Asi estaban los guardianes de la mezquita cuando llegue aquella manana calurosa como todas. Uno de ellos, sin embargo, guardo el resto de grana en el bolsillo, se acerco a mi y se ofrecio a acompanarme y explicarme la historia del lugar, pero cuando decline la invitacion se retiro a la sombra, metio la mano en el bolsillo y placidamente continuo arrancando la cascara a los pistachos y masticandolos con fruicion.

El espacio de la mezquita esta constituido por una gran plaza ante la entrada, rodeada de las construcciones que servian para albergar a los peregrinos. Lo que eran cocinas, almacenes y refectorio del monasterio se ha convertido en el Museo del Ejercito y la callecita que se abre hacia el este con pequenas habitaciones o celdas a ambos lados donde vivian los derviches, junto con la escuela, ‘medersa’, adosada al monasterio, es hoy el mercado de artesania donde pueden encontrarse a precios menos economicos que en el zoco, pero aun asi interesantes, joyas antiguas, tejidos, trabajos en piel, lienzos bordados, piedras montadas en plata y antiguedades.

Vale la pena visitar el Museo del Ejercito, es casi un paseo por el que hay que pagar la modica cantidad de cinco liras, unas quince pesetas. No es muy grande pero esta situado en un jardin umbroso que invita al descanso, y muestra entre los arboles y las flores, trofeos y restos de guerras recientes: un pedazo de avion desvencijado, canones de la Primera Guerra Mundial, un camion requisado a los alemanes por los arabes del rey Faisal, etc. A continuacion se llega a un edificio cuya primera sala contiene una magnifica coleccion de sables que habria hecho las delicias de Carlos Barral, labrados todos con tal minuciosidad que tras el cristal de la vitrina cuelga una lupa para que el visitante pueda apreciar el maravilloso trabajo. Completan la coleccion una serie de hachas, punales y yelmos con cotas de malla del siglo XIII, maquetas de maquinas de guerra del siglo XV, pistolas y rifles de mil modelos, piezas de artilleria, fotografias de la union con Egipto, de la asociacion con los rusos, y terribles, aunque no numerosas, fotos de guerra como las que estamos acostumbrados a ver todos los dias en los telediarios, pero con la distancia de las imagenes un poco amarillas ya de los anos sesenta y setenta. Y en la ultima sala una serie del ejercito frances durante el Mandato y de su derrota y retirada en 1945.

El sentimiento que los sirios tienen hacia los franceses es, como el que tienen a todos los paises de Occidente, ambivalente. Por una parte les admiran e incluso les imitan y por otra les desprecian porque sigue latente el recuerdo de la represion de los anos veinte y treinta y no les perdonan que hayan entregado, como venganza dicen algunos, Alexandreta y Antioquia a los turcos, un regalo gratuito que jamas reconoceran. Para ellos esa parte del noreste de Siria que hoy por hoy pertenece a Turquia, sigue siendo siria, y asi consta en los mapas escolares y turisticos.

Los soldados que custodian las salas unidas por porches son muy amables, muchos de ellos son estudiantes que aprovechan gustosos la presencia de un turista para practicar la lengua que estan estudiando: ‘Welcome to Sirya’, ‘soyez la bienvenue a Siria’, el saludo con que comienzan todos a hablar.

En todas partes hay soldados, no en vano el ejercito se lleva un tercio del presupuesto de la nacion. El servicio militar dura dos anos y medio y es obligatorio. Solo puede librarse de el el muchacho que sea el unico varon de la familia.

La voz de la razon.

Ya en la salida, entre en una de las pequenas tiendas de artesania y pedi que precio tenia un collar de opalo y otro de bolas plateadas y labradas que habia visto en el escaparate. El arabe que trabajaba con unos alicates tras el mostrador hablaba ingles y enseguida me invito a tomar un te -o un zumo de fruta, si lo prefiere- y me rogo que me sentara. Salio de la tienda y le vi atravesar la calle y entrar en un minusculo cubiculo mas pequeno aun que el suyo donde el dueno habia instalado un hornillo y servia te y refrescos. Luego volvio y se dispuso a esperar. No parecia en absoluto impaciente ni por contestar a mi pregunta ni por lo que tardaban en traer el te, como si no tuviera otra cosa que hacer que estar alli con una desconocida y esperar. Habia dejado en una caja la pulsera que estaba arreglando cuando entre y parecia dispuesto a dedicarme el tiempo que fuera.

– ?Viene con el grupo que visita la mezquita?

