discursos, las ponencias, las fotografias, los curriculos y las notas bibliograficas de todos los asistentes, precedido por un texto del presidente Hafez al Assad.
Apenas tuve tiempo de mirarlo porque sonaron unos acordes a los que todo el mundo se puso en pie, yo entre ellos, que supuse serian los del himno nacional. En cuanto termino, el publico tomo asiento de nuevo y aparecio en el escenario un iman con barba negra, traje negro y casquete blanco que comenzo a recitar salmos con la misma entonacion que utilizan los almuedanos para la oracion, un texto que nadie tradujo y que duro por lo menos diez minutos. A continuacion comenzaron los discursos en arabe con traduccion simultanea al ingles y al frances.
Al llegar nos habian repartido unos auriculares a cambio de los cuales tuve que rellenar y firmar un impreso con la ayuda de Solange, un requisito que me parecio un poco absurdo ya que nadie se tomaba la molestia de comprobar que aquel era efectivamente mi nombre. Asi se lo dije a Solange que se sonrio mirandome como si yo fuera la personificacion misma de la inocencia.
– No se puede poner otro nombre -dijo-, ellos saben.
Lo cual me sumio en la perplejidad y el temor, y la seguridad de que todos ellos eran de la policia secreta.
– Ellos saben ?que? -pregunte para tranquilizarme.
– Ellos saben quien eres -respondio con aire de naturalidad y de saber lo que decia.
– Entonces, ?por que he de rellenar este impreso?
– No es mas que un tramite.
Un tramite ?para que?, me habria gustado preguntarle, pero me parecio una groseria. Y lo mas irracional aun fue que al acabar nadie vino a pedirme los auriculares que quedaron tirados en las butacas mientras las pilas de impresos permanecian sobre una mesa en el gran vestibulo esperando quien sabe que extrano y misterioso destino.
Despues vinieron los discursos.
Todos los ponentes comenzaron dando las gracias al presidente Hafez al Assad que habia patrocinado el congreso. El publico al oir su nombre se ponia en pie y aplaudia enardecido mientras el orador esperaba. ?Lo volvia a nombrar el siguiente orador? El publico volvia a levantarse arrebatado siempre como si de una verdadera fiesta se tratara. No detecte ni asomo de cansancio, ni de aburrimiento, ni en ningun momento decayo el entusiasmo aunque debieron nombrarlo no menos de treinta veces. Todos los oradores, incluso el americano que representaba la participacion extranjera en el congreso, se refirieron al presidente, cosechando los correspondientes aplausos. En cuanto a los arabes, hablaban de el en unos terminos tan elogiosos, tan exultantes, tan sacralizados, como los que emplean los politicos occidentales al hablar del Pueblo, del Deber, de la Democracia y de la Patria, y los catolicos del papa.
Cuando acabaron los discursos habian transcurrido mas de dos horas y se consideraba que el acto habia llegado al intermedio. Pero apenas tuvimos tiempo de salir cuando ya se levanto el telon que dejaba al descubierto un escenario forrado de terciopelo negro del que pendia otro retrato, esta vez al oleo, de ocho metros de alto por cuatro de ancho, del presidente Al Assad con esa media sonrisa socarrona que no acaba nunca de dibujarse y su eterno bigote gris.
A continuacion comenzo el concierto pero antes el director nos comunico que debido a que los magnificos discursos de tantos ilustres oradores se habian extendido mas de lo previsto, iba a reducirse a la mitad. La orquesta era precisa y disciplinada, la mayoria de los musicos muy jovenes y los dos pianistas y un oboe excelentes.
Pero el repertorio asi truncado resulto demasiado breve.
Al salir, Solange volvio a las presentaciones. Yo daba la mano y ya no intentaba memorizar los nombres y los cargos porque habian sido tantos en una sola noche que perdi la esperanza de retenerlos y no atinaba a saber de que podria servirme recordarlos. Permanecia con la sonrisa en la boca dando la mano y saludando con una inclinacion de cabeza mientras contemplaba otra gran efigie del presidente que, segun me habia dicho Solange, no habia podido asistir al acto.
