No lo detuve, atenta solo a la voz del auricular, rodo sobre la mesa y cayo al suelo con estrepito, y el agua y las flores se desparramaron.
'Diga', insisti sin hacer caso del desastre.
'Esta aqui', susurro una voz al otro lado del hilo. 'Senora, esta aqui, la tengo en mi despacho, yo he salido un momento para llamarla.' 'Ah, hola, sargento, disculpe, no lo habia reconocido. ?Quien esta ahi?' 'Su guarda. Adelita.' '?La ha llamado usted?' 'No, acaba de llegar. Dice que ha venido a buscar el carnet de identidad que se le habia olvidado esta manana.' '?Esta manana?' 'Si, eso dice, al parecer esta manana el guardia de la puerta le ha pedido el carnet, pero ya sabe', anadio con voz de entendido, 'el criminal siempre vuelve al lugar del crimen.' 'No lo entiendo, sargento. No entiendo nada. Expliquese.' 'Nada, que ha venido y la tengo en mi despacho.' '?Ha confesado?' A ver si acabamos con todo esto de una vez, pense, aliviada.
'Voy a ver. Por cierto, ?la han llamado de la comisaria de Gerona?' 'No.' 'Es que ahora me he enterado de que Gerona ha pasado el asunto a la jurisdiccion de Playa de Aro.' '?Ah, si? ?Por que?' 'Ah, no se. Eso me han dicho.
Pero usted, senora, no crea que esta desasistida. Nosotros haremos el trabajo que han descuidado alla.
Pero no estaria de mas que llamara usted a Gerona, a ver que le dicen.' 'Eso hare, gracias, sargento.' 'Oiga, si tiene que salir hagamelo saber y digame donde puedo localizarla. Tenemos que estar en contacto.' 'Si, sargento. No se preocupe, muchas gracias. Buenas tardes, oi buenas noches', anadi, mirando por la ventana, negra, negra como solo pueden ser las noches negras de invierno en el campo.
Llame a la comisaria de Gerona y mientras dejaba que sonara la senal supe que de nada serviria. Sin saber por que le habia perdido la confianza al policia que me habia atendido y que tan protector me habia parecido por la manana, y de un modo oscuro comence a barruntar que sus intereses eran distintos de los mios. Pero ?cuales eran los suyos? Efectivamente el comisario habia salido, y si no era por una urgencia, no iba ya a volver hasta el dia siguiente, o al otro, anadio con sorna el policia del telefono.
'No, no hay nadie que lo sustituya, bueno yo, pero yo no se nada.' Volvi al reducto de luz y entonces me di cuenta de que el suelo estaba lleno de agua, la alfombra empapada, el jarron hecho pedazos habia caido mas alla de la corona de luz y un trozo de porcelana blanca se balanceaba aun en el limite de las sombras. Y entonces, al darme cuenta de que tenia lagrimas en los ojos, me sente en el sillon, busque una caja de panuelos del estante y llore mansamente sin saber ni querer investigar si lloraba por ese jarro caido y roto, desparramadas por el suelo las primeras calendulas que se habian anticipado a una primavera lejana aun, o por la incertidumbre en que me habia sumido el robo de la joya y su posterior desarrollo.
A la media hora oi un coche que se detenia en la entrada. Baje la escalera a toda prisa y sali al porche de la parte delantera.
Hacia mucho frio y en la espesa oscuridad distingui a dos guardias civiles que se destacaban en el halo de luz de los faros, encendidos aun. Una sombra menuda y corpulenta se escurria entre ellos, pasaba como una exhalacion junto a mi sin querer verme y se metia en la casa.
'?Que ocurre?', pregunte al tiempo que encendia la luz del porche.
'Buenas noches, senora. Hemos venido para acompanar a su guarda.' Era uno de los dos guardias civiles que seguian el trotecillo de Adelita.
'?Esta detenida?' 'No, hemos venido porque dice que quiere mostrarnos una sortija.' Entramos los tres en la casa y pasamos a la cocina tras ella, que, ignorandome de nuevo, les hizo una senal para que esperaran y salio por la puerta trasera.
'Sientense, por favor', les dije. '?Quieren tomar algo?', como si quisiera restablecer ante ellos la jerarquia que Adelita pretendia usurparme.
'Gracias, senora, estamos de servicio y tenemos que volver en seguida al cuartel.' '?Con ella?' 'Si, con ella. La espera el sargento.' Se abrio la puerta y aparecio Adelita. Se aproximo a la pareja y extendio la mano mostrandoles un objeto.
'Miren, miren, esta es la sortija que me regalo mi madre, esta es. Mirenla bien. Yo misma le he quitado la piedra para venderla.
Yo misma he tenido que hacerlo, de mi madre, la sortija…, yo…', y estallo en sollozos, compungida ante la prueba de la tristeza de su pobre destino.
