraba de hablar de si misma, de su vida y de sus multiples capacidades.

Tenia, decia ella, treinta y dos anos, pero su hijo mayor rondaba los veinte.

'Es que me case siendo una nina.' 'Pero ?a los doce anos, Adelita?' 'Si, siempre fui muy precoz', ratificaba sin dudar; 'tuve la primera regla a los diez anos.' Y mantenia la mirada fija en la mia que, no acostumbrada a esas intimidades, la bajaba sin saber que decir.

Recorde entonces que a los pocos meses de llegar habia descubierto que no tenia dos hijos como me habia dicho el primer dia, sino tres.

'?No me dijo dos?', pregunte dudando de mi memoria.

'No, tres', rectifico con aplomo, y en seguida desvio la conversacion hacia sus partos. 'Sufri mucho, porque me tuvieron que hacer la cesarea las tres veces. Dijo el medico que jamas habia encontrado una persona como yo que…' Adelita habia trabajado en Francia con su marido. 'Por eso se frances.' Y corriendo a la velocidad que le permitian sus cortas piernas, salia al extremo de la terraza y llamaba a gritos: 'Jalib, 'viens ici, viens'. ?Ve como me comprende?' Habia trabajado tambien en una residencia de ancianos, de la que practicamente se encargaba ella sola. Nada le gustaba mas, nada en este mundo, decia cerrando sus ojitos y frunciendo la frente, que cuidar a los ancianos que eran para ella como la madre que tanto habia querido y que no habia podido cuidar.

'?Por que no la habia podido cuidar?', preguntaba yo.

'Cosas de familia, senora.

?Ha sido tanto lo que yo he pasado! Pero mire lo que le digo, yo siempre he puesto paz entre los hermanos, siempre. Y cuando murio mi padre…' Habia regentado un hotel donde cocinaba cuando el cocinero estaba enfermo, y durante el verano anterior a su llegada a mi casa, habia llevado ella sola seis apartamentos…

'Y ?por que lo dejo?' 'El propietario no queria que lo dejara, claro, necesito varias chicas para sustituirme, pero le digo la verdad, yo ya no podia, era demasiado…' Y en un momento en que su marido se puso enfermo tambien habia trabajado como albanil. Sabia poner inyecciones, coser las heridas de los perros…

'?Que no habra hecho usted, Adelita!', le decia yo que no queria ni me importaba saber si todo aquello habia podido transcurrir en los veinte anos de vida laboral de la mujer, y que lo unico que deseaba es que me dejara leer el libro que habia dejado en el regazo. A veces, bostezaba con ostentacion para ver si se daba por aludida y me permitia descansar.

'Lo que a usted le ocurre, senora, es que tiene la tension baja', decia entonces ella, y salia corriendo para volver al minuto con un aparato de tomar la tension, se ponia alrededor de la cabeza el fonendoscopio y con un gesto de concentracion de experta, comenzaba a darle a la pera hasta que, desviando la mirada al techo como si estuviera concentrada en oir los latidos de la sangre, hacia un gesto como queriendo decir, si ya lo decia yo. Se lo quitaba, lo enrollaba y diagnosticaba: 'Once y siete, muy bajo para su edad.' '?Que le pasa a mi edad? Tengo cuarenta y siete anos. Siempre he tenido la misma tension. ?Se supone que he de tener una tension especial? Y, por cierto, ?de donde ha sacado usted este aparato?' Adelita lo metia en el estuche y decia con cierto rubor: 'Fui ayudante de un medico muy bueno que habia en el pueblo. De el lo aprendi. Al final era yo la que tomaba la tension a los pacientes.' Y poco a poco su mirada se desplazaba del aparato a mis ojos atonitos, y a mi, que aun no queriendo saber como este nuevo trabajo se vinculaba con su vida laboral, me dejaba perpleja.

'Y ?por que se fue?' 'El medico es el que se fue, a Madrid. ?Oh, si supiera la cantidad de veces que me ha llamado para rogarme que me fuera con el! Pero no puedo, comprendalo. Tengo una familia. ?Ah!', anadia para si, 'si yo no tuviera familia, que carrera profesional habria podido seguir, pero me case tan joven que apenas he tenido tiempo de nada.' 'Y ?el aparato?', insisti yo.

