una vuelta al fundamentalismo como una mayor voluntad de defensa de lo arabe, amenazado por la invasion comercial de Occidente. En 1982, cuando yo fui a la Universidad de Damasco, ni una sola mujer llevaba panuelo y ahora lo llevan por lo menos el veinticinco por ciento. Y lo mismo ocurre en las oficinas. En los anos sesenta, en Siria las mujeres adoptaron la minifalda y en este momento ni una de ellas se atreveria a llevarla por la calle. Aumenta el integrismo como en Occidente aumentan el conservadurismo, el nazismo y las sectas religiosas.

– Pero Siria sigue siendo un pais laico -retomo la palabra Adnan-. De todos modos no puede haber oposicion al margen de los sunies que son la mayoria del pais y que apoyan al presidente y buena parte de su gobierno aun siendo alaui, porque, segun reconocen ellos mismos, nunca habian tenido tanto dinero ni tantas prebendas.

Los alauies siempre fueron gentes de montana y de hecho hasta ahora pertenecian a una clase social inferior sin apenas otra salida que el ejercito. Muchos de ellos proceden aun de familias que militaron en el ejercito de los franceses.

Los sunies en cambio siempre han sido comerciantes y por tanto ricos en todas las situaciones y ahora, que ya paso la epoca de la reforma agraria y de las nacionalizaciones, defienden la situacion creada por el presidente, que esta abriendo las puertas al comercio mundial y les deja que sean ellos los que negocien, controlen y se enriquezcan. ?No te has dado cuenta de la cantidad de ricos, riquisimos que se ven en Damasco? En los dos o tres ultimos anos han proliferado los restaurantes de lujo, las boutiques donde se venden trajes cuyo precio es diez veces superior al sueldo de un profesor de universidad, los grandes coches y limusinas que comienzan a aparecer mezclados con los descacharrados taxis. Estamos entrando en la civilizacion occidental y en la television nos bombardean con productos europeos y americanos que la gente del pueblo intenta adquirir o por lo menos imitar.

Y anadio:

– No es extrano que frente a esta nueva invasion que empieza por desnudarnos de nuestras costumbres y de nuestra identidad, para muchos arabes no haya mas contencion que el extremismo, el fundamentalismo, la vuelta a los origenes.

– Ni tampoco parece extrano que los paises que defienden este fundamentalismo sean cada vez mas intransigentes y mas radicales -dijo con tristeza Teresa.

Los cementerios.

Mas alla de la carretera que corria paralela al desierto, el paisaje desolado estaba ciego por la reverberacion del sol. De vez en cuando nos veiamos obligados a detenernos porque los coches y las motos se aglomeraban en las puertas de los cementerios y la multitud atravesaba la carretera con ninos y ramos para hacer sus ofrendas a los muertos.

En general los cementerios arabes se construyen sobre las lomas cercanas a las aldeas. Estan ordenados con tal primor y los mantienen tan pulcros que transmiten una especial sensacion de reposo, quiza porque las lapidas de las tumbas se levantan a los pies y en la cabecera como camas de piedra. Los muertos no se entierran en cajas de madera, sino envueltos en una sabana en contacto directo con la tierra, el cuerpo recostado de lado mirando a La Meca, los pies hacia oriente y la cabeza hacia poniente.

No hay inscripciones en las losas de las sepulturas porque, conocedores de que todo ha salido de la tierra y a ella ha de volver, no necesitan inscripciones para que el futuro les reconozca: la memoria del pasado la recogen las familias y los registros.

Algunas lapidas estan pintadas de azul cobalto, como las piedras de lapislazuli que venden en el zoco para los collares, y ese dia los familiares los cubrian con arrayan de un verde intenso y brillante que se destacaba sobre el ocre de la tierra.

Al salir del cementerio nos detuvimos en una casa contigua a el. La mujer que estaba en la puerta, al ver que yo era extranjera nos invito a tomar una taza de te con menta. Teniamos poco tiempo pero aceptamos, porque caia el sol como en los campos de Maqueda en pleno mes de julio y bajo la parra de la entrada corria el airecillo y era agradable ver entrar y salir a los grupos de gente con sus ramos de arrayan.