En los dos meses que estuve en Siria las vi en todas partes y de todas las formas posibles: en pegatinas, carteles, en marcos dorados, en el cristal de los coches, bordada en los tapices, estampada en negro en las paredes de cemento, recortada en hierba en los parterres, en estrellas relucientes y sobre toda clase de objetos, relojes de pulsera y de pared, gemelos que ya nadie lleva, manteles, servilletas, tazas, repetida casi tantas veces y sobre tantos objetos como en Inglaterra los miembros de la familia real. Me pregunto quien sera el que decida que se pongan sus retratos y efigies en los bares, los hoteles, las oficinas y las peluquerias de ciudades, pueblos, aldeas y alquerias. Me cuesta imaginar que sea el propio dictador quien lo exija. Porque me cuesta imaginar la forma y el momento de dar la orden. O tal vez no hay ordenes sino que el exceso de celo y de adulacion por parte de los subordinados tacitamente espoleados por la vanidad de sus senores, va encontrando imitadores y acaba convirtiendose en ley sin que nadie sepa como. ?Son asi los dictadores? ?No les dara verguenza exigir tributos tan inocentes como un retrato mas, un aplauso mas? ?O es que, la vanidad que no tiene limites, es inherente a la naturaleza humana y solo ellos pueden alimentarla a voluntad?
Solange me dejo en casa no sin haberse ofrecido una y mil veces a llevarme donde yo quisiera y a ayudarme en lo que me hiciera falta.
Se lo agradeci de veras y anote todos sus telefonos, pero la verdad es que no volvi a verla aunque fui algunas veces al ministerio a visitar a mi amiga Sausan. Le dije adios con la mano cuando se fue y subi las escaleras de mi casa corriendo porque no veia el momento de meterme en la cama.
III. El Guta, el oasis de Damasco.
Damasco la reina del agua, dicen las guias, la de las tierras fertiles, la de los cielos benignos. Como una esmeralda verde en medio de un desierto de arenas doradas se abre al este de la cordillera del Antilibano que de norte a sur corre paralela al mar. La esmeralda es su oasis que a pesar de haber sido invadido sin miramientos por la ciudad y el desarrollo indiscriminado, todavia conserva, antes de convertirse abruptamente en desierto, huertas y riberas frondosas, campos de violetas, rosas damascenas y mimosas, sembrados y labrantios, extensiones de frutales, higueras y olivos, y caminos bordeados de nogales, un paraiso ya descrito por Ali Bei al Abbasi hace casi doscientos anos.
Pero la ciudad, Damasco, no es verde, sino dorada, del color de la tierra, del ocre tostado de los colores antiguos. Una ciudad profundamente arabe, un abigarrado y primitivo nucleo de callejuelas, casas y patios escondidos en ellas que desde hace cuatro mil anos sin interrupcion ha ido creando a su alrededor circulos de vida aranandole tierra al oasis.
Las primeras noticias que se tienen de Damasco nos hablan de la capital de un pequeno reino arameo, un pueblo seminomada que en oleadas sucesivas procedentes de Arabia se instalo en el oasis, el Guta, y desde entonces ha conocido toda clase de invasiones, dominios, gobiernos, duenos y senores, que enterraron tras ellos las distintas civilizaciones que les precedieron: asirios, neobabilonios, caldeos, persas, seleucidas, griegos, romanos, bizantinos, omeyas, abasies, fatimidas, seljuks, atabegs, ayubies, mamelucos, otomanos, y para acabar los franceses y los britanicos que se repartieron el territorio de Siria. Tras soportar tantas invasiones, todas ellas con animo de civilizar, educar y ayudar, Siria, desmembrada y dividida, consiguio la independencia hace escasamente cincuenta anos. Y cuando parecia que todo habia terminado, ha llegado la nueva invasion: la de la ciudad extendiendo en el oasis sus tentaculos.
En los anos cuarenta y cincuenta la explotacion economica del campesino obligo a grandes masas de hombres y mujeres a buscar en la ciudad un modo de vida mejor, y la llegada de refugiados palestinos expulsados de sus tierras o la de libaneses, iraquies, somalies o kurdos huidos de sus guerras y persecuciones provoco una lucha sin cuartel para disputarse los recursos y los terrenos que van de la ciudad a la estepa y dar cabida a una poblacion que en 1920 era de 170.000 y esta sobrepasando ahora los tres millones de habitantes.
Con el plan urbanistico de los anos treinta y mas tarde con el de 1968, se construyeron entradas majestuosas