'Lo vi en un catalogo para medicos, y lo compre.' 'Pero usted es imparable, Adelita. Lo compra todo.' Adelita sonrio: 'Me gusta tener cosas que me ayudan a ser mejor. A pesar de mis limitaciones procuro prosperar, ir hacia adelante.' Desde que estaba en la casa habia comprado por catalogo una maquina de coser…

'No, la maquina de coser aun la estoy pagando, la compre a plazos a unos amigos que son vendedores de una empresa muy buena. Es una empresa que tiene muchos anos de experiencia porque fue fundada en 1230.' '?Como dice?' 'Digo que es una marca muy antigua, es una de las primeras que se conocen, de hace muchos anos.' 'Sera de 1930.' 'Eso, de 1930, eso es. Se llama Maquinas de Coser La Puntual, y la maquina la he comprado en muy buenas condiciones, me han hecho muchos plazos. Claro que he tenido que firmar unas letras pero pago tan poco dinero cada mes que apenas me entero. Yo soy muy buena con la maquina, me encantan todas estas cosas.' Y bajo entonces de nuevo los ojos para acabar de enrollar el fonendoscopio.

'Un mayordomo…' '?Que es un mayordomo?' Y corria Adelita a su casa a buscar el aparato.

'?Ha visto lo bien que va?', decia con el extrano artefacto en las manos, intentando impresionarme a mi que ni entendia en aparatos electrodomesticos ni me interesaban en absoluto. 'Hace todo el trabajo de la casa, plancha, limpia las alfombras, los cristales, las paredes, saca brillo a los metales…' 'No puede ser tan perfecto, Adelita, se sabria', le dije yo, que nunca antes habia oido hablar de semejantes mayordomos.

'Un teclado electronico…' '?Ah!, yo soy muy aficionada a la musica, lastima que no tengo tiempo porque se me da muy bien inventar canciones, tengo mucho oido y quien sabe lo lejos que habria podido llegar de no ser…' Desvio la vista un instante hacia el infinito, en un punto concreto dificil de localizar, como si estuviera ausente, imaginando tal vez lo que el mundo se habia perdido.

Pero volvio en seguida a la tierra: 'Me lo decia la profesora en la escuela.' 'Pero ?no dice que se caso a los doce anos? ?Cuando fue a la escuela?' Adelita no se inmutaba: 'Pues antes, antes de casarme.' 'Un video, una maquina de fotos, un aparato de diapositivas…' 'Me gusta ir por los campos y cuando veo un paisaje, o una puesta de sol, ?chas! saco una foto. Tengo una cantidad de diapositivas…

Miles, miles…' 'Caramba', me admiraba yo, incapaz de asimilar de golpe la cantidad de aficiones que demostraba de pronto Adelita. 'Es usted un primor', decia por decir algo.

Lo que si me habia llamado la atencion, en cambio, era la cantidad de vestidos y de conjuntos de falda o de pantalon que tenia.

Cuando iba al pueblo, fuera a comprar o a visitar a alguien, siempre llevaba un traje distinto. Incluso una vez la vi paseando por el jardin desde la ventana de mi cuarto con una larga falda que arrastraba la cola por la hierba. Iba y volvia por los pasillos entre romeros y lavandas, despacio, midiendo sus pasos para no caerse, porque se habia puesto tambien unos zapatos de tacon muy alto. Y recorde, ademas, que en verano se iba al pueblo con el traje de bano sin espalda, rota la cintura por unas bermudas que distorsionaban de tal modo su aspecto que yo me preguntaba como podia ser que ella misma no se diera cuenta.

'?De donde los saca usted?', le habia preguntado entonces.

'Me los regalan. Conozco a mucha gente, y gente de mucho dinero.

Saben que me gustan los vestidos y me los regalan.' A raiz de esta declaracion recorde tambien que en los primeros dias de su llegada a la casa le habia comprado unas batas en el mercado pero le venian tan largas como un traje de noche, asi que sugeri que se las acortaran en la misma tienda.

'?Que va!', habia dicho ella, 'si puedo hacerlo sola.' Se las llevo a casa, y yo nunca las volvi a ver. Aparecia siempre muy bien arreglada, pero con otras batas. Pense entonces que no las recordaba bien, quiza, o que las habia cambiado en la tienda.

'Ademas', seguia su imparable discurso, 'a mi me gusta mucho coser, la mayoria de los vestidos que usted me ve los he hecho yo. Y no solo me hago los mios. No habre hecho yo vestidos y trajes y pantalones a todo el mundo. A todas mis cunadas les hice el vestido de novia. Me gusta mucho la costura.

En casa de una senora donde estuve de ama de llaves, como estaba la senora sola yo tenia bastante tiempo

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