encuentran en todas ellas. La mezquita de los Omeyas ha sido y es un modelo y una guia. Todavia hoy el almuedano recita su plegaria, a la que responden como un eco todas las mezquitas de Damasco, desde el alminar Al Arus del muro norte, el mismo que en los siglos XII al XVI recibia y transmitia las senales opticas formando parte de una larguisima cadena de luz que anunciaba en El Cairo la aparicion de tropas mongoles en las riberas del Eufrates. “Ire al Eufrates y me banare en el”, el pensamiento surgio espontaneo y firme como un anhelo de frescor que mitigara en la imaginacion el calor con que el manto negro oprimia mi cuerpo.
Durante siglos los ayubies, los mamelucos y los otomanos restauraron y embellecieron los alminares e incluso contaron con la ayuda de los cristianos en uno de sus escasos momentos de colaboracion con otras religiones. Quiza por esto al alminar situado en el sureste se le llama aun el alminar de Jesus, a quien los musulmanes consideran profeta igual que a Juan Bautista, porque la tradicion “quiere”, dijo con cierto enfasis Ralph mirandome como si yo fuera la representacion de la cristiandad, que Jesus se presente en el poco antes del dia del juicio final. Los incendios destruyeron…
Ralph seguia leyendo pero yo ya no le oia. Estaba sobrecogida por la magnitud del espacio interior, por su diafana claridad, por esa forma especial de situar las columnatas, por el natural recogimiento de los fieles que paseaban sobre un suelo tapizado de alfombras o hablaban en pequenos grupos, sentados a veces con las piernas cruzadas atentos a la lectura de un tercero, por el ensimismamiento de los que oraban contra el muro sur cara a La Meca, por la atencion de los que leian, la majestad de sus vestimentas, el susurro asordinado de sus voces. Me abandone a la contemplacion de los arabescos, a la repeticion ritmica de sus motivos geometricos, a la luz cambiante que se filtraba por los cristales irisados de las setenta y cuatro ventanas. Admire la magnificencia de la cupula que se levanta como un aguila en vuelo hacia el cielo.
Imagine como seria el fulgor de tantas velas como se encendian a la caida de la tarde sobre las grandes coronas de bronce que colgaban del techo, y el perfume del incienso y de los aceites aromaticos que ardian en pequenos cuencos suspendidos de ellas.
Tambien nosotros nos sentamos en el suelo cubiertos con la capa y dejamos que transcurriera el tiempo al ritmo de esos creyentes que no estaban en la mezquita para cumplir ninguna obligacion, sino porque forma parte de su vida, es un lugar de encuentro, de descanso, cuando se detiene el quehacer diario, y dejamos que nos invadiera esa paz que trae consigo la armonia entre la vida y la creencia, una paz que ahora nosotros, los occidentales, hemos de pedir prestada porque nuestros pueblos la sustituyeron hace siglos por otras ambiciones.
Cuando a la salida volvimos a ponernos los zapatos, Ralph se quedo perplejo.
– No estan las plantillas -dijo.
– ?Que plantillas?
– Llevo plantillas y las deje en los zapatos. ?O no? Quizas al quitarmelos las meti en la bolsa.
Espera. -Miro en la bolsa pero no las encontro-. Debi de ponermelas en los bolsillos, a veces lo hago.
– Te las habran robado -apunte.
– No digas bobadas. Aqui no roba nadie, y ademas ?para que podrian quererlas?
– No se -dije sin querer apearme de esa irracional desconfianza que nos domina a veces cuando no somos mas que turistas en un pais extrano del que por principio desconfiamos. Volvimos al lugar donde nos habiamos sentado pero no las encontramos.
– Quiza me las puse en el bolsillo y se me han caido cuando dabamos vueltas por la mezquita.
Asi que comenzamos un nuevo paseo ajenos esta vez a la luz, al murmullo sordo de las voces, a las columnas y mosaicos, a la ornamentacion, fijos los ojos en las alfombras que se superponian formando un suelo mullido que yo contemplaba extasiada, atenta sin embargo al objeto que buscabamos que habria de romper ese equilibrio de cenefas laberinticas y colores tostados por los siglos.
Habiamos recorrido ya mas de la mitad de los 136 metros de longitud de la mezquita cuando se nos acerco un sirio con chilaba blanca a preguntarnos que habiamos perdido porque el nos ayudaria a encontrarlo. A los diez minutos eran por lo menos cinco las personas que buscaban con nosotros, pero por mas que recorrimos una y otra vez la inmensa sala en todas direcciones, no aparecieron. El sirio entonces fue en busca de un iman que se mostro muy compungido, tomo nota y dijo que volvieramos al dia siguiente por si se habian encontrado. Nos despidieron en la puerta dandonos la mano e inclinando la cabeza, y no habiamos recorrido aun cien metros, cuando Ralph dio un grito y se toco la frente con la mano:
– ?Sere estupido? He dejado las plantillas en los zapatos, nunca me las pongo con ‘basquetes’ -dijo en frances para que yo le entendiera y senalo esas Reebok blancas con que media humanidad se calza los pies a todas horas.