Junto a la casa habia unos grandes depositos de obra vacios cuya utilidad nos conto la mujer a grandes gritos, muy satisfecha de que la vieran con forasteros:

– Desde tiempo inmemorial -dijo-, los vecinos de la aldea reunen aqui su trigo a partes iguales, y aqui lo hervimos. Un tercio se reserva para hacer harina, otro tercio se guarda para plantel y el tercero se hierve. Cuando esta todavia caliente lo extendemos sobre sabanas en las azoteas durante tres dias para que se seque, y despues lo llevamos a moler, pero no como la harina sino tan solo machacado. Lo llamamos ‘hale’ y con carne es uno de nuestros platos mas comunes, una especie de arroz que guardamos durante todo el ano en sacos o en barrenos de madera.

Ya en el coche, cuando nos alejamos del cementerio y de la mujer que vino a despedirnos con un ramo de espliego, me conto Adnan que cuando el trigo se seca aprovechan los vecinos para celebrar una pequena ceremonia que consiste en darselo a probar unos a otros en prueba de buen entendimiento, como hacen los payeses del Ampurdan con los bunuelos de Pascua. En otras partes del pais tienen una variante llamada ‘frique’ que consiste en abrasar someramente el trigo cuando aun no esta maduro, para que el grano quede verde en el interior y quemado por fuera, tras lo cual se le quita la paja y se come tambien como si fuera arroz.

Salamiye, el pueblo ismaeli.

Salamiye es un pueblo polvoriento al borde del desierto, llano, sin montes cercanos ni lejanos, sin arboles, de espesos muros a lo largo de todas las calles sin aceras interrumpidos por pequenas puertas que se abren a los patios y a las casas ocultas tras ellos. De no haber sido un dia de fiesta habria dado la impresion de ser una aldea desierta del mismo color que la tierra y a punto de desvanecerse o diluirse en el incesante viento que viene de la estepa.

Me contaron que la ciudad, rica en los primeros siglos de nuestra era, se fue despoblando poco a poco en la epoca de los omeyas porque, lejos de Homs y de Hama y de Palmira, sus habitantes no sabian como protegerse de las incursiones y pillajes de los guerreros y poderosos beduinos. Los otomanos otorgaron una serie de privilegios y ventajas a quienes se asentaran de nuevo en ella, como la posesion de armas, la dispensa de servir en el ejercito que suponia estar lejos de la familia durante anos y la exencion de impuestos. Fue poblandose poco a poco y durante generaciones sus habitantes siguieron luchando con los beduinos hasta que, dijo Adnan con un cierto orgullo que hasta mas tarde no entendi, un ismaeli salvo la vida al hijo de un beduino y desde entonces, hace ya muchos, muchisimos anos, sellaron un pacto de amistad que trajo consigo la paz. Ahora, anadio, buena parte de la poblacion es ismaeli, yo entre ellos. Y ademas los beduinos han dejado de ser guerreros y ya no se permite a nadie el uso de armas. La amistad asi es mas facil.

Antes de visitar a su madre, Adnan me llevo a la casa de un amigo cuyo padre estaba en la carcel.

– ?Podre hablar de ello?

– ?A quien? -pregunto Adnan un poco inquieto.

– No se, pregunto si puedo mencionar sus nombres en el libro que voy a escribir.

– Sera mejor que no lo hagas.

Podria traernos problemas.

Y recorde la pregunta del director general el dia que me llevaron a visitarlo: “?No sera un libro politico, verdad?”.

Detuvimos el coche frente a una puertecita de madera entornada, entramos en un gran patio y salio a recibirnos la madre de su amigo.

Era una mujer alegre, de piel blanca sin apenas arrugas, ojos verdes y un panuelo echado sobre el cabello que llevaba recogido en una trenza. Aunque por encima de nuestras cabezas seguia aullando el viento del desierto, el patio era un reducto protegido donde crecian los limoneros y los laureles y se alineaban los tiestos de geranios y aspidistras, y sobre la ropa tendida una parra echaba las primeras hojas de un verde intenso. El patio albergaba dos pequenas construcciones, en la primera se encontraban la cocina y una sala donde estudiaban los hijos, en la otra dos habitaciones donde dormia la familia. Nos hicieron entrar en la sala grande, destartalada, con colchones en el suelo adosados a las paredes a modo de sofas, cubiertos de telas de colores tejidas a mano.

Habia fotografias ya muy antiguas colgadas en las paredes, de los padres y abuelos, del matrimonio en el dia de su boda, una boda al parecer todo lo occidental que podia ser en este pais en 1970. Apenas tuvimos tiempo de

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