nietos que no tenia ni parecia que fuera a tener, decia, como no tenia sobrinos, ni ahijados, ni familiares de ningun otro tipo. Asi que nada lo obligaba con nadie. Estaba convencido de que conseguiria enderezar el negocio de los corderos pero en caso de que asi no fuere -en este punto del discurso ya habia levantado el brazo que movia como si blandiera una espada-, poco importaba, porque tenia la experiencia y la inteligencia suficientes para que ni la mala suerte ni los reveses lograran acabar con su fortuna por mal que le fueran las cosas y por anos que le quedaran de vida. El discurso podia ser interminable, pero siempre acababa con las mismas palabras: 'Y si al morir dejo la hacienda mermada, no por esto voy a sentir el menor remordimiento, tambien yo tengo derecho a cantar mi propia cancion.' Cuando la compro, la casa se llamaba 'El Viejo Molino', por un molino desvencijado de grandes aspas situado en la entrada de la finca a media altura de la ladera donde estaba situada, que recogia como en un corredor todas las corrientes de los vientos de los que era tan prodiga aquella tierra. No tenia armadura metalica, sino que se levantaba sobre una torre de ladrillos y piedras, cuyo revocado se habian llevado en buena parte los anos, las tormentas y la desidia de antiguos propietarios. El lo habia hecho remozar y aunque seguian las aspas por enderezar y completar, habia hecho pintar de verde oscuro los hierros que habian resistido el tiempo y habia aceitado la maquinaria hasta tal punto que, cuando la tramontana era muy feroz, el viejo molino se desperezaba, chirriando los goznes de pura pereza y comenzaba por dar lentas vueltas empujado por las rafagas mientras las bielas subian y bajaban con la lentitud de la inanidad: el pozo se habia secado hacia anos y no quedaba de el mas que un brocal de belen cubierto de hiedra como un elemento decorativo del paisaje. El molino servia de muy poco pero fue el el que dio el nombre definitivo a la casa. 'Se llamara 'El Molino', ordeno, 'ni nuevo ni viejo, 'El Molino' a secas.' Mando imprimir unas tarjetas con aquel nombre tras el suyo y clavo una placa de metal en un poste a la entrada del camino.

Entre adecentar la casa, comprar ganado, construir corrales y apriscos, y pelearse con los pastores, habian pasado ocho largos anos, hasta que un dia de pronto, sin ningun sintoma, ningun signo que anticipara la tragedia, llego el ataque, la hospitalizacion y la sentencia que lo dejo postrado en una silla como un bulto inerte y mudo, y quien sabe si sordo y desprovisto de entendimiento, convertido en un tierno y sosegado vegetal. Este fue el unico acontecimiento de su vida que logro cambiar la mia y, lo que son las cosas, el unico no decretado por su voluntad.

Porque desorientada ante este golpe e incapaz de hacerle frente alejandome o ignorandolo como habia hecho siempre desde aquella primera vez, cuando me case y deje Barcelona para irme a vivir a Madrid aprendiendo a huir de su custodia y del terror que me provocaba su inapelable autoridad, inverti el orden de mis estancias y pase a tener el centro de operaciones, por decirlo asi, en la casa del molino donde decidi que el permaneciera ya que este habia sido su refugio mas querido, y en cambio el domicilio de Madrid, el pisito donde habiamos vivido mi marido y yo, paso a ser un apartamento de escueto mobiliario y estantes con lo imprescindible en el que vivia durante los meses lectivos, casi como una estudiante. No puedo negar que tambien me movio el miedo y la angustia a no poder soportar el remordimiento que me corroeria si lo abandonaba a su suerte, y sobre todo el rechazo que me provocaba verme viviendo con el, mas que invalido inerte, en Madrid. Lleve, pues, todas mis cosas a la casa del molino con el talante de quien sacrifica una buena parte de su vida y de su tiempo por un padre que, si bien habia sido autoritario y al que nadie, y menos aun yo, le habia conocido una sonrisa o una palabra amable, nunca me habia prestado la menor atencion y se habia dejado llevar permanentemente por un espantoso mal genio; en el fondo era una buena persona, me dije, y en cualquier caso se trataba de mi propio padre. Esos fueron los motivos de mi restringido traslado, pero justo es reconocerlo, lo hice tambien por el recondito anhelo de hacer de aquella casa, mi casa.

Fueron dos anos duros, porque no lograba reconocer en ella mi hogar aunque yendo y viniendo tenia siempre el aliciente del cambio.

Me gustaba llegar tras uno o dos meses de ausencia y sobre todo me gustaba irme cuando, cansada ya de la inactividad, de la vision escalofriante de mi padre catatonico, harta del campo y de la vida del campo que, sin embargo, tanto echaba de menos cuando estaba lejos, emprendia viaje otra vez para un nuevo semestre o para iniciar un nuevo curso.