'?Que nos quiere decir ahora con esta sortija?', pregunte, desconcertada.
'Me acusan de haberle robado la suya, senora.' Ahora se dirigia a mi y me miraba de frente. 'Yo soy incapaz de robar, ya lo sabe usted.
Soy una buena persona.' Y sollozaba desconsolada, conmovida por sus propias palabras. 'Es cierto que vendi una joya, pero es el brillante de mi madre, aqui esta la prueba. Todos me acusan, pobre de mi. ?Pobre de mi! Lo vendi en Gerona, no tuve mas remedio.' Cogi la sortija que me tendia entre sollozos Adelita. Y antes de mirarla aun tuve tiempo de decirle: '?Por que no me lo decia? ?No le pregunte si tenia algo que decirme?' 'Tenia miedo, senora, tenia miedo, pobre de mi', repitio entre convulsiones de la voz y del gesto.
'Tenia miedo, soy una pobre y a los pobres siempre nos acusan de todo.' La cara se le habia puesto roja y brillante, pero aunque seguia sollozando e hipando, no tenia una sola lagrima en los ojos, triturados por el panuelo que tenia en la mano. ?Que buena actriz se ha perdido el mundo! Un pensamiento que cruzo mi mente como un relampago.
'No diga tonterias, Adelita, ni pobre ni nada. Ya le he dicho que de momento, que yo sepa, nadie la acusa.' Luego mire la sortija de estano que algun dia debio de tener una piedra engarzada y clavada en un pivote que sobresalia de la montura vacia.
'Aqui no ha habido jamas un brillante', le dije. 'Los brillantes no se ensartan en un clavo a las sortijas, y menos a las sortijas de estano.' 'Pues mi madre tenia un brillante precioso, muy grande, que era su unica fortuna. Mi madre', y dejo de llorar para mirarme fijamente, 'mi madre era hija natural de un senor muy rico que no habia querido reconocerla pero cuando fue mayor, como compensacion de tanto abandono…' 'Adelita, por favor, no me cuente historias', procure no sulfurarme. 'No me cuente historias.
Un brillante, por muy rico que fuera ese nuevo padre de su madre, no se ensarta en un clavo ni se monta en una sortija de estano.
Ya se lo he dicho.' Los guardias civiles se impacientaron y uno de ellos, como si terciara en una discusion entre mujeres, intervino: 'Bueno, bueno, vamos al cuartel y ya dira el sargento que hay que hacer con este anillo. Tendra que darselo a un joyero y que sea el como experto quien decida.' Me ofendi: 'Diga lo que diga el experto, le juro por mis muertos', aventure una expresion mas inapelable, 'por mis muertos lo juro, que aqui no ha habido jamas un brillante.' '?Ve como duda de mi, senora?', y reanudo el llanto Adelita, sonandose con otro panuelo de papel que se saco del bolsillo.
'?Que esta pasando aqui?', bramo una voz tras la puerta. 'A ver, ?que pasa aqui?' Lo que faltaba, pense, y abri la puerta trasera. Una vaharada de cazalla regurgitada me vino a la cara: '?Quiere algo? ?Se le ha perdido algo?', brame a la figura del marido que, asi a media luz, sin afeitar, desabrochada la camisa de lana, y con la camiseta debajo que asomaba por el escote, con el brillo de las gafas ceniciento tal vez de pura suciedad, tenia el tenebroso aspecto de un ciego malefico salido de un cuento de Poe.
'Vete, vete a casa', lo empujaba Adelita, que habia pasado por debajo del brazo con el que yo mantenia la puerta abierta. 'Vete a casa, ya te lo contare.' 'Esta es mi mujer', farfullo el hombre, 'y yo tengo derecho a saber lo que ocurre. ?Que le estan haciendo?' Cerre la puerta y fuera quedaron Adelita y su marido, chillandose y empujandose el uno al otro.
'Oiga, que yo tengo que llevarla de vuelta al cuartel', grito a su vez uno de los guardias. Paso como una flecha ante mi, abrio la puerta, salio corriendo tras ellos, que caminaban hacia su casa, y volvio al instante con Adelita sumida de nuevo en un mar de lagrimas, reales esta vez.
El ruido del motor al alejarse se habia llevado la luz del camino, y la noche de invierno recupero la oscuridad y el silencio. Otra vez me habia quedado sola y ahora mas atemorizada aun. En la pequena casa de los guardas, junto a la mia, el marido borracho y humillado se convertia en una amenaza. Cerre la puerta delantera, la de la cocina, y una tras otra, todas las ventanas de la casa.
No fui a la cena, ni iria a la del dia siguiente, la de fin de ano. No tenia en la mente mas que mi propio problema, que por otra parte ni queria ni podria haber compartido con los invitados, mas abocados a buscar la diversion y prepararse para el fin de ano que a entretenerse en los acertijos que planteaba la situacion y mi propia