– No -respondi-, pasaba por aqui y me he detenido a ver los collares.

– Tenemos collares muy hermosos. Vendemos piezas unicas que pertenecieron a familias muy ricas, hoy arruinadas.

– ?Cuales? -quise saber porque la tienda constaba de un estante, que tras el cristal hacia de escaparate, con dos o tres collares iguales y un par de llaves antiguas que alguien debia de haber olvidado, el mostrador de madera gastada, y varias cajas en una estanteria adosada a la pared que debian de contener esos tesoros. Habia ademas sobre el mostrador una cesta con bolas azules de lapislazuli, segun me dijo.

– No podemos tenerlas aqui -y se tocaba los cabellos con aire misterioso mirando en otra direccion-, las joyas buenas, me refiero.

– ?Por que no me dice cuanto vale el collar? -le pregunte porque la conversacion no arrancaba y yo tenia ganas de irme.

– El collar es muy barato, de hecho se lo puedo dejar mas barato aun de lo que vale, porque ha tenido usted la suerte de venir en un momento crucial, en un momento en que yo tengo necesidad de vender.

Ya ve que soy honesto. Lo normal habria sido que yo le dijera que no me importaba vender, pero he preferido ir de cara, decirle la verdad, no se por que al verla me he dicho…

– Bueno, bueno, bueno… -le interrumpi-. Asi no llegaremos a ninguna parte.

– Ahi viene el te -me interrumpio el a mi entonces, y se levanto para abrir la puerta al muchachito que avanzaba haciendo equilibrios con la bandeja-; despues hablamos de negocios.

E hizo un gesto como diciendo que lo primero era lo primero y que las cosas poco importantes podian esperar.

Yo no entendia de que negocios queria que hablaramos. No tenia la menor intencion de comprar el collar y solo deseaba saber el precio. Pero acepte el vaso de te hirviendo que me ofrecia.

– ?Usted es periodista? -me pregunto cuando deje el bolso y el cuaderno sobre el mostrador para poder coger el vaso.

– No, no soy periodista.

– Pero usted esta interesada en la comprension entre los pueblos, ?no es asi?

?Dios Santo, donde me he metido!, pense. Pero respondi:

– Pues si, la verdad, creo que estoy muy interesada. Es una cuestion apasionante.

– ?Verdad? Pues permitame que le diga una cosa. -Dejo el vaso sobre otra silla vacia, saco un paquete de cigarrillos, encendio uno y mirandome por encima del humo que estaba soltando por la nariz, declaro:

– Desde Occidente se comprende mal al Islam o no se le quiere comprender. Se habla de la brutalidad de ciertos aspectos de la ley islamica como la flagelacion, la lapidacion o la amputacion de la mano, o solo se habla de los fanaticos que aterrorizan a los occidentales. Sin embargo para nosotros los musulmanes, lo crea o no, y sobre todo los de Oriente Medio, el Islam representa la estabilidad en un mundo inestable y lo unico que nos defiende de las manos depredadoras de las poderosas multinacionales.

El discurso me habia sorprendido por la contundencia y cogi el cuaderno para tomar notas.

– Puede, puede escribir todo lo que digo, nada me gustaria mas que estas palabras sirvieran para acelerar la comprension de nuestros pueblos. -Se detuvo y pregunto-: ?Puedo seguir?

– Puede, puede -le anime remedandole porque me habia dejado boquiabierta y deseaba de verdad que continuara.

– ?Donde estabamos? ?Ah si!

El Islam nos defiende de las multinacionales y de los estados poderosos de la tierra que no ven en nosotros mas que clientes en potencia, y que estan dispuestos a destruir nuestro pasado y nuestras tradiciones con tal de vender sus productos, que con toda probabilidad nosotros ya fabricabamos hace siglos. No tan bonitos, lo reconozco, ni tan espectaculares, ni tan bien envueltos, pero igualmente buenos. -Y como si fuera a desvelarme un gran secreto, levanto el indice libre e inclinandose hacia mi pregunto:

– ?Ha pensado usted alguna vez que los americanos y el mundo que nos ofrecen carecen de pasado? ?Ha reparado en que apenas lo necesitan, que ni siquiera han de recurrir a sus antepasados para saber como se cocina o cuales son las costumbres porque todo lo venden publicado, envasado, enlatado en todas sus tiendas?

– Oiga, ?usted ha vivido en los Estados Unidos? -le pregunte porque de pronto me di cuenta de que hablaba un ingles muy correcto.

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