Porque aquellas tardes lluviosas junto a la television, que segun Adelita distraian tanto a mi padre, aquella obligacion de quedarme junto a el, por lo menos esas horas antes de la cena que tomaba, o mejor dicho, que le daba ella a las siete y media con una puntualidad conventual, se convertian en torturas cada vez mas insoportables y los deseos de huir crecian en mi alma hasta tal punto que a veces apenas podia respirar. En cuanto me hubiera ido, bien lo sabia, desaparecian la repulsion y los remordimientos por mi desapego y solo me quedaria una vaga ternura al pensar en el hombre silencioso e inmovil, mi propio padre, cuyo recuerdo era incluso capaz de disfrutar.

Pero ahora que habia muerto ya comprendia que no tenia demasiado sentido permanecer en una casa que seguia sin ser mi casa. Y sin embargo, me habia hecho a sus muros y a la penumbra de sus estancias de tal modo que la sola idea de abandonarla me daba escalofrios. Tal vez en esta nueva situacion con la definitiva ausencia de mi padre lograria poner el pie en ella, y el alma si hacia falta, y me ayudaria el hecho de que, por lo menos en lo relativo a la propiedad, podia considerarla mia a todos los efectos.

Y puesto que estaba bien dirigida y no me exigia atencion ni trabajo porque habia vendido los corderos, arrendado los campos a mi vecino y dejado la administracion de la vivienda y del jardin a cargo de Adelita, decidi quedarme, al menos provisionalmente. Ella, Adelita, consciente de su nueva responsabilidad, acrecento sus dotes de fiscalizacion y de atencion e incluso cambio las batas que yo le habia comprado por unos vestidos de seda negra que aderezaba con blanquisimos y amplios delantales y una gargantilla de puntillas que le rodeaba el frondoso cuello como un volante, para encontrarse mas en su nuevo papel de ama de llaves, como paso a denominarse a si misma, segun probablemente habria visto en alguna pelicula. Habia adquirido tambien mas seguridad y tal vez porque no tenia que cuidar del enfermo, habia dejado de ser la paciente y sufrida sirvienta que tiene cabeza, manos y voluntad para todo. Hablaba mas y con mayor soltura, sobre todo de si misma.

El cambio no me paso desapercibido y cada vez que volvia a la casa del molino se hacia mas evidente, pero aunque habia algo misterioso e inquietante en esa nueva actitud de Adelita, no quise detenerme a pensar en ello, tal vez porque me parecia que no importaba demasiado, que era hasta cierto punto natural que al tener menos trabajo se sintiera mejor en su nuevo papel de unica rectora de la casa y del jardin, e incluso de vigilante de los campos. Y no es que se tomara mas atribuciones que las que la nueva situacion le otorgaba, sino que como yo iba dejando para mas adelante la decision de cerrar la casa y volver a Madrid o al menos a Barcelona, donde habia nacido y vivido hasta que me fui a estudiar a Estados Unidos, era yo la que poco a poco lo iba dejando todo en sus manos. Ademas, cada vez eran mas largas mis ausencias.

Tambien cada vez eran mas frecuentes los viajes que hacia con Gerardo, el amigo querido de toda la vida que habia reaparecido con motivo de la muerte de mi padre y que casi sin darme cuenta, con la suavidad de un simple gesto de ternura, se habia convertido en mi pareja. Pasaba con el buena parte de mis semanas libres y muchas veces iba solo a la casa del molino a cambiar el contenido de la maleta.

En esas ocasiones, al marido y a los hijos de Adelita no los veia. Una de las puertas de la casa de los guardas donde vivia la familia daba a la parte trasera del jardin, muy cerca de nuestra cocina, pero la puerta que utilizaban para entrar y salir de la vivienda los hijos y el marido se abria directamente a un terreno baldio donde dejaban las motos, que limitaba con el camino, y estaba completamente de espaldas a la casa. Asi que yo apenas me enteraba de sus idas y venidas o de las visitas que tuvieran. De hecho, nunca los habia visto demasiado. A veces oia una moto a primera hora de la manana, o mas tarde otra y tal vez otra, mientras Adelita aparecia y desaparecia a su aire y de vez en cuando se detenia y me daba conversacion. Parecia conocer a todo el mundo en el pueblo porque, decia ella, siempre estaba dispuesta a echar la mano que faltara y, segun reconocia con cierta timidez y riendo siempre, recibia regalos de uno y de otro.

'Me quieren, porque cuando puedo les hago un favor, y la gente es agradecida y buena y lo devuelve.' Asi fue como un dia que reuni a unos cuantos amigos y me di cuenta de que me faltaban copas de champan ella me trajo una caja con una docena de ellas, o como llego a la casa una cuna de madera para el hijo recien nacido de otros amigos que fueron a pasar unos dias conmigo, y como la cocina y la nevera que estaban en malas condiciones esperando el dia en que yo decidiera ir a comprar otras a Toldra, la pequena ciudad mas cercana, fueron sustituidas por unos aparatos que trajo en una camioneta gris un muchacho de ojos turbios y pelo rizado, acompanado de Adelita.

'Es mi sobrino', dijo 'se esta haciendo una casa y ha cambiado todos los electrodomesticos. Por eso nos los da.' 'Pero esta nevera y esta cocina estan nuevas. Tendre que pagarselas' dije yo, un poco desconcertada.

'?Que va! Si lo que ocurre es que apenas han estado en la antigua casa, puerta por puerta con la de sus

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