Comimos empanadas de verduras en uno de los cafes del barrio contiguo a Al Hamidie y despues dimos tantas vueltas e hicimos tantas visitas que se confunden en el recuerdo de aquella tarde del que, sin embargo, sobresale la imagen de Nureddin.
Nureddin fue un principe turco sunita que siguiendo la labor iniciada por su padre consiguio que todos los sultanes turcos seleucidas o arabes abandonaran sus rencillas y peleas, dejaran a un lado una vida dedicada a la poesia y a la musica y lucharan con el contra los francos que habian tomado Jerusalen en 1099. Desde Alepo y con toda clase de artimanas, dicen las guias francesas, pacto una vez mas con los damascenos y en 1154 le fueron abiertas las puertas de Damasco, que convirtio en la capital de su imperio. Fortalecio e hizo construir barbacanas en todas las puertas de la ciudad, Bab Sagir, Bab Charqi y Bab Faradis (‘bab’ significa puerta en arabe) e hizo abrir dos nuevas puertas en el muro norte, Bab Salam junto al rio Barada aun hoy la mas hermosa, y Bab Faray. En todas ellas construyo una mezquita con un alminar, como la que todavia se puede ver en la puerta del sudoeste, Bab Charqi. Durante su reinado se crearon once ‘medersas’, escuelas rodeadas a veces de una pequena organizacion agricola o de un taller con cuyos beneficios se alimentaba y retribuia a profesores, servidores y alumnos pobres. Segun un historiador de su epoca, habia en Damasco 241 mezquitas intramuros y 148 extramuros. Hizo construir canalizaciones urbanas, fuentes publicas y un hospital, ‘bimaristan’, con salas para los enfermos, letrinas de agua corriente y celdas para los locos que, convertido en el Museo de Medicina, es hoy por su arquitectura uno de los monumentos mas importantes de la ciudad antigua. Tras una derrota frente a los cruzados que el atribuyo a la falta de fe de los jefes turcos y kurdos, se retiro y dedico su vida al recogimiento, a impulsar la union de los arabes y a la renovacion de la doctrina sunita frente a la chiita que consideraba menos ortodoxa y mas propia de siglos anteriores. Se le considera uno de los grandes promotores de la corriente mistica islamica, el sufismo.
Nureddin murio en 1174 en Damasco sin haber conseguido derrotar a los francos y liberar Jerusalen, tarea que fue llevada a cabo por su sucesor, Saladino. Sin embargo, tras su muerte y con los anos, su fama se incremento y su tumba cerca de la Gran Mezquita sigue siendo un lugar donde se reunen los fieles y los peregrinos para orar.
Yo estaba agotada y las cifras y los nombres que Ralph repetia, buscando en las tres o cuatro guias que sacaba y guardaba en su bolsa, me tenian mareada. Pero fue implacable. Visitamos mas ‘medersas’, tuvimos que ver todas las puertas una a una, entramos en tres antiguas casas damascenas con su ‘liwan’, y cuando al llegar al Palacio Azem vimos que estaba cerrado, yo me alegre. Fue entonces cuando, cumplido nuestro deber y habiendo visitado palmo a palmo la ciudad antigua, dijo el, aunque yo comprendi mas tarde que no habiamos hecho sino echarle un vistazo, se lleno de energia e inicio el peregrinaje en busca de la torre por cuya ventana se habia escapado san Pablo.
Yo no le tengo a Pablo de Tarso la menor simpatia. Me parece un dogmatico misogino y vanidoso, un inquisidor nato cuya caida del caballo y posterior conversion nunca han logrado convencerme, aunque sigo manteniendo como el Occidente entero el mito en que se han convertido esos hechos dudosos.
Pero Ralph estaba convencido de la veracidad de su fuga descolgandose metido en un cesto por la ventana de la torre, no por creer o dejar de creer en ello sino porque se lo habia contado su abuela, y ademas porque figuraba en los Hechos de los Apostoles, IX, 1-25 y en las Cartas a los Corintios XI, 23-33. Intente explicarle que el unico testimonio que habia de esta fuga era el del propio Pablo y como tal podia muy bien ser una exageracion o tal vez una fantasia sobre si mismo, pero no me hizo el menor caso. Ni siquiera cuando llegamos a la Capilla de San Pablo, en Bab Casan y contemplamos una irrisoria ventana por la que no habria pasado ni el cesto ni san Pablo de nino. Examinamos el interior de la capilla, un espacio vacio y poco cuidado con una mala copia del cuadro de Caravaggio que esta en Santa Maria del Popolo debajo del cual decian unas letras negras: “Caida del caballo de san Pablo”, pero a Ralph, que debia de tener en la mente otro tipo de ventana, le parecio que algo no coincidia y se nego a reconocer la evidencia de que aquella era sin lugar a dudas la ventana de sus suenos. Por mas que yo